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En busca de justicia, un joven de 17 años, con una enfermedad mental, mató a puñaladas a un conserje. Algunos opinan que es inocente

Dora Molina stands in front of large family photos including of her late husband, José Tomás Mejía.
Dora Molina frente a dos grandes fotos familiares, entre ellas la de su difunto marido, José Tomás Mejía, que murió apuñalado por un menor cuando trabajaba en Park La Brea hace dos años en Los Ángeles. El menor, que ahora tiene 18 años, fue condenado el lunes a un centro de tratamiento seguro para jóvenes hasta que cumpla 25.
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

José Tomás Mejía era un amado esposo y trabajador de servicios cuando murió apuñalado sin sentido a manos de un adolescente que nunca había conocido. Su asesino tenía esquizofrenia y necesitaba tratamiento desesperadamente. ¿Cómo encuentra justicia un tribunal en un caso juvenil tan complicado?

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Para Dora Molina, el adolescente que acabó con la vida de su marido es un peligro para la sociedad y debe pasar hasta 30 años entre rejas, más o menos el mismo tiempo que ella y José Tomás Mejía estuvieron juntos.

No quiere que el agresor disfrute de su juventud como si nada hubiera ocurrido después de matar al inmigrante salvadoreño, que se pasó la vida luchando por los demás.

Para quienes conocen al adolescente, el asesinato fue el último paso de un inquietante camino que comenzó en la pequeña habitación donde vio morir a su madre a causa de una enfermedad terminal; un camino que evolucionó hacia episodios maníacos y una ruptura con la realidad.

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El asesinato de Mejía y el procesamiento de su asesino, ponen de relieve la complicada búsqueda de justicia cuando las personas que cometen crímenes son jóvenes con enfermos mentales. El joven, que ahora tiene 18 años y ha sido diagnosticado con esquizofrenia, admitió el asesinato ante un tribunal de menores. Tenía 17 años en el momento del crimen; según la ley estatal, probablemente será puesto en libertad cuando tenga 25 años.

Eso enfurece a Molina y a los seres queridos de Mejía, que dicen que “la raza, la clase y los privilegios” sesgaron el resultado de “esta tragedia”. Mejía es latino, su asesino es blanco.

Dora Molina, the wife of José Tomás Mejía, looks over his janitorial shirts that still hang in the closet.
Dora Molina, la esposa de José Tomás Mejía, mira sus camisas de conserje que aún cuelgan en el armario en la casa de la pareja en el sur de Los Ángeles en junio de 2021.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)

“Este sistema de justicia nunca fue pensado para apoyar a la gente negra, morena y la gente de color”, dijo Alejandra Valles, secretaria tesorera y jefa de personal del Sindicato Internacional de Empleados de Servicios-United Service Workers West, pero más importante aún, amiga de Mejía. “La reforma de la justicia penal no debería significar que no hay rendición de cuentas y que puedes quitarle brutalmente la vida a alguien y recibir un tirón de orejas”.

Pero en un momento en que los fiscales, los expertos en justicia juvenil e incluso el Tribunal Supremo de Estados Unidos se han alejado de los castigos extremos para los asesinos adolescentes, algunos dicen que la decisión de librar al asesino de Mejía del tribunal de adultos marca un progreso.

“Entiendo que la gente sienta que tal vez este no es el resultado correcto, pero la realidad es que este es un niño que estaba sufriendo de una enfermedad mental grave que no fue diagnosticada”, dijo su abogado, Jerod Gunsberg. “Este es uno de esos casos en los que a las tres de la mañana estás levantado mirando al techo y preguntándote cómo ha llegado todo hasta aquí y te das cuenta de que no hay una respuesta fácil”.

El lunes por la mañana, en un juzgado del este de Los Ángeles, los problemas -y las familias- convergieron durante la vista de disposición del adolescente.

“Se habla de la palabra justicia y se habla de la palabra cierre. No creo que exista un cierre absoluto, especialmente en un caso como éste, porque todo el mundo ha cambiado para siempre por lo que ocurrió aquí”, dijo la juez Christina L. Hill. “¿Qué es la justicia en un caso como éste?”, se preguntó.

El adolescente tenía unos 4 años cuando a su madre le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad neurodegenerativa incurable. Lo crio mientras agonizaba en Los Ángeles y más tarde en el norte de California.

Una amiga de la familia que ayudó a criar al adolescente en Los Ángeles dijo que su madre no quería revelar su enfermedad ni siquiera a sus amigos más íntimos. Se ponía muy celosa cuando su hijo se relacionaba con otros adultos.

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El Times no identifica al adolescente porque era menor de 18 años en el momento del asesinato. La amiga, que pidió permanecer en el anonimato para proteger la identidad del adolescente, recordó varios incidentes en los que oía un fuerte “golpe” en el piso de arriba y encontraba a la madre del chico desplomada en el suelo mientras su hijo la miraba.

También es posible que su madre tuviera dificultades para cuidar de él debido a su enfermedad. A los 4 años, el niño no sabía ir al baño y seguía durmiendo en la misma cama que su madre enferma.

Tras su muerte, se fue a vivir con otra amiga que le ayudaba a cuidar de su madre en el norte de California. Tenía 12 años y pedía a la gente que le pegara en la cara.

Poco después, se fue a vivir con su padre a Los Ángeles.

En 2021, el adolescente empezó a pasarla mal en la escuela. En un momento dado, un amigo de la familia llevó al adolescente y a su novia a cenar. Después, ella comentó que él “era un maníaco”.

“¿Sabes?”, le dijo el adolescente, “he encontrado la clave de la vida y puedo hacerlo todo”.

Menos de dos meses antes del asesinato, el padre del adolescente decidió que quería mudarse a Arizona. El adolescente se negó, diciendo que quería terminar su último año de escuela en Los Ángeles y quedarse con su novia. Finalmente, el padre cedió, a pesar de ser consciente del comportamiento maníaco del adolescente, según el amigo de la familia.

No parece que el padre del chico intentara nunca llevarlo a terapia a pesar de ser consciente de sus episodios maníacos, según el amigo de la familia y Alisa Blair, ex miembro de alto rango de la oficina del fiscal del distrito que supervisaba los casos de menores.

A través de Gunsberg, el padre del acusado declinó ser entrevistado.

En las semanas previas al asesinato, el adolescente empezó a retraerse y a disociarse de la realidad, según Gunsberg. Vagaba por la ciudad y divagaba por FaceTime con sus amigos.

El 16 de junio de 2021, el entonces adolescente de 17 años envió un mensaje de texto a su novia. Dijo que necesitaba matar a su padre.

Se dirigió a Park La Brea, el extenso complejo de apartamentos donde vivía la chica y donde se habían conocido un año antes. Iba armado con un cuchillo de cocina. Alucinaciones auditivas y delirios le dijeron que estaba allí para llevar a cabo algún tipo de gran plan, dijo su abogado.

Allí fue donde se cruzó con Mejía.

Mejía tenía la misma edad que su agresor cuando huyó de la guerra civil en El Salvador. Tras llegar a México, fue asaltado, robado y se quedó sin nada. Durmió sobre sacos de cemento vacíos en la obra donde trabajaba para ahorrar lo suficiente para viajar a Los Ángeles.

Two photographs of José Tomás Mejía
Dos fotografías de José Tomás Mejía sobre su altar en el porche de la casa que compartía con su esposa, Dora Molina, en el sur de Los Ángeles, el 23 de junio de 2021.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)

Mejía, conserje de Park La Brea, trabajaba en el quinto piso de la Torre 33 cuando el adolescente se le acercó con un cuchillo en la mano. Hubo un enfrentamiento y apuñaló a Mejía más de una docena de veces. El joven cogió las llaves de Mejía e intentó entrar con ellas en el apartamento de su novia.

Pero las llaves no abrían las puertas de las unidades individuales. Así que llamó a la puerta.

El padre de la chica abrió la puerta y vio al adolescente cubierto de sangre y con un cuchillo en la mano, así que le cerró el paso, según el informe policial. Poco después, el adolescente golpeó la puerta. Cuando su novia le abrió, entró a empujones en el apartamento, con el cuchillo levantado amenazadoramente por encima de la cabeza, según dijo la policía.

El adolescente forcejeó con el padre de su novia y empujó al hombre mayor, dejándole una huella ensangrentada en la camisa, según sus entrevistas con la policía. El padre no respondió a las peticiones de comentarios.

Finalmente, padre e hija pudieron empujar al adolescente fuera del apartamento y cerrar la puerta. El joven huyó, dejando atrás el cuchillo ensangrentado y las llaves. Cuando llegaron los agentes, siguieron un rastro de sangre que conducía al cubo de la escalera.

Allí encontraron a Mejía. El hombre de 50 años no respiraba.

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La policía detuvo al adolescente en un hospital cercano, donde estaba recibiendo tratamiento por un corte en la mano. Tras su detención, fue a parar a un centro de menores. Una vez allí, según su abogado, fue evaluado por el Departamento de Salud Mental del condado y se descubrió que se encontraba en un estado psicótico completamente disociado. Se le diagnosticó esquizofrenia y se le administró un antipsicótico.

En su primera comparecencia ante el tribunal Gunsberg manifestó inmediatamente sus dudas sobre la competencia del adolescente,

El adolescente “no comprendía del todo lo que estaba haciendo allí o lo que realmente había ocurrido”, dijo el abogado. “No estaba en la realidad. Logró regresar a la realidad hasta que empezó a tomar el medicamento e inicio el tratamiento”.

El caso se convertiría en uno de los varios que pondrían a prueba la postura del fiscal de distrito George Gascón en torno el enjuiciamiento de menores. Cuando se postuló para el cargo en 2020, Gascón prometió una serie de cambios en la forma en que los fiscales hacían las cosas en Los Ángeles, que incluía resultados mucho menos punitivos para los acusados juveniles.

Al principio, prohibió rotundamente que los fiscales trataran de transferir a los menores al tribunal de adultos. Pero tras recibir reacciones negativas por su gestión de varios casos en los que se acusaba a menores de crímenes atroces, Gascón creó el año pasado un comité que podría conceder a los fiscales la aprobación para solicitar traslados a tribunales de adultos.

Candles are placed during a vigil for José Tomás Mejía near downtown Los Angeles in June 2021.
Se colocan velas durante una vigilia por José Tomás Mejía en la sede de SEIU United Service Workers West cerca del centro de Los Ángeles en junio de 2021.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

Cuando se produjo el asesinato de Mejía, la prohibición general estaba en vigor. Pero el comité revisó el asesinato y decidió no solicitar una moción de traslado. El comité sólo ha tratado de transferir tres casos a la corte de adultos desde que fue creado hace un año, según los registros públicos. Uno de esos intentos de transferencia ya ha sido rechazado por un juez.

Blair dijo que, aunque entiende el dolor de la familia Mejía, procesar a su asesino como adulto sólo serviría para arruinar una segunda vida.

“La jurisdicción de menores está diseñada al menos para facilitar los esfuerzos de rehabilitación, a diferencia del sistema de adultos, donde el objetivo es el castigo”, dijo Blair, que dejó la oficina del fiscal de distrito el año pasado.

Blair dijo que era poco probable que el caso se hubiera enviado al tribunal de adultos incluso antes de que Gascón asumiera el cargo, dados los problemas de salud mental del adolescente y su falta de antecedentes penales.

En todo el país, fiscales y legisladores se han ido alejando de los castigos extremos para los menores, incluso para los acusados de asesinato. En los últimos años, los cambios en la legislación de California han hecho más difícil juzgar a menores como adultos. El número de menores juzgados en tribunales de adultos en todo el estado cayó de 158 en 2017 a solo 25 en 2020, según los datos rastreados por la oficina del fiscal general de California.

La primera vez que Molina vio al jovencito que mató a su marido, dijo que parecía sucio, con el pelo desordenado. Sintió pena por sus padres, pensando en sus propios hijos y nietos. Pero cuando lo ha visto en el tribunal más recientemente, se ha preguntado si es un enfermo mental, porque “tiene muy buen aspecto”.

Gunsberg dijo que el adolescente ha mejorado desde que le dieron medicamento y empezó el tratamiento.

En una vista reciente, Molina se enojó cuando escuchó al juez elogiar al adolescente por su buen comportamiento. Se enojó pensando en “todas las posibilidades que va a tener”.

“Desde la primera vez que fuimos al juzgado, fue sólo para recibir malas noticias”, dijo la mujer de 63 años. “Siempre está del lado del niño”.

“Nunca han dicho: ‘Mire, señora Dora, vamos a hacer todo lo posible, porque este joven le quitó la vida a su marido’”, dijo. “Nunca, nunca una palabra así”.

No hay lugar al que Molina vaya, dijo, en el que no recuerde a su marido. Han pasado casi dos años “y siento como si hubiera ocurrido ayer”. A veces, cuando alguien ocupa el sitio de Mejía en la mesa del comedor, se imagina por un momento que es él.

Ella no estaba preparada para dirigir la casa que Mejía compró menos de un año antes de su muerte. Molina colocó cemento en el terreno donde su marido había plantado tomates, incapaz de cuidar el huerto como él lo hacía.

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Su recuerdo permanece, plasmado en fotos que cuelgan por toda la casa. Sonriendo con su uniforme de conserje. Flexionando un bíceps con su camiseta morada del SEIU-USWW. Posando frente al Capitolio del estado, adonde acudió con otros miembros del sindicato.

Molina dijo que ha pedido a Dios que se asegure de que el adolescente reciba una condena de 25 a 30 años de cárcel, lo que considera “un castigo justo por quitarle la vida a alguien”. Según la ley estatal, saldrá en libertad cuando cumpla 25 años.

Valles, de SEIU-USWW, ha acompañado a Molina en casi todas las vistas. Señaló que el adolescente es blanco y proviene de una familia acomodada, factores que, según ella, significan que se le está dejando ir fácilmente.

“No se puede analizar este caso sin tener en cuenta la raza, la clase social y los privilegios”, afirmó. “Si hubiera sido un chico moreno o negro, o el hijo de Tomás, o el hijo de un conserje, ¿esto es lo que estaría pasando ahora?”.

El lunes en el tribunal, los familiares de Mejía y del adolescente se reunieron para una emotiva audiencia de disposición. El adolescente, vestido con un mono naranja, vio cómo Molina daba un paso al frente para compartir la soledad que ha sentido desde la “cruel” muerte de su marido.

Le siguió el hermano pequeño de Mejía. Luego su primo. Luego el presidente de SEIU-USWW. Hablaron al tribunal de un hombre que ayudó a su familia en El Salvador a salir de una crisis. Que luchó por un mundo más justo para los trabajadores de la limpieza. Que fue un héroe para sus seres queridos, su sindicato y la comunidad.

Cuando el padre del adolescente se levantó de su asiento, pidió disculpas a la familia de Mejía antes de romper a llorar. Dijo que había enviado a su hijo a una de las mejores escuelas de la ciudad y que “COVID llegó y estos chicos no sabían qué hacer”.

Dijo que su hijo “padecía esquizofrenia”, lo que no se supo hasta después del asesinato de Mejía. El abuelo del chico por parte de la madre era esquizofrénico, dijo.

El adolescente habló brevemente, mirando al frente mientras ofrecía disculpas.

“Las palabras no cambiarán el dolor que he causado. Ojalá fuera así, pero ahora mismo las palabras son todo lo que tengo”, dijo. “Por favor, sepan que lo siento de verdad”.

Después de que todos hablaran, el juez afirmó que el adolescente sería enviado al Centro de Tratamiento Seguro para Jóvenes del Condado de Los Ángeles en el Barry J. Nidorf Juvenile Hall en Sylmar hasta que cumpla 25 años. Dio las gracias a la familia de Mejía por compartir su historia y lo calificó de “un ser humano digno y decente al que todos deberíamos aspirar a parecernos”.

Calificó el caso de “tragedia a muchos niveles, pero obviamente lo más trágico es que el Sr. Mejía no volverá a caminar entre nosotros”, dijo.

Y dirigió algunas de sus últimas palabras al adolescente que tenía delante: “Espero que dediques algún tiempo cada día del resto de tu vida a intentar ser el tipo de persona que era el Sr. Mejía”.

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