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Columna: California se enfrenta a una sequía devastadora, y es momento de actuar

Low water levels are visible at Lake Oroville on April 27 in Oroville.
En una vista aérea, los bajos niveles de agua se aprecian en el lago Oroville, el 27 de abril pasado. Cuatro años después de que el entonces gobernador de California Jerry Brown firmara un decreto para levantar la emergencia por sequía, el estado reingresó en ella a medida que los niveles de agua caen en los embalses. En el lago Oroville descendieron al 42% de su capacidad total -de 3.537,577 acres-pie.
(Justin Sullivan / Getty Images)

Los principales embalses del norte de California contienen actualmente solo la mitad del agua que normalmente contienen a finales de la primavera. Es una señal de advertencia de una nueva sequía potencialmente devastadora y una marca innegable del dramático cambio climático, escribe el columnista George Skelton.

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Cuando la nieve de Sierra Nevada se filtra en el suelo o se evapora antes de poder fluir río abajo hacia los embalses, sabemos que California enfrenta una sequía severa.

Eso mismo está sucediendo esta primavera, en toda la cordillera que es una fuente de agua primaria del estado.

El agua del deshielo que los hidrólogos esperaban, hace solo unas semanas, repusiera los embalses de las estribaciones, está desapareciendo. Es absorbida por la tierra reseca o se disipa en el aire tenue de la montaña.

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“A principios de la primavera, la capa de nieve de la Sierra era un 59% de lo normal”, afirma Jeanine Jones, gerente de sequía del Departamento de Recursos Hídricos del estado. “Fue mucho mejor que en 2014-2015”, un punto bajo en la última sequía, que duró un período de cinco años. “Entonces, esperábamos que la situación fuera mejor que en esos años. Pero la nieve simplemente no apareció como escorrentía hacia los embalses. Eso se debe a las condiciones de calentamiento y sequía. Una parte se escurrió en el suelo. Otra pasó de la nieve al vapor”.

Wade Crowfoot, secretario de la Agencia de Recursos Naturales del estado, cree que el suelo de la Sierra “nunca se recuperó de la última sequía. Está tan excepcionalmente reseco que absorbe la nieve”.

Expertos del grupo no partidista Public Policy Institute of California (PPIC) explicaron la vaporización en un informe reciente: “La atmósfera ‘más sedienta’ -una consecuencia directa del calentamiento- está aumentando la evaporación”.

“Estos dos años [2020-2021] rivalizan con los dos peores de la última sequía” en cuanto a la escorrentía, remarcó por su parte Crowfoot.

Los principales embalses del norte de California contienen hoy solo la mitad del agua que normalmente tienen a fines de la primavera. Es una señal de advertencia de una nueva sequía potencialmente devastadora. Peor aún, es la marca innegable de un cambio climático drástico. “Las últimas dos décadas han sido excepcionalmente cálidas y secas, e incluyeron la sequía más calurosa en la historia registrada del estado, entre 2012-2016”, se lee en el informe de PPIC. “El calentamiento está intensificando las sequías”.

Otra publicación del grupo afirma que los últimos dos años [fueron] comparables a lo peor de la sequía de 2012-2016 en dos formas clave:

Un informe de la ONU señala que, si bien los restaurantes y los establecimientos minoristas contribuyen al desperdicio mundial de alimentos, la mayoría (61%) de ello ocurre en el hogar. Los consumidores de todo el mundo desechan más de 628 millones de toneladas de comida cada año.

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“Primero [fue] el cuarto período de dos años más seco registrado. En segundo lugar, aunque no fueron tan cálidos como la última sequía, estos dos años estuvieron entre los muy calurosos. La combinación de escasas precipitaciones y altas temperaturas hizo que la última sequía fuera muy intensa. El mismo patrón está teniendo lugar nuevamente”.

Al presentar recientemente una propuesta de presupuesto estatal revisada de $268 mil millones, el gobernador Gavin Newsom afirmó que el almacenamiento de agua del embalse, que ya era bajo, se redujo a 500.000 acres-pies por debajo de las expectativas. Es suficiente agua para abastecer a un millón de hogares durante un año.

Tanto el Proyecto Estatal de Agua como el Proyecto Federal del Valle Central anunciaron la intención de entregar solo el 5% de los suministros solicitados este año.

Pero el sur de California está preparado para la sequía con abundante agua en los embalses y una sólida conservación. Los Ángeles consume ahora la misma cantidad de agua que en la década de 1970, a pesar de haber sumado casi un millón de personas. “El sur de California merece mucho crédito”, afirmó Crowfoot. “Es realmente el líder. Ha invertido en almacenamiento de agua y suministros diversificados. También hay más reciclaje”.

No obstante, cerca del 30% del suministro para el Distrito Metropolitano de Agua del Sur de California fluye desde el norte del estado, específicamente el Delta del río Sacramento-San Joaquín. Y esa zona se ha visto muy afectada por dos inviernos secos.

La verdad ineludible es que durante este verano y en el futuro, California ya no podrá depender tanto del deshielo de Sierra Nevada para regar la agricultura, vivificar los paisajes urbanos áridos y proporcionar agua a los hogares.

Los agricultores del Valle de San Joaquín tampoco pueden seguir bombeando en exceso el agua subterránea. Los acuíferos han sido tan saqueados que la tierra se hundió de forma alarmante en muchos lugares, agrietando canales y arruinando carreteras y puentes.

Miles de pozos se secaron durante la última sequía. El PPIC estima que 2.400 pozos del Valle Central podrían verse afectados este año por la sequía, y 900 más durante el próximo.

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En 2014, California se convirtió en el último estado en regular el bombeo de agua subterránea. Pero el ex gobernador Jerry Brown y la Legislatura carecieron tanto de la voluntad como del poder político para acelerar la regulación, que no entrará en vigor por completo durante 20 años más. Cuando lo haga, se supone que los niveles de agua subterránea serán sostenibles.

Eso probablemente requerirá el barbecho de más de 500.000 acres de tierras de cultivo, estiman los expertos.

Newsom y la líder del Senado estatal Toni Atkins (D-San Diego) pugnan por encontrar formas de aliviar las molestias de la sequía. Una preocupación especial son las personas rurales de bajos ingresos, que quedan virtualmente indefensas cuando su pequeña agencia local de agua ya no puede abastecerlas. “Lugares como esos donde hay 28 casas en un camino de tierra, atendidos por un pozo que se está secando”, ejemplificó Crowfoot.

Atkins lo sabe porque pasó su infancia en el sur de Virginia. “Como crecí en una casa sin agua corriente […], la palabra ‘sequía’ me provoca una fuerte reacción”, afirmó esta hija de un minero, hace unas semanas. Su familia solía usar una letrina y recogía agua en un barril de lluvia.

Newsom ha propuesto un plan por cuatro años de “resiliencia del agua”, valuado en $5.100 millones, más $1.000 millones adicionales para pagar facturas de agua atrasadas de las personas afectadas financieramente por la pandemia. Eso no solo asiste a las familias, también ayuda a financiar las agencias de agua locales que luchan contra la sequía.

El plan del gobernador cubre todo el espectro: proporcionar agua potable para pequeñas comunidades con pozos secos, limpiar el agua subterránea contaminada y proteger el salmón, entre otras cosas.

Atkins está impulsando un plan de $3.400 millones, enfocado en ayudar a los distritos de agua locales de inmediato. La propuesta de Newsom tiene un alcance más amplio. Probablemente negociarán un compromiso antes de la fecha límite legislativa para la aprobación del presupuesto, que será el próximo 15 de junio.

Independientemente de lo que acuerden, la lucha contra la sequía es un excelente uso del dinero de los impuestos, especialmente cuando existe un superávit récord y sin restricciones, de $38 mil millones.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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