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Columna: La pandemia y la economía son las principales preocupaciones de los votantes, pero hay un problema mayor

Stephanie Pincetl, a professor-in-residence at the UCLA Institute of the Environment and Sustainability
Stephanie Pincetl, directora fundadora del Centro para Comunidades Sostenibles de UCLA, en su propiedad en Ojai.
(Francine Orr / Los Angeles Times)
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“Hemos hecho un trabajo increíble con el medioambiente”, dijo el presidente Trump en el último debate presidencial, aunque usted no lo crea.

Eso fue un poco como Genghis Khan diciendo: “Hemos hecho un gran trabajo en Eurasia”.

Mientras avanzamos con dificultad hacia la meta en las elecciones presidenciales más arriesgadas y estremecedoras de mi vida, la pandemia y su impacto en la economía están exactamente donde deberían estar en la lista de cuestiones que decidirán el resultado —cerca de la cima.

Pero estoy seguro — o tengo la esperanza, debería decir— de que quienquiera que triunfe, superaremos el virus en algún momento y la economía volverá a estar bien.

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Sin embargo, cuando eso suceda, el planeta seguirá calentándose a un ritmo alarmante. Y si el presidente Trump es reelegido, podemos estar bastante seguros de que causará más daños irreversibles al medioambiente natural y a las iniciativas de cambio climático.

Hace dos semanas, citando los análisis de las facultades de derecho de las universidades de Harvard y Columbia, el New York Times identificó casi 100 protecciones ambientales y políticas climáticas que la administración de Trump ha revertido o está en proceso de eliminar.

En California, que ha tratado de poner el ejemplo sobre las cuestiones climáticas, se ha revocado la capacidad del estado para reducir las emisiones contaminantes y eliminar las protecciones para el salmón y el eperlano.

En otros lugares, Trump ha trabajado metódicamente para desintegrar la ayuda para los humedales y las especies en peligro de extinción, revertir las restricciones de perforación de petróleo y gas en los bosques nacionales, debilitar los controles de emisión de las centrales eléctricas y liquidar las protecciones oceánicas para dar paso a la producción de energía.

El “increíble trabajo” de Trump sobre el medioambiente también incluye retirarse del acuerdo climático de París y, recientemente, saturar a la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica con escépticos del cambio climático, incluso cuando los extremos de calor global se convierten en la norma, las temperaturas nocturnas aumentan, el dióxido de carbono atmosférico está en máximos históricos y 2020 está a punto de cerrar como el año más caluroso registrado.

Si hubiera depósitos de petróleo en el Distrito de Columbia, vería torres de perforación en el jardín trasero de la Casa Blanca y una gasolinera en el frente. Pero lo único que diré en defensa de Trump es que, a pesar de su despiadado desprecio por el mundo natural, él no creó este lío que heredaremos a nuestros nietos.

“Hemos estado arremetiendo contra la biodiversidad durante más de cien años”, dice la profesora Stephanie Pincetl, directora fundadora del Centro para Comunidades Sostenibles de UCLA.

El currículum de Pincetl no cabría en esta página. Sus áreas de especialización incluyen ciencias ambientales, planificación urbana, agotamiento de recursos naturales y gobernanza del uso de la tierra. Ha sido científica investigadora del Servicio Forestal de EE.UU, Becaria Fulbright en Inglaterra, investigadora y profesora en Francia, y escribió “Transformando California: una historia política del uso y desarrollo de la tierra”, un estudio sobre la degradación ambiental de su estado natal.

“Amo California”, dijo Pincetl. “Pero realmente no hemos podido descubrir cómo construir mejor con los recursos que tenemos. No diseñamos con la naturaleza, por eso sigo motivada en mi trabajo por este inmenso sentimiento de rabia, desesperación y desconcierto”.

La semana pasada, me dirigí al norte para reunirme con Pincetl en el huerto de naranjos de 20 acres en el que ella y su esposo Jonathan viven, de manera independiente, en la base de las montañas Topa Topa en el extremo oriental del Valle de Ojai. En el camino, no pude evitar sentirme asombrado una vez más por la gloria de los terrenos costeros y montañosos de California, ni pude pasar por alto cuántas heridas hemos infligido en el paisaje.

Hemos pavimentado hábitats naturales y cuencas, hemos obligado a la vida silvestre a retirarse y ensuciado el aire, no con malas intenciones, sino con muy poco respeto por lo que nos precedió. Y a pesar del papel de California como líder en las medidas para detener el cambio climático, nuestros ciclos acelerados de sequía, calor extremo e incendios forestales son señales de que estamos perdiendo la batalla.

Cuando llegué, Pincetl y su esposo me ofrecieron un vaso de jugo de naranja que había recorrido unos 12 pies para llegar desde el árbol más cercano a mi garganta. Escuché que el uso de agua en el huerto se ha reducido en un 40% gracias a las técnicas de cultivo de mantillo de Jonathan, luego me senté con Pincetl debajo de un gran roble y escuché el golpeteo de las bellotas que caían mientras entrecerraba los ojos para ver picos de montañas cubiertos de verde.

Un venado apareció al final de una hilera de árboles y, en la quietud, comencé a pensar en el tesoro que llamamos California. Al menos hasta que Pincetl sugirió que estaba siendo un poco nostálgico y pasando por alto las fechorías ambientales más cercanas a casa, mientras me enfocaba en los pecados mortales de Trump.

“Todavía estamos utilizando el fracking (fracturación hidráulica) y, en consecuencia, contaminando el agua”, dijo Pincetl, quien también recitó una lista de proyectos masivos de desarrollo inmobiliario en comunidades cercanas donde las temperaturas son altas y el agua escasea.

En esos lugares, llegar al trabajo requerirá largos desplazamientos para muchos, el tránsito es prácticamente inexistente y Pincetl se maravilla de nuestra inclinación por construir casas innecesariamente grandes que consumen enormes cantidades de energía. En California, con su mayoría demócrata y liberal, los ricos son grandes contaminantes, señaló Pincetl, quien también mencionó nuestra historia de construir “lo que quieras” cerca de tierras silvestres combustibles.

“La zonificación unifamiliar se ha mantenido sacrosanta en California”, según Pincetl, y no se pueden separar las decisiones de uso de la tierra de su impacto climático. Pero en su mente, hay una pieza aún mayor que falta en la conversación.

“La gente ha olvidado que, además de los impactos climáticos de la quema de combustibles fósiles, existen otras consecuencias”, explicó Pincetl. La contaminación del aire y agua, así como la toxicidad, no solo dañan los ecosistemas, dijo el profesor, sino que crean problemas de salud generalizados, como asma infantil, enfermedades cardíacas, cáncer de mama y recuentos bajos de espermatozoides.

“Necesitamos ser más rigurosos cuando observamos el clima, y mi mayor queja con los científicos es que no se relacionan con estas preguntas”, señaló Pincetl.

Realmente no hablamos mucho sobre Trump, cuya lealtad es clara. Si Trump hubiera atacado el coronavirus con la mitad de la energía con que ataca el medio ambiente, no tendríamos el mayor número de muertos del mundo.

A Trump, quien tiene un símbolo bursátil por corazón y una calculadora por alma, se le preguntó, durante el último debate, qué les diría a las familias de color que temen las consecuencias para la salud de vivir cerca de refinerías de petróleo y plantas químicas que se han beneficiado de sus retrocesos regulatorios.

“Están ganando mucho dinero, más dinero del que jamás han ganado”, expresó Trump, quien insiste en una falsa elección entre protección ambiental y buenos empleos, cuando en realidad ambos son posibles —esenciales, debería decir— en un futuro de energías limpias.

¿Y Biden?

“Creo que el ‘Green New Deal’ es realmente una visión importante para el futuro, y me alegra ver que Biden se está moviendo en esa dirección”, dijo Pincetl. “Lo que me preocupa es que el candidato demócrata es un incrementalista... y eso ya ha quedado atrás”.

Está en lo correcto.

Pero el fuego arde y la respuesta de Trump es más petróleo y gas. En cuanto al clima, el mayor problema de esta elección y de nuestro tiempo, cualquier progreso es mejor que ir hacia atrás.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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