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L.A. Affairs: Lo odiaba… de ninguna manera eso cambiaría… de ninguna manera

Conocí a Landy en la iglesia, e inmediatamente lo odié.
Conocí a Landy en la iglesia, e inmediatamente lo odié.
(Joseph Fiedler / For The Times)

Al instante me desagradó. Era un sabelotodo. Me recordó a...

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Conocí a Landy en la iglesia, e inmediatamente lo odié.

Lo sé, lo sé. Entiendo la ironía.

Pero allí estaba yo, pensando en mis propios asuntos, soy voluntaria en el programa de artistas de la Iglesia AME Zion, cuando el maravilloso reverendo Maize apareció en la habitación con esa sonrisa familiar en su rostro. Quería presentarme a su mejor amigo, Landy, quien acababa de mudarse a Los Ángeles desde Cincinnati. Y el reverendo quería que le diera un tour por Los Ángeles.

Conocía la reputación musical de Landy. Había tocado guitarra con grupos de R&B en los años 70 y trabajó con el compositor estadounidense de funk, soul y jazz Roy Ayers. Así que sí, sabía que era un buen artista. No importaba, aún así no me agradaba. Era un sabelotodo. Me recordaba al chico irritante que se sentaba detrás de ti en primer grado y tiraba de tus trenzas.

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Pero el reverendo me lo había pedido. Así que le di a Landy un tour y luego lo llevé al Hard Rock Café. ¿A dónde más podría llevar a un guitarrista? Me imaginé que le gustarían todas las guitarras y la decoración de rock ‘n’ roll. No le gustó. Toda la noche, actuó como si hubiera al menos otros 17 lugares en los que preferiría estar.

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Soy originaria de Crown Heights en Brooklyn y me había considerado la Carrie Bradshaw negra (bueno, con más “Ciudad” que “Sexo”, pero aún así una fuerza a tener en cuenta). Mi “fuerza a tener en cuenta” fue muy útil cuando le dije al reverendo Maize que aunque sabía que él podía hacer valer su jerarquía, nunca más saldría con Landy.

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Al poco tiempo, me encontré trabajando con Landy en el programa de artistas de la iglesia. Y en ocasiones me unía a mis compañeros del coro y a otros miembros de nuestra congregación en algunas de las presentaciones de Landy, como apoyo y agradecimiento por todo su trabajo en el templo. Yo soy comediante, sólo comedia limpia, y a veces él se unía a los miembros de la iglesia en mis espectáculos.

En ese momento, Landy ya me irritaba menos, probablemente porque tenía una novia, Renee. Era una maravillosa maestra de escuela y tenía además una personalidad atrapante. Realmente me agradaba. Se podía ver que tenía un espíritu hermoso y era devota de su familia, Landy, amigos y estudiantes.

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Durante toda su enfermedad, Landy estuvo ahí para ella. Él permaneció a su lado tanto en su casa como al pie de su cama de hospital, día tras día. Tuvo que darle resucitación cardiopulmonar dos veces. Estaba a su lado cuando ella falleció. Yo no sabía que él tenía este lado tierno hasta que ocurrió esa tragedia. Vi poco a poco esa lealtad y la angustia que sentía era palpable.

Después de su funeral, un grupo de nosotros fuimos a ayudarlo a empacar sus pertenencias.

Podía sentir que mi corazón comenzaba a derretirse...

... pero no lo suficiente para salir con él cuando me lo pidió unos meses después.

Que quede constancia de que soy una chica de los años 60 y 70, y creo en la igualdad de género, pero siento que tienes que dejar que un hombre sea hombre. Les encanta la persecución, está en su ADN. Y no me hacía la difícil de conseguir, era difícil de conseguir.

Después de un tiempo adecuado, finalmente dije que sí.

Y casi inmediatamente, me arrepentí.

Apareció a las 10 de la noche de un sábado. ¿A dónde vamos? le pregunté. “A Morongo”, dijo. ¿Morongo? ¿El casino? Finalmente me convenció. Así que, sí, ahí es donde tuvimos nuestra primera cita.

Nunca antes había estado en un casino. No hace falta decir que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo y perdí 20 dólares en unos 10 minutos. Él tuvo la gentileza de darme más dinero para jugar. Me hice amiga de las máquinas tragamonedas.

Resultó ser, me atrevería a decir, una noche divertida.

De alguna manera, entre su música y mi comedia, nos convertimos en pareja. Y luego nos comprometimos.

El día de nuestra boda fue maravilloso y surrealista.

Yo tenía 52 años cuando nos casamos; él tenía 54; y fue nuestro primer matrimonio para ambos. La iglesia estaba repleta de feligreses que habían presenciado el desarrollo de nuestra historia.

Honestamente, aparte del reverendo Maize, no creo que nadie en la iglesia creyera que este día llegaría.

Mi madre me acompañó al altar y encendimos una vela por la difunta madre de Landy (la fecha de nuestra boda fue el día de su cumpleaños). No había ni un ojo seco en la sala, porque supongo que a todos les parecía poco probable que sucediera.

A principios de este año, celebramos nuestro 13º aniversario de bodas. O, como a Landy le gusta decir, llevamos “13 años de la cadena perpetua”.

La autora es una escritora y comediante de Los Ángeles.

Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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