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Columna: Kamala Harris está haciendo historia nuevamente, como el principal objetivo de la campaña de los republicanos

Vice President Kamala Harris
La mayoría de los vicepresidentes desaparecen de la vista pública. Kamala Harris se ha convertido en un objetivo republicano excepcionalmente destacado.
(Kent Nishimura / Los Angeles Times)
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En Carolina del Norte, el candidato del Senado, Pat McCrory, promete enfrentarse a la “administración Harris-Biden” y frustrar a la vicepresidenta y a los demócratas “que quieren cambiar radicalmente a Estados Unidos en los próximos años”.

En Alabama, Jessica Taylor pinta un retrato distópico de la “América de Kamala”, pronunciando mal el nombre de Harris de manera notoria, y promete ser su “peor pesadilla” si llega al Senado.

En Texas, George P. Bush comenta que con entusiasmo “llevará la pelea” al presidente Biden y a la vicepresidenta Harris, quienes aparecen varias veces, en cámara lenta, en el video de campaña para lanzar su candidatura para el cargo de fiscal general del estado.

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Harris llevó a cabo una pésima campaña presidencial, que se alejó mucho de la Casa Blanca. Como vicepresidenta, ha depositado sus ambiciones en un fideicomiso ciego, asumiendo el papel tradicional de suplente y atendiendo diligentemente el portafolio que le dio el presidente.

Incluso se escucha a los republicanos decir que no es Biden, sino la exsenadora de California, quien tiene sus tenis Chuck Taylor firmemente plantados en la Oficina Oval.

Es una cantidad extraordinaria de atención para alguien que ha estado en el cargo apenas 174 días, menos tiempo que una temporada de Grandes Ligas, y que ejerce el poder solo en la medida en que su jefe se lo permite.

Harris es, por supuesto, una figura histórica: la primera vicepresidenta mujer, negra y asiático-americana. Ella también viene de California (San Francisco, nada menos). No importa que Harris, una ex fiscal, fuera considerada demasiado centrista para el gusto de muchos votantes primarios demócratas. Para gran parte del país, ese pedigrí de la Costa Izquierda sugiere una liberal chiflada.

Biden, por su parte, está sentando precedentes a su manera. A los 78 años, es el presidente de mayor edad en ocupar el cargo, lo que hace de su salud y bienestar una fuente constante de rumores y especulaciones, con Harris a un latido proverbial de asumir el cargo.

Todos esos factores se combinan para convertirla en pionera de otra manera: la vicepresidenta destinada a lanzar 1.000 anuncios de campaña negativos. La mayoría de sus predecesores podrían haber ingresado al programa de protección de testigos sin que pocos lo supieran o se preocuparan.

Desde que emergió el año pasado como el candidato demócrata, Biden ha presentado un problema a los republicanos: la gente tiende a no odiarlo de la manera visceral como odiaban a Barack Obama, Bill Clinton o su esposa, Hillary. Para muchos republicanos, lo peor que tienen que decir es que el actual mandatario es “un anciano vacilante, aunque agradable, que no está necesariamente a cargo de su propia administración”, como señaló un veterano encuestador republicano.

El índice de aprobación de Biden, que oscila entre los 50, no brilla. Pero es bastante decente dada la polarización profunda y persistente del país; el presidente Trump nunca alcanzó el 50% de aprobación en ninguna encuesta metodológicamente sólida.

Dado que es difícil demonizar a Biden, los republicanos han intentado otra táctica: menospreciarlo. Sugieren que el presidente es una mera marioneta con otros demócratas más liberales manejando los hilos.

Ahora Harris.

Los votantes la ven de manera más negativa que positiva, según las encuestas, y la califican de una manera notablemente más dura que a Biden. Parte de eso es la naturaleza de la vicepresidencia. El trabajo, que es inherentemente subordinado, no puede evitar encoger a quien ocupa la oficina.

Parte de esto es un esfuerzo republicano concentrado para pintar a Harris como el verdadero poder en la administración y responsabilizarla personalmente por su política de inmigración “fallida”, una de las asignaciones más complicadas que Biden le ha entregado a la vicepresidenta.

Evidentemente, cierta animosidad se debe al hecho de que Harris es una mujer y, en particular, una mujer de color.

“Desafortunadamente, no es de extrañar que sus calificaciones sigan siendo cuestionadas”, según Amanda Hunter, directora ejecutiva de Barbara Lee Family Foundation, una organización que busca aumentar el número de mujeres en cargos electos. Estudios repetidos han demostrado que las mujeres, y especialmente las de color, son juzgadas con más severidad que sus contrapartes masculinas.

En el caso de Harris, indicó Hunter, es incluso más fácil “abrir una brecha o cuestionar las calificaciones de alguien que no se parece a las personas que la han precedido durante cientos de años. Joe Biden no solo tuvo una carrera larga y establecida en Washington, sino que se parece a la mayoría de los expresidentes del país”.

El contraste entre Biden y Harris es marcado. (Y parte de lo que la convirtió en una opción atractiva para ayudar a equilibrar la candidatura demócrata).

Biden no solo es un hombre blanco, sino uno cuyas cualidades (amor por su familia unida, origen de clase trabajadora, devoción religiosa) son vistos por muchos votantes como características de un “estadounidense promedio”, señaló Keneshia Grant, politóloga de la Universidad de Howard, que ha escrito un libro sobre votantes negros y el Partido Demócrata. “Es difícil argumentar en contra de eso en un anuncio”.

Por lo tanto, no es de extrañar que Jessica Taylor, la aspirante al Senado de Alabama, prácticamente ignore a Biden y coloque a Harris en el centro de una posición que suena como si hubiera sido probada en un laboratorio para hacer que las hormonas conservadoras comiencen a enfurecerse, mientras aplasta a la cultura de la cancelación, las “noticias falsas”, el fraude electoral, la teoría crítica de la raza y las trampas sociales.

(“Dios, gracia y valor” es el lema del anuncio, que describe a Taylor como un producto de la Alabama rural educada para amar a “Dios, las armas, la familia, la pesca y los todoterreno”. Claramente, ella cree que la aliteración es un requisito importante para un cargo electo).

Hay un consuelo en el aluvión inicial e inusual de anuncios de ataque que enfrenta la vicepresidenta. Si, como se espera, Harris busca la Casa Blanca nuevamente en 2024, o después, estará completamente al tanto de lo que le espera.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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