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Columna: Los Juegos Olímpicos deben ser cancelados después de que los japoneses han pasado de ser fans a manifestantes en medio de la tensión por el COVID

A "No Olympics" banner is placed by protesters in Tokyo during a demonstration against the Tokyo Olympics.
Una pancarta de “No a las Olimpiadas” es colocada por los manifestantes en Tokio durante una protesta en marzo contra los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020. Algunas enfermeras de Japón están indignadas por la petición de los organizadores de los Juegos Olímpicos de Tokio de que se envíen 500 de ellas para ayudar en los Juegos.
(Hiro Komae / Associated Press)

Con el 3% de su población vacunada, y Tokio y otras prefecturas bajo estados de emergencia extendidos, no hay justificación para que Japón sea sede de los Juegos Olímpicos.

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Hace varios años, cuando Shohei Ohtani jugaba en su país natal, fue homenajeado en una entrega de premios junto al patinador artístico medallista de oro olímpico Yuzuru Hanyu.

Cuando el presentador mencionó que ambos habían nacido en 1994, Ohtani reconoció que no era el deportista más importante en el escenario.

“Me considero parte de la generación Hanyu”, dijo Ohtani.

Los héroes olímpicos se convierten en algunas de las personas más famosas de Japón, lo que les abre las puertas para convertirse en políticos (la judoka Ryoko Tani, la patinadora de velocidad Seiko Hashimoto) y en artistas (la luchadora Saori Yoshida). Además, se casan con estrellas del pop, como el nadador Kosuke Kitajima.

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Porque en tiempos ordinarios, los japoneses adoran los Juegos Olímpicos.

Tengan en cuenta esto cuando lean sobre las encuestas que muestran que entre el 60% y el 70% de los japoneses quieren que se cancelen los Juegos Olímpicos de Tokio. Imagínense cómo están las cosas como para que quieran suspender un evento al que tienen tanto aprecio, nada menos que en su propio país.

Esto roza en la locura, ya que los Juegos Olímpicos siguen programados para comenzar en menos de 10 semanas.

Las revelaciones sobre lo que se necesita para organizar los Juegos de Verano han simplificado el argumento en contra de ellos, ya que se sabe que el comité organizador de los Juegos Olímpicos de Tokio ha solicitado a la Asociación de Enfermería de Japón que envíe 500 enfermeras y ha pedido a 30 hospitales que admitan a los atletas infectados antes que a otros pacientes.

Con menos del 3% de su población vacunada, y con Tokio y varias otras prefecturas bajo estado de emergencia prolongado debido a la propagación de una nueva y más contagiosa cepa del coronavirus, no se justifica el desvío de recursos médicos de un sistema sanitario ya sobrecargado.

Japón tiene muy pocas camas de cuidados intensivos, unas cinco por cada 100.000 personas en 2019, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Alemania tiene alrededor de 34 y Estados Unidos casi 26.

En la actualidad, la pandemia se ha cobrado más de 11.000 vidas japonesas, más del doble del total registrado en cualquier otra nación de Asia Oriental.

Estos fueron los puntos que se mencionaron una y otra vez en una reciente reunión del parlamento durante la cual el primer ministro, Yoshihide Suga, fue atacado por los legisladores de la oposición.

Suga dijo en un momento que no priorizaba los Juegos por encima del bienestar de los ciudadanos japoneses, mientras que en otro manifestó que la decisión de organizar o cancelar el evento de tres semanas dependía del Comité Olímpico Internacional.

Como si se pudiera confiar en el COI. La cancelación de las Olimpiadas podría disuadir a otras ciudades de querer organizar futuros Juegos, poniendo así en peligro la propia existencia del COI.

Suga no quiso decir si los Juegos Olímpicos se llevarían a cabo si las tasas de infección estuvieran en la fase 3 (“rápida”) o en la fase 4 (“explosiva”).

Cuando se le preguntó si su negativa a responder a la pregunta indicaba que los Juegos seguirían adelante si las tasas de infección eran “explosivas”, Suga respondió: “Nunca he dicho eso en absoluto”.

Suga repitió una frase que ya había dicho varias veces sobre su deseo de organizar unos Juegos que fueran seguros para los atletas y que a la vez protegieran a los ciudadanos del país.

¿Entonces, los Juegos Olímpicos se cancelarán si las tasas de infección estuvieran en la fase 3 o 4?

“Mi respuesta es la que acabo de decir”, dijo Suga.

El desafío de Suga se inspira en el dinero y la política, ya que el gobierno busca recuperar al menos parte de los miles de millones de dólares que invirtió en estos Juegos con el telón de fondo de unas elecciones nacionales que tendrán lugar a finales de año.

El 73% de los ingresos cuatrienales del COI, de 5.700 millones de dólares, proceden de los derechos de retransmisión, como ha informado David Wharton, de The Times. La NBC es la titular de los derechos en Estados Unidos.

El índice de aprobación de Suga se ha desplomado a menos del 40%, lo que tiene sentido si se toma en cuenta que está pidiendo al país que vaya en contra de su propia voluntad y lleve a cabo los Juegos Olímpicos.

Los japoneses actúan de forma cuidadosa y metódica. Tienen reservas sobre los extranjeros.

Su baja tasa de vacunación es producto de esta cultura. Debido a la desconfianza generalizada hacia los medicamentos extranjeros, Japón insistió en realizar sus propias pruebas de vacunas nacionales, lo que retrasó el lanzamiento y eliminó cualquier posibilidad de que su población alcanzara la inmunidad de rebaño para el inicio de los Juegos el 23 de julio.

Japón ya ha prohibido el ingreso de los aficionados extranjeros y pronto podría prohibir también a los aficionados locales, pero el país tendrá que abrir sus fronteras a decenas de miles de atletas, personal de apoyo y periodistas.

No es de extrañar que haya tantas voces de oposición.

Incluso destacados líderes empresariales se han pronunciado en contra de los Juegos Olímpicos. El director ejecutivo del minorista online Rakuten, Hiroshi Mikitani, calificó los Juegos de “misión suicida” en una entrevista con CNN. El director ejecutivo de SoftBank, Masayoshi Son, declaró a la CNBC que tendría “miedo” por Japón y otros países si se celebran los Juegos Olímpicos.

Hace dos años, la estrella del tenis Kei Nishikori se asoció con un dúo de comediantes para promover la construcción de un monumento olímpico. En aquella conferencia de prensa, Nishikori habló con entusiasmo de los Juegos. La semana pasada, su tono había cambiado por completo.

“Si muere, aunque sea una persona”, dijo, “sería lamentable”.

Los puntos de vista opuestos no son bienvenidos. Cuando un asesor económico de Suga tuiteó el equivalente japonés de “LOL” (reírse a carcajadas) para expresar su incredulidad de que los Juegos pudieran ser cancelados, hubo peticiones generalizadas para que dimitiera.

Los sentimientos antiolímpicos han aumentado hasta el punto de que los famosos han renunciado a participar en el relevo de la antorcha y los patrocinadores se han mostrado reacios a publicar anuncios que los relacionen con los Juegos.

El caso de la nadadora Rikako Ikee fue especialmente importante en este debate nacional. El mes pasado, esta joven de 20 años, superviviente de la leucemia, se convirtió en una heroína nacional al clasificarse para los Juegos Olímpicos. Durante las dos últimas semanas, recibió mensajes en las redes sociales exigiendo que se retirara de los Juegos. Ikee respondió por Twitter diciendo que entendía las peticiones de cancelación y que estaba personalmente preocupada por el coronavirus debido a su historial médico. Concluyó su mensaje de cuatro tweets pidiendo a la gente que apoyara a los atletas.

Estos Juegos Olímpicos se denominaron en su día “Juegos de la Reconstrucción”, con el fin de celebrar la recuperación de la región de Tohoku tras el devastador terremoto y el tsunami que provocaron un desastre nuclear. Irónicamente, los propios Juegos son ahora radiactivos.

Por muy catastrófico que sea suspender los Juegos Olímpicos, la alternativa parece ser peor.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí.

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