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OPINIÓN: El veredicto de culpabilidad contra Dereck Chauvin es importante, pero hay mucho más por hacer

Un manifestante sostiene una pancarta mientras salta en repetidas ocasiones
Un manifestante sostiene una pancarta mientras salta en repetidas ocasiones para que los policías que se encuentran al fondo puedan verlo en la casa del agente Derek Chauvin, quien fue despedido de la policía de Minneapolis, a las afueras de Oakdale, Minnesota.
(AP)
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Ayer 20 de abril el país entero respiró aliviado cuando un jurado dio a conocer, luego de deliberar durante 12 horas, que el expolicía de Minnesota, Dereck Chauvin era culpable de homicidio involuntario, asesinato en segundo grado y asesinato en tercer grado de George Floyd, un hombre afroamericano que murió asfixiado, cuando Chauvin de 45 años, lo inmovilizó colocándole su rodilla en el cuello durante más de 9 minutos.

Esa muerte se convirtió en la gota que derramó el vaso y provocó que cientos de miles de personas, de todas las razas salieran a las calles en una ola de actos de protesta que generaron destrozos, críticas del ex presidente Trump y miles de arrestos.

Las palabras de Floyd, pronunciadas ya en agonía (“No puedo respirar”), se convirtieron en el lema de las protestas y en la revigorización del movimiento Black Lives Matter, que recorrió el país en medio de la pandemia e ingresó, incluso, en el ámbito deportivo, donde los jugadores, decidieron utilizar su fama, para hacer un llamado a la conciencia contra la brutalidad policial.

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Sin duda el veredicto de culpabilidad contra Chauvin es un hito enorme en la búsqueda de justicia por parte de la comunidad afroamericana, sin embargo, es apenas un grano de arena, en una inmensidad de injusticias que están enraizadas en los departamentos encargados de aplicar la ley en todo el país.

En el fondo hay un racismo que permea toda la sociedad, y que en los últimos cuatro años fue promovido abiertamente por el expresidente, pero que ha estado ahí, incrustado en la sociedad y que aflora en todo momento.

En esto hay una responsabilidad de la sociedad, que apenas hasta hoy ha empezado a tomar conciencia de lo que la comunidad afroamericana ha reclamado por años, tanto, que los padres de familia deben tener “la plática” con sus hijos, para decirles cómo es la realidad allá afuera, indicarles que deben tener cuidado con la policía, porque en el mejor de los casos, los van a detener por su aspecto. Y en el peor, los van a asesinar a sangre fría.

Pero esta situación no es privativa de los afroamericanos, que son los que históricamente se han visto más afectados y quienes como comunidad, han respondido de manera organizada.

La comunidad latina de todo el país también es objeto de los mismos abusos. La diferencia es que la comunidad latina no tiene las suficientes voces y la suficiente organización como para hacer un frente común que ayude a levantar conciencia de que el tema de la brutalidad policial no es exclusivo de la comunidad afroamericana.

Nuestro compañero Gustavo Arellano, publica hoy una columna muy bien documentada al respecto.

A continuación, les presento algunos párrafos de su excelente columna:

“Andrés Guardado, asesinado de cinco disparos en la espalda el pasado mes de junio en Gardena por agentes del sheriff del condado de Los Ángeles. Sean Monterrosa, abatido de un disparo en la nuca dos semanas antes que Guardado por la policía en Vallejo, California, mientras estaba arrodillado con las manos en alto. Manuel Díaz, abatido por un agente de Anaheim en 2012 mientras huía.

“¿Terminarán algún día los asesinatos policiales de latinos? ¿Hemos aprendido algo del pasado?

“Santos Rodríguez, un niño de 12 años asesinado por un policía de Dallas que sometió al menor esposado a un juego de ruleta rusa en 1973. Rubén Salazar, mi predecesor como columnista de Los Angeles Times, fue abatido con un bote de gas lacrimógeno disparado por un agente en 1970 mientras bebía una cerveza en un bar del este de Los Ángeles. Edward Melendes, asesinado a golpes en su celda por la policía de San Luis en 1943.

“Una investigación del Washington Post descubrió que entre 2015 y 2020, los latinos murieron a un ritmo de 23 por millón de residentes tras encuentros con la policía, solo superados por los negros, con 31 por millón de residentes, en una competencia que ningún grupo quiere ganar.

“El Times descubrió que el 67% de las personas que recibieron disparos mortales de los agentes de policía de Los Ángeles desde 2018 eran latinos, a pesar de que representan alrededor del 49% de la población de la ciudad. Un informe de 2018 de la Universidad de Washington en San Luis encontró que los hombres latinos corrían más riesgo que cualquier otro grupo demográfico de ser asesinados por la policía en los barrios gentrificados o con poca diversidad”.

Este recuento de la brutalidad nos habla de que el tema tiene una raíz muy amplia y profunda y que se debe atacar en todos los frentes, desde el cine y la televisión, que se ha encargado de perpetuar los estereotipos de los afroamericanos y los latinos como “los malos”, hasta la represión de los grupos supremacistas que hoy se sienten fortalecidos por años de promoción y apoyo.

Pero el verdadero cambio se va a dar cuando las comunidades en su conjunto, logren convencer al resto de la sociedad de que la justicia no ha sido imparcial y que durante décadas solo se ha inclinado hacia un lado.

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