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OPINIÓN: El gobierno mexicano acepta ser el patio trasero de Estados Unidos

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Como de costumbre, la política del gobierno mexicano respecto a los mexicanos en Estados Unidos es equivocada.

La relación bilateral se ha subordinado a los intereses económicos y de seguridad de Estados Unidos, particularmente a los caprichos del presidente Trump.

Primero fue la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que según el presidente Trump ha sido el peor acuerdo comercial que Estados Unidos ha firmado, ignorando todo tipo de evidencia y el sentir de muchos sectores económicos del país. Aún falta que el congreso estadounidense apruebe el nuevo acuerdo comercial que, según Trump, es todo un éxito.

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Actualmente, la relación bilateral se centra en la seguridad de la frontera sur de Estados Unidos, particularmente en la construcción de un muro y en la contención de miles de centroamericanos que han cruzado por México en caravanas para pedir asilo en Estados Unidos.

Respecto al muro, el gobierno mexicano se ha quedado callado, no ha sido capaz de desmentir las afirmaciones de Trump cuando justifica su construcción, aun cuando hay evidencia que indica que dicho muro no tiene sentido (la mayoría de los inmigrantes indocumentados entran vía aérea con visas vigentes y además los inmigrantes no son un factor de aumento de delincuencia de ningún tipo).

Respecto a los inmigrantes centroamericanos de las caravanas, México aceptó recibirlos mientras se define su situación en Estados Unidos.

Los inmigrantes quieren entrar a Estados Unidos, su deseo no es quedarse en México por tanto, éste es un tema que debe ser resuelto en suelo norteamericano y, aún así, el gobierno del presidente López Obrador aceptó resolverles el problema a los americanos.

El exembajador mexicano Aguilar Zinser tuvo razón cuando afirmó que México seguirá siendo el patio trasero de Estados Unidos mientras haya gente en México que piense que hay que “tragar camote”.

Para México, este no solo es un problema de dignidad y soberanía, también lo es de utilización de recursos económicos y de personal, que son limitados.

En lugar de desgastarse en hacerle el trabajo a Estados Unidos, el gobierno debería estar apoyando a la comunidad mexicana que vive en este país.

Hay 37 millones de personas de origen mexicano en Estados Unidos, 68% nacieron en Estados Unidos y 32% son inmigrantes mexicanos; si bien muchos han conseguido un mejor nivel de vida, hay millones que padecen muchas carencias: sus niveles educativos están por debajo del promedio nacional, su acceso a servicios de salud es limitado, están sub representados políticamente, sus participación electoral están muy por debajo de su peso demográfico, no tienen ninguna protección jurídica ante abusos en sus entornos laborales, por mencionar algunos.

A pesar de que ellos envían 33 millones de dólares anuales a México, la actual administración decide invertir solo 160 millones de dólares en su protección y asistencia, 200 veces menos de lo que representan las remesas.

Ante esta situación, el gobierno se ha limitado a publicar 10 acciones a favor de su comunidad en Estados Unidos. Son 10 puntos vagos, sin especificar acciones concretas que beneficien a los mexicanos. Una vez más, volvemos a leer textos ambiguos, políticas vacías y acciones muy limitadas ante la problemática mucho más compleja.

¿Cuándo será que los mexicanos en Estados Unidos van a tener un presidente en México que tenga claro que su prioridad en la relación bilateral deben ser ellos mismos?

Que entienda que son una comunidad que no piensa regresar a México y que se les tiene que apoyar en Estados Unidos con acciones concretas para elevar sus niveles educativos, su acceso a servicios de salud, su participación cívica, ayudar a mejorar su estado migratorio, todo siempre dentro de la ley vigente en Estados Unidos.

Hay maneras de hacerlo, las acciones que no puedan hacer directamente los consulados, las pueden hacer organizaciones de la sociedad civil que tienen como causa el mejorar la vida de los inmigrantes; éstas cuentan con mucha experiencia, personal capacitado y contacto directo con la comunidad. Lo que falta es la voluntad del gobierno mexicano para emprender estas acciones.

Teníamos la esperanza de que este gobierno podría cambiar cualitativamente la relación con su comunidad en el exterior, pero parece que tendremos que esperar otro sexenio más para ver si el futuro presidente mexicano tiene la determinación y valentía de imponer como tema principal en la agenda bilateral a los millones de inmigrantes mexicanos que viven en Estados Unidos.

* Oscar Gómez es investigador y analista en Mexa Institute.

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