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Después de años bajo tierra, un minero de Kentucky con enfermedad del pulmón negro se enfrenta al futuro

Danny Fouts, 44, of Topmost, KY displays the many medications he has to help him breath and deal with black lung disease. Despite the black lung disease Fouts said he enjoyed the work. (Silas Walker / For The Times)
(Silas Walker / For The Times)
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Cuando Danny Fouts era un hombre joven, su papá le advirtió sobre los peligros de trabajar largas horas en las minas. “Terminarás matándote por nada, solo para hacer que otros hombres sean ricos”, reprendió Vernon a su hijo, cuando hacía turnos de 16 horas.

Pero Danny siempre había deseado trabajar bajo tierra, al igual que su padre y su abuelo. Se enorgullecía de asumir el trabajo pesado que otros mineros no hacían, metiéndose en un espacio de trabajo polvoriento, de tres pies de altura, y cortando roca con una enorme máquina con forma de motosierra.

Así siguió adelante, incluso cuando comenzó a tener dificultades para respirar, o cuando los médicos le dijeron que padecía la enfermedad pulmonar negra, una condición incurable causada por la inhalación de polvo de la mina de carbón. Ahora con 44 años, Fouts es un joven jubilado.

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Después de casi dos décadas y media en las minas, Fouts no puede trabajar. Sus pulmones funcionan a menos del 45 por ciento de su capacidad para un hombre de su edad, y su ingreso ha disminuido de aproximadamente $6,000 a $730 por mes, ya que depende de los beneficios estatales y federales de discapacidad.

Esos beneficios ahora están en duda, mientras el Fondo Fiduciario para la Discapacidad del Pulmón Negro —una red de contención federal para los mineros cuando las compañías de carbón quiebran— enfrenta un recorte de financiación. Si el Congreso no toma medidas para fines de año, el impuesto al consumo que las compañías de carbón pagan por cada tonelada de ese material se reducirá en un 55%.

Muchos mineros del carbón en la zona de los Apalaches temen que el fondo, que ya cuenta con una deuda de $4,300 millones, pueda quedar insolvente en un momento en que la región experimenta un fuerte resurgimiento de la neumoconiosis de los obreros del carbón, o enfermedad del pulmón negro.

De acuerdo con un estudio publicado en 2018 en el American Journal of Public Health, uno de cada cinco mineros de carbón subterráneos que trabajan en Kentucky, Virginia y Virginia Occidental con al menos 25 años en esa tarea, sufren de pulmón negro, la tasa más alta en un cuarto de siglo.

Mientras que los grupos de defensa de los mineros instan al Congreso a que aumente el impuesto al consumo destinado al pulmón negro en un 25%, o al menos que mantenga el nivel actual, la Asociación Nacional de Minería, la organización comercial más importante de la industria, insiste en que la tasa solo sería temporal, y que se debe permitir que caduque en un momento en que las compañías de carbón compiten contra otras fuentes de energía y luchan por recuperarse después de años de declive.

Un informe de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno este 2018, advirtió que es probable que el fondo acumule más deuda y esté en peligro de insolvencia debido a los recortes planeados y la disminución de la producción de carbón. El fondo proporciona pagos de salud y por discapacidad de aproximadamente $650 a $1,300 por mes, para más de 25,000 mineros y sus dependientes.

Dr. Brandon Crum speaks to Jimmy Cline, 66, of Gilbert West Virginia about this X-ray results on Thursday, December 20, 2018. Dr. Crum described the issue of black lung as an "epidemic". (Silas Walker / For The Times)
(Silas Walker / For The Times)

“¿Cuál es la solución?”, preguntó Wes Addington, un abogado y subdirector del Appalachian Citizens’ Law Center. “¿Pagan los contribuyentes por la enfermedad mortal que ha causado la industria o —lo cual asusta más a mis clientes— recortan los beneficios? Eso es lo que tememos”.

Fouts ya está luchando. Si perdiera sus $450 al mes del fondo, tendría que sobrevivir con su compensación estatal, de $144 cada dos semanas, más los $400 que su esposa, Jeannie, recibe cada dos semanas como conductora de un autobús escolar. “No podemos vivir con eso”, aseguró.

Cuando Fouts experimentó ahogos por primera vez, a sus veintitantos años, se encogió de hombros. A los 27 años, le diagnosticaron la enfermedad del pulmón negro; los médicos le dijeron que sus pulmones se parecían a los de un hombre de 100 años.

Pero él siguió trabajando. En parte porque le encantaba la aventura de estar bajo tierra, y en parte porque no quería renunciar a sus $50 por hora: buen dinero en una región con pocas industrias. Cuando él y Jeannie se casaron, le había prometido que cuidaría de ella por el resto de sus vidas. “Cuando pienso que no puedo cumplir mi promesa”, dijo, “me siento mal”.

Durante un corto tiempo, Fouts abandonó las minas por consejo de su médico. Pero a la pareja le costaba pagar las cuentas y terminaron declarándose en bancarrota y perdiendo su Dodge Stratus. Después de cuatro meses, volvió a trabajar.

A los 40, finalmente decidió que ya no podía seguir bajo tierra. “Simplemente no podía producir”, dijo. “Es como si me hubieran quitado mi virilidad”.

Ahora, las tareas simples, desde retoques bajo el capó de su camioneta hasta jugar al pool o pescar con sus nietos, lo dejan débil y con problemas para respirar. Incluso sentado, se siente sofocado.

“Es como si alguien estuviera sentado en tu pecho todo el tiempo”, explicó, inhalando profundamente mientras hundía su contextura delgada y su barriga en su sofá marrón mullido, la semana pasada, y se tapaba la boca y la nariz con una máscara de plástico conectada a un ventilador de soporte vital.

Aunque Fouts siempre supo que finalmente desarrollaría la condición del pulmón negro, al igual que su abuelo y su padre, no esperaba que los síntomas comenzaran tan pronto o fueran tan severos. Él pertenece a una generación de mineros más jóvenes de carbón de los Apalaches, que están desarrollando una forma más complicada y devastadora de la enfermedad.

Danny Fouts, 44, of Topmost, KY rests on his porch. Fouts, his father and many of his relatives worked in coal mines in the past and have black lung disease. "Coal is a way of life," Fouts said. (Silas Walker / For The Times)
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En las dos décadas posteriores a que el Congreso aprobara la Ley Federal de Salud y Seguridad en Minas de Carbón, de 1969 —que exige inspecciones regulares, fortalece los estándares de salud y seguridad, y brinda beneficios a los mineros con discapacidad por la condición del pulmón negro— los casos documentados de la enfermedad disminuyeron significativamente.

Luego, en el siglo XXI, los expertos comenzaron a notar un patrón curioso.

Después de abrir una clínica en Coal Run Village, en 2014, el doctor James B. Crum, de 44 años, radiólogo y especialista en detección de neumoconiosis certificado por el Instituto Nacional de Salud y Seguridad Ocupacional, se sorprendió al encontrar hombres de su edad o más jóvenes con fibrosis masiva progresiva, una forma agresiva —y con frecuencia fatal— de pulmón negro. De 2014 a 2015, documentó 60 casos. Uno de los hombres afectados tenía 29 años.

“Por aquí, no era raro que las personas tuvieran pulmón negro, pero por lo general eso sucedía cuando tenían entre 60 y 70 años”, dijo Crum, quien proviene de una familia de mineros del carbón, y pasó veranos y fines de semana trabajando en las minas cuando era adolescente. “Nunca habíamos oído hablar de alguien que tuviera pulmón negro entre los 20, los 30 o el inicio de los 40 años”.

En un intento por averiguar qué está causando el aumento, Crum tomó cientos de historiales de trabajo detallados, de exmineros con casos severos de pulmón negro.

Parte del problema es que las vetas de carbón más grandes de los Apalaches centrales se han agotado, lo cual ha llevado a las compañías a extraer de vetas más pequeñas, que exponen a los mineros a una combinación particularmente tóxica de sílice y carbón. Los obreros también trabajan más horas y usan tecnología más eficiente, como máquinas con cinceles giratorios, que generan más polvo.

Una investigación publicada en diciembre por National Public Radio y Frontline, descubrió que más de 2,000 mineros de carbón de los Apalaches sufrieron de enfermedad pulmonar negra avanzada entre 2011 y 2016, mucho más que los 99 casos reportados por el Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional en los mismos años. Al analizar los datos federales registrados por los monitores de recolección de polvo, el informe detectó que los reguladores sabían que los mineros estaban en riesgo por el polvo de sílice tóxico, pero no tomaron medidas.

Los obreros del carbón en este tramo escarpado del este de Kentucky saben que se les ha tratado mal y están preocupados por el futuro, pero hay poco consenso sobre quién tiene la culpa.

Con la desaparición de los sindicatos y el cierre de las minas de carbón a medida que la industria se enfrenta a una mayor competencia de otras fuentes de energía, las alianzas políticas han cambiado en esta región, que antes era demócrata. Los residentes votaron abrumadoramente por el presidente Trump en 2016, alentados por su oposición a lo que él llamaba una “guerra contra el carbón”, y por sus promesas de reactivar los empleos del sector minero en la zona.

Algunos mineros afirman que las compañías de carbón son responsables por no cumplir las normas de seguridad y contratar abogados para impugnar la compensación de los trabajadores. Otros culpan al gobierno federal por no intervenir para brindar más apoyo médico y financiero.

Muchos, como Fouts, luchan por dar sentido a lo que salió mal.

“No entiendo por qué no cuidan de nosotros”, expuso Fouts una tarde, después de unirse a un pequeño grupo de exmineros en un viaje de 100 millas al oeste, hacia la oficina del senador republicano Mitch McConnell en el este de Kentucky.

“Trabajamos duro, ¿saben?”, dijo Fouts. “Ayudamos enormemente a este país en cuanto a mantener bajos los costos de energía. Pagamos mucho en impuestos. No podemos ir y cambiar de carrera. Estamos destruidos”.

Heather Wilson prepares Jimmy Cline, 66, for a X-ray of his lungs. Cline worked in coal mines for 45 years in West Virginia and said he was only diagnosed in September of 2018, though he has had felt difficulty breathing for the last 15 years. ?I?ve got grandkids now that?s work on the mines. I hate to see that, but they don?t have much of a choice,? Cline said. (Silas Walker / For The Times)
(Silas Walker / For The Times)

McConnell, quien es el líder de la mayoría en el Senado, no estaba en su oficina, y un representante no dejó entrar a los mineros. Así que el grupo, de aproximadamente dos docenas de personas, muchas de ellas con gorras de United Mine Workers of America y una con una gorra con la leyenda ‘Make America Great Again’, se amontonaron fuera de la oficina, en Main Street, sosteniendo pancartas que decían “BLACK LUNG KILLS” (la enfermedad del pulmón negro mata).

Leyendo de un bloc de notas amarillo, Kenny Fleming, de 59 años, quien trabajó 35 años en las minas, culpó directamente a las compañías, diciendo que estaban tan empeñadas en perseguir el “dólar todopoderoso” que no siguieron las regulaciones gubernamentales de salud y seguridad. El hombre especuló que si los operadores de carbón hubieran seguido rigurosamente las reglas de ventilación, ningún minero sufriría de la condición del pulmón negro.

Su propia lucha por la asistencia financiera después de la jubilación anticipada lo hizo sentir deshonra e irrespeto.

“Casi te hace sentir que has sido un poco estúpido”, afirmó, en una entrevista aparte. “Es degradante cuando te contratan para trabajar con alguien, y ellos salen con grandes cheques de bonificación y buena salud, mientras tú obtienes un deterioro de salud. Lo menos que podrían es hacerse cargo”.

Coal mining advocates listen as Patty Amburgey, of Letcher, Ky., speaks about the death of her husband from black lung disease during a protest near the office of Senate Majority Leader Mitch McConnell at the Laurel County Justice Center in London, Ky., Wednesday, Dec. 19, 2018. Advocates gathered in downtown London, Ky., in support of the The Black Lung Disability Trust Fund which helps pay medical costs for over 25,000 former coal miners living with black lung disease. An excise tax on coal that supports the fund is set to expire by the end of the year.
Coal mining advocates listen as Patty Amburgey, of Letcher, Ky., speaks about the death of her husband from black lung disease during a protest near the office of Senate Majority Leader Mitch McConnell at the Laurel County Justice Center in London, Ky., Wednesday, Dec. 19, 2018. Advocates gathered in downtown London, Ky., in support of the The Black Lung Disability Trust Fund which helps pay medical costs for over 25,000 former coal miners living with black lung disease. An excise tax on coal that supports the fund is set to expire by the end of the year.
(Alex Slitz / For The Times)

Fouts está de acuerdo en que las empresas deben compensar completamente a los trabajadores que sufren de pulmón negro, pero se muestra reacio a culpar a los propietarios por querer maximizar las ganancias.

“Las empresas no son las que intentan quitarnos los beneficios”, consideró. “Es el gobierno el que nos está tirando a un lado”.

Sí, muchas de las empresas más pequeñas no cumplían con las normas de salud y seguridad, a menudo usaban cortinas para canalizar el aire fresco hacia la mina solo cuando venían los inspectores, comentó. Pero eso, dijo, era parte del negocio.

“Si la compañía descubría que estabas más preocupado por la calidad del aire que por la producción, al día siguiente alguien más estaba haciendo tu trabajo”, aseveró. “Simplemente te despedían; así es como funcionaba”.

En última instancia, afirmó Fouts, él fue quien eligió trabajar bajo tierra. Tiene pocos arrepentimientos, más allá de que se vio obligado a retirarse antes de tiempo.

“Yo me lo he hecho a mí mismo”, dijo mientras jugueteaba con un inhalador. “Es la carrera que elegí. Lo haría mañana si pudiera. Sigo soñando que trabajo en las minas, que estoy operando esa maquinaria”.

Todo lo que solicita es una compensación por sus años de arduo trabajo. “No estamos pidiendo limosna”, expresó. “Sólo queremos lo que ganamos”.

Patty Amburgey, of Letcher, Ky., left and Linda Adams, of Pikeville, Ky., both members of the Black Lung Association of Southeastern Kentucky, shout slogans during a protest near the office of Senate Majority Leader Mitch McConnell at the Laurel County Justice Center in London, Ky., Wednesday, Dec. 19, 2018. Both Amburgey and Adams lost their husbands to black lung disease.
Patty Amburgey, of Letcher, Ky., left and Linda Adams, of Pikeville, Ky., both members of the Black Lung Association of Southeastern Kentucky, shout slogans during a protest near the office of Senate Majority Leader Mitch McConnell at the Laurel County Justice Center in London, Ky., Wednesday, Dec. 19, 2018. Both Amburgey and Adams lost their husbands to black lung disease.
(Alex Slitz / For The Times)

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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