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Con silencio, republicanos habilitan final de partida

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, escucha durante un acto sobre el precio de los medicamentos con receta, en la sala de prensa de la Casa Blanca, en Washington, el 20 de noviembre de 2020.
(ASSOCIATED PRESS)
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Los legisladores republicanos apuestan a que el presidente Donald Trump, una vez agotados sus recursos legales contra la elección, acabará por aceptar su derrota ante Joe Biden.

Pero en realidad sucede justamente lo contrario.

A medida que las cortes desestiman una demanda detrás de otra, Trump multiplica los esfuerzos para trastornar el proceso. En lugar de aceptar la realidad del resultado, el presidente quiere utilizar el poder de su puesto para anularlo. El viernes convocó a legisladores de Michigan a la Casa Blanca y se comunicó con dirigentes del Partido Republicano antes del plazo de la semana próxima para certificar los resultados de la elección. También podría invitar a los de Pensilvania.

Mientras tanto, los republicanos observan el proceso en silencio. Lo que fue en su inicio una estrategia para darle al presidente el tiempo y espacio que necesitaba para aceptar su derrota se ha convertido en un desafío al resultado de la elección sin precedentes desde la Guerra Civil.

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“El Partido Republicano le ha permitido a Trump hacer pucheros durante demasiado tiempo”, dijo el historiador de la presidencia Douglas Brinkley, de la Universidad Rice en Texas.

Con su silencio, los legisladores republicanos se pliegan cada vez más al presidente al que han tratado de apaciguar durante cuatro años. Unos pocos han alzado la voz. Pero la mayoría de los republicanos habilitan el ataque infundado de Trump a la elección, lo que amenaza con erosionar la confianza civil e impedir la transición de Biden. Podría definir muchas carreras durante los próximos años.

“Con esto los futuros astros del Partido Republicano lucen pequeños y mezquinos”, dijo Brinkley. “Todos estos senadores van a llevar una mancha oscura en su legado por mimar a Trump después de su derrota”.

El punto de partida de los republicanos fue una premisa sencilla: si Trump creía que hubo fraude en la elección, como decía, que lo planteara ante las cortes.

Era una manera de ganar tiempo, darle a Trump la oportunidad de presentar pruebas y tal vez convencer a sus seguidores fervorosos de cuál había sido el resultado. Biden ha obtenido hasta ahora 80 millones de votos contra los 74 millones de Trump.

Pero en un estado tras otro, de Arizona a Georgia, las demandas de Trump fracasan. El presidente forzó recuentos en dos condados en Wisconsin. Se esperan nuevas demandas en ese estado y hay casos pendientes en otros. En ninguno se han presentado pruebas de fraude generalizado en una escala que pudiera alterar el resultado.

Ante la inminencia de los plazos, los legisladores republicanos se verán forzados a enfrentar el momento de la verdad.

Los estados deben certificar los resultados electorales para el 6 de diciembre y los legisladores republicanos visualizan el 14 de diciembre, cuando el Colegio Electoral debe proclamar al ganador, como su puerta de salida de la presidencia de Trump.

Entonces, creen, podrán decir públicamente lo que muchos ya dicen en privado: que Biden ganó la elección.

Pero no tienen garantía de ganar esa apuesta. En lugar de avanzar hacia el desenlace, Trump se atrinchera, va más allá del argumento republicano de que se trata de contar los votos legales y descartar los ilegales para dar vuelta los resultados.

Trump ha hablado abiertamente de meter a sus partidarios en el Colegio Electoral, cuyos miembros responden habitualmente a los resultados de sus estados.

“Lo cierto es que yo gané”, dijo Trump el viernes en la Casa Blanca. “Ya lo veremos”.

Casi ninguno de los principales legisladores republicanos de ambas cámaras respondieron el viernes a la pregunta directa de The Associated Press de si creen que los estados tienen motivos para no certificar los resultados.

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