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Mientras avanza la guerra comercial con China, los empresarios suplican al equipo de Trump que alivie los aranceles

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La administración Trump avanza con sus planes de imponer gravámenes a una gama más amplia de importaciones chinas, incluso mientras explora la posibilidad de una resolución negociada de su cada vez más profundo conflicto comercial con China.

Este 20 de agosto, la oficina del representante comercial de EE.UU. comenzó un período extraordinario de seis días de audiencias públicas sobre los planes del presidente Trump de gravar con impuestos adicionales productos chinos por un valor de $200 mil millones de dólares. Las últimas propuestas arancelarias, junto con los gravámenes anteriores sobre importaciones chinas por valor de $50 mil millones de dólares, significarían que para el próximo septiembre, aproximadamente la mitad de todo lo que importan los negocios estadounidenses de China enfrentaría impuestos especiales.

Trump asegura que las tasas son una respuesta a las prácticas comerciales desleales de China, lo cual incluye obligar a las empresas estadounidenses a entregar sus secretos comerciales para ingresar al mercado chino y el robo informático de la tecnología estadounidense. Los miembros de ambos partidos políticos y muchos grupos industriales están de acuerdo en que China es culpable de tales violaciones. Pero a medida que aumenta el impacto económico de la confrontación, los oponentes hacen más explícita su oposición al remedio elegido por Trump de imponer aranceles.

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La escalada planificada “expande dramáticamente el daño a los consumidores, trabajadores, compañías y a la economía estadounidense”, aseguró la Cámara de Comercio de Estados Unidos, en su testimonio preparado.

En las audiencias celebradas por la oficina del representante comercial de Estados Unidos, los fabricantes de artículos deportivos y de velas, empresas de calzado, productores de semiconductores y otros pedirán ser excluidos de los gravámenes. Se han presentado más de 1,300 comentarios en respuesta a la acción propuesta por el presidente, mayormente en oposición al plan.

Un fabricante de pinceles en Newark, Nueva Jersey, consideró que los aranceles podrían encarecer demasiado las cerdas compradas en China, lo cual lo forzaría a cancelar más de dos docenas de contratos gubernamentales.

“Si se promulga ese canon, el impacto para mi pequeña empresa y sus 20 empleados será devastador”, escribió Arthur Edelsen, presidente de Spectrum Paint Applicator Corp. “Deberé cerrar el negocio de inmediato, sin ninguna duda”.

Este 22 de agosto, los funcionarios estadounidenses y chinos se reunirán por primera vez en dos meses para discutir posibles soluciones al punto muerto comercial. La delegación de EE.UU. está encabezada por David Malpass, subsecretario del Tesoro para asuntos internacionales, mientras que el equipo de China está liderado por Wang Shouwen, viceministro de comercio.

Hay pocas expectativas de que las reuniones produzcan grandes avances. Ninguno de los dos funcionarios tiene plena autoridad para llegar a un acuerdo, y las rondas anteriores de conversaciones lideradas por funcionarios de mayor rango lograron pocos avances.

El lunes 20, Trump le dijo al servicio de noticias de Reuters que no “anticipaba demasiado” de las discusiones.

En marzo, Malpass se vio obligado a retroceder tras decir en una conferencia de banqueros realizada en Buenos Aires, que había “interrumpido” un diálogo económico oficial con Pekín. Después de que el Departamento del Tesoro lo contradijo públicamente, afirmó que se había “equivocado”.

Aunque algunos funcionarios chinos expresaron su consternación por la desaceleración de su economía y muchos republicanos en el Congreso están preocupados de que la guerra comercial les pueda costar los votos en noviembre próximo, ninguno de los dos países parece dispuesto a ceder.

Hasta ahora, Estados Unidos impuso aranceles sobre productos chinos por valor de $34 mil millones; los gravámenes sobre otros artículos valuados en $16 mil millones entrarían en vigencia el 23 de agosto. China tomó represalias aplicando tasas sobre una cantidad equivalente de bienes oriundos de EE.UU.

“En ambos países, el imperativo político del liderazgo de hablar y actuar con dureza sobre el comercio parece reemplazar cualquier costo económico interno a corto plazo de los aranceles de ojo por ojo”, indicó Eswar Prasad, exjefe de la división China del Fondo Monetario Internacional (FMI). “La dinámica política interna en cada país podría hacer más difícil contener o encontrar una salida a la escalada de las hostilidades comerciales”.

La ambigüedad sobre los objetivos del presidente también está nublando las perspectivas de una solución negociada. Durante una ronda inicial de conversaciones en mayo, funcionarios estadounidenses presentaron a los chinos una lista de deseos de ocho puntos que incluía una reducción dramática en el déficit que Estados Unidos ejecuta en el comercio con China, un alto a los subsidios para nuevas industrias tecnológicas, la eliminación inmediata de varias tasas y otras barreras comerciales, además del acuerdo de no tomar represalias contra futuras medidas estadounidenses.

“La larga y confusa lista que, en efecto, le pide a China que haga lo imposible no es factible”, aseguró Jeff Moon, quien fue un negociador comercial de Estados Unidos durante la administración Obama. “Si no solucionamos ese problema y desarrollamos un conjunto manejable de problemas, nos prepararíamos para un conflicto comercial indefinido y sin salida”.

El gobierno también permanece dividido entre los partidarios de la línea dura, como Peter Navarro, un alto asesor de la Casa Blanca que quiere obligar a las empresas estadounidenses a dejar su dependencia de las fábricas chinas, y funcionarios como el secretario del Tesoro, Steven T. Mnuchin, que favorecen las políticas comerciales tradicionales.

“Todavía no sabemos qué es lo que, en definitiva, Trump quiere de un trato”, aseveró Claire Reade, una exnegociadora comercial de Estados Unidos que ahora trabaja en la firma de abogados Arnold & Porter.

La negociación genuina podría contar con la participación personal de Trump y el presidente chino Xi Jinping. Los dos líderes tienen previsto reunirse en dos ocasiones en noviembre, en una cumbre asiática en Papúa Nueva Guinea y en la reunión del Grupo de los 20, en Buenos Aires.

“Las posibilidades de un acuerdo pronto son aún muy pequeñas”, reflexionó Scott Kennedy, director del proyecto sobre negocios chinos y la economía en el Center for Strategic and International Studies.

Mientras tanto, las interrupciones de los aranceles continúan extendiéndose. Purolite, productor de una resina que los municipios usan para purificar sus suministros de agua, está en la mira de los gravámenes del 25% que entrarán en vigencia este jueves.

La compañía, con sede en Bala Cynwyd, Pensilvania, importa alrededor de $50 millones de dólares en productos químicos de su filial china de propiedad absoluta -ubicada cerca de Hangzhou- y, en medio de una escasez mundial de resina, no puede encontrar un suministro alternativo.

“Este es un peligro para la salud. Si no pueden obtener este artículo, ello podría causar otro Flint, Michigan”, advirtió el presidente ejecutivo de Purolite, Steve Brodie, en referencia a la ciudad que sufrió la contaminación del agua durante varios años.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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