Anuncio

Trump considera a tres mujeres para el tribunal superior; todas inclinarían la balanza hacia la derecha

Tres juezas profundamente conservadoras han surgido como la lista corta del Presidente Trump para suceder a la fallecida jueza Ruth Bader Ginsburg en la Corte Suprema.

Share

Tres juezas de la corte de apelaciones, todas conservadoras recientemente nombradas para el cargo, están entre las principales candidatas del presidente Trump para reemplazar a la fallecida magistrada de la Corte Suprema Ruth Bader Ginsburg, según personas familiarizadas con el proceso de selección.

Trump afirmó durante el fin de semana que seleccionaría a una mujer para reemplazar a Ginsburg, una leona liberal, cuya muerte, el viernes pasado, provocó más confusión en las últimas semanas de una campaña presidencial divisiva, a medida que el presidente y el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, de Kentucky, se comprometieron a llenar la banca lo antes posible.

Las tres probables finalistas tienen credenciales legales impresionantes e historias personales convincentes. También seguramente inclinarán el tribunal superior hacia la derecha, quizá durante años, mientras los jueces abordan algunos de los problemas sociales más polémicos, incluidos los derechos al aborto, la reforma de la atención médica y la desigualdad racial, señalaron expertos legales.

Anuncio

Las dos principales contendientes para la nominación, adelantaron los funcionarios, son Amy Coney Barrett, una ex profesora de 48 años de la Facultad de Derecho de Notre Dame y niña mimada del sistema legal conservador, actualmente en el Tribunal de Apelaciones del Séptimo Circuito, y Bárbara Lagoa, de 52 años, ex fiscal federal que fue la primera cubanoamericano en servir en la Corte Suprema del estado en Florida y ahora forma parte del 11° Circuito. También está Joan Larsen, una ex jueza estatal de 51 años de edad en el estado de Michigan -ahora clave en las elecciones-, actualmente en el 6° Circuito.

Trump mencionó específicamente a Barrett y Lagoa en una llamada telefónica con McConnell poco después de la muerte de Ginsburg, según una fuente familiarizada con la conversación, que no está autorizada a ser citada por su nombre.

La elección podría hacerse pública a finales de esta semana, pero es incierto si el Senado intentaría actuar sobre el tema antes de las elecciones del 3 de noviembre, agregó la persona.

Algunos asesores de Trump impulsaron a Lagoa con la creencia de que nominarla ayudaría al presidente con los votantes cubanoamericanos en Florida, un estado clave en las elecciones, donde las encuestas muestran una carrera reñida entre Trump y el candidato demócrata, Joe Biden.

Lagoa tiene profundas raíces en Florida. Nació en Miami y obtuvo su licenciatura de la Universidad Internacional de Florida. Graduada en 1992 de la Facultad de Derecho de Columbia, trabajó como abogada en estudios legales del área de Miami hasta 2003, cuando se convirtió en fiscal federal. En 2006, Lagoa ocupó un puesto en un tribunal de apelaciones estatal y el año pasado el gobernador de Florida, Ron DeSantis, la designó para un puesto en el tribunal superior del estado. Menos de un año después, Trump la eligió para el 11° Circuito, que tiene jurisdicción sobre casos federales en Florida, Alabama y Georgia. Se desempeña en esa corte desde diciembre pasado.

Cuando se le preguntó el sábado sobre Lagoa, Trump afirmó que es “una persona extraordinaria. Escuché cosas increíbles sobre ella”. Pero, agregó, “no la conozco. Es hispana y muy respetada”.

Larsen, quien ha pasado la mayor parte de su carrera como profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan, es más conocida en los círculos legales conservadores. Ocupó un puesto clave en la influyente Oficina de Asesoría Legal del Departamento de Justicia en 2002-2003, durante la administración de George W. Bush, y luego fue nombrada para un puesto en la Corte Suprema de Michigan. Fue confirmada en la corte federal de apelaciones a fines de 2017, por 60 votos contra 38. No está claro si Trump la ha conocido en persona.

El presidente sí conoce a Barrett y ha quedado impresionado, lo cual parece darle una ventaja, admitieron personas familiarizadas con el pensar del presidente.

Barrett quedó finalista en 2018 para ocupar el puesto de Anthony Kennedy, que finalmente fue para Brett Kavanaugh. Debido a que ya ha sido examinada, la Casa Blanca podría actuar con velocidad para nominarla sin tener que preocuparse por sorpresas desagradables que podrían descarrilar una confirmación, aunque se sabe que Trump ignora tales advertencias al elegir personas para otros puestos.

¿Un clon de Trump para la Corte Suprema? Inmigrantes los más afectados entre grupos como…

Sep. 20, 2020

Barrett creció en Nueva Orleans y se graduó en 1997, como la mejor de su clase de la Facultad de Derecho de Notre Dame, donde luego se convirtió en docente. Trump la nombró en 2017 para el Séptimo Circuito, que tiene jurisdicción sobre casos federales en Indiana, Illinois y Wisconsin.

Como los demás, Barrett cumple la mayoría de las expectativas más importantes de Trump. Es joven y probablemente serviría durante décadas (los jueces de la Corte Suprema son nombrados de por vida), y es una conservadora confiable, respaldada por la Sociedad Federalista, que ha servido como campo de pruebas para los candidatos judiciales republicanos. Trabajó como secretaria del ex juez de la Corte Suprema Antonin Scalia, un héroe legal de la derecha. En sus escritos legales y tres años en la corte de apelaciones, Barrett ha dado pistas de que fallaría alineada con los jueces más conservadores en disputas sobre derechos civiles, derechos de voto, libertad de expresión y separación de la iglesia y el estado.

También ha expresado su voluntad de revocar precedentes que cree que no están en consonancia con la Constitución. Por eso, los partidarios conservadores y los opositores liberales ven a Barrett como un voto clave para deshacerse del histórico fallo de Roe vs. Wade de 1973, que estableció el derecho de las mujeres al aborto.

Seguir el precedente “no es una regla estricta”, escribió Barrett en un artículo de revisión legal de 2013. “Tiendo a estar de acuerdo con quienes dicen que el deber de un juez es con la Constitución y, por lo tanto, es más legítimo para ella hacer cumplir su mejor entendimiento de la Constitución en lugar de un precedente que considera claramente en conflicto con ésta”.

En declaraciones de 2013, coincidiendo con el 40 aniversario del fallo de Roe vs. Wade, Barrett “habló tanto de su propia convicción de que la vida comienza en la concepción como del ‘alto precio del embarazo’ y las ‘cargas de la maternidad’ que enfrentan especialmente las mujeres, antes de preguntarle al auditorio si el choque de convicciones inherente al debate sobre el aborto se resuelve mejor democráticamente”, según un relato aparecido en una revista de Notre Dame de una presentación que hizo a los estudiantes. Y en 2015, firmó una carta dirigida a los obispos católicos que afirmaba las enseñanzas de la iglesia como verdad, incluida la creencia en el “valor de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural”.

Hace cuatro años, el interés por designar a jueces conservadores a la Corte Suprema ayudó a persuadir a los republicanos escépticos a apoyar a Donald Trump para la presidencia

Sep. 20, 2020

NARAL Pro-Choice America, que apoya el derecho al aborto, luchó contra la confirmación de Barrett ante la corte de apelaciones en 2017, diciendo en ese momento que estaba “alineada con organizaciones extremas, antielección, y que sus escritos dejan en claro que ella cree que el fallo de Roe vs. Wade es incorrecto”. Se espera que NARAL y otros grupos activistas por el derecho al aborto presionen fuertemente contra cualquier candidata de Trump.

Barrett tiene otra cualidad intangible que probablemente atraería al presidente: es buena en televisión. Además, tiene cinco hijos biológicos y dos adoptados de Haití, un cuadro que podría atraer a un mandatario que siempre está consciente de la imagen.

Cuando los senadores la interrogaron durante una audiencia de 2017, Barrett desvió tranquilamente sus preguntas y rechazó los ataques a su historial, incluso cuando los demócratas la interrogaron sobre su religión.

La senadora Dianne Feinstein de California, la demócrata de mayor rango en el panel, presionó a Barrett en la audiencia para indagar cómo su fe católica podría afectar su capacidad para ser un juez justo.

“¿Por qué tantos de nosotros en este lado tenemos esta sensación tan incómoda de que el dogma y la ley son dos cosas diferentes?”, preguntó Feinstein en la audiencia de 2017. “Creo que cada religión tiene su propio dogma. La ley es totalmente diferente. Y pienso que en su caso, profesora, cuando lee sus discursos, la conclusión a la que se llega es que el dogma vive con fuerza dentro de usted, y eso es motivo de preocupación”.

Barrett respondió que ella “aplicaría fielmente todos los precedentes de la Corte Suprema” como jueza de apelación. Más tarde agregó: “Nunca impondría mis propias convicciones personales a la ley”.

Timothy Johnson, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Minnesota, señaló que tales respuestas podrían convertir a Barrett en una de los principales contendientes. “Se trata de una persona que al presidente Trump le encantaría, porque está dispuesta a hacer retroceder a la izquierda”, comentó.

Eli Stokols, redactor de planta de The Times, contribuyó con este informe.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

Anuncio