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Al borde de la deportación y enferma ella obtuvo la tarjeta verde por dos: Este es el alivio migratorio que muchos desconocen

Sandra Esparza vivio con el tiempo contado entre el temor de ser deportada o mirir sin una oportunidad de transplante.
Sandra Esparza vivió con el tiempo contado entre el temor de ser deportada o morir sin una oportunidad de trasplante.
(cortesia)
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Cuando Sandra Esparza supo que su vida dependía de un trasplante de riñón, una cubeta de agua helado recorrió su cuerpo, pero la sorpresa de saber que como inmigrante indocumentada tenía que estar al final de una larga lista de espera, la hizo sentir en la hoguera.

Como indocumentada, Esparza dijo, “me pusieron al final de una larga lista y solo la residencia permanente podría darme la oportunidad de ser considerada para un trasplante más temprano”.

“Como madre quería ver a mis hijos crecer, cuidarlos y darles todo lo que podía, pero sin vida no hay nada”, dijo.

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Esparza se dio a la tarea de buscar ayuda para cambiar su estado migratorio, pero existía el riesgo de que pudiera ser deportada junto con su marido Fernando, quien también era indocumentado.

Esparza vino a California en 2001 para reunirse con su esposo. Ella de San Luis Potosí y él de Monclova, Coahuila, (México). El sueño de ambos, como el de muchos inmigrantes, era tener un buen trabajo, comprarse una casa y darle mejores oportunidades de vida a sus futuros hijos.

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No obstante, al conocer el diagnóstico hace seis años, Esparza tuvo que dejar de trabajar y Fernando se convirtió en el pilar más fuerte de la familia como trabajador en la construcción, cuidador de sus hijos de entonces 19, 15 y 11 años. Encima, Fernando se convirtió en enfermero de la misma Esparza.

En 2015, la señora comenzó a recibir diálisis y fue inscrita en una lista de espera para trasplante de riñón con la advertencia de que, si llegaba su turno y no tenía residencia legal, era posible que no recibiría dicho trasplante.

Tras visitar a un abogado de inmigración en 2016, la familia supo que eran elegibles para obtener un alivio migratorio que muchos no conocen, el 42B, que protege a los solicitantes de la deportación, les da un permiso de trabajo al otorgarles un número de seguro social y la residencia permanente con vías a la ciudadanía.

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En abril de 2018 tuvieron una primera audiencia con un juez, quien solicitó más evidencias para dar su veredicto; en agosto del mismo año volvieron a la corte con la misma suerte: Se necesitaba más evidencia.

En mayo de 2020 tenían programada otra audiencia, sin embargo, debido al COVID-19, su cita fue aplazada hasta noviembre cuando tuvieron dos citas más y la última definitiva.

En diciembre de 2020, un juez aprobó el alivio migratorio para ambos en base al proceso 42B y los convirtió en residentes legales y permanentes de Estados Unidos; a partir de esa fecha, en cinco años más podrán convertirse en ciudadanos.

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El abogado Sergio Siderman, representante legal de Sandra y Fernando explicó que para llegar a este feliz término, se preparó un paquete de miles de páginas con argumentos sobre la necesidad de otorgarles el alivio migratorio 42B.

Este tipo de alivio típicamente es para ciudadanos estadounidenses cuya sobrevivencia depende de un familiar cercano (padre, madre o hijos) y cuya ausencia (deportación) podría causarles un sufrimiento extremo.

“En el caso de Esparza y Fernando el argumento principal fue el futuro de tres menores estadounidenses que quedarían en desamparo en caso de que sus padres fueran deportados”, explicó el abogado.

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Además, el abogado hizo hincapié en el elemento humanitario porque deportar a Esparza a México sería una sentencia de muerte a sabiendas de que no tendría los cuidados médicos y comenzar al final de una lista de espera para donación de órganos allá sería en vano porque su días estarían contados, explicó Siderman.

El consejo para otras familias migrantes es tomar el ejemplo de los Castañeda-Esparza que cumplían con cuatro requisitos básicos para el alivio 42B: Vivir en el país durante más de 10 años, buena conducta moral, no antecedentes penales y razón justificada para permanecer en el país.

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El abogado Sergio Siderman explica que el caso de Sandra y Fernando fue difícil pero no imposible: “Preparamos todos los elementos alrededor de la familia. No fue un alivio migratorio para los papás sino para todos y eso es lo que el juez de inmigración tomó en cuenta para su decisión”.

Cuando se le preguntó a Esparza si el obtener la residencia fue milagro o el buen trabajo de un abogado de inmigración, su respuesta fue un milagro, pero de parte de “los dos”.

“Gracias al abogado y gracias a Dios no tendremos que separarnos como familia porque tenemos documentos legales”, dijo.

“Primero Dios, espero que alguien pueda donarme un riñón para obtener mi trasplante y ver crecer a mis hijos. Una persona que dona no solo salva la vida de un ser humano sino le salva la vida a toda una familia”, manifestó.

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