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En este torneo de pesca, el primer lugar puede significar un pago de 1 millón de dólares

For three days, the tournament with millions at stake becomes Las Vegas on water.

La competencia transforma a Los Cabos en una suerte de Las Vegas sobre el agua, con récord de premios millonarios

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Mientras la tripulación del Stella June disfrutaba de platos de fusión asiática en el Chubby Noodle, en el soñoliento Paseo de la Marina, el capitán Evan Salvay se pasaba los dedos por el cabello despeinado después de un día de agua salada, viento, sol abrasador y fuerte ansiedad.

Salvay, de 27 años, había estado a ambos lados de las olas, emocionantes y a veces crueles, en el torneo de pesca de pez espada negro y azul de Bisbee, la competencia de pesca deportiva más millonaria del planeta. Hace un año, un pez obtenido por este residente a tiempo parcial de Point Loma y Huntington Beach, se tradujo en más de $3 millones.

Pero hace dos años, un pez 14 libras más pesado superó a su ejemplar, una captura potencial de $1 millón, y la paga se desplomó a $7.020.

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El pago estimado para la mayor captura de este día fue de $1.23 millones. El Stella June había atrapado a un pez espada negro de 466 libras, que se mantuvo como el mejor ejemplar de la jornada por horas. Pero a dos cuadras y media de distancia, un bote se acercaba al muelle con el único pez restante para pesar.

¿Las costillas glaseadas? ¿Los camarones con sal y pimienta? La idea de la comida le daba náuseas a Salvay. “No puedo comer nada, amigo”, reconoció.

Bisbee's Black and Blue tournament
Embarcaciones que participan en la competencia de pesca de Bisbee se dirigen a la línea de salida, en el segundo día del torneo, el más rico de su tipo en el mundo. (John Gibbins / San Diego Union-Tribune)
(John Gibbins / San Diego Union-Tribune)

El Bisbee comenzó como una estratagema de marketing y una soleada deducción fiscal tramada por el ya fallecido Bob Bisbee, por entonces dueño de un muelle de combustible y una tienda de aparejos en Newport Beach. El torneo se convirtió en un evento gigante, que atrae a pescadores como el Dr. Phil de la televisión, el actor Jan-Michael Vincent, el artista de artes marciales mixtas Tito Ortiz y Rick Mears, cuatro veces ganador de las 500 millas de Indianápolis, que se unen a equipos internacionales de países que van desde Israel a Sudáfrica.

Durante tres días, cada octubre, la competencia transforma a Los Cabos en una suerte de Las Vegas sobre el agua, con un récord de $4.591.950 en premios este año, al final de líneas de pesca que se extienden desde 126 embarcaciones.

A 466-pound black marlin is hoisted to the scale.
El marlín negro de 466 libras capturado por un equipo de San Diego en el barco Stella June es izado a la escala durante el torneo.
(John Gibbins / San Diego Union-Tribune)

Los minúsculos márgenes de error pueden hacer que los ánimos exploten. Un año, un bote dobló detrás de otro y cortó los señuelos empleados para atraer a un raro y valioso pez espada desde las profundidades. Cuando los equipos se encontraron, ya en los muelles, estuvo a punto de desatarse una feroz pelea.

Wayne Bisbee, el hijo de Bob, recordó que el capitán infractor invitó a la competencia a su bote para elegir señuelos como ofrenda de paz. “Al día siguiente, uno de esos señuelos ganó el torneo”, afirmó.

Otro año, los participantes se negaron a abandonar la cena de premiación en la playa cuando entró una marea de tormenta y continuaron bebiendo en las mesas con las piernas sumergidas. Había un bar urbano a bordo de camiones de bomberos locales, mientras los organizadores arrojaban cuentas al estilo del Mardi Gras. El año pasado, un capitán de Louisiana acumuló una factura en la barra por $6.000. “Es un caos controlado”, dijo Tricia Bisbee, la hija de Bob.

También es el máximo evento de pesca deportiva para cientos de personas que acechan al enorme pez espada que habita una de las biosferas más ricas de la tierra. La tasa promedio del torneo (un pez debe pesar al menos 300 libras para calificar) ronda habitualmente alrededor del 98%. Eso comienza a enmarcar las cuentas y las probabilidades vertiginosas de obtener un ejemplar valuado en millones.

Salvay y el Stella June tenían ese pez. Lo que no sabían, mientras el sol se precipitaba hacia el horizonte occidental y el olor de los tacos de cerdo coreanos flotaba por la habitación, era cuán grande sería su cheque. El teléfono vibró cuando llegó un mensaje de texto. Una embarcación llamada True Grit traía el último ejemplar del día a la estación de pesaje. La tripulación se levantó de la mesa y corrió para saber la respuesta.

Salvay se fue a su habitación de hotel. “No voy a sentarme allí a mirarlo. Es lo que es”, explicó más tarde sobre el momento tenso del 24 de octubre. “El futuro ya está escrito”.

Pistols signal the start of the last day of the Bisbee's tournament.
Las pistolas señalan el comienzo del último día del torneo de Bisbee. (John Gibbins / San Diego Union-Tribune)
(John Gibbins/San Diego Union-Tribune)

El torneo de Bisbee reúne dinero en efectivo del agua salada del sur de California, barones de la tierra de Texas, empresarios chinos y más, en un lugar donde el Océano Pacífico brinda destinos de pesca.

Cada equipo pagó una base de $5.000 para participar, pero eso sólo significaba la inversión financiera real. Para ganar mucho dinero -y decenas de barcos se deslizan en el puerto deportivo para tal fin-, los más valientes saltaron a diversas categorías para obtener premios de un millón de dólares.

Como contexto, el premio para el pez más grande pagó casi $108.000, mientras que el peso más colectivo se tradujo en $61.500. Sin embargo, la suma que generó entusiasmo en los 51 equipos fue canalizada en tres lotes diarios, que pagaba $30.000 en total para cada equipo.

Por primera vez, esos lotes diarios pagaron más de $1 millón por día. En los 38 torneos anteriores, no se ganaba más de un cheque de $1 millón en un año.

Los equipos pueden contribuir a varios premios gordos; ir “en todos los ámbitos” -ingresar a todas las categorías principales- cuesta $71.500.

La semana anterior en Los Cabos Offshore, otro torneo de Bisbee, una embarcación logró casi $445.000 por un pez espada azul de 328 libras porque ingresó a los lotes de premios correctos. El ganador general del torneo, con un ejemplar negro de 468 libras, recaudó mucho menos ($89.530).

“¿Hay algún elemento de apuesta en todo esto?”, preguntó un veterano pescador de San Diego, Cory Grodske, quien ayudó a un propietario de La Jolla, Bill McWethy, a ganar sus $685.000 y $765.000 en 2016 y 2017. “Claro que sí”.

A las 7:45 a.m. todos los días, los barcos se apiñaban detrás de una línea de salida imaginaria que se extendía desde el Arco de Cabo, un clásico de las fotografías, más allá de un barco de dos pisos con pistolas de bengalas. Pescaban en cualquier lugar dentro de un radio de 40 millas de Cabo, con opciones tanto en el Mar de Cortés como en el Pacífico. Las líneas tenían que estar fuera del agua a las 5 p.m., y los equipos tenían hasta las 9 p.m. para pesar.

También debían informar por radio la hora, las especies y la ubicación del pez capturado. Desde 2000, el torneo exige que un miembro del equipo ganador se someta a una prueba de polígrafo. Sólo dos han fallado, comentó Wayne Bisbee.

Ryan Griffin, Seth DuBois and captain Evan Salvay from the Stella June
De izquierda a derecha, Ryan Griffin, Seth DuBois y el capitán Evan Salvay del equipo Stella June.
(John Gibbins / San Diego Union-Tribune)

Los pescadores acuden al evento de todas partes del mundo. Los organizadores estiman que un 10% combinado compite rutinariamente en equipos de Japón y ex repúblicas soviéticas. Los mejores capitanes y tripulaciones del deporte también viajan a Cabo para la ocasión.

“Si fuiste a la Gran Barrera de Coral para pescar, ni siquiera te molestes”, comentó Wayne Bisbee. “Cualquier tripulación australiana que valga la pena, que haya atrapado cualquier cosa, está ahora aquí. Lo mismo con Kona, en Hawái. No vaya a Kona esta semana. Cualquier capitán que valga la pena está aquí”.

La frenética competencia diaria comenzó a las 8 a.m., llena de adrenalina, antes de que una línea tocara el agua. Pensemos en una carrera de Fórmula Uno en Europa, donde los autos pasan de la velocidad fija a la velocidad máxima en un abrir y cerrar de ojos, zigzagueando para obtener una posición valiosa. En el torneo de Bisbee, los “autos” vienen en diferentes tamaños, con caballos de fuerza que varían enormemente.

Algunas embarcaciones eclipsaron los 40 nudos, cerca de 50 mph, mientras corrían hacia el azul sin límites. Otras se encontraron meciéndose en las estelas superpuestas, como un zapato deportivo en una lavadora.

Anteriormente, los pescadores habían compartido un video de un torneo inmediatamente anterior al Bisbee más reciente, que mostraba un bote detrás de un competidor a alta velocidad. El púlpito que sostiene el ancla que se extiende desde la proa cruzaba por completo sobre la popa vecina. Si alguien hubiera estado en la popa, las consecuencias podrían haber sido catastróficas.

A veces, los botes y las tripulaciones encuentran problemas de inmediato. Hace una década, sólo minutos después del comienzo, los oficiales del torneo corrieron para rescatar a la tripulación a bordo del Bottom Line, que se incendió y se hundió antes de que alguien pudiera recuperar pasaportes, billeteras u otras pertenencias. En otra ocasión, una embarcación clásica hecha a medida perdió un tablón en su casco y tragó agua mientras aceleraba. Se hundió en minutos. “Y, créase o no, fue el mismo capitán que estaba en el barco que se quemó”, comentó Wayne Bisbee.

Mike Kusler, el dueño de Kusler Yachts en Kona Kai Marina, en Hawái, pescó su primer Bisbee a bordo de un Hatteras de 70 pies llamado Resilient. Liberaron a un pez espada azul, pero Kusler quedó prendado del espectáculo.

“Sólo de ver todas esas embarcaciones en la alineación para el pistoletazo, todo el dinero en los botes, quedé asombrado”, dijo. “Hay cientos de millones de dólares en esa línea de salida. Esta es la meca de nuestra industria”.

Entre los contendientes, el Stella June, un SeaHunter de 45 pies, resultó ser el más inusual. La consola central al aire libre carece de los cómodos salones con clima controlado disponibles en la mayoría de los mejores barcos. El Stella June ofrece apenas un poco de sombra, por lo cual el equipo sumergía las toallas en agua helada para cubrirse el cuello. Una cubeta se convirtió en un baño improvisado.

Escuchaban rap a todo volumen para animar el espíritu mientras pescaban con rayados de cinco libras. El equipo compitió sin una silla de combate, un elemento básico para los participantes de élite que maximizan el apalancamiento y el apoyo que brinda ese artículo. A bordo del Stella June, Jazz Moorhead, de Costa Mesa, y Ryan Griffin, de Newport Beach, lucharon contra 466 libras en un arnés de pie.

En el día dos de la competencia, Griffin —que rastrea rutinariamente a peces espada enormes en Kona— vio a una lechuza espiando a la tripulación mientras el grupo se dirigía antes del amanecer hacia el puerto deportivo.

“Estamos compitiendo contra barcos de 120 y tanto más, y los mejores pescadores del mundo, sin duda”, afirmó Griffin, de 34 años. “Esto puede cambiar la vida. Vi a esa lechuza volar majestuosamente y me dije: “En Hawái, eso es realmente un signo de buena suerte”.

Y lo fue. Ese día atraparon a su contendiente.

The big money eluded the Stella June team
La gran cantidad de dinero eludió al equipo de Stella June, que terminó en cuarto lugar en el evento.
(John Gibbins/San Diego Union-Tribune)

A la 1:32 p.m., tenían sólo uno de los cinco peces espada negros capturados en la jornada, y uno de los dos posibles contendientes que desembarcaron en el torneo para el propietario y pescador Ivan Vanortwick, quien hizo dinero gracias a Jungle Boys, un colectivo de cannabis en Los Ángeles. Los tripulantes pelearon con el pez gigante durante 121 minutos.

Pero en el Bisbee, el fracaso a veces se impone. “Es emocional”, dijo Grodske, del C Bandit II, sobre la pérdida de un pez. “Hay una descarga de adrenalina, luego ese momento de decepción. Pero eso no puede hacer que hagas un mal lanzamiento [como en el béisbol]. No puedes dejar que te saque de quicio. El pez también tiene que ganar un poco”.

Durante el torneo de tres días, en octubre, 175 peces negros y azules fueron atrapados. Sólo nueve calificaron, después de 3.402 horas de pesca colectiva.

Cuando True Grit trajo el ejemplar final, los miembros de la tripulación del Stella June corrieron por un callejón vacío que conducía al bullicioso puerto deportivo. Griffin, Moorhead y Seth Dubois, de Orange, se metieron en una estación de pesaje repleta de pescadores, turistas confundidos y locales.

Un día antes, un pez del mismo peso, 466 libras, había ganado $1.75 millones. Salvay trató de explicar las probabilidades de que dos peces ganadores fueran, a los fines del torneo, iguales. “La diferencia son las onzas, que no son distinguibles en la balanza”, dijo.

A medida que el pez de True Grit era izado para determinar su valor financiero, nadie entre la masa sudorosa se dio cuenta de las identidades de los tres hombres del Stella June, o lo que estaba en juego entre ellos.

Wayne Bisbee tomó un micrófono para ventilar su destino.

Salvay había jugado todos los ángulos, surcado las aguas adecuadas, atraído la picada correcta. Ahora, en su habitación de hotel, sólo tenía que esperar.

¿Estaba esperando su boleto de lotería? ¿Por una casi increíble segunda vez? ¿Dos años consecutivos?

Griffin, Moorhead y Dubois estiraron el cuello. Bisbee bramó por el micrófono. “Cuatrocientas... ¡NOVENTA Y OCHO LIBRAS!”.

Mala suerte.

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Los casi $1.3 millones se convirtieron en $11.070 por terminar en cuarto lugar en el torneo. Los tres equipos superiores a ellos se unieron al club millonario. Otros $24.625 adicionales en torneos y premios del capitán se evaporaron al terminar en un puesto demasiado bajo.

“Recibí un mensaje de texto y me dije: ‘Bueno, me voy a la cama’”, dijo Salvay, detallando cómo procesó las noticias desalentadoras. “Ganamos $3 millones el año pasado. Hemos estado en la cima y me ha pasado exactamente lo mismo. He visto todo el espectro. Hubiera sido devastador hace un par de años. De hecho, lo fue”.

“Duele un poco, claro”, agregó. “Pero te despiertas a la mañana siguiente, y después de haber dormido lo pones en perspectiva”.

Algunos miembros de la tripulación del Stella June calificaron el potencial de ganar premios millonarios como “un cambio de vida”. Pero compartieron las malas noticias con gracia. En el banquete de premiación sonrieron, dieron palmadas en la espalda y actuaron como si estuvieran a punto de celebrar un gran premio. ¿El consuelo? Hay otro torneo a 363 días de distancia.

“Cuando vienes aquí, que es esencialmente el Super Bowl de la pesca, y pesas un pez y subes a un podio, obtienes un pequeño trofeo, un pequeño cheque… de lo que realmente se trata es de la experiencia”, aseguró Salvay.

Una experiencia como ninguna otra.

Miller escribe para el San Diego Union-Tribune.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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