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La trama secreta: cómo la policía y el FBI encontraron a uno de los peores asesinos en serie del país

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Las analistas del FBI se sentaron en silencio, escuchando atentamente el chirriante audio desde una sala de entrevistas, al otro lado del pasillo.

Las dos mujeres estaban ansiosas, después de haber pasado meses recolectando y evaluando migajas efímeras de la vida nómada de Samuel Little, un preso de California, de 77 años de edad y exboxeador competitivo, a quien sospechaban como autor de múltiples asesinatos.

No tenían pruebas sólidas, ni huellas dactilares, ni ADN, ni testigos. Little había sido condenado en 2014 por estrangular a tres mujeres en Los Ángeles, y estaban convencidas de que había matado a otras. Cuántas, no lo sabían.

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Mayormente, las analistas tenían una sensación visceral, creada por una detallada investigación de las cuatro décadas de andanzas itinerantes de Little en todo el país. Una y otra vez, estado tras estado, parecía cruzarse con viejas investigaciones pendientes sobre cuerpos y huesos.

Su única esperanza era obtener una confesión, tarea que recayó en un detective de Texas conocido por su experiencia con sociópatas y psicópatas. Pero ninguna era optimista.

Acurrucadas en una sala de descanso para guardias en la Prisión Estatal de California en Lancaster, el 17 de mayo, las analistas se movían inquietas en sus asientos, con sus oídos clavados sobre un altavoz y los ojos fijos en una pila de notas, informes de policía y fotografías de escenas del crimen extendidas sobre una mesa.

Estaban tan listas como era posible, aunque nada podría haberlas preparado para lo que ocurriría: desentrañar una de las peores oleadas de asesinatos en serie del país, que involucró decenas de muertes.

La cuestión requeriría de un trabajo policial obstinado y más que un poco de suerte. A diferencia de las investigaciones que comienzan con una víctima y conducen hasta un asesino, esta vez un sospechoso tendría que llevarlos hasta los cadáveres. Pero, ¿estaba Little listo para hablar?

La investigación extraordinaria comenzó en abril de 2013, cuando la analista del FBI Christie Palazzolo recibió una llamada de los detectives de homicidios de Los Ángeles, según los analistas del FBI, los investigadores de la policía y una revisión de los archivos judiciales.

Los detectives del LAPD querían hablar de Little, quien había sido arrestado en 2012, en un refugio para personas sin hogar en Kentucky, por un tema vinculado con narcóticos en Los Ángeles.

Las autoridades lo vinculaban con tres casos sin resolver hacía mucho tiempo: mujeres estranguladas en Los Ángeles, en 1987 y 1989. Se había hallado su ADN en el semen encontrado sobre las camisas de dos víctimas, y en la piel debajo de las uñas de la tercera. Los cuerpos semidesnudos habían sido encontrados en un callejón, un garaje de estacionamiento y un contenedor de basura.

Nacido en 1940 y criado en Ohio, Little estuvo metido en problemas durante la mayor parte de su vida. Pasó cerca de una década tras las rejas y había sido arrestado muchas veces por cargos que iban desde asalto y violación hasta robo a mano armada y atraco.

Había sido acusado repetidamente de atacar a mujeres vulnerables, en su mayoría prostitutas, drogadictas, desamparadas y otras personas que vivían en la calle o al límite.

Sin embargo, fue absuelto del asesinato —en 1982— de una mujer con discapacidad mental en Florida, y un gran jurado se negó a acusarlo ese año por la muerte de una prostituta en Mississippi. Ambos casos involucraron a mujeres estranguladas, al igual que las tres de Los Ángeles.

Dos años más tarde, fue declarado culpable de agredir a dos mujeres en San Diego, y pasó dos años en prisión. La evidencia mostró que había atado a una de ella con pantimedias, en un auto, para ahogarla casi hasta matarla.

En las antiguas fotografías de la prisión, Little lucía como un exboxeador: musculoso, de hombros anchos pero delgado, con cabello espeso y bigote grueso. En una foto policial de 1972, cuando tenía 31 años, Little parecía aburrido, con la cabeza ladeada, como negando la importancia de su último arresto.

Sin embargo, los detectives de LAPD encontraron que Little era un enigma en 2013, en parte porque se negaba a hablar con ellos. Fue entonces cuando le pidieron a Palazzolo que reconstruyera su vida, tal vez ella podría encontrar pistas que llevaran a otros asesinatos.

Palazzolo es una de los 10 analistas asignados al Programa de Detención de Criminales Violentos (ViCAP) del FBI. Con sede en el norte de Virginia, ViCAP mantiene una base de datos de homicidios y otros delitos violentos que la policía puede indagar para encontrar sospechosos o reconocer a víctimas no identificadas.

La analista, de 34 años, y sus colegas, brindan cientos de pistas cada año para asistir a la policía local en resolver los llamados casos pendientes, asesinatos sin resolver durante mucho tiempo.

A pesar del uso de alias por parte de Little (Samuel McDowell era uno de sus favoritos), Palazzolo pudo indagar en su historia criminal y descubrir más arrestos en otros estados.

La experta revisó bases de datos comerciales y descubrió dónde había rentado un apartamento, vivido en un albergue o tenido un trabajo extraño, incluido uno en un cementerio.

Luego buscó en la base de datos de ViCAP, en pos de homicidios no resueltos que se superpusieran con la línea de tiempo —de 150 páginas— de la vida de Little. Descubrió un puñado, pero sospechaba que él podría haber cometido más.

Particularmente, uno sobresalía: el estrangulamiento, en 1994, de Denise Christie Brothers, de 38 años, en Odessa, Texas. Su cuerpo parcialmente vestido había sido encontrado entre arbustos, en un terreno baldío. Los registros muestran que Little había interactuado con la policía local en esa época, lo cual significaba que estaba en Odessa.

“Esto parecía hecho por él”, afirmó Palazzolo.

ViCAP transmitió una alerta nacional, en junio de 2013, instando a los detectives a revisar sus archivos en busca de estrangulamientos no resueltos y otras agresiones contra mujeres vulnerables. Al año siguiente, el FBI envió el informe final de Palazzolo al LAPD.

Little fue declarado culpable en el Tribunal Superior del Condado de L.A. en septiembre de 2014, por asesinar a las tres mujeres de Los Ángeles, y condenado a cadena perpetua. Aunque apeló, los investigadores esperaban que muriera en la cárcel, llevando a la tumba su obra macabra.

Poco más de tres años después, en diciembre de 2017, Angela Williamson asistía a una conferencia de aplicación de la ley en Tampa, Florida.

Con un doctorado en biología molecular y una amplia experiencia en medicina forense, esta analista de 41 años, nacida en Australia, divide su trabajo entre ViCAP y un programa del Departamento de Justicia que financia iniciativas de la policía local para investigar mejor las agresiones sexuales y los homicidios relacionados.

La mujer estaba conversando con el ranger de Texas James Holland, quien acababa de dar una presentación sobre cómo entrevistar a sociópatas y psicópatas, cuando dos investigadores de una agencia del orden de Florida se acercaron y preguntaron si sabían algo sobre un tipo llamado Samuel Little. Había estrangulado a tres mujeres en Los Ángeles y podría haber matado a otras en Florida, dijeron. Les interesaba la opinión de Holland al respecto.

El ranger de Texas y la analista del FBI prometieron investigar al sospechoso.

En marzo, Holland llamó a Williamson a ViCAP y le dijo que tenían que hacer algo “sobre este tipo Little”, recordó.

Williamson giró en su cubículo y llamó la atención de Palazzolo. Estaba al teléfono con un ranger de Texas y se preguntaba si Palazzolo sabía algo sobre Little.

“¡Por supuesto que sí!”, respondió Palazzolo con entusiasmo. “Cuéntale sobre el caso de Odessa”.

En pocas semanas, el trío estaba en Lancaster para entrevistar a Little. Tenían el archivo del caso de Odessa, viejos recortes de periódicos, la detallada línea de tiempo de Palazzolo sobre la vida de Little y otros materiales. Él no tenía idea de que vendrían; el plan era sorprenderlo.

“Era bastante pesimista”, recordó Palazzolo. “Pensé que él simplemente nos diría que nos marchásemos. Recordemos que no había hablado con nadie sobre nada de esto. ¿Por qué lo haría entonces?”

Justo después de las 10 a.m. del 17 de mayo, Holland se sentó con Little y lo convidó con M&M de maní. Con su acento de Texas, el ranger comenzó a charlar de trivialidades: la vida de Little en las calles, su boxeo competitivo.

Luego, el agente apeló al ego del recluso, y le dijo que el FBI y el Departamento de Justicia estaban muy interesados en él. No funcionó. Little había vencido antes acusaciones de asesinato, e insistió en que ganaría su apelación en Los Ángeles y pronto quedaría libre.

Escuchando el enlace de audio, Palazzolo y Williamson se desplomaron en sus sillas. Esto no iba a ninguna parte.

Después de 30 minutos aproximadamente, Holland sacó a relucir el caso de Odessa. Ello pareció activar un interruptor en la mente del asesino, aunque los investigadores todavía no están seguros de por qué.

Little se animó y, de repente, comenzó a discutir el asesinato de 1994. Mejor aún, sus recuerdos sorprendentemente precisos coincidían con los detalles de las fotografías e informes de la escena del crimen.

“¡Que empiece el juego!”, afirmó Palazzolo desde la sala de descanso de los guardias.

Esa noche y la siguiente, Holland y las analistas se reunieron en el hotel y revisaron las cintas de audio del día. En dos días, Little había descrito 20 asesinatos en detalle.

También había catalogado sus crímenes: “Jackson, Mississippi: uno. Cincinnati, Ohio: uno. Phoenix, Arizona: tres”, le había dicho a Holland, dejando que las analistas hicieran la suma.

Sin embargo, ninguno de los casos sospechosos de Palazzolo coincidía con el sombrío recuento de Little. Volvieron a revisar la base de datos de ViCAP, pero también a eliminarla. Podía ser una herramienta imperfecta porque depende de la policía local para ingresar datos sobre sus casos.

Así que Palazzolo probó con Google, ingresando uno de los casos en el motor de búsqueda. La mujer quedó en shock ante los resultados. “Acabo de encontrar uno”, le dijo a Williamson. Más tarde, los investigadores corroborarían la confesión de Little sobre ese asesinato. El descubrimiento incitó al equipo a intensificar la investigación.

En última instancia, Little confesó haber matado a 90 mujeres entre 1970 y 2005, incluidos los dos casos por los que había quedado libre en Florida y Mississippi. Admitió haber estrangulado a 18 personas en Los Ángeles.

De ser confirmado, el sangriento recuento ubicaría a Little entre los asesinos en serie más mortíferos de la historia estadounidense.

La policía corroboró al menos 36 de las confesiones de Little y está examinando otras.

“No se está jactando”, afirmó Kevin Fitzsimmons, el analista supervisor de ViCAP. “La policía verificó que ha hecho estas cosas. Se necesita mucho trabajo, pero lo estamos haciendo”.

Confirmar las confesiones fue difícil. La mayoría de las víctimas vivían en las sombras de la sociedad y pocos de los asesinatos atrajeron una intensa atención policial o de los medios.

Muchas de las muertes ocurrieron antes del advenimiento de las pruebas de ADN. Muchas se atribuyeron a accidentes, sobredosis de drogas o congelación —no a homicidios— porque la policía solo había recuperado huesos o un cadáver en descomposición, y no tenía pruebas claras de un delito.

Una razón de ello es que Little no dejaba puñaladas ni heridas de bala. Según afirmó, generalmente aturdía o golpeaba fuerte a sus víctimas antes de estrangularlas.

Además, no siempre las agredía sexualmente. Sumado a ello, muchas eran prostitutas con múltiples parejas, por lo cual los kits de violación tenían una utilidad limitada.

Otro factor de complicación fue la memoria de Little. Los investigadores afirman que es casi fotográfica cuando se trata de sus víctimas, métodos y otros detalles. Por ejemplo, recitó la última comida de una mujer, lo cual permitió a los detectives confirmar sus afirmaciones verificando los resultados de la autopsia, que mostraban el contenido del estómago de la víctima.

Pero su recuerdo de las fechas es menos sólido: puede errar por una década. Y a veces no puede nombrar los sitios donde acosó y estranguló a sus víctimas.

“Cuando pasaste la vida viviendo en tu auto, las cosas tienden a desdibujarse”, advirtió Williamson. “Puedes imaginarte lo que es contactar a un departamento de policía para decirles que hay un posible homicidio ocurrido en un camino de tierra en 1984, o quizás fue en 1974, o 1994. ¿Encontraron el cadáver? Si así fue, ¿eran solo huesos?”

Eso ocurrió a principios de octubre, en Maryland, cuando el detective Bernie Nelson, de la policía del condado de Prince George, recibió una llamada de un colega en las cercanías de Washington, D.C., preguntándole si tenía alguna información sobre un homicidio en 1972.

El detective le dijo a Nelson que un asesino en serie había afirmado que había recogido a una mujer en la antigua terminal de autobuses Greyhound de Washington, que había conducido por un camino de tierra y la había estrangulado cerca de una casa abandonada.

El detective de D.C. no tenía tal asesinato en sus registros, pero pensó que la policía en los condados cercanos podría tener algo.

Nelson visitó la polvorienta sala de archivos de la policía y encontró el libro de homicidios manuscrito de 1972. Cerca del final, halló una posible coincidencia: el 1 de diciembre, las autoridades habían recuperado los huesos de una mujer blanca no identificada en un camino de tierra.

Según el expediente, un cazador había descubierto los restos cerca de una casa desierta, por un camino accidentado a un cuarto de milla de una importante arteria. El médico forense sospechaba que la víctima, de 20 a 25 años de edad, había sido estrangulada entre seis y 12 meses antes.

Nelson se enteró de que Little había sido arrestado por un cargo de arma de fuego en la terminal de autobuses de Washington, el 28 de mayo de 1972. Lo habían detenido en Florida por un cargo de violación tres semanas antes, pero había sido liberado. Nelson sospechó que había matado a la mujer durante esas tres semanas.

Para el 8 de noviembre, Nelson y su jefe, el sargento Greg McDonald, además de un agente del FBI, estaban en el condado de Wise, Texas, donde Little esperaba en la cárcel el juicio por el asesinato de Odessa (el 13 de diciembre de 2018 se declaró culpable de ese cargo. Los fiscales acordaron no pedir la pena de muerte a cambio de la cooperación continua de Little con los rangers de Texas y el FBI).

En su hotel, se encontraron con detectives de otras cuatro jurisdicciones, que también esperaban su momento para hablar con Little.

Antes de interrogar al prisionero, a la mañana siguiente en la oficina del sheriff, los detectives visitantes fueron informados por Holland, el ranger de Texas, quien les dijo qué esperar.

Little sufría de diabetes y tenía un marcapasos. A veces se excitaba sexualmente cuando recordaba sus crímenes y pedía ver fotografías de su víctima para revivir el evento. El asesino podía enojarse si se le pedía que ayudara a la familia de una víctima a dar un cierre al tema.

Little también tendía a irse por la tangente y a hablar de sí mismo en tercera persona. Su memoria para las caras y las escenas era inquietantemente aguda. Era un artista hábil, afirmó Holland, y podía ser capaz de retratar a una víctima.

Después de que Little terminó su desayuno de McDonald’s, los detectives del condado de Prince George entraron en la sala de entrevistas y se enfrentaron a un anciano de cabello gris, con un uniforme carcelario a rayas blancas y negras. A pesar de estar en una silla de ruedas, parecía lleno de vida.

Él se jactó de su destreza en el boxeo cuando era joven e hizo una breve demostración solitaria para los investigadores. Dijo que aún trataba de mantenerse en forma haciendo abdominales y flexiones.

Sabiendo que otros investigadores estaban esperando, Nelson rápidamente abordó el crimen.

Little recordó el caso. Narró que vivía en su auto cuando conoció a una atractiva mujer blanca, una prostituta, en la estación de autobuses de Washington, y coqueteó con ella. Cuando supo que él tenía un auto destartalado, un Oldsmobile, ella accedió a salir de la ciudad con él.

La mujer le contó que era de Massachusetts y que acababa de divorciarse. Mientras salía de la estación de autobuses, Little recordó, tiró su bolso al aire y gritó: ¡Hurra, soy libre!

Little no recordaba su nombre ni su destino, tal vez era Boston o Baltimore. A unas pocas millas de Washington, les dijo a los detectives, la mujer lo alentó a bajar de la carretera hacia un camino de tierra.

Mientras tenían relaciones sexuales, Little fue superado por la necesidad de matar y comenzó a ahogar a la mujer. Pensó que estaba muerta, pero ella de repente se despertó y salió del coche.

Él la siguió, la tomó del cuello y la obligó a tirarse al suelo. Little recordó sus últimas palabras mientras la estrangulaba: “Soy demasiado joven para morir”.

Su recuerdo coincidía perfectamente con la línea de tiempo de Nelson y la evidencia de la escena del crimen, hasta las curvas en el camino y un árbol donde se hallaron los huesos.

La policía de Prince George espera acusar a Little en las próximas semanas para poder cerrar el caso en sus registros. Los fiscales no lo procesarán, advirtió Nelson, porque ya está cumpliendo cadena perpetua.

El objetivo de Nelson ahora es identificar a la mujer. Tiene algunas pistas: ella era de Massachusetts, tenía muchos arreglos dentales, de al menos dos odontólogos, y acababa de divorciarse. Little incluso le prometió un boceto de su cara.

El asesino le dijo a Nelson que la recordaba bien, hasta recordó cómo su cabello rubio resbalaba sobre sus manos cuando él le apretaba el cuello, y cómo sus ojos miraban sin vida a las estrellas.

El redactor del Times James Queally, en Los Ángeles, contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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