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Columna: Trump nuevamente promete un plan para reducir los precios de los medicamentos. No va a funcionar

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Un vial de insulina puede costar a los estadounidenses más de $300. El mismo vial se puede comprar en Canadá por $30. ¿Deberíamos comprar todos nuestros medicamentos al norte de la frontera?
(Arkasha Stevenson / Los Angeles Times)
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El presidente Trump reiteró recientemente la promesa que hizo antes de asumir el cargo: que trabajaría incansablemente para reducir los precios de los medicamentos recetados.

“Los trabajadores estadounidenses no merecen pagar precios tan altos por los medicamentos que necesitan”, tuiteó Trump el otro día. “Estamos luchando DIARIAMENTE para asegurarnos de que eso SUCEDA”.

Su solución, dijo, es que los estadounidenses importen medicamentos de Canadá “que son MUCHO MÁS BARATOS de lo que tenemos ahora”.

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Esta idea se basa en que Canadá nos haga un gran favor, lo que parece cada vez más improbable. Más sobre esto en un momento.

Si el presidente hablara en serio sobre los precios estratosféricos de los medicamentos y la codicia de la industria farmacéutica, propondría medidas más agresivas.

Seguiría el ejemplo de otros países desarrollados.

La diferencia clave es que la mayoría de estas otras naciones tienen sistemas de seguro de pago único, lo que llamamos “Medicare para todos”, que utilizan su poder de negociación para mantener los precios de los medicamentos a un precio asequible.

En Estados Unidos, los planes Medicare y Medicare Advantage cubren a casi 60 millones de personas. No hace falta decir que eso es muy importante en cualquier negociación de precios.

“Acceder que Medicare negocie los precios de los medicamentos permitiría que el mercado opere de manera más eficiente y probablemente tenga un gran impacto en los gastos por medicinas”, dijo Josh Carlson, profesor asociado de la industria farmacéutica en la Universidad de Washington.

“Es una opción razonable a considerar dado el poder de mercado actual de los fabricantes farmacéuticos”, me dijo.

Pero los legisladores republicanos, actuando a instancias de las compañías farmacéuticas, durante años se han resistido a los movimientos para permitir que Medicare negocie con los fabricantes de fármacos.

De hecho, no hay límite a lo que las compañías farmacéuticas pueden cobrar en este país. Los políticos conservadores dicen que un mercado libre protege a los consumidores del aumento de precios.

La realidad es que el estadounidense promedio gastó $90 ajustados por inflación al año en medicamentos recetados en 1960, según Kaiser Family Foundation. Esa cifra se ha disparado a alrededor de $1.200.

Eso es un aumento de más del 1.000%.

El mercado libre, en otras palabras, no está haciendo su trabajo.

Nuestros pares económicos lo reconocieron hace mucho tiempo, por lo que, junto con las negociaciones de precios, regulan los costos farmacéuticos para evitar que las personas enfermas sean utilizadas como una ganancia.

En Canadá, por ejemplo, la Junta de Revisión de Precios de Medicamentos Patentados garantiza que los costos de las medicinas “no sean excesivos”, lo que significa que las empresas no pueden cobrar lo que quieran por medicamentos que salvan vidas.

Un beneficio justo está bien. Conducir a los enfermos a la deuda o la bancarrota no lo es.

Canadá también tiene una ley que exige que los nuevos medicamentos innovadores, los realmente caros, no puedan tener un precio más alto que el costo promedio de la misma medicina en todo el mundo. Esto asegura que el precio para los canadienses sea justo en relación con lo que la gente paga en otros lugares.

Regulaciones similares se pueden encontrar en Gran Bretaña, Francia, Alemania, Japón y otros países desarrollados. Tales reglas son la razón por la cual las personas en cada una de estas naciones gastan sólo una fracción de lo que los estadounidenses pagan en medicamentos recetados.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, los británicos gastan $469 por persona anualmente en medicamentos, o un poco menos de un tercio de lo que desembolsan los estadounidenses.

Los franceses gastan $653, o aproximadamente la mitad de nuestro total, los alemanes $823 y los japoneses $838.

Los investigadores han descubierto que los pacientes de EE.UU pueden pagar hasta 16 veces más de lo que pagan las personas en otros países por algunos medicamentos. Eso no es un mercado libre, eso es algo parecido a la serie “The Sopranos”.

Tengo una solución simple. Junto con el empoderamiento de Medicare para usar su influencia en el mercado (que es como se supone que debe funcionar un mercado libre), tratemos a las compañías farmacéuticas no como negocios ordinarios sino como servicios públicos, brindando una función que es crucial para el bien público.

Southern California Edison, San Diego Gas & Electric y Pacific Gas & Electric son empresas con fines de lucro, pero no pueden cobrar lo que quieren. Tienen que pedir permiso a la Comisión de Servicios Públicos de California antes de cualquier aumento de tarifas.

Como parte de ese proceso, cada empresa necesita defender su aumento propuesto y demostrar que los precios más altos son justos y necesarios.

Eso es razonable. No se desea que las empresas que disfrutan del poder de monopolio cobren lo que quieran. No habría límite a los que intentarían salirse con la suya.

Los medicamentos recetados merecen un tratamiento similar.

Haga que las compañías farmacéuticas vayan ante un panel de expertos y justifique los precios deseados, que presenten evidencia de los costos de investigación y desarrollo. Exíjales que comprueben por qué una sola píldora debería costar $1.000, como fue el caso cuando Gilead Sciences presentó su medicamento Sovaldi contra la hepatitis C en 2014.

Al igual que con las compañías eléctricas, si se justifican tarifas más altas, que así sea. Pero cobrar lo que ofrezcan en el mercado como medicamentos recetados no es sólo una mala política pública. Es malvado.

Para citar sólo un ejemplo, el precio de la insulina casi se ha triplicado desde 2002, y aproximadamente una cuarta parte de las personas con diabetes están tomando menos insulina de la que deberían para hacer que el medicamento de alto precio dure más tiempo, según la Asociación Americana de Diabetes.

Un vial de insulina puede costar a los estadounidenses más de $300. Exactamente el mismo vial se puede comprar en Canadá por $30.

Algunos expertos temen que los controles de precios de Estados Unidos obstaculicen la investigación de nuevos medicamentos.

“Las negociaciones punitivas de precios correrían el riesgo de empeorarnos al reducir la innovación farmacéutica futura”, dijo Jeffrey Clemens, profesor asociado de economía en UC San Diego.

Pero también dijo que “las verdaderas negociaciones basadas en la rentabilidad” incitarían a las compañías farmacéuticas a “desarrollar medicamentos de alto valor”, lo que sugiere que la innovación no necesariamente sufriría en medio de un precio justo.

El plan de Trump es aprovechar el sistema de salud más racional de Canadá y permitir que los estadounidenses importen medicamentos de nuestro vecino del norte. Esto sería útil para nuestro país. Para Canadá, no tanto.

Canadá no tiene un suministro interminable de medicamentos recetados. Un estudio reciente estimó que tomaría sólo unos seis meses consumir el suministro completo de medicinas de Canadá si una porción significativa de los estadounidenses comprara allí.

Mark Duggan, un economista de la salud en la Universidad de Stanford, dijo que no se sorprendería si las compañías farmacéuticas usaran la escasez causada por los estadounidenses como una excusa para aumentar sus precios canadienses.

Incluso especuló que algunas empresas farmacéuticas simplemente dejarían de vender en Canadá, “que tiene una población más baja que el estado de California” (población de Canadá: 37.6 millones; California: 39.6 millones).

Sobra decir que muchos canadienses no están entusiasmados con la idea de servir como la farmacia de descuento de Estados Unidos.

“Canadá no apoya acciones que puedan afectar negativamente el suministro de medicamentos recetados en su país y potencialmente aumentar los costos de los fármacos recetados para los canadienses”, dice un reciente documento informativo para funcionarios canadienses obtenido por Reuters.

El plan de Trump, en otras palabras, es el enfoque más flojo posible para abordar los precios de medicamentos que están fuera de control, descargando nuestro problema en otro país que ha tomado medidas más significativas. También potencialmente atornilla a los canadienses en nombre de ayudar a los estadounidenses.

El presidente dice que “los estadounidenses que trabajan duro no merecen pagar precios tan altos por los medicamentos que necesitan”.

Es verdad. Pero Trump aún no ha demostrado que está preparado para hacer el trabajo necesario para solucionar el problema.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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