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Firmado, sellado, entregado: Cómo el regalo de una pelota de béisbol de 1963 conectó a dos hombres de Oxnard

Buddy Salinas, 69, holds a baseball signed by the 1963 Milwaukee Braves, including Denny Lemaster.
Buddy Salinas, 69, holds a baseball signed by the 1963 Milwaukee Braves, including Denny Lemaster, the finest pitcher to come out of Oxnard.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

Denny Lemaster fue un fenómeno de pitcheo en Oxnard High que se convirtió en un jugador de Grandes Ligas. Buddy Salinas tenía una pelota de béisbol firmada por él en 1963 que se sintió obligado a devolver.

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Sintiéndose animado tras su ceremonia de graduación en la preparatoria de Oxnard y la cena con su madre y su novia, Denver Clayton Lemaster -todos le llamaban Denny- giró hacia la estrecha calle y dejó escapar una risita nerviosa. Los autos se encontraban alineados en la acera y una docena de hombres esperaban en la entrada.

“Vaya”, dijo su madre desde el asiento trasero. “¿Qué es todo esto?”.

Los hombres eran reclutadores de las Grandes Ligas que se esforzaban por ofrecer más dinero a Denny de lo que jamás había imaginado. Era el año 1958, aún no se había implementado el draft de las Grandes Ligas y los prospectos podían firmar con cualquier equipo al graduarse de la preparatoria. Denny, un lanzador zurdo con una bola rápida explosiva y una curva espectacular estuvo en el centro de una guerra de ofertas.

Los Lemasters invitaron a los reclutadores a su casa y les pidieron amablemente que se pusieran en fila de forma ordenada. Uno tras otro, hicieron su ofrecimiento.

“Había a una madre campesina que no sabía nada de béisbol y, su hijo, que acaba de cumplir 19 años, negociando con estos tipos”, dice Denny.

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Oxnard High School pitcher Denny Lemaster in 1957.
(Courtesy of Jeffrey Wayne Maulhardt / Baseball in Ventura County)

Él sabía lo suficiente como para usar una oferta de beca de la USC a su favor y firmó con los Bravos de Milwaukee por $80.000, unos $769.000 de hoy. En cuestión de días se catapultó fuera del condado de Ventura e inició una carrera profesional de 15 años que, en 1962, lo convertiría en compañero de equipo de los futuros miembros del Salón de la Fama Warren Spahn, Hank Aaron, Joe Torre y Eddie Mathews.

Esa misma noche de junio, Baudelio Salinas Jr. de seis años - todos lo llamaban Buddy - estaba despierto en la casa de Oxnard de dos habitaciones y un baño que compartía con sus padres y siete hermanos.

Buddy soñaba a lo grande, y se imaginaba jugando béisbol, subiéndose al montículo del lanzador y acribillando a los bateadores como su ídolo, Denny Lemaster. Se convirtió en un lanzador estrella de las Ligas Menores, con crónicas en las mismas páginas deportivas del Oxnard Press-Courier que describían las hazañas de Lemaster con los Bravos y, finalmente, con los Astros de Houston. Pero cuando llegó el momento de hacer una prueba para el equipo de Oxnard High, Buddy, de 5’4” de estatura, fue eliminado.

Su amor por el béisbol y su admiración por Lemaster nunca desaparecieron. Buddy se casó con su novia de la preparatoria, Mitzi, puso en marcha un negocio de fontanería y se sumergió en la vida de su comunidad, un hombre gregario que aparentemente conocía a todo el mundo en Oxnard y podía recitar anécdotas sobre los mejores atletas de la ciudad.

El 13 de febrero de 1980, en un trabajo a dos cuadras de su propia casa, Buddy subió a lo alto de un armario de la habitación para colocar una tubería y se fijó en una pelota de béisbol escondida en la esquina más alejada de una estantería. Había nombres firmados por toda la pelota. La hizo girar en su mano y se la llevó al dueño de la casa, John Milani, que le dijo: “Puedes quedártela Buddy”.

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Al llegar a casa, examinó la pelota con detenimiento. Las firmas eran de jugadores de los Bravos de Milwaukee de 1963. En la caligrafía practicada de la época, saltaban los nombres de Spahn, Aaron, Torre y Mathews.

Buddy giró lentamente la pelota. Lew Burdette, Bob Uecker...

¡Ahí estaba! En cursiva y tinta azul: Denny Lemaster.

A baseball signed by the 1963 Milwaukee Braves includes the signatures of hall of famers.
A baseball signed by the 1963 Milwaukee Braves includes the signatures of Hall of Famers Warren Spahn, Hank Aaron, Eddie Mathews and Joe Torre. It also has the signature of Denny Lemaster, a top pitcher from Oxnard.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

Buddy compró una funda protectora para la pelota y la guardó en una caja fuerte: una conexión con el lanzador que idolatraba pero que nunca conoció, el jugador de las Grandes Ligas en el que nunca se convirtió.

Buddy, que ahora tiene 69 años, tuvo una idea cuando estaba en el hospital hace 18 meses. Los médicos le dijeron que solo le quedaban días de vida. La pelota de béisbol, que había guardado durante tanto tiempo, debía ser devuelta a su propietario original.

Se recuperó lo suficiente de los problemas de hígado, riñones y vejiga como para salir del hospicio y recuperar la movilidad. Fue una especie de milagro que estuviera vivo para ver a los Bravos de Atlanta ganar la Serie Mundial el otoño pasado. Y el pensamiento se repitió.

A la mañana siguiente, Buddy se dirigió a la cocina y dejó la pelota sobre la mesa. “Voy a buscar a Denny Lemaster y le voy a dar esto”, le dijo a Mitzi, que al principio se mostró incrédula.

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“Dale la pelota a tu nieto”, respondió ella. “Puede ayudar a pagar la escuela”.

Alec Salinas, estudiante de justicia penal en el Ventura College, levantó la vista de su desayuno. “El abuelo puede hacer lo que quiera con esa pelota. Estaré bien”.

Así que Buddy, equipado con un iPad y un nieto experto en Internet, se dispuso a localizar a Denny. Pero los correos electrónicos y las llamadas telefónicas a los Bravos no fueron devueltos. Los amigos y parientes habían fallecido o estaban ilocalizables.

“Parecía que todo el mundo pensaba que yo era un viejo loco”, dice Buddy.

La Sociedad de Investigación del Béisbol fue el único destinatario del correo electrónico que respondió inmediatamente, diciendo que estaría encantado de aceptar la pelota. Buddy se rio. Lo único que le importaba era llegar a Denny.

Alec Salinas and his grandfather Buddy Salinas, with a baseball signed by the 1963 Milwaukee Braves.
Alec Salinas, left, and his grandfather Buddy Salinas, with a baseball signed by the 1963 Milwaukee Braves, including Denny Lemaster.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

“Solo quiero que el hombre sepa que era querido en Oxnard”, dice Buddy. “La gente de Oxnard nunca lo olvidó y lo queremos. Y punto.

“Oxnard significa mucho para él. Lo sé”.

Denny, de 82 años, vive cómodamente cerca de Atlanta con su segunda esposa, Bunny. Muchos de sus siete hijos viven cerca, al igual que un par de docenas de sus 39 nietos y bisnietos.

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Cuando se retiró del béisbol en 1972, trabajó como guía de pesca y caza, y luego sorprendió a su familia revelando su faceta artística, tallando y pintando señuelos de madera que ganaron premios y se vendieron bien durante muchos años.

Le gusta recordar, aunque su vida se vio interrumpida más de una vez por una tragedia indescriptible.

Denny se trasladó al condado de Ventura a los 7 años. La Segunda Guerra Mundial acababa de terminar y su padre, Cyrus Lemaster, anhelaba la prosperidad que, según había oído, abundaba en California. Cyrus había dejado la escuela en cuarto grado, pero sus manos eran fuertes por haber ordeñado vacas durante años en granjas cerca de Springfield, Mo.

Un amigo llamó y le dijo a Cyrus que tenía un trabajo esperando en la lechería Adohr Farms si podía llegar a Camarillo. Cyrus cargó sus pertenencias en la parte trasera de una camioneta Ford de 1937, subió a su mujer, Mildred, a Denny, a su hija Lana y al gato de la familia en el asiento delantero y se dirigió al oeste.

Adohr alojó a los Lemaster en la propiedad de la lechería por $31 al mes. Mildred encontró trabajo como enfermera, y Denny sintió curiosidad por un juego que los hijos de los trabajadores de la lechería jugaban en un campo abierto cerca de su casa.

“¿Qué están haciendo?”, preguntó Denny a un vecino. El hombre se rio. “Jugando al béisbol”. Le dijo a Denny que esperara allí y volvió con un guante.

Column One

A showcase for compelling storytelling from the Los Angeles Times.

Denny sabía lo suficiente como para tener la mano izquierda libre para agarrar una pelota y lanzarla. Se puso el guante en la mano derecha y el hombre dijo: “Mano equivocada”.

“Haré que funcione”.

El hombre sonrió. “Es tuyo. Pero no lo dejes en la lluvia”.

Denny usó el guante en la mano equivocada hasta que sus padres le compraron un guante de tres dedos para zurdos en Sears para su noveno cumpleaños. Él y Lana se pasaban las tardes jugando al aire libre mientras sus padres estaban trabajando, y él se pasaba horas lanzando piedras a los postes.

Un día de junio de 1951, Lana estaba saltando por el patio de una granja lechera cerca de la iglesia baptista de Pleasant Valley cuando el suelo cedió, tragándosela en un pozo negro de aguas residuales a 35 pies de profundidad. Denny se apresuró a buscar a los vecinos para que la ayudaran, pero ya era demasiado tarde.

Se celebró un servicio religioso. A los pocos días, los adultos volvieron a trabajar y Denny regresó al campo de juego.

“Éramos gente pobre y sin educación”, dice Denny. “Si eso ocurriera hoy, habríamos sido dueños de Adohr Farms”.

Tres años después, la tragedia volvió a golpear. Denny acababa de empezar la secundaria y volvía a casa por el centro de Oxnard, mirando los escaparates, cuando una mujer le dijo que su padre había tenido un accidente de auto.

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Denny corrió hacia el Hospital St. John. Una monja lo llevó a una habitación y le dijo que Cyrus Lemaster había muerto.

“Francamente, eso fue como una patada en el trasero”, dice Denny. “Mi padre era un gran aficionado al béisbol. Podía recitar la lista completa de los Dodgers de Brooklyn. Lo único que él quería que yo hiciera era que fuera jugador de béisbol. Desde entonces tuve una gran determinación”.

The Oxnard Press-Courier front page with the death of Lana Lemaster in 1951.
(Newspaperarchive.com)

Denny podría haberse descontrolado fácilmente, pero las comunidades de Oxnard y Camarillo se unieron en torno a él y a su madre.

Él y su mejor amigo, Donnie Chase, a menudo pedían aventón para volver a Camarillo desde la escuela en Oxnard y siempre les recogía una cara conocida. Les dejaban en la lechería, donde los productos frescos de los campos de Oxnard alimentaban a las familias de los trabajadores.

“Todas las noches cenábamos al aire libre”, dice Denny. “Todavía hoy puedo oler esas comidas”.

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Una noche tranquila, Denny se llevó a su madre aparte y le dijo que nunca haría nada que la avergonzara.

“Ese era mi lema en la escuela”, dice Denny. “A esa edad puedes meterte en muchas cosas. Cuando veía que alguien se descontrolaba, recogía y me iba. Eso se convirtió en mi rutina”.

Buddy Salinas tenía su propia rutina cuando cumplió ocho años: Ir a los campos de las Pequeñas Ligas a las 7 de la mañana y no volver a casa hasta el atardecer. Los jugadores de las Pequeñas Ligas de Oxnard jugaban en el Parque Durley, a una cuadra de la pequeña casa de la calle Cedar, donde aquellos siete hermanos suyos, tan cariñosos como eran, se disputaban el tiempo de ir al baño y se apiñaban alrededor del refrigerador.

Durley Park tenía baños -donde no había que repartir empujones para entrar- y una barra de aperitivos. Lo mejor de todo es que había béisbol en cuatro campos durante todo el día. Aprendió a hacer girar la pelota de forma correcta, lanzando una curva para lograr strikes antes de que la mayoría de los niños pudieran siquiera encontrar el plato.

Buddy, que apenas medía 1.70 metros a los 11 años, era el lanzador más eficaz de la liga. Lanzó un juego perfecto el 23 de junio de 1964, y después el admirado entrenador contrario le invitó a comer en el bar. A la mañana siguiente, el Oxnard Press-Courier publicó el siguiente titular: “Niño lanza juego perfecto”.

Buddy leyó la página de deportes acurrucado en su rincón de la cama compartida. Cerró los ojos y se permitió soñar con lanzar en el Dodger Stadium, con ser un All-Star de las Grandes Ligas, sueños que parecían posibles porque se habían hecho realidad para el propio Denny Lemaster de Oxnard.

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Buddy fue una estrella de las ligas menores durante cinco años seguidos. Ganó la competencia de todo el condado cuando estaba en la escuela secundaria. Desarrolló un don para fijarse un objetivo y conseguirlo, y lo ha hecho durante toda su vida.

Cuando su hija, Robbie, cumplió 21 años, Buddy tuvo una idea: hacer que el artista Wayne Newton llamara a Robbie a la fiesta que iba a organizar para ella en Las Vegas.

Buddy alquiló una limusina, se dirigió a la Casa de Shenandoah de Newton y habló por el interfono: “Sr. Newton, sé que tiene una hija, y estoy aquí con mi hija por su 21º cumpleaños. Ella es muy importante en mi vida. ¿Podría llamarla si le doy el número y la hora de la cena?”.

Esa noche, en el Horseshoe Steakhouse, el mesero se rio cuando Buddy le pidió que pusiera un teléfono en su mesa porque Wayne Newton iba a llamar. A la hora indicada, sonó el teléfono del restaurante y el maitre, atónito, contestó y le pasó el teléfono a Robbie Salinas.

The Oxnard Press-Courier story on 11-year-old Buddy Salinas pitching a perfect game in Little League in 1964.
The Oxnard Press-Courier story on Buddy Salinas throwing a perfect game in Little League in 1964.
(Newspaperarchive.com)

“Robbie, soy Wayne Newton. Feliz cumpleaños”. Esa noche, Buddy y Robbie asistieron al espectáculo de Newton y éste le dedicó una canción.

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El zurdo que Buddy vio lanzar en Oxnard High fue uno de los lanzadores más dominantes en la historia de Southland. Denny lanzó siete no-hitters, incluyendo un juego perfecto. Su promedio de carreras ganadas en la temporada de 1958 fue de 0.14.

Las ligas menores no se habían consolidado en el condado de Ventura cuando Denny era un jovencito. El primer béisbol organizado que jugó fue en un equipo semiprofesional masculino llamado Blue Sox de Camarillo. Comenzó como chico del bate antes de unirse al equipo como primera base a los 14 años.

Poco después de la muerte de Cyrus Lemaster, el director del equipo, Demetrio Ayala, le dijo a Denny que quería que lanzara todos los domingos durante el verano y el otoño, cuando los partidos tenían más asistencia. “Estos tipos están casados y tienen hijos, y yo ni siquiera tengo 16 años”, respondió Denny. “¿Estás seguro?”, Ayala sonrió y asintió.

“En tres años lanzando para ellos, solo perdí tres partidos”, dice Denny. “Todos los domingos, el señor Ayala me daba un gran abrazo y me metía un billete de $100 en el bolsillo trasero”.

Muy pronto, los Bravos de Milwaukee depositaron un cheque de $80.000 en su cuenta bancaria. Para 1962, se había ganado un lugar en la rotación inicial. Su partido más memorable fue el 9 de agosto de 1966, cuando, mientras lanzaba para los Bravos de Atlanta, superó a Sandy Koufax al llevar un juego sin hits hasta la octava entrada de una victoria por 2-1 en un juego completo frente a 52.269 aficionados, en ese momento la mayor afluencia de público en el estadio de Atlanta.

Cada temporada baja, Denny regresaba a Oxnard y conducía un camión para la misma empresa de asfalto que le dio su primer trabajo después de salir de la escuela. Y un día, tras la temporada de 1963, le dio una pelota firmada a Milani, un amigo y mentor que también trabajaba en la empresa de asfalto.

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La tragedia volvió a golpear cuando la esposa de Denny, Earlene, murió en un accidente de auto a mediados de los años 70s. Denny se volvió a casar en 1983, y hoy él y Bunny tienen numerosos recuerdos de la carrera de Denny. Lo que no tenía, sin embargo, era cierta pelota firmada por todo su equipo en 1963.

Es curioso cómo una pelota de béisbol, destinada a ser lanzada, girada y bateada a más de 100 mph, puede producir conectividad después de estar inmóvil durante décadas.

Finalmente, alguien respondió a una llamada de Buddy: El hijo de Denny, Dennis, un electricista cerca de Atlanta. Le dio a Buddy el número de teléfono de Denny, y pronto se produjo una conversación entre dos compañeros de Oxnard y amantes del béisbol.

“Es todo lo amable que uno puede ser”, dice Buddy. “Se enfadó conmigo porque no paraba de llamarle señor. Llámame Denny, me dijo. Tómate todo el tiempo que quieras. Él quería seguir charlando. Fue algo hermoso”.

Denny Lemaster, second from bottom right, as a bat boy with the Camarillo Blue Sox in 1949.
Denny Lemaster, second from bottom right, as a bat boy with the Camarillo Blue Sox in 1949. Manager Demetrio Ayala is top right.
(Courtesy of Jeffrey Wayne Maulhardt / Baseball in Ventura County)

Debido a las firmas de los cuatro jugadores del Salón de la Fama, la pelota valdría unos $500 para un coleccionista. Buddy calcula su valor de forma diferente.

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“No tiene precio”, dice. “A Denny le llegará directamente al corazón. Cuando la agarre, solo quiero que sienta esa pelota y diga: ‘Sí, me acuerdo’”.

El lunes, Denny hizo precisamente eso, al recibir la pelota que Buddy había enviado por correo, firmado, sellado y entregado. Los recuerdos le invadieron.

De John Milani, Demetrio Ayala y todos los que apoyaron su camino tras la muerte de su hermana, su padre y su primera esposa.

The ball signed by the 1963 Milwaukee Braves. The top two signatures are Warren Spahn and Hank Aaron.
The ball signed by the 1963 Milwaukee Braves. The top two signatures are Hall of Famers Warren Spahn and Hank Aaron.
(Mel Melcon / Los Angeles Times)

De los años con los Bravos, haciéndose amigo de los inmortales Hank Aaron y Warren Spahn, del gracioso Bob Uecker y de Joe Torre, su cátcher en 114 salidas.

“Pienso en la cantidad de gente que me acompañó en el camino, y realmente he sido bendecido”, dice Denny. “Este amigo de Oxnard, Buddy, hizo todo lo posible para que recordara esos días en el béisbol. Se lo agradezco profundamente”.

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La saga se ha desarrollado como Buddy había previsto. Pero no parece que haya terminado.

“Oxnard ni siquiera tiene un Día de Denny Lemaster”, dice. “Eso es una desgracia. Él puso a Oxnard en el mapa. Voy a tener que trabajar en eso”.

Denny Lemaster holds a baseball while sitting in front of some of the duck decoys he carved and painted.
Denny Lemaster took up carving and painting wooden duck decoys after retiring from baseball in 1972. He sits in front of some of his work while holding the baseball he received from Buddy Salinas.
(Photo courtesy of Denny Lemaster)

To read this story in English, click here

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