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Las verdades de Diego Cataño van más allá de las simples o complicadas apariencias

El joven actor rompe el silencio y expone su versión de los hechos que lo colocaron en medio de acusaciones de abusos y violencia; hoy recorre minuciosamente lo que ha sido su carrera en la pantalla

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Quien haya visto a Diego Cataño actuar en la película ‘Zurdo’ (2003) de Carlos Salcés, al lado de Arcelia Ramírez y Gustavo Sánchez Parra, sabrá que hay mucha química entre la pantalla y él, se entienden bien, se conocen y reconocen, son grandes amigos o más que eso; la pantalla lo quiere, a la pantalla le atrae, lo quiere dentro de ella y nadie puede revocar esa simpatía.

Lo veríamos después en el papel de “Moko”, portando una insigne playera de ‘Rancid’, la banda californiana de Punk en ‘Temporada de Patos’ (2004), de Fernando Eimbcke, una historia que narra lo cotidiano en la ciudad de México bajo el aletargador lenguaje del THC; para después caer en las manos y la visión de la directora de cine Elisa Miller (‘La leyenda del carro rojo’) en el cortometraje ‘Ver Llover’ (2006).

A partir de ahí, Cataño emprendería una búsqueda personal y espiritual por Argentina, que lo llevaría hasta la escuela de circo ‘ArcoyRá’, donde aprendió acrobacia aérea y de piso, trapecio, cuerda floja, monociclo y malabares. Posteriormente, el también actor de ‘Lake Tahoe’ (2008), realizaría varios estudios académicos en materia cinematográfica, especializándose en guión y dirección, ejecutando trabajos direccionales como ‘Domingo’ (2013), ‘Alter’ (2015) y ‘Pigs’ (2016); después, los senderos interpretativos de la televisión por streaming lo llevarían a convertirse en “La Quica”, el narcotraficante y sicario colombiano del Cartel de Medellín al servicio de Pablo Escobar en la serie de Netflix,’Narcos’ (2015–2017).

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Tras una serie de declaraciones dentro del movimiento #MeToo sobre posible abuso y violencia, la imagen de Diego Cataño se ha desvirtuado, a tal grado de ser separado de la promoción de la cinta ‘Olimpia’ (2019).

Diego Cataño, el también nieto del escritor Salvador Elizondo y la editora Michèle Alban, sobre ‘Farabeuf’, el circo, la cinematografía y Oliver Stone, aprovechó nuestro encuentro para hablar de muchos aspectos, incluida una valiosa reflexión sobre los abusos en la sociedad moderna. Hoy Diego Cataño rompió el silencio para siempre y de esta manera respondió nuestras inquietudes apoyándose en su verdad.

¿Qué recuerdas de los días de circo y pantomima en ‘ArcoyRá’, el espacio argentino de arte circense independiente de la actriz y directora de teatro Camila Baldonaba?
Apenas acababa de estrenar ‘Lake Tahoe’ (2008) en el Festival de Berlín y no me quedaba claro aún si la técnica Bressoniana era lo mío o quizá había sido un dulce error todo eso de ser actor, estaba en crisis. Yo siempre he sido un ser muy apasionado, ¿sabes?

Mi novia de ese entonces decidió irse a vivir a Argentina para estudiar teatro. Y yo con veinte años y con toda la pasión que me envolvía en ese momento, enamorado de ella, decidí tomarme un avión con la ayuda de mis padres para llegar ahí.

Traté de provocar una grata sorpresa frente a la casa rosa y un ramo de flores. El caso es que mi relación no florecía, era difícil esa idea ilusoria del amor. A esa edad. Con tantas dudas. Y aunque yo en el fondo lo deseaba realmente, con mucha fuerza, lo que florecían eran otras cosas: Por ejemplo: el circo.

Encontré a ‘Arcoyra’, un espacio al que comencé a ir un poco por refugio dentro de toda esa experiencia desconocida para mí, en un nuevo país, en otra cultura, lejos de mi familia.

Era un espacio que muy rápidamente se volvió mío. Y tuve grandes maestros ahí. A lo que me dedicaba específicamente era a estar ahí todo el día, o por lo menos lo más que se pudiera. Todos los días.

Tomaba clases de acrobacia de piso, acrobacia aérea, trapecio, cuerda floja, monociclo, malabares, también tocaba el acordeón, ensayaba más bien. Porque me lo permitían, escribía, les ayudaba a limpiar, en fin.

Había una libertad en ese espacio que yo nunca había experimentado en México. Además yo me sentía seguro. El circo es un ambiente muy especial, porque acepta sin prejuicios a quien quiera unirse a ellos.

Cuando salía, siempre me iba a comer a cualquier restaurante de comida casera. Un buen pedazo de carne o una milanesa napolitana con papas fritas. Ensalada de Jitomate. Y una Quilmes. También recuerdo el ‘Arteplex’ de Belgrano, un cine que proyectaba las películas más aburridas de Buenos Aires, yo aprovechaba para dormir. Era otro lugar al que me gustaba escapar. ¡Que buenas épocas!

¿Cuándo fue la última vez que leíste ‘Farabeuf o la Crónica de un Instante’ (1965)?
Muchas veces he intentado leer ‘Farabeuf’, pero sería mentiroso de mi parte decirte que lo he terminado. La literatura de mi abuelo no es para cualquier persona. Porque esta llena de verdad. Y a veces es difícil poder asomarse. Incluso resulta imposible en cierto punto para los que no están preparados.

Ademas de eso lleva inscrita una cantidad de información que es imposible descifrar de una. Va mutando. Es un libro de esos que mutan con el tiempo y sirven, hasta cierto punto, como oráculos en tu camino. ‘Farabeuf o la crónica de un instante’, tiene un trabajo muy aledaño con el I-Ching, mi abuelo era un adorador de la caligrafía china. En sus inicios era un guión cinematográfico en el cual, según sé, mi abuela tuvo mucha incidencia para que terminara siendo una obra literaria. Mi mamá tiene un LP donde vienen fragmentos de ‘Farabeuf’ por la voz de mi abuelo. Ahora más bien me dedico a samplearlos con alguna base y me pongo a rapear. ¡Suenan bien!

¿Cómo recuerdas, personalmente a tu abuelo?
Personalmente conocí a mi abuelo poco, y no lo digo por el tiempo, sino más bien porque él era así. Difícil de conocer. Me acuerdo mucho de su risa. Y su obsesión por ciertas cosas. De las comidas familiares y su vaso jaibolero con whisky. Sus equipales. De su baño en el estudio donde él solía entrar a escribir de día. El olor de ese espacio. Colonia Sanborns, tabaco, libros. Podría decir que sigue muy presente ese olor mientras imagino todos los detalles. En fin, cosas así. También de sus neurosis y sus partes más oscuras. Pero, ¿quién no tiene historias que contar así? Con el tiempo he podido ir conociendo más de él a través de su literatura. Sus diarios son un viaje muy interesante.

¿Has tenido en tus manos el ‘Precis de manuel operatoire. Amputations des membres’, (1893) el manual quirúrgico del Doctor Louis Albert Farabeuf?
Fíjate que mi papá es muy clavado con los libros. Y ha conseguido maravillosas ediciones del ‘Manual del Dr Farabeuf’. Él se ha encargado que pasen por mis manos religiosamente. Mi mamá tiene uno y ahora yo guardo una edición original entre mis tesoros literarios gracias a él.

Has sido actor, fotógrafo, asistente de productor, productor, guionista y director. ¿Qué le falta por hacer a Diego Cataño a sus 29 años?
Por ahora lo que le falta hacer a Diego Cataño, es aprender a soltar. Aprender a entender que el desapego es importante en la vida. El desapego a uno mismo, al ego, a las cosas, a las personas, a los lugares. Como dice un gran maestro mío: ‘Te van a pasar miles de cosas, pero tú tienes que ser el mismo hombre, el hombre que aprendió, el hombre consciente’. Así que definitivamente me faltan muchas historias que contar. Y después de eso, me gustaría mucho tener un horno de pan, aprender de jardinería, hacer composta. No sé. Cosas que te conecten más con la naturaleza. Con las cosas reales de la vida.

Ahora tengo una hija pequeña. Y lo único que me interesa es aprender a ser día con día un ser de conciencia y más humanidad. Para mi, para ella. Y para todo lo que me conforma.

En algún momento, no sé cómo, pasé de ser el niño de ‘Temporada de Patos’ a el sicario de Narcos. Siempre me lo pregunté y lo que al final siempre me respondía, era el reflejo de la sociedad tan agravada por la violencia. Hace muchos años que la violencia es un síntoma de que las cosas no están bien.

¿Qué recuerdas de trabajar en la onírica ‘Zurdo’?
En el ‘Zurdo’ aprendí a jugar canicas, tuvimos un curso básico para cuando uno es chiquito y quiere las bombochas del recreo, o las agüitas u ojos de gato. En fin, eso y una buena fiesta. De las primeras que habré ido. Paul Van-Dyk estaba tocando en vivo. Pero a ‘Zurdo’ le debo ‘Temporada de patos’, que ya es mucho.

‘Ver Llover’ (2006), de Elisa Miller, ganó la ‘Palma de Oro’ en el 60 ‘Festival de Cannes’ ¿Cómo es trabajar al lado de esta directora y qué fue lo que aportaste a esta cinta?
Cuando filmé ‘Ver Llover’, se pensaba como un simple ejercicio. Fue un simple ejercicio del CCC. La única diferencia de este corto a todos los otros cortos que filmé, sin demeritarlos, fue que en ‘Ver Llover’ absolutamente todas las piezas del universo congeniaron para que llegara a donde llegó. Fue impresionante. Elisa Miller es una gran cineasta, yo la respeto mucho y la quiero con todo mi corazón, ella lo sabe. Además tiene ese poder, de hacer que las cosas congenien hasta muy, muy lejos.

Háblame de la experiencia de ver proyectada ‘Año Una’ (2007), de Jonás Cuarón, película montada a partir de ocho mil fotografías fijas.
Jonás filmó ‘Año Uña’ en un proceso larguísimo. De años. Al principio era su tesis. Pero muy rápidamente fue tomando forma. Tenerlo todo el día sacándonos ¡fotos era hartante! Aprovechaba cualquier situación para sacar su cámara y ¡tómala!

Luego comenzó a hacer maquetas de la idea que tenía. Con animaciones muy simples y voces suyas sobre las imágenes cambiando la situación. Y entonces fue cuando al menos yo, comencé a entender el concepto, que me parecía muy interesante.

En ese momento Jonás estaba muy clavado con ‘La Jetee’ (1962) de Chris Marker y el medio-metraje de mi abuelo Salvador que lleva por título Apocalipsis 1900 (1965). Así que supongo tenía mucha y buena madera de donde jalar. Así nos la llevamos. Fue una película 100% familiar y honesta, pero también una propuesta innovadora e ingeniosa. Ciertamente es una pieza de la importancia sobre “el aprender a soltar y a continuar”.

¿De qué hablabas con Oliver Stone en el set de ‘Salvajes’ (2012)?
Recuerdo que una de las primeras bio-epic que vi fue la de ‘The Doors’ (1991), quedé impactado por la vida de este icono que llevaba por nombre Jim Morrison. Toda esta música era de la época de mis jefes y yo crecí influenciado por todo este movimiento de los años 60s y 70s. ‘The doors’, ‘The Beatles’, ‘Pink Floyd’, ‘Led Zeppelin’, ‘Jetro Tull’, ‘Cat Stevens’, ‘Dire Straits’, ‘Bob Dylan’, ‘Leonard Coen’, ‘Janis Joplin’. Después, más en la adolescencia, vi lo que yo consideraría su obra maestra ‘Natural Born Killers’ (1994) y fue más grande la curiosidad sobre Oliver Stone, que me puse a investigar quién era.

Ahí fue que me enteré que había estado en la guerra de Vietnam, como enfermero, dentro de muchos otros puestos y condecoraciones. Una bala lo había herido a la altura de la cabeza y por esa razón había tenido que regresar. De ahí Platoon (1986), una de las más grandes películas de guerra jamás hechas.

También supe que había estado preso en la cárcel de México por posesión de Marihuana. En fin. Conocí a Oliver Stone a los veintiún años. Fui invitado personalmente para interpretar un personaje en lo que sería en ese entonces su más reciente film, ‘Savages’ (2010). Sin medir la trascendencia de lo que me sucedía, me aventuré a Los Ángeles, completamente solo, para filmar lo que sería mi primera película en Hollywood.

Creo que me faltaron herramientas para concretar ese proyecto desde el punto de vista actoral. Herramientas que un buen actor debe tener. Pero creo que ese proyecto fue el que me enseñó eso, que hay que tener herramientas, de todo tipo. Eso es lo que conforma a un actor prodigioso. Las herramientas que posee y de las que logra hacerse a lo largo del tiempo. De la experiencia. También recuerdo a Oliver peleando con Benicio (del Toro) sobre el tono exacto de una escena. Una discusión acalorada de casi dos horas. O Benicio hablando de sus experiencias con Marlon Brando mientras fumábamos un cigarro sentados en el piso. En fin, de esas experiencias hay muchas, pero honestamente recuerdo más el catering que todo eso. Recuerdo más la parte humana de Benicio para conmigo o la herida de Oliver a la altura del cuello que sus historias de éxito... En un llamado me bebí tres tequilas con Oliver y Benicio, ¡estuvo chido!

A pesar de haber actuado en la serie ‘Narcos’ (2015–2017) de ‘Netflix’ como “La Quica”, has declarado que: “El rollo de “Los Narcos” ya cansa; hacen falta historias luminosas”, ¿podemos encontrar esa luminosidad en tus trabajos como director?
Creo que la luminosidad es un efecto interesante. Dentro de eso hay un abanico de posibilidades que van desde el negro hasta el blanco. Tanto negro como blanco es un lugar confuso. Es complejo caminar ahí. Pero hay puntos medios, hay diferentes tonalidades. Yo como ser humano y artista, intento ser honesto. Y creo que es la única manera de poder explorar lo que uno lleva verdaderamente dentro. No me malentiendas, no estoy menospreciando a los que tienen diferentes esquemas o fórmulas en su quehacer, pero nada tiene que ver con el arte aquel que no se adentra en sus conciencia con completa entereza. Tampoco voy a decirte que el arte sirve para exhumar demonios solamente, aunque probablemente sí, la verdad, pero no es mi discurso. Yo me pongo en primera persona dentro de mis historias. Y por ahí trato de digerir mi vida. De entenderla. Quizá haya alguien en este mundo, o en otro, que se identifique con mi verdad. No lo sé... tampoco es importante.

¿Es cierto que en medio de todo esto, apuntabas para futbolista?
Yo creo que el futbol es un símil de la vida y de la familia muy importante, o al menos yo lo veo así. Ya lo dijo Carlos Cuarón en su ‘Rudo y Cursi’ (2008): “Todo en la vida es una apuesta, una pelota pega en el poste y se va afuera o es gol. ¿De qué depende el resultado?, del destino por supuesto, y del efecto que se le imprima a la pelota al golpearla”. Todo es destino al final de cuentas. Así que sí, yo iba para futbolista. Tenía talento. Era extremo derecho e izquierdo porque te manejaba bien ambos perfiles. Comencé desde chavito en el Fut, como viví en Xalapa, mi mamá nos llevaba a mi y a mi hermano a la escuela de las inferiores de los Tiburones del Veracruz que se llamaba “Los Delfines de Xalapa”. Luego emigré a la capital y comencé a jugar en diferentes filiales. De ahí tuve la fortuna de entrar a la cantera universitaria de mis Pumas de la UNAM, donde jugué más de un año. Lo demás ya es historia. Me chingué la rodilla.

Has dicho que el cine es una herramienta para que el tejido social se reconstruya. ¿Cuál crees que sea la verdadera razón social del cine, además de entretener?
Yo creo que el arte en general sirve para reconstruir el tejido social a través de la empatía. Una sociedad poco empática es difícil de ayudar. Pero los seres humanos, creativos, sensibles, tenemos la responsabilidad de empatizar con el otro. Uno no se puede llamar artista así como así, es el tiempo el que lo define. Venimos de un país pobre en oportunidades, brillar aquí implica una jauría de hienas peleando por el único cadáver de la sabana. Los tiempos regurgitan y ahora cada vez hay más y más discursos de odio que lo único que terminan fomentando es que este tejido se degrade rápidamente.

Por eso creo que tenemos la única y gigantesca responsabilidad de ser honestos, honestos con nosotros mismos. Por que, es a través de la verdad que uno puede verse reflejado realmente en el otro. Por eso he mencionado anteriormente que las historias de Narcos ya cansan, hacen falta historias más luminosas. Que lleven una honesta y profunda reflexión. Aunque las historias sean translucidas, no quiere decir que no lleven la pureza en su significado.

Dos jóvenes disfuncionales dentro de una relación enferma es el argumento de ‘Pigs’, tu cortometraje del 2016; parece que las relaciones amorosas contemporáneas están basadas en estos dos patrones. ¿Cuál es el background detrás de este guión?
‘Pigs’ era el síntoma que yo tenía ya una preocupación, porque de cierta manera, yo estaba intentando ponerme en un lugar de vulnerabilidad.
Yo quería hablar de los patrones destructivos con ‘Pigs’. Repetitivos. Circulares. ¿Sabias que los cerdos son los únicos animales que presienten el momento en que van a ser sacrificados?
Mucha gente no lo sabe, pero los cerdos tienen una sensibilidad e inteligencia especial como animales. ‘Pigs’ es la historia de una de tantas relaciones contemporáneas, que se dirige directo al matadero.

Quizá a medias tintas no se perciba como una historia luminosa. Porque el tema y la situación no lo son, pero la reflexión y el significado es honesto. Viene de una profunda búsqueda.

Al hacer toda la investigación para el proceso, descubrí que las historias de violencia entre pareja existían por todos lados. La gran mayoría de mis amigos, amigas y gente cercana habían experimentado en algún momento, algún tipo de violencia. Física, emocional, psíquica. Ellos como victimas pero también como victimarios. Y fue entonces que me adentré en contar esta historia, o más bien, en hacer esta reflexión.

¿Cómo llegaste a la historia de ‘Alter’, que dirigiste en 2015, argumento basado en enterrar un arma comprometedora?
Unos años antes de filmar ‘Alter’, una de mis mejores amigas sufrió un lamentable accidente. Cayó de un tercer piso en el after de una fiesta. Su cráneo se rompió en dos. Todo, de pómulo a pómulo. La situación fue muy violenta, ella estaba muriendo. Un charco de sangre la comenzó a cubrir rápidamente por debajo de su cuerpo y entre la desesperación corrí a buscar ayuda mientras los otros testigos, que eran tres, la socorrían. Una patrulla me atendió y uno de los oficiales entró conmigo al lugar del accidente. La situación era extraña. Hubo tres detenidos y el lugar acordonado. Al menos la policía no sabía lo que había sucedido ahí. Pero tampoco nosotros. Solo cayó frente nuestro, como por arte de magia.

Yo fui el responsable durante todo el trayecto a la Cruz Roja de Polanco, no supe más de los testigos. Ya ahí, tuve que firmar nuevamente como el responsable de cualquier cosa que le sucediera.

Fue una semana infernal, mi hermana se debatía entre la vida y la muerte. Y yo, que había sido hasta entonces su más fiel compañero, comencé a ser victima de extrañas presiones por parte su familia. Presiones que incluían: culparme de lo que había sucedido.

Incluso habiendo testigos, diferentes miembros de su familia me presionaron haciéndome sentir que yo tenia algo que ver con el accidente.

Durante muchos años yo me sentí culpable de lo que le había sucedido.

Así que fui fiel nuevamente y quise hablar con el corazón. Y situé mi historia con dos personajes, el protagonista y su culpa.

Me parecía importante situarme en primera persona y enterrar una culpa que jamás me perteneció.

¿Eres supersticioso, convérsame acerca de la figura del espejo en tu ‘Domingo’ (2013).
La superstición hasta cierto punto tiene lógica. Pero la mala suerte depende mucho del punto de vista en que es mirada. Como dice Humberto Eco, “la superstición trae mala suerte” o por lo menos, así arranca ‘Domingo’.

A los 22 años, después de un vaivén amoroso que me llevaba de México a Buenos Aires. Caí perdidamente enamorado de una francesa, eso me dio la turbocina para cruzar el atlántico en busca del amor. Y como una más de mis relaciones turbulentas, al poco tiempo de intentarlo, las cosas comenzaron a decaer.

Yo no sé si era que ponía demasiada ilusión y un amor que se desbordaba y yo no podía controlar. Al menos yo así lo vivía, como una explosión incandescente e incluso incontrolable del amor. Y me equivocaba, sí. Como también tenía y tuve y sigo teniendo aciertos.

El caso es que dentro de todo este reinventarme ahora en Francia, desde ceros, en un mundo y en un contexto ajeno a mí, me di el valor de filmar mi primer cortometraje como director: ‘Domingo’.

Yo odiaba los domingos. ¿Tú no? Me hacían recordar esa sensación que provocaba que el fin de semana divertido con mi papá se acabara y comenzara una semana más de levantarse temprano para ir a la escuela. Me daban no tristeza, me daban melancolía. Y Domingo era, una necesidad de hablar de aquella melancolía que desde niño sentía los domingos.

Esta historia salió de la novela inédita de mi madre ‘Ella quiere a París’, es una pequeña anécdota que me prestó y que yo desarrollé junto con mi primo en Londres para después trasladarme nuevamente a París y filmarla con mi prima y tres amigos.

Mi familia es supersticiosa, la superstición es cultural. Se extiende por todo el mundo. Pero debo reconocer que la superstición en México es folklore en vías de extinción.

Varias mujeres te han acusado en las redes sociales por violencia de género, aún no has declarado frente a los medios, ¿te gustaría aportar algo?
Si por algo he guardado silencio todo este tiempo, es porque creo que es así, con el tiempo uno logra tener una reflexión honesta de uno mismo. Mentiría si dijera que estoy libre de pecado, o que he logrado entender la causa exacta de todos los males que me aquejan el alma. Pero hay, definitivamente, en el señalamiento, una justa propulsión hacia la verdad, que te orilla, como una lucha por la vida, a enfrentarte contigo mismo.

Hace unos meses fui denunciado por tres de mis ex novias, como una persona que desde los catorce años se fue desarrollando en un mundo de violencia y abuso. Fui señalado socialmente y hasta cierto punto juzgado por más de uno. Incluyendo familiares y amigos cercanos.

Me equivoqué. Tuve momentos en donde no controlé mis impulsos. Y eso me llevó a perderlo todo. Mi familia, mi hija, mi trabajo, mis amigos. Todo.

El problema es que al haberlo perdido todo, también perdí los recursos económicos para poder hacer que la ley se cumpla de ambos lados y así poder ver a mi hija. He intentado por todos los medios gratuitos que ofrece el insípido sistema judicial mexicano. No he tenido respuesta, no ha habido manera de entablar un acercamiento o una conversación más que cuando se acerca la fecha de deposito de la pensión mensual. Lo cual indica que hasta la fecha, como he podido, he seguido en el cumplimiento legal y mínimo que se me aqueja para poder llevar una relación con ella, con mi hija. Y esa ultima parte se me ha sido negada. Por completo.

¿Te consideras una persona violenta?
Tuve problemas de autocontrol, si. Eso me llevó a situaciones muy desagradables de inseguridad, sí. En donde compartí violencia con mis parejas, llegando a extremos graves y de los cuales me arrepiento profundamente. Pero niego rotundamente los adjetivos que se me imputan y de los cuales sigo esperando las bases, las fuentes y a las afectadas.

Hoy en día hablar por hablar se ha vuelto una manera de crucificar a la gente. No importa la fuente, ahora se puede abusar por gusto. Antes era el ciber-acoso, luego la pornovenganza, ¿y ahora? La no regulación de las redes esta llevando a que muchísima gente no pueda ser reinsertada a la sociedad. Que lo pierdan todo. Las redes sociales han tenido un impacto tanto bueno como malo, porque ciertas cúpulas del poder se aprovechan con su poca humanidad, sus pocas fuentes, y se vuelven vengativos, buscando desahuciar al que se equivocó.

Así siempre ha funcionado. No veo por qué tendría que ser diferente ahora. Se estuvo hablando antes del estreno de uno de mis últimos proyectos cinematográficos, como mera estrategia publicitaria e incluso haciéndose promoción, con el completo abuso de poder y el mal uso de mi imagen, sobre mi vida personal ante la prensa.

Lamentablemente el delito de difamación ya no existe en México. Y ahora se ha vuelto mucho más fácil hablar por hablar y agarrar cualquier tema o pretexto sin contexto para darse valor a destruir al otro.

Discursos reaccionarios, de odio, sin fundamentos, sin ninguna propuesta para mejorar más que la hoguera. Como en el medievo. O como Trump. O como siempre.

El primer paso es señalar, estoy de acuerdo, ¿pero cuál es el segundo? ¿Cómo podemos reivindicarnos aquellos que hemos sido indignos ante un grupo o una sociedad y que, además, hemos cumplido y dado la cara ante la legalidad y la justicia?

Tendría que existir una manera de readaptarse, y mientras no la haya es bastante insuficiente e injusto el señalamiento.

Todo esto sólo para agradecer a tres mujeres, que me dieron la oportunidad, si no de renacer al lado suyo, sí como un nuevo amanecer a la conciencia.

Ahora soy papá y desde hace un año descubrí la belleza de la vida. Me encuentro en un proceso de curación al que he sido fiel y pretendo seguirlo siendo hasta encontrar mi completo equilibrio.

“El que este libre de pecado que aviente la primera piedra”.

¿Cómo pueden hacer las personas que cometen una equivocación?
Hoy en día es un tabú tener un hijo con problemas de autocontrol. No existen medidas ni protocolos de prevención a la violencia para niños, adolescentes ni adultos.

El movimiento #MeToo lleva por etimología el concepto prescrito del “auto-señalamiento”, de la conciencia de nuestros actos. Yo también. Yo también he sido violento. Yo también he sido abusado. Yo también. Yo también voy a hablar de mi violencia.

Lamentablemente el uso injusto y vengativo, hasta cierto punto despechado, han hecho que vaya perdiendo fuerza como ola necesaria para todos.

Ahora no parece haber esfuerzo por la toma de conciencia de ellos por ellos, sino a través del señalamiento sentencioso de los otros por los otros. Y entonces el tejido se degrada, la familia se olvida. La familia se muere.

Creo que la violencia es un concepto muy desatendido en el mundo, la violencia puede ser generada en el día a día, en las cosas más pequeñas, en los detalles más sutiles, hasta en las grandes aseveraciones que también todo lo transgreden.

Soy un ser apasionado. Que no ha sabido controlar sus impulsos más básicos. Eso no me hace un criminal. Eso me hace tan humano como el que lee esto y no se atreve, o sí, a asumir él mismo sus fisuras, sus demonios.

Nunca tuve problemas en mi trabajo, ni socialmente fui jamás alguien que luciera la violencia como experiencia. Todo lo contrario.

Casi todo mi trabajo esta dedicado en su entereza a las mujeres que he amado, algunas de ellas mismas que me denunciaron sin asumir ellas antes su verdad. Su yo también.

Hace falta justicia, sí. Pero sobre todo, hace falta verdad.

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