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Crece el temor por la militarización de la policía en medio de las protestas

La policía se prepara con gases para hacer cumplir el toque de queda.
La policía se prepara con gases para hacer cumplir el toque de queda, mientras los manifestantes corean en Atlanta, el martes.
(John Bazemore / Associated Press)
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Los oficiales rodearon un sedán que conducía lentamente cerca de una protesta en el centro de la ciudad y exigieron que los dos estudiantes universitarios negros que viajaban en el vehículo salieran de él.

“¡Abre la maldita puerta!”, gritó un oficial.

“No, no sé qué está pasando”, suplicó la joven.

Cuando comenzó a salir del automóvil, un oficial, con equipo antidisturbios, le apuntó con una pistola eléctrica y disparó. Otro agente rompió la ventanilla del lado del conductor y atacó con el arma eléctrica al muchacho que iba al volante. Su cuerpo se sacudió y luego quedó inerte.

El alcalde de Atlanta rápidamente condenó las tácticas y despidió a dos de los oficiales en menos de 24 horas. El martes, tres días después del incidente, se emitieron órdenes de arresto contra seis policías. Pero para entonces, cientos de miles de personas habían visto un video de la situación, que avivó aún más la indignación que sienten muchos manifestantes por el comportamiento de la policía en Estados Unidos.

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Un oficial de policía de Santa Ana dispara gases lacrimógenos contra una multitud durante una protesta, el sábado.
Un oficial de policía de Santa Ana dispara gases lacrimógenos contra una multitud durante una protesta, el sábado.
(Gina Ferazzi / Los Angeles Times)

Desde que las protestas comenzaron a tomar las calles del país exigiendo justicia para George Floyd, un hombre negro desarmado que murió bajo custodia policial, las agencias policiales y los manifestantes a quienes intentan controlar han desplegado diversas tácticas en una situación que se volvió un drama nacional sobre la raza y la creciente desconfianza en las instituciones públicas.

En algunas ciudades, incluidas Atlanta y Houston, los jefes de policía hablaron directamente con los manifestantes. Los oficiales en otras ciudades se arrodillaron en solidaridad con las multitudes. Pero noche tras noche, a medida que las reuniones mayormente pacíficas a menudo terminan en saqueos e incendios provocados, otras escenas llamativas y más militaristas comenzaron a aparecer en las pantallas de televisión y las cuentas de Twitter.

Imágenes de una nación en conflicto con sí misma: los tanques corrían por las calles urbanas. Las tropas de la Guardia Nacional, vestidas con prendas de camuflaje, patrullaban con armas de asalto colgadas sobre sus hombros. En varias ciudades, manifestantes y periodistas heridos sangraban después de que los oficiales dispararan balas de goma contra la multitud. Los manifestantes en Filadelfia, a quienes la policía intentó dispersar con gases lacrimógenos, gritaban: “No puedo respirar”, las mismas tres palabras que Floyd pronunció antes de perder el conocimiento, mientras la rodilla de un oficial blanco presionaba su cuello.

A medida que pasaban los días y la ira se intensificaba, los manifestantes en varias ciudades arremetieron contra la policía. Un oficial estaba en estado crítico el martes, después de ser baleado cerca del Circus Circus Hotel and Casino en Las Vegas, mientras la policía intentaba dispersar a las multitudes que les arrojaban botellas.

“Con estas protestas, que están causando disturbios”, afirmó el sheriff del condado de Clark, Joe Lombardo, “una tragedia sólo genera otra”.

Cuatro policías en St. Louis fueron alcanzados por disparos en protestas nocturnas que derivaron en situaciones mortales, aunque sus heridas no fueron de gravedad. Tal atmósfera expuso nuevamente una polarización sobre la ley y el orden, y la desconfianza que muchas personas negras y morenas tienen por las instituciones -plagadas de racismo- con respecto a la vivienda, la atención médica y la justicia penal.

Entre la discordia se encuentran aquellos que apoyan a los policías, en una batalla entre saqueadores y autoridad; algunos incluso afirman que la policía ha sido demasiado discreta mientras que las pequeñas empresas ahora enfrentan daños por millones de dólares. En última instancia, las imágenes y videos del comportamiento de los oficiales en las protestas contra la brutalidad policial, donde los agentes saben que están siendo grabados, han avivado aún más las frustraciones y las divisiones sobre la policía en Estados Unidos.

El lunes, a la sombra de la Casa Blanca, la policía militar vestida con equipo antidisturbios disparó balas de goma, granadas explosivas y gases lacrimógenos contra una multitud pacífica. Según el presidente Trump, una demostración de fuerza de la policía no sólo era apropiada, sino necesaria. Minutos después de que los manifestantes fueran dispersados con gases lacrimógenos, el presidente prometió desplegar “miles y miles de soldados fuertemente armados, personal militar y agentes del orden” en las ciudades estadounidenses. La escalada, dijo, era necesaria para poner fin a los disturbios civiles.

Un grupo de amigos rezan en Louisville, Kentucky, el martes.
(Darron Cummings / Associated Press)

Pero Jim Coleman, profesor de derecho en la Universidad de Duke, considera que es el movimiento equivocado. “Todo esto empeorará si los gobernadores y los funcionarios locales siguen el consejo de Trump y utilizan una fuerza abrumadora para poner fin a las manifestaciones”, señaló el catedrático, quien dirige el Centro de Justicia Criminal y Responsabilidad Profesional de esa casa de estudios. “Podemos terminar siendo un país peligrosamente endeble”.

Los policías que controlaban la violación del toque de queda en Louisville, Kentucky, el lunes por la madrugada, dispararon y mataron al dueño negro de un restaurante después de que el hombre supuestamente les disparara. Los líderes pidieron que se den a conocer las imágenes de las cámaras corporales, pero el alcalde de la ciudad reveló que los oficiales no las habían activado. El alcalde despidió al jefe de policía, que ya estaba dispuesto a renunciar. Cerca de 550 millas al este, en Richmond, Virginia, el jefe de policía advirtió que los agentes que habían usado gases lacrimógenos contra un grupo de manifestantes pacíficos serían sancionados.

En Atlanta, el departamento de policía parece vacilar entre tácticas opuestas: demostraciones de fuerza con mano dura y un enfoque de retroceder y escuchar. El departamento se mostraba orgulloso en los últimos años de haber trabajado para desarrollar una presencia menos antagónica con los manifestantes: vigilaban las marchas y manifestaciones de forma remota, a través de cámaras de CCTV, y hacían que los oficiales llevaran uniformes regulares en lugar de vestimenta militar.

Hasta que este fin de semana, el video de los oficiales de Atlanta que rodearon a los estudiantes universitarios, rompieron la ventana del auto y arrojaron a la joven de su asiento, se viralizó. El fiscal de distrito del condado de Fulton, Paul Howard, anunció que seis oficiales serán acusados de agresión agravada después del incidente con los universitarios. “No es indicativo de la forma en que tratamos a las personas en la ciudad de Atlanta”, enfatizó Howard.

En una tarde reciente, Andrew Goodman, un maestro de secundaria de 48 años, hacía una pausa mientras montaba su bicicleta en el Centennial Olympic Park, de Atlanta, y pensaba en estos tiempos: otro capítulo en las divisiones políticas y guerras culturales de la nación. “Trump está avivando la violencia”, remarcó, y agregó que el discurso del presidente “apestaba a totalitarismo y terrorismo gubernamental” y era un marcado contraste con las ramas de olivo simbólicas que el país presenció cuando un sheriff en Michigan que marchaba con manifestantes y policías en su ciudad natal se arrodilló.

Después de ver más del discurso presidencial, se sintió preocupado por la referencia de Trump a la Segunda Enmienda. “Definitivamente, una sutil llamada a las armas para su base de seguidores de la derecha alternativa”, expresó.

En St. Paul, Minnesota, no lejos de donde Floyd murió bajo custodia policial, manifestantes se reunieron el martes al pie del capitolio estatal. Los encuentros son una protesta, indicó Wakpor Rangel, quien trabaja para las Olimpiadas Especiales. “Hablan mucho de lo roto que está nuestro país”, afirmó Rangel, quien es negra. Su marido, Zach, un hombre blanco, estaba cerca de allí, con un letrero que decía: “Mi esposa no es una amenaza”.

Minutos después, un hombre con un megáfono gritó: “¿Alguien más está asustado?”.

La multitud gritó, luego comenzó a corear: “Ya es suficiente”.

En la vecina Minneapolis, Jerry Starr, de 59 años, estaba feliz de ver una fuerte presencia policial. Después de varios días, finalmente había dormido bien el lunes. Otras noches, comentó, se había quedado vigilando su lote de autos de los saqueadores quienes, según él, habían arrasado el vecindario, saquearon una licorería y un Target, y prendieron fuego a una tienda de empeño. “Dado que los militares y la policía pudieron responder, todo ha estado bien”, manifestó. “Pasó del caos al orden”.

La policía en las décadas de 1950 y 1960 fue, en comparación, más agresiva contra los derechos civiles y los manifestantes que se oponían a la guerra de Vietnam. La militarización de ese cuerpo comenzó oficialmente en la década de 1970, durante la “guerra contra las drogas”. Estados Unidos recordó ese momento hace seis años, cuando oficiales fuertemente armados con equipo antidisturbios marcharon por las calles de Ferguson, Missouri, durante las protestas después de que un policía blanco matara a Michael Brown, un joven de 18 años.

La policía de Atlanta se enfrenta con un manifestante.
(John Bazemore / Associated Press)

El ex presidente Obama emitió una orden ejecutiva en enero de 2015 que impuso algunas limitaciones en la transferencia de equipos militares a los departamentos de policía de todo el país. Pero dos años más tarde, Trump, quien hizo campaña como un mandatario aferrado a la “ley y el orden”, revirtió el decreto de la era anterior.

Un grupo bipartidista de legisladores renovó un impulso para poner fin a un programa del Pentágono que transfiere armamento militar a los departamentos locales del orden.

En Atlanta, el martes, Sedio Stuart, una estudiante de arte y fotógrafa de 22 años que protestó en los últimos días, dijo que la policía estaba actuando de manera mucho más agresiva que en la primera manifestación, la semana pasada. Dos de los mejores amigos de la joven resultaron heridos durante el fin de semana, cuando la policía disparó balas de pintura y de goma contra la multitud. El discurso de Trump acerca del despliegue del ejército, comentó, sólo había exacerbado el conflicto. “A él realmente no le importa por qué protestamos”, expresó Stuart. “En verdad no quiere escucharnos; sólo desea sacarnos de las calles”.

Lee informó desde Los Ángeles, Jarvie desde Atlanta y Hennessy-Fiske desde St. Paul, Minnesota.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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