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Los comerciantes pierden hasta 63% por cuarentena, al no vender afirman: ‘Uno se muere de hambre’

Los comerciantes informales reportan que en la cuarentena tienen que salir a la calle por necesidad. Las restricciones les han golpeado su bolsillo y manifiestán que están perdiendo entre 50% y 63%.
(Soudi Jiménez/Los Angeles Times en Español)
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La vida les cambió de un plumazo a los vendedores ambulantes, pues a su complicada rutina laboral, sujeta al consumo diario de sus clientes, se agregó que los transeúntes están encerrados en sus viviendas y los que compran priorizan en alimentos y productos de higiene.

Este ambiente de zozobra se originó la noche del 19 de marzo pasado, cuando el gobernador de California, Gavin Newsom y el alcalde de Los Ángeles, Éric Garcetti, reforzaron las restricciones para contener la propagación del coronavirus, medidas que están ahogando a los comerciantes.

Como de costumbre, Gabriel, quien omitió su apellido, salió al día siguiente con sus paletas y helados rumbo a los callejones, en el centro de Los Ángeles. Para su sorpresa, los negocios estaban cerrados y los compradores brillaban por su ausencia. “Esa mañana solo vendí 5 dólares”, relató.

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Este comerciante, originario de México, en un día regular vende un promedio de 100 dólares, tocando la campana y empujando su carrito de helados en las principales arterias de la ciudad.

“Si no tengo qué comer, ¿cómo voy a estar 40 días sin salir?”, reflexionó Gabriel, detallando que se vio obligado a modificar su ruta. Ese mismo viernes, se desplazó hasta el MacArthur Park, a donde llegó a las 2 de la tarde.

La noche anterior, Newsom emitió una orden obligatoria para que los californianos se quedaran en sus casas. El gobernador dijo que solo aquellos sectores críticos deberían ir a trabajar. En su conferencia en Sacramento, indicó que solo permanecerían abiertas las tiendas de abarrotes, farmacias y bancos.

Esta medida indefinida es la primera que un estado entero impone a sus habitantes, que aquí afecta a 40 millones de personas. La cuarentena se impuso cuando se tenían 1.000 contagios y 19 muertos por el coronavirus, cifras que ahora se ven por el espejo retrovisor.

Las restricciones tomadas por las autoridades han tenido un impacto profundo. El emblemático MacArthur Park siempre está rodeado de visitantes, entre consumidores y vendedores, así como de mucho ruido de parlantes en los que se escucha a enérgicos predicadores y música estridente.

En este recorrido, el parque se movía a medio vapor. En las canchas de fútbol, se observaban a un puñado de personas nada más. Al aproximarnos a la estación del Metro, la acera que siempre está atiborrada de ventas de comida, frente a la 99 Cents, estaba completamente despejada.

“Solo nosotros le hemos hecho hue..”, le decía una mujer a otro vendedor.

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Al llegar a la entrada del Metro, el mercado comunitario estaba cerrado. Aquí cada mañana, se instalan carpas en donde se acomodan cerca de 60 comerciantes de ropa, accesorios de teléfono y cosméticos, entre otros. En esta oportunidad, la área estaba desahogada bajo la vigilancia de un par de policías.

“Nos dieron la orden que teníamos que cerrar porque se está agravando la situación”, informó Juan Rodríguez, organizador del mercado comunitario. “Ya no nos quedó otra alternativa”, agregó.

La alcaldía les notificó el miércoles que los vendedores que no acataran esa orden serían multados. Y la reapertura es hasta nuevo aviso.

Este mercado cumplirá tres años este sábado. El 28 de marzo de 2017 se inauguró con bombo y platillo. Esta vez, en lugar de tener un jolgorio por el alivio que ha representado para los comerciantes que tienen un puesto, los vendedores tendrán que ingeniérselas para llevar el pan a sus hogares.

Cuando se habilitó este espacio, Alberto, quien omitió su apellido, encontró un refugio. Cuenta que anduvo vendiendo cosméticos en la calle por 17 años. Desde el 2017 llega puntual al mercado, pero este jueves, cuando amaneció cerrado, solo llegó por curiosidad.

“Si me cae un cliente ando los productos en una bolsa”, aclaró detallando que andaba una docena de frascos y botes que incluyen perfumes para hombre y mujer.

En una semana regular, este comerciante salvadoreño vende un máximo de 350 dólares. Sin embargo, desde que se ordenó la cuarentena, indicó que había vendido solo $130. Su pérdida asciende al 63%.

“La venta bajó bastante, parece que la gente se dedicó a comprar comida más que otra cosa”, valoró Alberto, asegurando que ahora que el mercado estará fuera de servicio su condición se empeorará. “Voy a tener que pedir ayuda a alguna organización, tal vez a algún banco de comida”.

En medio de esta emergencia, el gobierno federal ha planteado enviar un estímulo económico a los estadounidenses. En el caso de estos comerciantes, no serían beneficiados porque en su mayoría son indocumentados.

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Las medidas locales, que incluye la moratoria de pago de renta, es un alivio para estos inmigrantes. Pero tampoco les resuelve el problema, porque al final siempre tendrán que pagar, adujeron.

“Está difícil, no alcanza para la renta”, manifestó Vicente, originario de Guatemala, al pasar por la estación del Metro. “En otro lado está casi igual”, añadió.

En esta zona, la mayor actividad se observaba frente al restaurante Yoshinoya. Aquí un afroamericano bailaba al ritmo de reggaeton y los que pululaban eran los vendedores de máscaras.

“A $5 la máscara”, ofrecía un joven, que apenas se le veían sus ojos y la barba que salía del retazo de tela que cubría su boca. “Estamos jodidos, mi hermano”, respondió a la pregunta sobre el impacto de la cuarentena.

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Mientras esperábamos el cambio del semáforo, nos encontramos con Gabriel, el paletero mexicano que desde el viernes anterior se afincó en los alrededores del parque. Esa tarde que llegó a este lugar, logró vender 40 dólares, los que agregó a los $5 que obtuvo en la mañana en los callejones.

Durante esta cuarentena, cuenta que está vendiendo $40 o $50 al día, eso significa que pierde entre 50% y 60%.

“Ahorita llevo $46 desde las 9 de la mañana”, indicó poco antes de las 4 de la tarde, cuando estaba por terminar su jornada del jueves.

Gabriel, quien porta un sombrero en el que se lee la palabra Jalisco, considera que la gente con dinero puede quedarse en casa. Él se ve obligado a salir a la calle para pagar el alquiler, su comida y poder enviarle remesas a su hija cada 15 días, una joven estudiante que reside en Guadalajara.

“Uno va en la lucha para pagar la renta”, afirmó.

“La gente que no tiene (dinero) debe salir por ley a buscar, sino uno se muere de hambre”, concluyó.

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