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Vida, muerte y pandemia visitan las calles principales de California

People dine with their dog in front of the closed Laemmle theater on Colorado Boulevard in Pasadena.
La gente cena con su perro frente al teatro cerrado Laemmle de Pasadena, en Colorado Boulevard, donde varios negocios han cerrado y muchos luchan por permanecer abiertos durante las restricciones por coronavirus impuestas por el estado.
(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)
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Konstantinos Varelas retorcía una cadena de komboloi azules —cuentas griegas de preocupación— frente al restaurante de su familia en Main Street, en El Monte.

Hijo de inmigrantes provenientes de México y Grecia, Varelas era un niño cuando su padre compró Golden Ox Burgers. En ese tiempo la calle tenía más vida, podían contar con gente que pasaba todos los días por un sándwich de pastrami o una quesadilla.

Ahora, el plexiglás divide a los trabajadores de los clientes, a quienes se les toma la temperatura en la puerta, antes de recoger la comida para llevar. El personal ha sido reducido a la mitad. La cantidad de personas que pasan por el establecimiento va disminuyendo. Y él se inquieta cada vez más con las cuentas de preocupación que ha llevado en este año de pandemia.

“Cuando papá llegó al restaurante por primera vez, estaba tan atareado que no se podía caminar por la calle”, dijo con nostalgia Varelas, el supervisor del restaurante de 23 años. “Solía estar lleno de vida y repleto de gente. Ahora, supongo que se podría decir que estamos solos”.

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Konstantinos Varelas, manager of Golden Ox Burgers, holds his worry beads while working at the restaurant in El Monte
Konstantinos Varelas, gerente de Golden Ox Burgers, sostiene sus cuentas de preocupación, mientras trabaja en el restaurante de Main Street, en El Monte.
(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)

A ocho millas de distancia, Aldo Santos usó una mascarilla quirúrgica azul mientras caminaba de regreso al trabajo después del almuerzo. Lamentó la tranquilidad en Colorado Boulevard en Pasadena, donde el Desfile de las Rosas ha sido cancelado, las tiendas siguen cerrando y la marquesina afuera del majestuoso edificio de la Primera Iglesia Metodista Unida de 1924 dice: “Via Livestream Only” (Solo a través de Livestream).

“Colorado Boulevard es la arteria principal de Pasadena; todo pasa por aquí. Siempre ha sido así”, dijo Santos, de 64 años. “Pero no es lo mismo. No puedo decir que sea una ciudad fantasma. No está vacío, pero probablemente esté al 50%. Todo el mundo está tratando de sobrevivir”.

A ocho meses del inicio de la pandemia por COVID-19, que cada vez está peor, lo mismo puede decirse de las calles principales de California, que gimen de desesperación a medida que se acerca el invierno, aumentan los casos de coronavirus y los carteles de “se renta” se vuelven más abundantes.

Desde la pintoresca Myrtle Avenue en Monrovia, pasando por las moribundas franjas de los antiguos barrios de la fiebre del oro, atravesando la bucólica Main Street en Disneyland, hasta el famoso Colorado Boulevard, parte de la Ruta 66, apodada Main Street of America, estos son lugares que evocan la sensación de un antaño más próspero. Una época en la que madres y padres prosperaban y la comunidad estaba en el centro de todo.

Ahora, Main Street, como idea y lugar, es frágil.

Estos oasis de calma y previsibilidad también están repletos de pequeñas tiendas que la pandemia ha hundido.

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“La gente ama la comunidad. Les encantan las banquetas. Las calles con actividad”, dijo Miles Orvell, profesor de la Universidad de Temple y autor de La muerte y la vida de Main Street: Las pequeñas ciudades en el espacio, la memoria y la comunidad estadounidense. “Les fascina la idea de vivir en un lugar que tiene un sentido de identidad”.

People wait in line to get in to Urth Caffe on Colorado Boulevard in Pasadena.
La gente hace fila para entrar a Urth Caffe, en Colorado Boulevard, en Pasadena. Las empresas están luchando por mantenerse abiertas durante los cierres, restricciones y toques de queda por coronavirus dispuestos por el estado.
(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)

Paul Little, director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Pasadena, indicó que le preocupa que los restaurantes no puedan sobrevivir a una nueva suspensión de las comidas al aire libre, y que las tiendas minoristas no logren subsistir con los límites impuestos por el Condado a los clientes. Teme una “avalancha de cierres” a principios de 2021, después de que expiren las moratorias de desalojo.

“Los establecimientos de propiedad única y operación local son los que están en mayor riesgo, pero también son los que más contribuyen al carácter de Pasadena”, explicó Little. “Una vez que se hayan ido, es muy difícil recuperarlos. ¿Qué somos sin ellos?”.

“La suposición siempre fue, si ves un escaparate vacío en Colorado, dale seis meses y alguien más estará allí”, agregó Little. “No sé si ese sea el caso ahora”.

Si bien las 88 ciudades dentro del condado de Los Ángeles pueden parecer un tramo masivo de caos urbano, las calles principales de sus lugares más pequeños están apartados del ajetreo y el bullicio, aquí hay “una sensación positiva de que la vida puede ser sensiblemente significativa”, señaló Orvell.

“La calle principal del pequeño poblado todavía representa algo diferente”, explicó Orvell. “Es de menor tamaño, pero también es una entidad en sí misma, por lo que se siente ‘completa’ en cierto modo”.

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En una tarde soleada de la semana pasada, Don Vena se sentó en un banco del parque al lado de Myrtle Avenue, en Monrovia. El pastor retirado y consejero contra el abuso de drogas de 76 años llevaba una gorra de béisbol con las letras JC, por Jesucristo, golpeaba con el pie y sonreía, mientras un hombre tocaba bongos cerca.

A pedestrian walks dogs past a closed business on Colorado Boulevard in Pasadena
Un peatón pasea perros junto a un negocio cerrado en Colorado Boulevard, en Pasadena, donde varios locales han cerrado y muchos otros luchan por permanecer abiertos.
(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)

Vena, quien se mudó a Monrovia en 1980 para criar a su familia, viene al parque afuera de la biblioteca pública al menos una vez a la semana para disfrutar de la gente, amigos y extraños por igual. Él y su esposa caminan por Myrtle Avenue seguido, para comer e ir de compras.

“Espero ansiosamente lo que se me pueda presentar en mi pequeña ciudad”, comentó Vena.

En estos días, sin embargo, le preocupa que las empresas de menor tamaño superen la pandemia, y que la gente se haya acostumbrado a la facilidad de hacer pedidos en línea.

“No quiero ver el final de la pequeña ciudad”, expuso. “La necesitamos como seres humanos. Estamos hechos para interactuar, desafiarnos y estimularnos unos a otros, para amarnos”.

Cerca, una pancarta que decía “¡El optimismo no se cancela en la antigua ciudad de Monrovia!” promocionaba comprar localmente, aunque fuese en línea, y pedir comida para llevar. La marquesina del Studio Movie Grill decía: “Te veremos pronto en el cine”, a pesar de que la pequeña cadena se declaró en quiebra el mes pasado.

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A diferencia de Wall Street, la falta de datos oculta el verdadero costo de la pandemia en las calles principales estadounidenses, porque muchas pequeñas empresas simplemente se embarcan sin pasar por un tribunal de quiebras, señaló Nick Shields, analista de la firma de investigación de inversiones Third Bridge. Los minoristas más pequeños, explicó, están teniendo más dificultades que las grandes tiendas para lidiar con las restricciones de COVID-19, pagar el equipo de protección personal y hacer la transición a las compras en línea.

Pero si bien el año termina con una nota sombría, también existe un tibio “ambiente de esperar a ver qué sucede” en Main Street, en medio de las buenas noticias sobre el desarrollo de múltiples vacunas esperanzadoras.

“Ahora que vemos la luz proverbial al final del túnel, tenemos la sensación de que, si podemos aguantar hasta la primavera, estaremos bien, y haremos lo que sea necesario para maximizar la temporada navideña, aunque nos damos cuenta de que será un mayor reto”, comentó Shields.

“La gente ama la comunidad. Les encantan las banquetas. Les encantan las calles con actividad. Les encanta la idea de vivir en un lugar que tiene un sentido de identidad”.

— Miles Orvell, profesor de la Universidad de Temple y autor

Los peatones caminan por Main Street, en El Monte, donde muchos negocios luchan por permanecer abiertos.
(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)

En El Monte, la pandemia es un golpe a una calle principal que ha intentado reaparecer en los últimos años. En 2017, la ciudad revirtió el nombre de la calle conocida como Valley Mall a Main Street, para indicar las esperanzas del tipo de centro vibrante que alguna vez fue.

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“Mi motivación fue volver a las raíces de nuestra ciudad, lo que teníamos, cuando Main Street —la calle principal— era un lugar donde la gente se congregaba, una ventanilla única con diferentes productos y servicios, un sitio donde la comunidad podía reunirse”, comentó el alcalde saliente, Andre Quintero. “Ese espacio te lleva a la época en que no era tan grande, cuando todos se conocían”.

Quintero, quien creció en la ciudad, imagina un corredor orientado a peatones, con espacios para eventos, viviendas de alta densidad para jóvenes profesionales, y pequeñas empresas prósperas. Pero eso requiere mucha inversión, y el progreso ha sido lento, señaló.

En un esfuerzo por atraer a la gente al área en este cruel año, explicó, la ciudad ha tratado de ser creativa con el espacio al aire libre, organizando proyecciones de películas en autocine —llamadas Movies on Main— en un estacionamiento, creando un mercado de agricultores y una celebración de Halloween en automóvil.

Las autoridades han probado eventos similares al aire libre en Lancaster, donde cerraron una sección de su homónimo, Lancaster Boulevard, y llenaron la calle con mesas y sillas para apoyar a los restaurantes locales, expuso Chenin Dow, asistente del administrador de la ciudad.

La histórica calle principal de la ciudad, que fue rebautizada como The BLVD, ha experimentado un cambio de imagen enorme durante la última década. Incluyó una vía amigable para los peatones que eliminó dos carriles de tráfico, e introdujo una reducción del límite de velocidad —y la apertura de más de 40 nuevos negocios.

“Se ha convertido en el corazón de la comunidad”, dijo Dow. Pero la pandemia, añadió, “definitivamente ha sido un desafío para nuestras empresas; no hay forma de evitar eso”.

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Fuera de la sala de cine Laemmle Playhouse 7 en Colorado Boulevard, que ha estado cerrada desde marzo, carteles descoloridos anuncian películas cuyos títulos parecen apropiados este año: “Hope Gap” (Brecha en la Esperanza) y “Burden” (Carga).

“Esto ha sido más largo y doloroso de lo que nadie podría haber imaginado”, comentó Greg Laemmle, presidente de la cadena familiar de ocho teatros, Laemmle.

A "closed" sign is posted on the Laemmle theater on Colorado Boulevard in Pasadena.
Hay un letrero de “cerrado” en el teatro Laemmle, en Colorado Boulevard, en Pasadena.
(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)

La empresa ha despedido a todos, menos siete de sus aproximadamente 150 empleados. En octubre, vendió las propiedades de Playhouse 7 y Royal Theatre en West Los Ángeles a una compañía de bienes raíces comerciales, convirtiéndola en inquilina de los edificios que le pertenecían.

En Colorado Boulevard, el teatro, que abrió en su ubicación actual en 1999, ha sido parte de un “distrito vibrante y orientado al arte”, y que atrajo a cinéfilos que vieron de tres a cuatro películas al mes, señaló Laemmle.

Como diversos dueños de negocios, ve mucha incertidumbre en un mundo posterior al COVID. ¿Habrá una demanda reprimida para ver películas? ¿Se sentirá la gente segura entre multitudes? ¿Volverán los oficinistas, los que salieron a comer y ver películas fuera de horario, a Colorado Boulevard?

Los cines ya estaban batallando porque más personas preferían ver películas en casa, en lugar de ir al cine, comentó Laemmle.

“La evolución ocurre constantemente, pero cuando un asteroide golpea”, señaló, “sucede mucho más rápido”.

Friends Abigail Boydston, left, and Robyn Kiyomi shop at Vroman's Bookstore in Pasadena
Las amigas Abigail Boydston, izquierda, y Robyn Kiyomi, compran en la librería Vroman’s Bookstore, en Pasadena. La librería ha estado abierta desde 1894, pero está luchando en medio de la devastación económica causada por la pandemia.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)
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Al lado de Playhouse 7, la librería Vroman’s Bookstore, de 126 años, está luchando. Dos puertas más abajo, Roy’s Hawaiian Fusion Cuisine está cerrado. Caminar hacia el oeste por el bulevar es pasar letreros de “se renta” en las ventanas del restaurante Crackin’ Kitchen, el restaurante peruano Choza 96 y la tienda Lucky Brand.

En The Dog Bakery, la subgerenta Jocelyn Reyes preparó un pastel de harina de trigo sarraceno en forma de corazón para el cachorro de alguien, y dijo que la pequeña tienda es “una de las afortunadas”. El negocio ha estado en auge este año porque muchas personas que ahora trabajan desde casa tienen mascotas.

La panadería para perros está prosperando. Pero justo al lado, Cafe 86, una panadería para humanos, cerró.

Un letrero de disculpas en la puerta del chef Tony Dim Sum, con fecha del 17 de marzo, dice que está cerrada hasta nuevo aviso. En la ventana caen flores marchitas.

Afuera, un hombre sin techo estaba sentado junto a una pared, con los ojos bajos, y la boca cubierta con un cubrebocas de tela. Un pequeño letrero escrito a mano estaba apoyado en la banqueta junto a él: “Todos a veces necesitan ayuda”.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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