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Opinión:  Como neurocirujano de San Diego, veo el tremendo costo del muro fronterizo elevado

Vista de la línea fronteriza al este del Parque de la Amistad.
Vista de la línea fronteriza al este del Parque de la Amistad. Del lado izquierdo el muro actual y en el derecho, la barda de 30 pies de altura instalada a lo largo de a frontera.
(Alexandra Mendoza/U-T en Español)
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A las 2 de la mañana y mientras atendía a mis pacientes hospitalizados, mi pager sonó. El mensaje fue breve: “Hombre de 30 años. Fractura espinal inestable después de una caída de la frontera”. Pienso en todos los mensajes similares que he recibido en mis tres años como residente de neurocirugía en San Diego: jóvenes con lesiones graves que les cambiaron la vida y que sufrieron al caer del muro que separa los Estados Unidos de México. La administración Trump elevó secciones de este muro a 30 pies de altura en lugar de 8 a 10 pies, después de lo cual más caídas causaron lesiones más graves.

Antes de ver al paciente, me tomé un momento para revisar las imágenes: tenía una lesión grave en la médula espinal. Me acerqué a la unidad de trauma y vi al aterrorizado joven, inmóvil con un collar que le sujetaba el cuello. En lugar de una familia preocupada, estaba rodeado por oficiales de la Patrulla Fronteriza. Sentí su desesperación y luego su alivio cuando le hablé en español. Le dije que lo cuidaríamos lo mejor que pudiéramos, pero que necesitaría cirugía. Él empezó a llorar. Mientras lo examinaba para determinar la severidad de sus heridas, verificando si podía sentir mi mano o mover los dedos de los pies, le pedí que me contara sobre sí mismo.

Me dijo por qué vino: “Ya era muy peligroso para mí y mi familia en el pueblo”.

Esta es una historia que conozco muy bien. Como hijo de migrantes mexicanos que cruzaron la misma frontera en los ochenta cuando huían de amenazas violentas en su ciudad natal, sé que la historia de mi paciente fácilmente podría haber sido mía o de mis padres. Al criarme en una comunidad migrante empobrecida en el sur de Los Ángeles, mis padres me inculcaron los valores por los que vivo: ayudar a los desamparados.

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Cuando cuido a personas que huyen de una violencia similar, sé que están buscando las mismas cosas que mis padres buscaron y que todos deseamos: seguridad y una oportunidad de una vida mejor para sus hijos. Como neurocirujano, estoy horrorizado por la erupción de lesiones traumáticas en el cerebro y la médula espinal causadas por caídas del muro fronterizo.

Bajo la Orden Ejecutiva 13767 en 2017, la administración de Trump comenzó a elevar la altura del muro fronterizo en San Diego, Arizona y Texas hasta 30 pies. El muro en San Diego se completó en 2019. Desde entonces, ha habido un número récord de lesiones traumáticas en la columna vertebral sufridas por caídas fronterizas. El Consulado de México reportó recientemente que 646 ciudadanos mexicanos resultaron heridos o murieron al cruzar la frontera entre 2020 y 2022, diciendo que la principal causa de lesiones “estaba relacionada con el muro”.

Como neurocirujano que trabaja en San Diego, puedo atestiguar que no solo estamos viendo más, sino también nuevos tipos de lesiones neurológicas, incluidas lesiones traumáticas cerebrales y cerebrovasculares que dejarán a las personas incapaces de trabajar y cuidar de sus familias. Los horrores que estamos viendo ahora son causados por la altura del muro.

Aparte del impacto humanitario, hay costos económicos que pocos anticiparon. El costo de atender a cada paciente lesionado al cruzar la frontera ha aumentado en un 70 % desde el año 2020. Nuestros sistemas hospitalarios, ya sobrecargados por la pandemia de COVID-19, ahora enfrentan una serie de lesiones causadas por la altura del muro fronterizo.

Me temo que esta tendencia empeorará en los próximos meses. El gobierno de Joe Biden inicialmente firmó una orden ejecutiva para detener todos los fondos para la construcción del muro fronterizo. Sin embargo, la administración ahora ha aprobado la continuación de estos proyectos en Arizona y Texas. Más recientemente, se aprobaron planes para erigir barreras de 30 pies en el histórico Parque de la Amistad de San Diego.

Ahora nos enfrentamos a una crisis de salud pública internacional.

Sin duda, algunos argumentarán que nadie debería intentar cruzar el muro fronterizo en primer lugar. Considere lo que impulsaría a alguien a tomar estos riesgos para venir a los Estados Unidos. Los pacientes que atiendo no vienen aquí por circunstancias triviales. Vienen debido a condiciones políticas, económicas y violentas inhabitables, similares a las que sufrieron mis padres. Ellos conocen los peligros de los nuevos muros fronterizos. Simplemente no tienen otra opción.

Como uno de los médicos residentes principales que atiende la llamada nocturna, puedo dar fe del sufrimiento humano innecesario que el muro más alto está imponiendo a las personas que hacen lo que cualquiera de nosotros haría si la situación fuera al revés: buscar seguridad para ellos y sus hijos.

Debemos urgir a los líderes políticos para que detengan estas extensiones del muro fronterizo y proporcionar mayores recursos para los hospitales que atienden a las regiones fronterizas. Entiendo la necesidad de políticas fronterizas, pero aumentar la altura de una barrera física no es la respuesta: ahora sabemos que esto lleva a las personas desesperadas a arriesgarse a sufrir lesiones en la médula espinal y el cerebro. Debemos urgir a los funcionarios locales y a la administración de Biden a que reconozcan estas consecuencias humanitarias y económicas de los muros fronterizos.

Esa noche con el paciente de 30 años, mientras trataba de consolarlo, me preguntó: “¿Cómo voy a cuidar a mi familia?”.

Pienso en la línea del poeta británico somalí Warsan Shire, quien escribió: “Nadie se iría de casa a menos que la casa te persiguiera”. Pienso en mis padres y en los sacrificios que hicieron para que pudiera ser yo un neurocirujano. Estoy agradecido de que mis padres no tuvieran que correr el riesgo de sufrir estas lesiones escalando un muro de 30 pies.

Independientemente de cómo se sienta acerca de la inmigración, pregúntese: ¿Es este riesgo algo que desearía para alguien?

Alexander Tenorio es un médico residente de cirugía neurológica en San Diego.

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