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El COVID-19 choca con el HIV/sida y la pandemia podría dar un ominoso vuelco

A woman is seated across from another woman wearing a white protective suit
Una enfermera habla con una paciente seropositivo en Ngodwana, Sudáfrica. La colisión de COVID-19 con VIH/sida tiene el potencial de empeorar la pandemia, según los científicos.
(Bram Janssen / Associated Press)
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Mientras los países menos prósperos del mundo luchan por conseguir vacunas contra el COVID-19 y se enfrentan a oleadas mortales de la enfermedad, los investigadores de Sudáfrica acaban de documentar un acontecimiento siniestro: la colisión de la pandemia con el VIH/sida.

Los genetistas y especialistas en enfermedades infecciosas descubrieron mutaciones de coronavirus potencialmente peligrosas en una mujer de 36 años con VIH no controlado, que no pudo vencer al virus SARS-CoV-2 durante casi ocho meses. La fuerza impulsora detrás de la rápida acumulación de cambios genéticos de la paciente es probablemente su respuesta inmune deteriorada debido al VIH tratado sin éxito, expusieron los investigadores.

El caso destaca una verdad difícil: que las naciones ricas que compiten por vacunar a sus propias poblaciones seguirán siendo vulnerables mientras el coronavirus se propague y mute en países de bajos y medianos ingresos, donde la falta de vacuna mantiene reducidas las tasas de inmunización contra el COVID-19. Eso es especialmente cierto en sitios como Sudáfrica, por ejemplo, donde las infecciones por VIH son comunes pero a menudo no se detectan.

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“Esto subraya la ventaja que tiene este virus hasta que podamos frenarlo, y tenemos que detenerlo a nivel mundial”, comentó el Dr. Bruce Walker, director fundador del Ragon Institute, un centro de investigación de inmunología en Boston.

Si bien la paciente sudafricana fue diagnosticada con VIH en 2006, los médicos no habían podido controlar su carga viral con la terapia antirretroviral estándar, y la población de células T CD4+ de su sistema inmunológico -que puede desempeñar un papel en la eliminación de la infección por coronavirus- era muy baja.

Durante 216 días, la mujer continuó dando positivo por el virus SARS-CoV-2. Fue hospitalizada con un caso moderado durante nueve días, en septiembre pasado, poco después de contraer el coronavirus, pero nunca se enfermó gravemente con COVID-19.

Aún así, el coronavirus que permaneció en su cuerpo experimentó 13 cambios genéticos relacionados con su proteína de pico crucial, junto con al menos otros 19 cambios genéticos en otros lugares que podrían modificar el comportamiento del virus.

Los nuevos hallazgos plantean el fantasma de que el VIH/sida, un flagelo para la humanidad hace 40 años y que ha matado a 32 millones de personas en todo el mundo, podría complicar los esfuerzos para erradicar la pandemia de COVID-19, que se cobró más de 3.5 millones de vidas en menos de un año y medio.

Hasta el caso de la paciente sudafricana, había poca evidencia que sugiriera que la gente infectada por el VIH pudiera complicar la trayectoria de la pandemia. No se sabía que aquellos con VIH positivo fueran más propensos a infectarse con el coronavirus. Y la investigación había sugerido que no sufrían peores consecuencias médicas con el COVID-19.

Pero si el caso de esta mujer resulta ser típico, ese panorama podría cambiar: los pacientes con VIH cuyas infecciones no son bien controladas con medicamentos podrían “convertirse en una fábrica de mutaciones para todo el mundo”, expuso Tulio de Oliveira, genetista de la Universidad de KwaZulu-Natal, en Durban, quien dirigió la nueva investigación.

A patient breathes in oxygen in the COVID-19 ward
Un paciente respira oxígeno en la sala para COVID-19 del Hospital Khayelitsha, a unas 20 millas del centro de Ciudad del Cabo.
(Rodger Bosch / Getty Images)

En todo el mundo, se cree que aproximadamente ocho millones de personas están infectadas por el VIH pero desconocen su estado. Otros 1.7 millones toman medicamentos antirretrovirales que no les dan resultado.

La perspectiva de que cerca de 10 millones de pacientes con VIH no controlado puedan generar nuevas variantes de coronavirus tiene implicaciones de amplio alcance.

“Esto es una sindemia”, expuso el Dr. Jonathan Li, utilizando un término que describe la confluencia de dos epidemias con el potencial de empeorar los resultados de ambas.

Li, especialista en enfermedades infecciosas del Brigham & Women’s Hospital de Boston, fue uno de los primeros en documentar la proliferación de mutaciones significativas del coronavirus en un solo paciente inmunodeprimido que no pudo eliminar su infección durante más de cinco meses y sucumbió al COVID-19 en el verano (boreal). Su caso advirtió a los médicos de que estas personas podían ser poderosas incubadoras de variantes virales.

La mayoría de los pacientes de Li son personas con VIH. Desde el momento en que comenzaron a surgir variantes de coronavirus potencialmente peligrosas, dijo que había “cruzado los dedos” para que aquellos con VIH no se convirtieran en una fuente de mutaciones que pudieran hacer que el virus sea más transmisible o más difícil de prevenir o tratar. “Esta es una de las primeras noticias que confirman algunos de mis temores”, comentó Li, que no participó en la nueva investigación.

La paciente sudafricana contrajo el coronavirus en septiembre, al comienzo del segundo pico repentino en ese país, aunque estaba infectada con una cepa que había sido dominante durante la primera ola de infección allí.

Se detectaron más de 30 cambios genéticos en sus muestras virales durante las siguientes 27 semanas, incluido un puñado que se sabe que fortalece la capacidad del virus para resistir a las vacunas y los medicamentos que previenen o tratan el COVID-19.

Si comenzaran a circular ampliamente, podrían haberse convertido en la pesadilla de la salud pública: “variantes de escape”, capaces de prolongar la pandemia.

Todavía no está claro si algunas de las mutaciones que la mujer albergaba pasaron a otras personas. Pero, según los investigadores, probablemente no sea una coincidencia que hayan surgido nuevas cepas peligrosas en poblaciones como las de la provincia sudafricana de KwaZulu Natal, donde más de uno de cada cuatro adultos tiene VIH.

La paciente fue objeto de una sesión informativa el mes pasado para una organización de ministros de salud pública de África, y se espera que los detalles se compartan pronto con los líderes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El jueves se publicó un informe de caso en un sitio web para que los investigadores busquen comentarios sobre su trabajo antes de la publicación formal.

Es demasiado pronto para saber si la mujer es un episodio atípico, no obstante, el informe de su caso es muy esperado por otros científicos que están ansiosos por investigarlo.

A person gets tested for COVID-19 in a tent
Un residente del municipio de Alexandra se hace la prueba de COVID-19 en Johannesburgo, Sudáfrica.
(Jerome Delay / Associated Press)

Entre las sorpresas: las mutaciones que surgieron en la paciente sudafricana no parecían ser una respuesta directa a los medicamentos potentes destinados a tratar el COVID-19. El tratamiento principal que ella recibió en el hospital fue de oxígeno suplementario.

De hecho, si no se hubiera inscrito en un estudio de pacientes con COVID-19 que padecen VIH o tuberculosis, es posible que no supiera que podía estar transmitiendo variantes virales recién surgidas a otras personas. Con toda probabilidad, su caso no habría atraído mayor escrutinio.

En lugar de eso, se convirtió en una de las 300 participantes cuyos episodios de COVID-19 fueron estudiados para comprender mejor cómo el VIH afecta la progresión y la respuesta inmune a una infección por coronavirus. Su sangre fue analizada en busca de SARS-CoV-2 el día en que se unió al estudio, y otras siete veces más adelante.

Aproximadamente seis meses después de iniciada la investigación, se reemplazaron dos de los medicamentos de su cóctel antirretroviral contra el VIH. En dos semanas, su VIH estaba bajo estricto control y había eliminado su infección por SARS-CoV-2.

Otros cuatro participantes en el estudio tenían infecciones por coronavirus que duraron más de un mes. Los investigadores también planean buscar variantes en sus muestras.

Los nuevos hallazgos remarcan los riesgos de diagnosticar y atender a personas en todas partes con VIH no reconocido o tratado de manera insuficiente, enfatizó De Oliveira, líder del estudio. Ampliar las pruebas y el tratamiento para gente con VIH no detectado “reduciría la mortalidad por VIH, la transmisión del VIH y también la posibilidad de generar nuevas variantes de COVID que podrían causar otras oleadas de infecciones”, destacó.

Como han demostrado las variantes Beta, de Sudáfrica, y Gamma, de Brasil, los países donde la vacunación es baja y las infecciones se disparan parecen proporcionar un terreno fértil para nuevas cepas. Dentro de sus sitios de origen y mucho más allá, esas variantes podrían desencadenar nuevas oleadas de reinfecciones, incluso en naciones donde los niveles de vacunación son altos.

Sudáfrica, que alberga a casi 2.2 millones de personas con VIH sin tratamiento, había vacunado a solo 183.000 individuos hasta el 31 de mayo, lo cual hizo que las autoridades sanitarias temieran una nueva ola de infecciones.

India, actualmente el sitio con el peor brote de COVID-19 del mundo, tiene casi un millón de personas con infecciones por VIH sin tratar. Solo el 12% de los indios recibió su primera dosis contra el COVID-19, y el 3.2% está completamente vacunado. A modo de comparación, Estados Unidos aplicó las primeras dosis al 51% de su población y ha vacunado completamente al 41%.

“Tenemos que comprometernos a que haya vacunas disponibles en todo el mundo”, remarcó Walker, del Ragon Institute. “Y debemos ser particularmente activos en las áreas donde la infección avanza más rápidamente”.

A woman is vaccinated
La trabajadora de la salud Maggie Sedidi recibe la vacuna Johnson & Johnson COVID-19 en Soweto, Sudáfrica.
(Themba Hadebe / Associated Press)

El caso de la mujer también puede ayudar a explicar por qué más de la mitad de las nuevas variantes del coronavirus detectadas hasta la fecha se documentaron por primera vez en África.

El continente alberga a unos 7.5 millones de personas seropositivas que no reciben un tratamiento eficaz con terapias antirretrovirales. La mayoría tiene inmunidad deteriorada, lo cual le da al virus un período más largo para replicarse y mutar.

Pero la perspectiva de que el VIH no tratado pueda complicar el fin de la pandemia de COVID-19 también sugiere una forma de abordar ambos problemas en conjunto, con efectos sinérgicos, comentó De Oliveira. “Esta podría ser una oportunidad de oro para controlar la epidemia del VIH y proteger al mundo de variantes”, concluyó.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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