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Los demócratas creen que Trump ha puesto a Texas a su alcance. Una victoria de Biden podría cambiar el panorama político

A Texas supporter watches Joe Biden speak on a large screen at a Houston drive-in.
Joe Biden aparece en un evento de campaña presentado como autocinema en Houston.
(Go Nakamura / Getty Images)
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Durante años brilló en el horizonte lejano, atractivo, como un espejismo acuoso: un Texas azul.

Los demócratas conspiraron, tramaron y hablaron sobre cambiar este bastión conservador y apoderarse de sus votos electorales, una reserva que es crucial para los republicanos. Inevitablemente, se quedaron cortos, generalmente por mucho.

Esta vez, sin embargo, no es descabellado pensar que Joe Biden podría ganar el estado de la estrella solitaria, una señal de la difícil situación que enfrenta el presidente Trump y las crecientes oportunidades para los demócratas ricos en efectivo que apuntan no solo a ganar la Casa Blanca sino el control del Senado y ampliar su mayoría en la Cámara.

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Biden sigue siendo un candidato en desventaja. Los demócratas no han ganado una elección en todo el estado en más de 20 años, y su último candidato presidencial en ganar a Texas fue Jimmy Carter, en 1976.

“No se ha vuelto probable”, dijo Jim Henson, codirector de las encuestas de la Universidad de Texas / Texas Tribune, sobre las posibilidades de Biden. “Pero ha entrado en el ámbito de lo plausible”.

Recientemente, la campaña de Biden anunció una compra de anuncios de televisión por $6 millones, no muy grande en un estado con 17 mercados de medios importantes, y envió a su esposa, Jill, a manifestaciones para obtener el voto en Dallas, El Paso y Houston.

Eso no es un asalto total. Aún así, el hecho de que Biden no haya descartado a Texas refleja por completo su ventaja de cara a la recta final de la campaña. Con una delantera constante en los estados que debe ganar, el exvicepresidente puede alcanzar a otros menos importantes para sus posibilidades, incluidos Georgia, Iowa y Ohio.

Biden no necesita los 38 votos electorales de Texas para reclamar la Casa Blanca; Trump lo precisa. Si el estado cambiara y se mantuviera demócrata en los años venideros, un desafío mucho más difícil, remodelaría el panorama político nacional como nunca desde que California se volvió azul hace casi 30 años. Cualquier republicano que se postule para presidente comenzaría con una gran desventaja.

Incluso un final cerrado de Biden significaría que el Partido Republicano ya no podría dar por sentado a Texas, dijo Garry Mauro, ex comisionado de tierras del estado y líder del Partido Demócrata. “Eso implica que no podrían gastar tanto dinero en Iowa y Ohio”, expuso Mauro.

Varias circunstancias han convergido para darle una oportunidad a Biden. Hace cuatro años, Hillary Clinton perdió por 9 puntos porcentuales. Pero Texas está creciendo y cambiando, ya que cientos de miles de personas han llegado y traen sus inclinaciones políticas de California, Nueva York y otros estados de tendencia izquierdista.

Kathleen Neilson, quien se mudó el año pasado desde Brooklyn, Nueva York, estuvo entre los que votaron por primera vez por Biden el miércoles en un concurrido centro comunitario cerca del centro de Houston.

“Sería mucho más presidencial que Donald Trump”, dijo la estudiante de derecho de 36 años, quien se describió a sí misma como “súper liberal”.

Los latinos, que tienden a votar por los demócratas, están ganando fuerza en el estado. (Desde 2018, la cantidad de latinos en Texas ha crecido nueve veces más rápido que la población blanca; los latinos ahora representan más de 11.5 millones de los casi 29 millones de residentes del estado).

“Conocemos el riesgo de perder la democracia”, expresó Paloma Díaz, de 56 años, directora de estudios latinoamericanos de la Universidad de Texas en Austin. Creció en Chile bajo la dictadura de Augusto Pinochet y ve los mismos impulsos en Trump. “Vamos directo a un gobierno totalitario”, manifestó.

Una serie de contiendas muy reñidas en la boleta electoral, para el Senado y la Cámara de Estados Unidos y la Legislatura de Texas, también ayudan a Biden, produciendo un géiser de contribuciones de campaña que fortalecen una operación terrestre demócrata construida durante años. La campaña de Biden se suma a esos esfuerzos de participación.

“Están viendo moverse la aguja en las elecciones recientes”, dijo Rebecca Acuña, quien dirige la campaña de Biden en Texas. “Vamos a tener una participación récord este año... Tendremos más de 10 millones de votantes”.

Quizá lo más importante son los propios candidatos. Biden, un centrista para los estándares del Partido Demócrata, tiene un atractivo más amplio y enfrenta menos hostilidad que Clinton en 2016. Trump, que tiene una pequeña ventaja en las encuestas de Texas, se ha vuelto menos popular.

Para Lance Pierce, el comportamiento grosero del presidente en el debate del mes pasado fue más de lo que podía soportar.

A Pierce le gusta la posición de Trump sobre el comercio y China, y su selección de la jueza federal Amy Coney Barrett para la Corte Suprema. “A corto plazo en mi mundo, y en la mayor parte del mundo corporativo republicano, Trump es la mejor respuesta”, consideró Pierce, un conservador acérrimo que trabaja en la industria del software.

“Pero llegas al punto en el que simplemente dices: ‘No puedo. No puedo simplemente tapar el sol con un dedo”, continuó Pierce. “Me siento mal porque mi partido no pudo poner un mejor candidato frente a nosotros”.

Pierce, de 62 años, es como muchos de sus vecinos en Keller, un suburbio en el metroplex de Dallas-Fort Worth. Bajo Trump, los suburbios, hogar de un número significativo de votantes con educación universitaria y políticamente moderados, se han convertido en una reserva de apoyo demócrata, lo que se suma a la ventaja tradicional del partido en las grandes ciudades.

Solo en los suburbios en expansión, los demócratas obtuvieron dos escaños del Congreso en poder de los republicanos en 2018 y están considerando varios más este año.

Fuera de las áreas metropolitanas del estado, sin embargo, la política cambia casi tan abruptamente como el escenario.

Al este de Austin, la capital del estado de tendencia liberal, las torres de acero y vidrio dan paso a campos ondulados y graneros rojos descoloridos adornados con carteles y pancartas a favor de Trump que ondean con la brisa creada por los vehículos de 18 ruedas que pasan.

En La Grange, hogar del burdel que inspiró la película y el musical “The Best Little Whorehouse in Texas”, el propietario de una sala de exhibición de autos clásicos estacionó dos aviones de un solo hélice: uno rojo, listo para despegar, dice “Trump Express” en uno de sus lados; detrás de él, un avión blanco, con el morro y la hélice destrozada clavándose en el suelo, está grabado con frases anti-Biden.

“Las tendencias son azuladas, sin duda”, dijo David Beckwith, un estratega republicano que trabajó para la familia Bush en varias campañas. “Pero Texas sigue siendo un estado conservador”.

El área alrededor de La Grange es parte del décimo distrito del Congreso, una porción de Hill Country una vez representada por Lyndon B. Johnson pero ahora en manos del Partido Republicano. Se extiende desde Austin hasta los límites rurales de Houston, donde Albert Cheng, de 50 años, ingeniero y director de Texas Latino Conservatives, planea votar nuevamente por el presidente.

A Cheng, un mexicano-estadounidense de segunda generación, le gustan las posturas de Trump sobre el aborto, la elección de escuela, las armas, Israel e inmigración, que, dice, resuenan en Texas a pesar de las asperezas de la personalidad del presidente.

“Entiendo la frustración en esto y les digo a [otros]: ‘Sabes, por más molesto que estés con Trump, estoy muy molesto con los demócratas y cómo tratan mis problemas’”, manifestó Cheng.

Paul Saldaña, de 54 años, que dirige una empresa de relaciones públicas en Austin, cree que las elecciones son más que cuestiones. “En primer lugar, tenemos que devolver la moralidad a la nación”, dijo sobre su apoyo a Biden.

Saldaña también está motivado por el manejo arrogante de Trump de la pandemia de COVID-19. Durante los últimos meses, Saldaña se ha ofrecido como voluntario con grupos locales y ha visto de primera mano cómo el virus mortal ha atravesado la comunidad latina. “Eso es un reflejo directo del fracaso del gobierno federal”, señaló. “Es personal para mí”.

Si Trump no se estuviera postulando, es difícil imaginar que Texas sea tan competitivo como lo es hoy. Eso plantea la pregunta de si una victoria demócrata constituiría un cambio verdadero y duradero, o simplemente equivaldría al repudio de un titular impopular y su manejo de la pandemia y la crisis económica concomitante.

“Si Joe Biden gana de alguna manera... habrá declaraciones de un Texas azulado de un mar brillante”, dijo Henson, quien dirige el Proyecto de Política de Texas en la Universidad de Texas en Austin. Eso, dijo, sería prematuro.

Una prueba significativa vendrá en 2022, cuando la gobernación y otras posiciones estatales estén en la boleta electoral. Si los demócratas ponen fin a su racha perdedora de décadas, podría posicionarlos mejor para la próxima contienda presidencial.

Eso, a su vez, podría mejorar las posibilidades de demostrar en 2024 que si Biden ganó Texas no fue una casualidad.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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