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Trump cumplió algunas de sus grandes promesas de campaña, pero eludió muchas otras

President Trump tours a section of the border wall in San Luis, Ariz.
El presidente Trump recorre una sección del muro fronterizo en San Luis, Arizona. Si bien México nunca pagó por el “gran y hermoso muro” que el mandatario se comprometió a construir a lo largo de la frontera sur, el proyecto está en marcha.
(Evan Vucci / AP)

Su plan para actualizar la infraestructura de la nación se ha convertido en una línea de golpe.

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Rompió su promesa de no tomarse nunca vacaciones ni jugar al golf por placer. Su plan para actualizar la infraestructura del país se volvió un chiste constante, y abandonó su amenaza de arrojar al desertor del ejército Bowe Bergdahl desde un avión, sin paracaídas. Pero detrás del drama, el caos y el tumulto que definió a la administración Trump, el presidente ha cumplido una amplia gama de promesas que hizo durante su campaña de 2016.

Es un tema que jugará un papel importante en la próxima Convención Nacional Republicana, ya que el mandatario intenta convencer a una nación cansada de que se merece un segundo mandato, incluso cuando millones de estadounidenses se infectaron con el coronavirus, la economía está en ruinas y las tensiones raciales se desbordan.

“Soy el único candidato que les dio más de lo que prometí en la campaña. Es verdad. Soy el único que alguna vez lo ha hecho, tal vez”, afirmó Trump en un mitin en Arizona, un estado clave, la semana pasada.

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En 2016, Trump fue criticado por no publicar planes de políticas detallados similares a los de su rival, Hillary Clinton. Lo que él hizo fue trazar una visión de un nuevo Estados Unidos, impulsada por un interés propio nacionalista y el desprecio por las normas demócratas.

En los años transcurridos desde entonces, Trump ha actuado de acuerdo con esa visión, cumplió con su retórica migratoria nativista, quebró regulaciones sobre los negocios y transformó el papel de Estados Unidos en el mundo al abandonar acuerdos multilaterales y dar por tierra con alianzas de décadas de antigüedad, alentado por muchos de sus más leales seguidores y generando gran alarma entre sus críticos.

Pero, ¿importará eso cuando más de 175.000 estadounidenses han muerto y alrededor de 5.5 millones fueron infectados por un virus que afectó a Estados Unidos con mucha más fuerza que a otras naciones industrializadas?

“Creo que los actos de mayor valor del esfuerzo de reelección de Trump serán las promesas cumplidas, como poner a dos jueces de la Corte Suprema y mantener al país fuera de guerras extranjeras, como Afganistán e Irak”, señaló Douglas Brinkley, historiador presidencial de la Universidad Rice. “El problema que tiene es que su respuesta al COVID no estaba en la boleta electoral en 2016, y obtuvo malas calificaciones en cómo manejó la pandemia. Eso puso una nota discordante en sus promesas sostenidas como puntos de conversación”.

Podría decirse que el mayor efecto de Trump ha sido sobre la inmigración. Aunque México nunca pagó por el “gran y hermoso muro” que el mandatario se comprometió a construir a lo largo de la frontera sur, de 2.000 millas -la promesa distintiva de su campaña de 2016- el proyecto ya está en marcha y se espera la finalización de 450 millas para fines de diciembre (sin embargo, solo una pequeña parte de eso se levantó en tramos donde antes no había barreras). Y Trump ha logrado transformar fundamentalmente el sistema de inmigración de la nación, a pesar de la resistencia de los tribunales y la poca cooperación del Congreso.

El apoyo del presidente Trump entre los republicanos y otros votantes conservadores ha comenzado a erosionarse en medio de la continua pandemia de coronavirus y sus estragos económicos asociados, muestra una nueva encuesta del Instituto de Estudios Gubernamentales de UC Berkeley.

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Utilizando más de 400 acciones ejecutivas, según un análisis reciente del Migration Policy Institute, una entidad no partidista, Trump clausuró efectivamente el sistema de asilo en la frontera suroeste y redujo drásticamente la admisión de refugiados. Al mismo tiempo, impuso una serie de nuevas restricciones a la inmigración legal, y la pandemia provocó muchas más. Con tan pocas visas en procesamiento -y por ende tan pocas tarifas de inmigración- Servicios de Ciudadanía e Inmigración de EE.UU se ha quedado sin dinero y está a punto de despedir a una gran parte de su fuerza laboral.

Algunas promesas específicas sobre la inmigración no se cumplieron: Trump no logró crear una nueva “fuerza de deportación”, nunca cumplió con deportar a millones, no dejó de financiar a las ciudades santuario -que no cooperan con las autoridades de inmigración- y no alteró el derecho constitucional a la ciudadanía por nacimiento. Pero sí tomó medidas drásticas contra la “captura y liberación” de inmigrantes que se encuentran sin permiso en el país, mejoró la investigación de antecedentes de los migrantes y tomó medidas para suspender la inmigración de una serie de naciones de mayoría musulmana, un paso más de la prohibición a los musulmanes que había planteado durante su campaña.

“Han utilizado las herramientas que tiene el poder ejecutivo sobre la inmigración en su máxima expresión. Y han tenido éxito”, comentó Doris Meissner, directora del Programa de Política de Inmigración de Estados Unidos del antes mencionado Migration Policy Institute, y excomisionada del Servicio de Inmigración y Naturalización de EE.UU. “Es muy notable, porque ha habido una resistencia fuerte todo el tiempo”.

En otras áreas, el historial de Trump ha sido más heterogéneo. En salud, los republicanos en el Congreso derogaron el mandato individual de la era de Obama que obligaba a las personas a comprar un seguro médico, pero no reemplazó la Ley de Cuidados de Salud Asequibles con una alternativa, a pesar de las frecuentes promesas de presentar su propio plan.

En cuanto a la economía, Trump y los republicanos del Congreso impulsaron una reducción de impuestos prometida al principio de su mandato que redujo drásticamente la tasa del impuesto corporativo, como había prometido, y duplicó el umbral del impuesto a la herencia, pero no lo eliminó. Tampoco cumplió con su compromiso de reducir el número de tramos de impuestos sobre la renta individuales de siete a tres para simplificar el código tributario, y los esfuerzos para impulsar los empleos en la manufactura comenzaron a estancarse en su tercer año en el cargo.

Trump había prometido impulsar el crecimiento económico a un 3.5% anual en promedio. Pero nunca superó el 3% de incremento en ningún año, y el progreso en la reducción del desempleo fue aniquilado por la pandemia, que marcó el comienzo de la peor recesión desde la Gran Depresión.

Algunas de las promesas más controvertidas de Trump se quedaron en el camino, como su garantía de eliminar las zonas libres de armas en las escuelas y en las bases militares y de establecer un derecho nacional a portar armas ocultas que superara las normas locales. Ha prácticamente ignorado los crecientes costos de la educación universitaria y los planes que había propuesto para hacer que el pago de préstamos estudiantiles sea más asequible. Nunca cumplió su compromiso de impulsar una enmienda constitucional para imponer límites de mandato a los miembros del Congreso. Y su promesa de embarcarse en un esfuerzo masivo de $1 billón para reconstruir la infraestructura del país, incluidos aeropuertos, carreteras y puentes, se ha convertido en un chiste habitual.

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También abandonó rápidamente su palabra de no tomarse nunca vacaciones mientras era presidente, e hizo frecuentes viajes a sus propiedades en Florida y Nueva Jersey. Y aunque afirmó que jugaría al golf solo con quienes pudieran ayudarlo a gobernar y nunca con amigos, hasta ahora ha realizado más de 270 visitas a campos de golf desde su inauguración, según un sitio web dedicado a rastrear esas incursiones. A menudo se le fotografía jugando con profesionales.

No obstante, cumplió en otros frentes. Inmediatamente promulgó una congelación federal de contrataciones, como había prometido, y ordenó que por cada nueva regulación federal promulgada, se eliminaran dos. Lanzó una campaña activa para revertir las protecciones ambientales aprobadas por la administración Obama, incluidas las que protegen las vías fluviales, fomentan la energía más limpia, reducen las emisiones de los automóviles y restringen las perforaciones marinas y la exploración petrolera en terrenos federales. Al mismo tiempo, ha dado prioridad a aprovechar las reservas de petróleo de esquisto, gas natural y carbón del país.

Sin embargo, los tribunales están deshaciendo muchos de los retrocesos ambientales de Trump, por considerarlos como mal razonados e ilegales.

En cuanto al comercio, el mandatario renegoció el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y retiró a Estados Unidos de la Asociación Transpacífica, pero no logró disminuir el desequilibrio comercial entre Estados Unidos y China al comenzar una guerra comercial con esa nación.

En el frente internacional, el impacto ha sido enorme gracias a su política de “Estados Unidos primero”, que redefinió fundamentalmente el lugar del país en el mundo. Aumentó los fondos para las fuerzas armadas, se unió a la carrera para armar el espacio, prácticamente abandonó los esfuerzos para frenar la proliferación nuclear y ha amenazado con poner fin a la pertenencia de EE.UU a alianzas históricas del siglo XX, incluida la OTAN.

Al mismo tiempo, retiró a Estados Unidos de una serie de tratados históricos, incluido el Acuerdo Climático de París y el acuerdo nuclear de Irán (aunque no logró que Irán volviera a la mesa de conversaciones para negociar un tratado de reemplazo, como Trump había prometido). En las cumbres internacionales, se acercó a líderes autoritarios -incluido Vladimir Putin, de Rusia- mientras buscó rivalizar con aliados de larga data, como Reino Unido y Canadá.

En una señal de lo alejado que se ubicó de la comunidad global, dejó de financiar a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en medio de la pandemia, a principios de este año.

Jeremy Shapiro, un miembro sénior no residente de Brookings Institution, consideró que Trump ha alterado la política exterior de Estados Unidos de maneras que van más allá de lo que describió antes de asumir el cargo.

“No creo que realmente estuviera preparando a la gente para el grado de revolución. No dijo: ‘No me importan los derechos humanos’ durante la campaña. No dijo: ‘No me importa la democracia’, o ‘No me importan las alianzas’”, reflexionó Shapiro.

Si bien Trump se quejó de que Estados Unidos había tenido un trato injusto en tantas áreas, argumentó el experto, no logró negociar muchas mejoras, a excepción quizá del nuevo TLCAN. “Es fácil destruir un trato, lo que es mucho más difícil es crear uno mejor. Y no lo ha hecho”, destacó Shapiro.

Para leer esta nota en inglés,haga clic aquí.

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