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Ascender el monte Whitney es duro. Con una lesión en la médula espinal, es un sufrimiento interminable

A man uses poles to walk through rocks up a mountain.
Jack Ryan Greener sube el monte Whitney, la cima más alta de Estados Unidos.
(Chase Viken)
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Cinco palabras: Jack Ryan Greener las murmuraba una y otra vez mientras caminaba por un rocoso sendero hacia la cima del Monte Whitney, el pico más alto de Estados Unidos.

Sigue adelante. Mantén la concentración. Cree.

Esas palabras le permitieron dejar de lado todo lo demás.

No hablaba con sus compañeros, no miraba el paisaje, no podía pensar en nada que le distrajera de la lucha contra el dolor. Cada paso, cada golpe de sus bastones tenía que ser preciso y deliberado.

Otros excursionistas podían entrar en “piloto automático” mientras luchaban por alcanzar la cima de 14.505 pies. Greener no podía.

Llevaba dos años y medio obsesionado con este sendero y esta cima, desde que un accidente lo dejó paralizado del cuello para abajo, desde que salió del hospital en una camilla, desde que se revolcó en la obscuridad de su dolor, desde que se enseñó a sí mismo a caminar de nuevo, desde que se sacó a sí mismo de su trauma, visualizando una y otra vez que llegaba a la cima del Whitney.

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El estar en la montaña justificaba todo el entrenamiento, el miedo, el dolor, el estrés y las lágrimas.

Pero había calculado mal.

Jack Ryan Greener sits for a portrait.
Jack Ryan Greener se sienta para tomarse una foto a primera hora de la mañana en su apartamento de Denver. Escuchó una aplicación de meditación en su teléfono antes de levantarse de la cama.
(Mariah Tauger / Los Angeles Times)
Handwritten notes of affirmation, thoughts and ideas.
Afirmaciones, pensamientos e ideas escritas a mano se alinean en una puerta dentro del apartamento de Greener en Denver.
(Mariah Tauger / Los Angeles Times)

La ruta era más dura de lo que esperaba. Grandes rocas y pedregales hicieron más lento su paso, un terreno terrible para alguien con poca fuerza en brazos y piernas. El calor también era peor de lo que pensaba, lo que le hacía temer una deshidratación.

Los kilómetros le parecían largos y la cima más lejos de lo que debería. Greener estaba atrapado en un infierno creado por él mismo. No podía hacer otra cosa que seguir avanzando, aguantar el dolor y modificar su mantra:

Sigue adelante. Mantén la concentración. Cree.

El antiguo Jack murió

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Greener, de 26 años, creció en San Diego, activo, atlético, montando olas, trabajando como instructor de surf en Nicaragua.

“Toda mi vida estuvo dedicada a las mareas, los vientos y los pronósticos del oleaje, y simplemente supe que haría de esto mi vida”, escribió en las redes sociales tras su accidente.

“Para ser honesto, nunca había hablado con alguien en silla de ruedas, o con un amputado, o con quien tuviera un defecto de nacimiento que le hiciera perder extremidades, o con un ciego, o con un tetrapléjico”.

Además del surf, le gustaba el jujitsu brasileño y tenía el cinturón blanco de principiante. Sin embargo, poco antes de graduarse en San Diego State en otoño de 2018, un accidente durante una clase de jujitsu lo dejó con el cuello roto.

“El viejo Jack murió el 29 de noviembre”, escribió más tarde.

Greener fue trasladado de urgencia al Scripps Memorial Hospital La Jolla, con las vértebras C3 y C4 rotas.

El diagnóstico de Greener fue lo que los médicos llaman una lesión incompleta de la médula espinal. Su médula espinal no estaba cortada, lo que significa que tenía suficientes señales cerebrales y actividad para recuperar algo de movilidad. ¿Cuánto? Es frustrantemente imprevisible, porque no se sabe.

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“Es como estar dentro de un bloque de hielo del cuello hacia abajo”, dice Greener. “No tienes ni idea de lo que se va a ‘descongelar’. Podrías recuperar la movilidad de los brazos y quizá algo de movimiento en las piernas. Es totalmente desconocido durante dos, tres, siete meses”.

Jack Ryan Greener lies in the hospital after his accident.
Jack Ryan Greener en el hospital el 1 de diciembre de 2018.
(Jack Ryan Greener)

Fady Nasrallah, el cirujano traumatólogo que operó a Greener, dijo que la analogía es adecuada.

“Es difícil para mí describir lo que siente un paciente porque estamos del otro lado”, escribió en un correo electrónico. “Pero es aterrador, ya que el paciente a veces puede sentir cosas que no están sucediendo y luego no sentir cosas que puede ver que están sucediendo. Hace falta una voluntad y una mentalidad fuertes para vivir con eso y recuperarse”.

Incluso antes de que pudieran operarle del cuello, Greener sufrió un colapso durante su primera noche en la UCI. Sintió que algo iba mal más allá de la lesión medular y empezó a gritar: “Me voy a morir. Me voy a morir”.

Justin Weiner, un enfermero especializado en la UCI de neurocirugía y traumatología del Scripps, recuerda haber comprobado cómo se encontraba Greener y haberle asegurado tranquilamente que no iba a morir. Entonces Greener perdió el conocimiento.

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El Dr. Giuseppe Ammirati, neurocirujano especializado en el tratamiento de accidentes cerebrovasculares, rescató a Greener, introduciendo un tubo a través de un vaso sanguíneo de la ingle y subiendo por su cuerpo para extraer un coágulo de 5 centímetros de largo que había cortado el oxígeno a su cerebro.

Los pacientes con coágulos de este tipo tienen una tasa de mortalidad de entre el 75% y el 80%, dijo Ammirati.

Pero un escáner posterior a la operación mostró que el cerebro de Greener no había sufrido daños.

A continuación, Nasrallah lo operó, sustituyendo una de las vértebras dañadas de Greener por una placa de titanio y realizando otras intervenciones.

Cuando el equipo le quitó el tubo de respiración de la garganta, Greener pudo mover el dedo gordo del pie.

“Voy a salir de esto”, le dijo a Weiner.

Nasrallah vio que Greener era joven, atlético y resistente. Recuperar la movilidad sería una batalla ardua, pero factible. El médico le presentó a un socorrista que había quedado paralizado y que recuperó el uso de sus brazos y piernas.

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“Si ves una leve recuperación, creas esperanza para tu propia recuperación”, pensó Nasrallah.

Watch Jack Ryan Greener tell his story of recovering from a spinal cord injury and his quest to summit Mt. Whitney. (Video by Yadira Flores / Los Angeles Times)

Después de tres semanas, Greener fue trasladado a Colorado para rehabilitarse en el Hospital Craig, especializado en lesiones medulares.

Pasó un año y Greener se puso en contacto con Weiner y otros miembros del equipo del hospital de San Diego. Estaba de regreso en la ciudad, ¿querían ir a tomar unas cervezas? Acordaron un restaurante en Encinitas.

Entró por la puerta y se hizo un profundo silencio, luego las lágrimas le dieron la bienvenida.

Mientras tomaban unas copas, Greener reveló su plan de escalar el monte Whitney, un pico al que había echado el ojo antes de su accidente. Esperaba ser la primera persona en sobrevivir a una lesión medular tan grave y llegar a la cumbre.

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“Di la fecha, y allí estaré”, respondió Weiner, un gran atleta y corredor de ultramaratón.

Greener se puso a trabajar, escalando y haciendo senderismo en Colorado para prepararse. El año pasado, subió a la cima del monte Bross, que, con sus 4.000 metros, es un buen entrenamiento para el monte Whitney.

También documentó todos los aspectos de su recuperación: desde primeros planos de sus cicatrices y videos de su reaprendizaje para caminar, hasta ensayos desgarradores titulados “A nadie le importa tu trauma” y “La muerte y las citas” que publicó en Instagram y en su sitio web paralyzedtopeaks.com.

Reunió un equipo que incluía a Weiner, que se estaba convirtiendo rápidamente en un amigo cercano; Cole Mayer, un amigo que trabajaba con Greener y lo conocía desde antes de su lesión; el cineasta y amigo de la universidad Chase Viken, que documentaría la historia de la recuperación de Greener con el cineasta Alex Romo y el videógrafo Sam Newton. El fabricante de relojes de San Diego, Vincero, apoyó el proyecto de Greener, y Mammut, una empresa suiza de equipamiento para actividades al aire libre, donó material.

Eran la Hermandad de Jack, un grupo de jóvenes que no sabían realmente en qué se estaban metiendo, siguiendo a un tipo que pensaba que sí lo sabía.

La montaña

He subido a la cumbre del monte Whitney más de 20 veces en las últimas tres décadas. Es una jornada dura, hasta para los excursionistas más concentrados y en forma. La alta elevación roba a los excursionistas el oxígeno. Una persona puede encontrarse con tormentas, incluso con nieve, en pleno verano. Los vientos fuertes pueden hacer imposible dormir en una tienda de campaña.

Algunas personas tienen que regresar por el mal de altura, la deshidratación, las torceduras de tobillo, la fatiga mental o todo lo anterior.

El mero hecho de conseguir un permiso para subir a la cima es difícil. El Bosque Nacional de Inyo controla cuidadosamente el número de individuos que pueden acceder a la montaña: 250 al día de mayo a octubre, asignadas por sorteo. De las 25.050 personas que lo solicitaron en 2021, el 72% fueron rechazadas.

La ruta directa a la cima por el Sendero del monte Whitney cubre 11 millas en cada sentido, con 6.000 pies de ganancia de altitud. Greener había conseguido los permisos necesarios en 2020. Pero los incendios cerraron el sendero.

En 2021, no consiguió el permiso. Enfrentado a tener que posponer de nuevo su deseo, tomó una decisión arriesgada. Podía obtener permisos para una caminata más dura de cinco días que comienza al sur del pico en un punto de gran altitud llamado Horseshoe Meadow, a unas ocho millas al oeste de Lone Pine, California, y luego se encuentra con el sendero principal cerca de la cima del monte Whitney y continúa sobre la montaña y bajando por el otro lado.

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La ruta más larga supondría recorrer más de 37 millas y 8.600 pies de desnivel. Requeriría más días en la montaña, más equipo, más tiempo y más posibilidades de que las cosas salieran mal. Sería un viaje con pesadas mochilas llenas de equipo de filmación y bidones contra osos para guardar la comida, tiendas de campaña, sacos de dormir y toda el agua que pudieran llevar.

El equipo, que cariñosamente llamaba a Greener “el general”, le dejó llevar la voz cantante. Era su recuperación.

Con mucho cuidado, no le dejaron saber sus dudas, preocupaciones o temores por su seguridad.

Hikers on on a rocky mountain trail.
Los amigos se mantienen cerca de Jack Ryan Greener mientras sale el sol en el monte Whitney.
(Chase Viken)
A hiker drags his foot, left. A barren tree against the sky.
El pie de Jack Ryan Greener se arrastra por el terreno mientras camina por el monte Whitney. Un árbol seco se proyecta contra el cielo.
(Chase Viken)

La caminata

El comienzo del viaje no hizo más que aumentar la dificultad. El 3 de agosto, cuando el equipo se reunió por primera vez en Ridgecrest, California, la temperatura alcanzó los 106 grados y minó las fuerzas de Greener.

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La caminata del primer día desde Horseshoe Meadow fue una agonía.

“Todo era arena profunda”, dijo Greener. “La arena para mí es una pesadilla”. Arrastró tanto su pie derecho que ya no podía usarlo.

Mayer se quedó atrás y derramó algunas lágrimas al ver el coraje y orgullo de su amigo. “No sabía quién era ese Jack”, dijo, y lo describió como un “ser psicofísico, nada que hayas visto nunca. Es una gruesa armadura que se enciende y se apaga”. Pero también vio destellos del Jack feliz, bromista, fácil, cariñoso con sus amigos. Entonces la armadura volvió a instalarse en Jack.

Esa noche, el equipo se acostó con la esperanza de llegar a Crabtree Meadow al día siguiente, pero Greener, agotado, decidió no alcanzar la meta del día.

“Mi cuerpo estaba tan cansado que, literalmente, solo tenía una pierna para trabajar durante ocho kilómetros”, dijo. Acampó y pasó 15 horas recuperándose.

El tercer día fue mejor. Llegaron a un estanque a media milla por encima del Lago de la Guitarra, a unos 11.500 pies. Se bañaron desnudos en el lago. “Mi ansiedad había desaparecido por completo”, dijo Greener. “Tenía un 100% de confianza en mí mismo”.

Al día siguiente comenzarían su intento de llegar a la cumbre.

El 7 de agosto, Greener se despertó a la 1:10 a.m. “¿Nadie puso una alarma?”, los reprendió como lo haría un general a sus tropas. “¿Por qué no suena la alarma?”.

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A las 2 de la mañana, comenzaron a subir por el sendero, con las luces encendidas. Necesitarían caminar tres millas y alcanzar 3.000 pies para llegar a la cima.

Hikers wearing headlamps look at map in the dark.
Jack Ryan Greener, segundo por la izquierda, y sus amigos hacen una pausa para mirar el mapa mientras caminan por el monte Whitney.
(Chase Viken)

Casi inmediatamente, Weiner empezó a preocuparse. El sendero era demasiado estrecho, los desniveles muy profundos y las rocas excesivamente resbaladizas.

Este no era el tipo de terreno en el que Jack debería estar. ¿Qué pasaría si Greener se cayera?

No dijo nada. En su lugar, Weiner y Mayer se turnaron para vigilar a Greener, poniéndose a un brazo de distancia por si resbalaba. Greener caminaba a veces con paso forzado y torcido por el duro terreno, en ocasiones sostenido por sus bastones, y otras por sus compañeros.

Se dieron cuenta de que Greener no sería capaz de llevar su propia mochila y equipo. Mayer lo ayudó, llevando dos mochilas.

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“Mido 6.4 y peso 220 libras”, explicó, señalando que era su primer viaje con mochila. Otros se turnaron para llevar la carga y apoyar a Greener.

“Uno de nosotros estaba allí para atar sus zapatos o girar sus bastones. Todo el mundo estaba dispuesto a hacer lo que hiciera falta”, dijo Weiner. “Siento que ellos son mis hermanos de por vida”.

A las 6 de la mañana, llegaron al cruce con el sendero principal. Ahora podían quitarles peso a sus mochilas y hacerlas más ligeras para recorrer los 1.9 kilómetros hasta la cima.

Pero el sendero se volvió más traicionero, con enormes precipicios rocosos que parecían interminables.

Ahora, incluso Greener se había asustado. Se dirigió a Weiner y le dijo: “No quiero morir hoy. ¿Voy a morir?” Weiner le tranquilizó como lo había hecho en la UCI: No iba a morir.

Three people atop Mt. Whitney, with the middle man holding a sign.
Jack Ryan Greener llora en la cima del monte Whitney mientras es reconfortado por sus amigos.
(Chase Viken)
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Two people hug.
Después de llegar a la cima del monte Whitney, Jack Ryan Greener abraza a un amigo.
(Chase Viken)

Cuando sus ánimos llegaron a un punto bajo, se dieron cuenta de que la cima estaba al alcance de la mano.

Más allá de ella, todavía se enfrentaban a una traicionera caminata de ocho kilómetros de vuelta al campamento de la ruta, a lo largo de 99 curvas, con el agua agotada y los miembros exhaustos al final de lo que sería un día de 16 horas.

Por ahora, sin embargo, podían ver su objetivo.

Greener lo logró. Algunos miembros del equipo se adelantaron para despejar de rocas el espacio en la cima para filmar sus últimos pasos e informaron a otros excursionistas de lo que estaba ocurriendo.

El silencio se apoderó de la cumbre cuando Greener se acercó a la señal que marca la cima del monte Whitney y golpeó sus bastones de senderismo. Luego, se escucharon los vítores. Greener sollozó durante 10 o 15 minutos, incapaz de controlar las lágrimas. El equipo se unió a él.

Después de la cima

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¿Qué haces cuando has conseguido un objetivo que ha sido el centro de tu vida durante más de dos años? Greener tiene ahora dos picos importantes en su haber. Cree que es el primer paciente de la médula espinal que lo consigue. (El Servicio Forestal no lleva la cuenta de las primicias en el monte Whitney; atletas adaptados con diversas discapacidades se han puesto en contacto con la agencia para intentar llegar al punto más alto).

Se ha convertido en un escalador fanático que se ha ganado un puesto en el equipo de paraescalada de Estados Unidos.

No puede dejar de pensar en los próximos acontecimientos, como surfear grandes olas en una tabla de surf adaptada en Jaws, frente a Maui. Sabe que no tiene fuerza para mantenerse erguido y en equilibrio, pero puede tumbarse y remar con la tabla como si fuera un kayak. Está pensando en hacer un viaje en bicicleta por la costa de California, una oportunidad para pasar por los lugares en los que surfeaba cuando era el Jack de antes.

Últimamente, ha pensado en escalar el monte Hood de Oregón con dos amigos: uno que superó un raro cáncer en fase 4 y otro que tuvo cáncer cerebral. “Todos crecimos en la misma ciudad y fuimos amigos, tomamos caminos distintos y nos ocurrieron sucesos trágicos”, escribió.

Le eriza la piel la idea de ser una figura inspiradora para personas sin discapacidad, algo que llama “porno de inspiración”. Greener quiere que se le considere primero un aventurero de los malos, y luego una figura inspiradora. Pero considera que sus hazañas -y el documental que se publicará en YouTube en octubre- son una fuente de seguridad y estímulo para otras personas que se enfrentan a retos físicos.

Ofrecer el tipo de esperanza que él necesitó en su camino desde la parálisis hasta la recuperación de la movilidad: ese es su objetivo ahora.

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“Solo quería demostrarle a los niños con lesiones de médula espinal, cáncer o cualquier otra cosa”, dijo al bajar de la montaña, “que pueden hacer estas locuras que nunca pensaron que fueran posibles”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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