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Para estas latinas, la historia de las hermanas que vendían marihuana era un error que debía resolverse

A woman stands at a railing in front of a colorful mural
Susie Plascencia, una comercializadora de relaciones públicas en las redes sociales, descubrió que la biografía de La Chingona cannabis había sido inventada y que la compañía era propiedad de hombres, en su mayoría no latinos.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)
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La historia de las tres hermanas mexicanas que irrumpieron en la industria del cannabis comenzó como un cuento de hadas y terminó como un programa lamentable de telerrealidad.

María era la hermana mayor, “el genio de las plantas de la familia”, que perfeccionaba las técnicas de cultivo mientras cuidaba los campos de caña de azúcar de su familia en México. Sonia era la columna vertebral del negocio y aprendió a curarse con plantas y hierbas cuando era niña, mientras seguía a su abuelita por el rancho familiar.

Adriana, la bebé del grupo, era la apasionada. Pequeña pero despiadada, aprendió el arte de la negociación y la persuasión vendiendo caña de azúcar en el mercado junto con su padre. Cuando las hermanas Del Rosario lanzaron su compañía de cannabis con sede en Los Ángeles, este año, la llamaron La Chingona (mujer ruda).

Pero había un problema. Las hermanas eran una creación de Michael Kaiser, propietario y fundador de empresas de fabricación de cannabis y salud. A lo sumo, eran una combinación de las mujeres fuertes de su vida. El resto era ficción.

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Y eso fue lo que Susie Plascencia -una comercializadora de relaciones públicas en las redes sociales, que se enfoca en la industria del cannabis- descubrió, para su gran consternación.

No hay una gran cantidad de marcas de cannabis enfocadas en mujeres y mucho menos dirigidas por ellas. Entonces, cuando la mujer de 30 años se topó con lo que pensaba eran ambas cualidades en una sola empresa, se sintió intrigada.

“Soy una latina en [la industria del] cannabis y no estamos representadas”, reconoció Plascencia. “La cultura latinx no está representada de esta manera. Entré en su sitio web, vi a las hermanas en el apartado ‘La historia de La Chingona’ y pensé: ‘¡Guau! ¡Son propiedad de latinas y de Guadalajara, Jalisco! ¡De ahí proviene mi familia!”.

Los no latinos han ido por mucho tiempo tras los dólares de los mexicoestadounidenses. Pero para Plascencia, la historia de las hermanas Del Rosario fue más que una táctica de marketing inventada por un empresario educado en Harvard para abrirse camino en un rincón rentable del mercado de la marihuana.

La Chingona, dijo, era engañosa y un caso flagrante de apropiación cultural. Entonces, Plascencia y un amigo enfocaron sus miras digitales en la empresa.

Kaiser quiere que se sepan algunas cosas. Puede parecer un hombre blanco, pero su abuela, Sarah Ornales, era mexicana. Ella ayudó a criarlo en el este de L.A. y fue, de hecho, una especie de inspiración para la marca y para las mujeres que Kaiser creó de la nada.

El hombre de 51 años compró Cannable Organics, Inc., una empresa de fabricación de cannabis en Adelanto, California, hace aproximadamente un año. Siempre había querido tener sus propias marcas, expuso, y comenzó a pensar en ello.

“Mis hermanas y yo a menudo llamábamos a nuestra abuela ‘la chingona suprema’”, comentó Kaiser. Quería una marca que resonara y celebrara a mujeres fuertes como ella. “Mientras pensaba en ese concepto, se me prendió una luz en mi cabeza: ¡La Chingona era un nombre tan natural!”, relató.

Darle a la marca la impronta “latina”, insistió Kaiser, fue un pensamiento secundario. “Imaginé que ‘La Chingona’ conectaría con... las mujeres en general”.

¿Pensó que la marca atraería a los latinos? “Pensé que podría, sí”, reconoció Kaiser.

Luego vino el relato. Pensó en sus días de la universidad; su compañero de cuarto en la Escuela de Negocios de Harvard era “un mexicano de México”, cuya familia tenía una plantación de azúcar. Así, hizo de ello el escenario de la educación de las hermanas ficticias. En cuanto al trío, reconoció Kaiser, reflexionó sobre las mujeres de su vida. María y la pequeña Adriana fueron inspiradas en su abuela, una fiera amante de las plantas que preparaba tés y remedios con hierbas de su jardín. Sonia, la sanadora, fue una combinación de su madre y sus hermanas, todas enfermeras.

A medida que el aspecto de la marca se cristalizaba, a todos parecía gustarle, comentó Kaiser. Su gran cantidad de productos de cannabis, incluidos concentrados y cartuchos de vapeo, estaban adornados con arte del Día de los Muertos y estampados con el lema “Sinsemilla más fina” y nombres como “Fiesta Flower”, “Caliente Budder” y “Siesta HCE”, un extracto de cannabis.

En abril pasado, Kaiser y su equipo publicaron la historia de las hermanas en su sitio web, justo antes de lanzar la marca. “Nunca pensé que alguien creería que la historia de la leyenda, la historia del origen, fuera real”, aseveró.

La historia de La Chingona está llena de demandas y contrademandas, ofertas de trabajo y amenazas de acciones legales. Hay una breve intervención de una amiga de Kaiser, a quien reconoció haber contratado para hacer la empresa más latina; ella no duró mucho allí.

Josh Karchmer fue contratado para manejar las redes sociales de La Chingona en mayo y “casi desde el principio, Josh tuvo un problema con la historia”, relató Kaiser. Era demasiado realista y Karchmer sospechaba que la gente tendría problemas con ella, agregó el propietario.

Karchmer no pudo ser contactado para hacer comentarios en este artículo.

El 27 de mayo, Karchmer ofreció a Plascencia muestras de los productos La Chingona a través de Instagram, a cambio de promoción en las redes sociales. Al día siguiente se conocieron. Emocionada, Plascencia le preguntó por las hermanas Del Rosario. Karchmer “se puso un poco tímido”, relató, y le dijo que no eran reales. “Me dijo que no le gustaba... Que pensaba que era una estupidez que inventaran la historia”.

Plascencia, quien afirmó que nunca recibió ningún pago de la empresa, le ofreció a Karchmer ayuda para cambiar el nombre de La Chingona y reescribir la historia.

También reveló que La Chingona era propiedad de hombres, mayoritariamente no latinos.

Plascencia sintió que tenía dos opciones: “Dar la vuelta y ver suceder lo inevitable [es decir, que alguien los acuse por las redes sociales], o usar mis habilidades y experiencia para ayudar a Josh a hacer lo que nuestra comunidad merecía: una marca que celebre [a las latinas], las respete y las aliente”.

Eligió la última opción, por un tiempo.

En un correo electrónico días después de la reunión, Plascencia le dijo a Karchmer que estaba preocupada por la historia de ficción: “Desde el momento en que vi la marca La Chingona en Instagram, experimenté un sentido de pertenencia y representación que había faltado en mis años como entusiasta y comercializadora del cannabis”, escribió. “La apropiación cultural es una cuestión real para el público objetivo de esta marca, que también es mi comunidad. Estamos cansados de que se arrebaten y se aprovechen de nuestras historias y nuestra cultura”.

Mientras tanto, los influencers del cannabis en las redes sociales comenzaban a elogiar y promover la marca. A mediados de junio, @behighbeyou, que tiene más de 11.000 seguidores, publicó una foto de un producto de La Chingona en su cuenta de Instagram.

La leyenda inicial, que desde entonces ha sido editada, decía: “¡Nos encanta esta marca porque no solo es buena, sino que fue iniciada por unas chicas latinas rudas! @lachingonacannabis está dirigido por tres hermanas Del Rosario, utilizando técnicas transmitidas de generación en generación”.

Plascencia lo detectó. “Esto es justo lo que veía venir y la razón de mi correo electrónico”, le dijo a Karchmer en un mensaje de texto. “Estoy aquí para ti, vamos a adelantarnos a esto”.

Entonces redactó una respuesta sugerida para que Karchmer se la enviara a Kaya Miller y Patrick Ryan, de @behighbeyou. Incluía, en parte, esta confesión: “Si bien no somos propiedad de latinxs, somos orgullosos aliados de todas las personas de color y usamos nuestra plataforma para rendir homenaje tanto a la cultura latinx como a la comunidad del cannabis”.

A medida que se corrió la voz, más cuentas dieron a conocer la marca.

Durante una reunión con Kaiser y Karchmer, el 22 de junio en el centro de L.A., Plascencia reiteró sus preocupaciones y se ofreció a ayudar a resolver “el problema” con su experiencia en relaciones públicas y redes sociales, según Kaiser.

Pero no vio ningún problema. Le habló de su abuela mexicana y se sintió conectado con su cultura. Plascencia les dijo que no podía trabajar para la marca a menos que fuera “propiedad de Latinx”.

Aproximadamente una semana después, Karchmer llamó para decirle que Kaiser le ofrecía un porcentaje de la compañía para que los ayudara a reconstruir la marca “auténticamente” y tener una propietaria “latina”, según Plascencia. Su oferta, dijo, era inferior al 1%.

Fue un insulto, según Plascencia. En ese mismo momento, relató, decidió que no podía ayudar a la empresa. Ella y su amiga Savina Monet, una diseñadora gráfica de 25 años, comenzaron a indagar más en La Chingona. Parte del esfuerzo fue para contrarrestar cualquier idea impulsada por Kaiser, de que su motivación eran las ganancias financieras.

“Le dije que su comportamiento podría hacer que la demandaran y que iba a hablar con mi abogado”, expuso Kaiser en un mensaje de texto a The Times. “Siempre, desde el primer día, sentí que esto era 100% una extorsión”.

Plascencia lo niega; ella nunca quiso nada de la empresa, afirma. Solo buscaba que el público supiera la verdad. “Realmente comenzamos a duplicar las capturas de pantalla, las comunicaciones por correo electrónico, solo para mostrar que no teníamos intención de hacer daño y no estábamos tratando de obtener ninguna ganancia financiera”, agregó Monet. “Solo éramos dos latinas ofendidas, que no queríamos dejar que esto pasara por alto en la industria del cannabis”.

Las dos milenios expertas en redes sociales lanzaron un boicot en Instagram, acusando a la empresa de apropiación cultural. Plascencia y Monet alentaron a otros consumidores de marihuana a instar a los dispensarios a sacar los productos de La Chingona de sus estantes. En cuestión de días, alrededor de una docena de sitios cancelaron sus pedidos.

“Fue increíble”, expresó Kaiser. “Ella creó una mafia, y la mafia no quería escuchar nada... Prácticamente destruyeron lo que era una marca y una compañía genial, sin ninguna razón real que yo pueda entender”.

Por primera vez, Kaiser confesó públicamente que las hermanas Del Rosario eran inventadas: “Pido disculpas a quienes se sintieron engañados; quise tomarme el tiempo para aclarar y explicar los orígenes e ideales detrás de la marca, la empresa y yo mismo”, escribió en la página de Instagram de La Chingona.

Días después, Kaiser anunció que cerraría la marca, aunque espera revivirla más adelante. “¿Alguna vez sentí que me estaba apropiando de una cultura? Nunca”, señaló. “Y, ¿quién es Susie Plascencia para ser árbitro de la cultura?”.

Ella tiene una respuesta para eso: “Soy una verdadera ‘chingona’, y esto es lo que hacemos”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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