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Kamala Harris enfrenta dificultades diplomáticas para abordar la migración desde Centroamérica

L.A. Times reporter Noah Bierman explains Vice President Kamala Harris’ role and the diplomatic pitfalls she faces in tackling migration from Central America.

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Los republicanos han estado criticando a la vicepresidenta Kamala Harris durante semanas, preguntándole cuándo viajará a Centroamérica y México para comenzar conversaciones cara a cara sobre cómo frenar el flujo de migrantes que buscan ingresar a Estados Unidos.

Detrás de escena, los asesores de Harris tienen una pregunta diferente: ¿con quién puede reunirse?

Las preocupaciones sobre la corrupción gubernamental generalizada en la región, particularmente en Honduras, subrayan el desafío que enfrenta Harris al dirigir los esfuerzos diplomáticos de la administración Biden para reducir la inmigración de los países que conforman el llamado Triángulo Norte, que también incluye a El Salvador y Guatemala. Si bien se supone que Harris debe centrarse en las condiciones que llevan a tantas personas a abandonar su hogar, como la pobreza y la violencia, algunos de los líderes con los que tiene que reunirse son considerados cómplices de esos problemas.

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Harris se ha resistido a establecer metas específicas desde que el presidente Biden la eligió para la tarea, su primera actuación en solitario como vicepresidenta, el 24 de marzo. Harris y sus asesores han enfatizado repetidamente que ella no es directamente responsable de las condiciones en la frontera, incluida la afluencia récord de niños no acompañados.

Pero la parte del problema de Harris, abordar las causas fundamentales que llevan a las familias y los niños en el peligroso viaje con los contrabandistas, o por su cuenta, también tiene escollos diplomáticos y políticos, incluso para las ambiciones a largo plazo de Harris.

Asimismo, están en juego la seguridad y el bienestar de millones de personas en esos países. La región se ha visto afectada por la pobreza, los huracanes, los cárteles de la droga y la violencia de las pandillas, una combinación que Harris llamó “los problemas más difíciles” en una entrevista reciente con el Times. Aquellos temas se han visto exacerbados por la corrupción.

“Esto no se solucionará de la noche a la mañana”, señaló Harris, reduciendo las expectativas.

La administración necesita crear “incentivos para la inversión en esas comunidades”, indicó, pero aún tiene que diseñar una estrategia integral que, según sus asesores, es necesaria.

Durante una reunión virtual en la Casa Blanca con expertos el miércoles, Harris dijo que se guiaría por la creencia de que la mayoría de las personas no quieren abandonar sus hogares a menos que se enfrenten a daños o crean que ya no pueden satisfacer sus necesidades básicas. A los residentes se les debe dar “alguna esperanza de que, si se quedan en casa, la ayuda está en camino”, señaló.

Harris confirmó que no visitaría la frontera, pero que planeaba viajar pronto a Guatemala y a México, ya que, como última parada para muchos centroamericanos que no pueden cruzar a Estados Unidos, también está involucrado en la iniciativa diplomática de la vicepresidenta.

Un asesor principal señaló que Harris comenzaría reuniones virtuales con líderes regionales en las próximas semanas, seguidas de viajes en persona en uno o dos meses, asumiendo que para entonces se relajarán las restricciones por COVID-19.

Harris ha hablado con funcionarios de México y Guatemala, pero aún no ha dialogado con el presidente salvadoreño Nayib Bukele, un líder autoritario, ni con el mandatario hondureño Juan Orlando Hernández, quien fue aliado del ex presidente Trump y cuyo hermano fue sentenciado recientemente a cadena perpetua por tráfico de drogas por un juez federal en Manhattan, en un caso que implicó al primer mandatario hondureño.

El asesor explicó que “estamos trabajando en compromisos y pensando en el enfoque correcto” en esos países, que podría incluir pasar por alto a Hernández y reunirnos con funcionarios de nivel inferior y organizaciones no gubernamentales. Esos esfuerzos plantean sus propios desafíos. Las ONG de la región están mal equipados para manejar hasta miles de millones de dólares en dinero de ayuda estadounidense, según los expertos.

El reciente viaje a la región de Ricardo Zúñiga, el principal representante de la administración en el tema, dejó poco optimismo de que la solución sea rápida o fácil.

Al testificar ante un subcomité del Congreso el miércoles, Zúñiga rechazó las preguntas de los republicanos sobre por qué ni él ni Harris habían visitado la frontera. Los republicanos describieron la situación allí como una crisis, una por la que culparon al equipo de Biden-Harris a pesar de la afluencia de migrantes durante la administración Trump.

Los funcionarios estadounidenses que han visitado la región han subrayado el dilema de Harris.

“Hay grandes franjas de El Salvador que están esencialmente dirigidas por grupos violentos”, dijo la representante Zoe Lofgren, una demócrata de San José, que viajó al país en 2019. “Me lo describieron como [Estado Islámico] sin la religión”.

Pero incluso cuando Lofgren comparó la situación con los desafíos que enfrenta el ejército estadounidense en el Medio Oriente, señaló que Estados Unidos tendría aún menos control directo sobre los resultados: “No enviaremos tropas de civiles, estaremos ayudando a quienes están tratando de recuperar su país, para la sociedad civil”.

Durante generaciones, Centroamérica ha sido una región plagada de corrupción y conflictos. La riqueza y el poder residen en manos de unos pocos, mientras que las poblaciones en crecimiento luchan por obtener empleos y oportunidades en medio de una pobreza endémica. Estados Unidos ha impulsado ayuda humanitaria y para el desarrollo en El Salvador, Guatemala, Honduras y otros países, pero también los ha utilizado como escenario de guerras indirectas.

Estas terribles condiciones, exacerbadas por dos huracanes de categoría 4 en dos semanas el año pasado y ahora una pandemia furiosa, se han combinado para impulsar a millones de migrantes hacia el norte, rumbo a Estados Unidos. La elección de Biden ha proporcionado una motivación adicional para algunos que creían que sus promesas de revocar las políticas de línea dura de Trump significarían más oportunidades para los refugiados.

Como su modelo, Harris ha promocionado las estrategias de Biden para liderar un esfuerzo similar a fin de detener la migración desde Centroamérica en 2014, cuando era vicepresidente. Pero los casi mil millones de dólares que Estados Unidos canalizó a gobiernos y empresas internacionales no tuvieron un impacto sostenido. Las condiciones han empeorado, la corrupción se ha profundizado y los líderes gubernamentales han demostrado ser poco fiables.

“Había una sensación de que se podía engatusar a estos presidentes y ahora sabemos que ya no es suficiente decir, ‘Vamos, muchachos’”, señaló Eric Olson, quien coescribió un informe reciente en el que revisaba los esfuerzos anteriores con Zúñiga, antes de que se convirtiera en el enviado de Biden a la región.

Olson dijo que el enfoque típicamente popular del actual presidente estadounidense, mientras se encontraba en un escenario con personajes notorios como Hernández y Jimmy Morales, el entonces mandatario en Guatemala, dio un resultado equivocado.

“Sabemos que tenemos que ser mucho más duros”, subrayó. “Tiene que haber incentivos y garrotes. Debe haber sanciones. Tenemos que señalarlos, al mismo tiempo que ofrecemos oportunidades”.

El informe que Olson publicó en diciembre con Zúñiga para el Wilson Center, un grupo de expertos no partidista, cubrió los esfuerzos de las administraciones de Obama y Trump, desde 2014 hasta 2019. Si bien los funcionarios de Biden culpan a Trump por cortar la ayuda en 2019, el texto apunta a problemas con la asistencia, esfuerzos de ambas administraciones, incluido el temor de los dirigentes locales de informar sobre malas noticias, socavando aún más la efectividad de los programas.

Otro informe de un grupo religioso llamado Iniciativa de Causas Raíz, que incluye miembros de Estados Unidos, México y Centroamérica, señaló que menos del 5% de la ayuda exterior de Estados Unidos, en la última década, se destinó a grupos locales, y menos del 1% se gastó en proyectos de agua y saneamiento: “prioridades críticas para la sociedad civil”.

Biden “será el primero en admitir que ha aprendido cosas”, comentó la asesora Roberta Jacobson en una entrevista en marzo.

Jacobson, quien anunció el viernes que dejará el cargo de zar fronterizo de Biden a fin de mes, dijo que Harris debería trabajar con una muestra representativa de líderes del gobierno local y agencias sin fines de lucro, e imponer controles estrictos, de modo que “al final fortalezca las sociedades y no enriquezca a esos gobiernos”.

El asesor de Harris lo describió como un enfoque de dos frentes: encontrar estrategias a corto plazo para aliviar el sufrimiento y asegurar los controles locales de inmigración, mientras se inician programas a más largo plazo para construir la sociedad civil y erradicar la corrupción.

Aunque Harris enfrenta una inmensa presión para entregar resultados rápidos, algunos especialistas en la región instan a tener paciencia, dada la falta de socios confiables.

“Hay mucha presión para que las cosas se muevan”, señaló David Holiday, experto en Centroamérica de Open Society Foundations. “¿Cómo van a evitar cometer los mismos errores de arrojar dinero al problema y esperar resultados a corto plazo? Debe haber más flexibilidad, una línea de tiempo más larga”.

Pero el cronograma político puede ser mucho más corto, especialmente dado el entusiasmo de los republicanos por convertir a Harris en el rostro de la crisis migratoria.

Carlos Curbelo, un ex congresista republicano de Florida que intentó trabajar con los demócratas en una legislación de inmigración a la que su partido se oponía, comparó la asignación de Harris con la que Trump le dio al vicepresidente Mike Pence, dirigiendo la respuesta de su administración al COVID-19.

“Es una tarea extremadamente difícil que será dolorosa sin importar lo que elija”, subrayó.

Predijo que el tema de la inmigración podría costarles a los demócratas sus mayorías en el Congreso en las elecciones de mitad de período de 2022. “Esto”, indicó Curbelo, “es un dolor de cabeza que no desaparecerá para esta administración”.

La redactora del Times, Seema Mehta, contribuyó a este artículo.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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