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Columna: En Oxnard, un festival de tamales persiste a pesar de ser apenas una sombra de lo que fue

Griselda Vega muestra parte de su selección de tamales en el restaurante Ocho Regiones en Oxnard.
(Al Seib / Los Angeles Times)
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El martes pasado por la mañana, Yolanda Pina y Liliana Soria instalaron una mesa, una carpa y una pancarta que decía: “Festival del Tamal de Oxnard”. El logo mostraba un tamal con barba que llevaba un gorro de Santa Claus mientras manejaba un Volkswagen Beetle. Se instalaron frente al restaurante Ocho Regiones, el lugar donde se celebraba la última edición de la fiesta de la ciudad, que lleva 14 años celebrando este famoso producto alimenticio latinoamericano.

En 2019, el Festival del Tamal atrajo a más de 10.000 personas al centro de Oxnard. Ni de lejos llegaron tantos comensales ese día.

La construcción bloqueó un lado del Ocho Regiones. Las estrechas calles de La Colonia, el histórico barrio donde se encuentra el restaurante oaxaqueño, hacían casi imposible el estacionamiento. Una preventa realizada por la ciudad atrajo solo 41 compras de una caja de 10 dólares de cuatro tamales.

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Era el segundo año consecutivo en que Oxnard relegaba su fiesta de los tamales a un formato para llevar debido al COVID-19.

Entregan pedido de tamales en el restaurante Ocho Regiones en Oxnard
Francisco Vega con Yolanda Pina, a la izquierda, coordinadora de recreación con la ciudad de Oxnard, entrega un pedido de tamales a María Chávez en el restaurante Ocho Regiones en Oxnard.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Pina, que ha ayudado a organizar el evento casi desde su inicio, trató de darle un giro positivo al día.

“Es increíble saber que los tamales existen desde hace 9.000 años y siguen aquí”, dijo la residente de Oxnard, que dio su edad como “una quinceañera multiplicada por tres”.

Entonces, se quedó callada. “Estos lugares están perdiendo dinero”, manifestó Pina. “Queremos ayudarles”.

Los festivales de tamales florecieron en todo el sur de California este fin de semana, de Indio a Long Beach, de Placentia a Alhambra. Todos en persona.

Los organizadores del Festival del Tamal de Oxnard, gestionado por la ciudad, se niegan a volver a la normalidad.

Sara Cook lleva tamales que compró en Ocho Regiones de Oxnard
Sara Cook lleva su pedido de tamales que compró en el restaurante Ocho Regiones de Oxnard.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Hace cuatro meses, decidieron repetir la versión del año pasado: Invitar a cuatro restaurantes durante cuatro semanas a vender sus tamales para llevar. Pina y su personal no estuvieron especialmente contentos con la decisión, pero nadie se arrepintió.

Oxnard fue golpeada por el coronavirus. Sus 416 muertes por COVID-19 representan el 35% del total del condado de Ventura, a pesar de que la ciudad solo tiene el 24% de la población del condado.

Por eso, cuando Oxnard observó las estadísticas de COVID-19 en julio y trató de prever cómo podría ser en el invierno, la decisión de hacer solo comida para llevar “fue una obviedad”, dijo Jessy Tapia, supervisora de recreación de la ciudad y jefa de Pina.

“Nos dolió mucho”, dijo la mujer de 33 años. “Todavía nos duele. Los tamales son una de las mejores cosas de la temporada. Pero hacer un festival presencial ahora mismo para que la gente se reúna no nos parecía bien. Hay que respetar a los productores y a la comunidad”.

Corundas en el centro rodeadas de uchepos, tamales de Michoacán
Corundas en el centro rodeadas de uchepos. Ambos son tamales del estado mexicano de Michoacán, y formaron parte de la muestra de tamales del restaurante Ocho Regiones en Oxnard.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Ahora, mientras la variante Ómicron se extiende por todo el mundo, la decisión de Oxnard de no celebrar su festival de tamales en persona ya no parece demasiado cautelosa; es francamente profética.

“No he escuchado ninguna queja de que lo hagamos de esta manera”, dijo la compañera supervisora de Tapia, Marisue Eastlake. “¿A quién no le gusta un tamal?”.

Dentro de la cocina del Ocho Regiones, Francisco y Griselda Vega dominaban las ollas humeantes que contenían los 200 tamales que iban a vender ese día. Este equipo de esposos participó en el festival por primera vez el año pasado y ganó el trofeo al mejor tamal, en el que se ve a un chef con su gorro de toque, un cuchillo en una mano y un pescado en la otra, pero sin tamales a la vista.

Además de los tamales oaxaqueños envueltos en hojas de plátano, los Vega también ofrecían dos tipos de tamales exclusivos del estado de Michoacán, del cual es originaria Griselda: corundas en forma de triángulo y uchepos salados y dulces.

La gente pasa por el restaurante Ocho Regiones en Oxnard
La gente pasa por el restaurante Ocho Regiones en Oxnard, que participa en el reimaginado 14º Festival Anual del Tamal de Oxnard.
(Al Seib / Los Angeles Times)

“A los estadounidenses les encantan los tamales oaxaqueños. Los mexicanos que no son de Oaxaca piensan que son, bueno, interesantes”, dijo Griselda, de 30 años, riéndose. “Espero que les gusten los tamales de donde yo soy”.

“Mucha gente no los conoce, porque no creció con ellos”, replicó Francisco, de 32 años. “Pero cambian de opinión una vez que los prueban”.

Le pregunté cómo le había ido en 2021 a Ocho Regiones.

“Ha ido bien”, dijo. “Pero hoy ayudará”.

Llegaron las once de la mañana, la hora oficial de inicio de las ventas. No había clientes. Mientras esperaban a que apareciera alguien, cualquiera, Pina y sus compañeros de trabajo hablaban -¿de qué más? – pues de tamales.

Chiles, ingrediente para los tamales en el restaurante Ocho Regiones
Ingrediente para los tamales en el restaurante Ocho Regiones.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Dijo que una de las cosas que más le gustaban del Festival del Tamal de Oxnard es su empeño en incluir sus homónimos de todas las partes de América Latina, no solo los pequeños envueltos en hojas de maíz nativos del norte y el centro de México que han sido el símbolo del tamal tradicional en el sur de California desde los días de las misiones. Pina y otros empezaron a recordar los tamales del pasado: Los de estilo tex-mex rellenos de frijoles refritos, las hallacas de Venezuela y las humitas de Ecuador.

“Recuerdo los de Guatemala”, dijo Eastlake. “Uno de mis compañeros de trabajo estaba tan emocionado por poder comer tamales caseros de su país natal, que pensé que iba a llorar”.

“De este modo, recibo mi propia educación sobre los tamales”, añadió Pina. “Solo crecí con los de cerdo, pero eso es porque mi papá era de Jalisco”.

“Yo no sé hacer tamales”, admitió Soria, de 30 años. “Mi mamá no es la ‘tía’ de la familia que los hace”.

“Tengo que enseñarte, entonces”, replicó Pina. “¡Yo hago los míos con pechuga!”

De repente, llegó el primer cliente del día.

Sara Cook, una trabajadora de UC Santa Bárbara, se presentó ante Soria para hacer su pedido. Entró en el Ocho Regiones y salió con dos bolsas. “Esto es muy conveniente”, dijo la mujer de 39 años. “Tenemos que adaptarnos, crecer y cambiar en estos tiempos, y ellos lo hicieron”.

El siguiente fue Jeffrey Carranza, director de oficina del distrito escolar de Oxnard. “No se puede pensar en una Navidad latina sin tamales”, dijo este hombre de 32 años. “Se desenvuelven los regalos y luego se desenvuelven los tamales”.

“Quiero apoyar a Oxnard, así que esta fue una gran manera de hacerlo”, dijo Leslie Méndez, una empleada de Wells Fargo que pasó por allí durante su descanso para comer.

Los clientes acudieron en masa durante las tres horas siguientes. Se estacionaban en doble fila o se quedaban en medio de la calle mientras alguien se apresuraba a recoger el pedido. Cada vez que llegaba alguien, Pina gritaba a los Vega: “¡Uno más!”

Blancos o latinos, viejos o jóvenes, empleados de oficina o de clase trabajadora, Oxnard celebraba su Festival del Tamal.

“Hay una parte de mí que dice: ‘¡Esto no es un tamal!’”, bromeó Maricela Ramírez, de 65 años. Ella sostenía cuatro bolsas. “Siempre los quiero como los hacía mi mamá. Pero es genial explorar las diferentes regiones y ver lo diverso que es Oxnard, incluso entre nosotros los latinos”.

Después de que bajara el ajetreo de la hora del almuerzo, hice mi pedido. La corunda era del tamaño de un mega-wonton pero estaba delicioso; los dos tamales oaxaqueños eran suaves y espectaculares. La verdadera estrella fue el uchepo, que es difícil de encontrar en los restaurantes del sur de California a pesar de nuestra gran población michoacana. La orden venía con pequeñas tazas de cuatro condimentos: mole negro, jocoque, y salsas roja y verde que picaban.

Planeé comer solo algunos bocados de cada tamal antes de regresar a casa; me los comí todos en cuestión de minutos.

“La idea no era cancelar el Festival del Tamal”, dijo Tapia antes de irse. “Se trata de ayudar a la comunidad, y los tamales hacen eso”.

“Pero ojalá, espero en Dios, volvamos a la normalidad el próximo año”, dijo Eastlake.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

https://www.latimes.com/california/story/2021-12-05/oxnard-tamale-festival

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