Anuncio

Columna de Adictos y adicciones: La búsqueda

Tabletas del opioide oxycodone-acetaminophen.
(Patrick Sison / AP)
Share

Estimados lectores, queridas lectoras, hace unos días conocí a Fer, un joven adulto que tuvo a bien compartir su testimonio conmigo, y quien me autorizó a darlo a conocer, con la esperanza de que otros adictos puedan sacar alguna lección de su experiencia.

“Soy el mayor de tres hermanos, mis padres inmigraron a Estados Unidos, antes de que yo naciera, por lo tanto, crecí entre dos culturas; en mi casa se hablaba español, pero fuera de ella mi mundo era en inglés, tal vez por eso siempre tuve la sensación de no encajar en ningún lado, quería ser aceptado como norteamericano, pero mi color me delataba y debo confesar que me avergonzaba de mi raza y mi familia”.

“Tuve una infancia con carencias, pero feliz, sin embargo, cuando entré a la secundaria, salieron a flote todos mis complejos y carencias. Como ya dije, sentía que no encajaba en ningún lado y mi carácter empezó a cambiar, me volví retraído y hasta cierto punto, un resentido social, quería ser como los blancos y al mismo tiempo los detestaba y mis compañeros hispanos me parecían poca cosa”.

Anuncio

“Nunca fui buen estudiante, así que saqué mi preparatoria a tirones y jalones. Por aquel entonces empecé a juntarme con un grupo de muchachos igual de desadaptados que yo. Entre ellos me sentí aceptado y rápidamente se convirtieron en mis mejores amigos, una cosa llevo a otra y en poco tiempo, ya estaba consumiendo”.

“Mi grupo de amigos se disolvió poco tiempo después, algunos se mudaron de ciudad y otros, simplemente empezaron a hacer su vida y se alejaron, yo seguí donde mismo y enganchado a las drogas”.

“Sin estudios y sin oficio, empecé a trabajar en un supermercado, ganaba el mínimo y apenas me alcanzaba para mis gastos; obviamente seguí viviendo en casa de mis padres, a quienes, por cierto, casi no veía y con quienes hablaba muy poco, siempre con el pretexto de tener mucho trabajo. Lo que en realidad buscaba era aislarme, para consumir a mis anchas, sin que nadie me molestara”.

“Hace algunos años estuve viviendo con una adicta, nos conocimos drogándonos y así terminamos. Ahora que lo pienso creo que no podría ser de otra manera, como dice el dicho: ‘Lo que mal empieza mal acaba’”.

“Ella llegó a mi vida cuando más solo me sentía, caí en la tentación de buscar ese cariño y aceptación que tanta falta me hacía, sin embargo, esa relación nació muerta”.

“Durante nuestra relación soporté e hice cosas impensables, reconozco que yo también la traté mal, a su lado viví dos infiernos, el de mi adicción y mi relación con ella”.

“Me volví totalmente dependiente de ella, cada día más triste, más distante y más adicto. Era tal mi locura, que pensaba que yo podría ayudarla a salir de su adicción, sin reparar en mi propia realidad; me soñaba como el príncipe azul, que salía al rescate de su dama. Dígame si no era una locura”.

“No me importaba lo que hiciera, cuando estábamos drogados todo se me olvidaba. Se me olvidaba que la enviaba con el vendedor para que intercambiara sexo por droga, mientras yo la esperaba muriéndome de celos y de ansiedad por una dosis”.

“Nuestros caminos tomaron rumbos diferentes sin mediar palabra y sin decirnos adiós una noche simplemente ya no regresó. Aunque en aquel momento sentía que se me desgarraba el alma, ahora sé que fue lo mejor, en realidad yo no sentía amor, lo mío era miedo, temor a estar solo y que nadie me quisiera”.

“Después de una temporada en la cárcel y casi un año internado en un centro de rehabilitación, comencé a ser libre, me di cuenta que mi cárcel estaba hecha de pensamientos, era mi mente quien me tenía atrapado”.

“Mientras vivía con la adicción jamás pensé que lo mío era una enfermedad, por el contrario, en vez de buscar ayuda, me escondía; infinidad de veces me dijeron que buscara ayuda, pero mi ego era tan grande, que aún estando en el fondo seguía pensado que yo solo podía salir de aquel infierno”.

“Actualmente estoy limpio, pero mi mente es un montón de ideas, algunas racionales, otras irracionales, esto es lo que queda después de una vida de adicciones, el sentimiento de no pertenecer a esta realidad, una soledad que a momentos se vuelve insoportable y este deseo infinito de encontrar mi lugar en el mundo”.

“El día de hoy puedo reconocer que soy un alcohólico y drogadicto en busca de mí mismo, sé que el camino es largo y sinuoso, pero tengo fé que algún día todo esto pasará y valdrá la pena. Gracias por escucharme”.

Quiero agradecer a Fer la confianza, y decirle que mientras sigua asistiendo a su grupo AA, su recuperación esta casi asegurada. Desde aquí le doy mi reconocimiento y le envío mil bendiciones.

Escríbame, su testimonio puede ayudar a otros. Todos los nombres han sido cambiados.

cadepbc@gmail.com

Oración de la serenidad

Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que sí puedo y la sabiduría para reconocer la diferencia.

Anuncio