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En ‘La Memoria Infinita’, el amor, la integridad y la conciencia social ayudan a sobrellevar una enfermedad irreversible

Augusto Góngora y Paulina Urrutia en una escena de "La Memoria Infinita".
Augusto Góngora y Paulina Urrutia en una escena de “La Memoria Infinita”.
(CMPR)
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Cerca de dos décadas después de haberse conformado, la pareja sentimental integrada por el reconocido periodista Augusto Góngora y la renombrada actriz y ex Ministra de Cultura Paulina Urrutia -ambos de Chile- recibió una noticia profundamente ingrata.

El primero, que se dio a conocer inicialmente como reportero de unos arriesgados informes que se distribuían de manera clandestina en plena dictadura militar, tenía Alzheimer, una enfermedad irreversible que afecta inicialmente la capacidad de recordar y que termina por perjudicar seriamente las habilidades intelectuales.

“La Memoria Infinita” (“Eternal Memory”), que ganó hace unos meses el Gran Premio del Jurado en la categoría de Documental Internacional del Festival de Sundance, y que se encuentra desde hoy en salas selectas de Los Ángeles, es un retrato íntimo de los últimos años de esta relación. Sin embargo, en lugar de refugiarse en el dolor y en los momentos más terribles del proceso (¿alguien nombró a “The Father”?), el filme de Maite Alberdi (autora de “El Agente Topo”) es una historia de amor en la que el cariño que se tienen sus participantes y sus propias aproximaciones positivas a la vida los llevan a enfrentar la situación de manera inusual.

Durante la entrevista que transcribimos a continuación de manera abreviada y editada, y que se puede ver también en su versión completa de video, Alberdi y Urrutia nos hablaron extensamente de las intenciones de la película, del modo en que esta se realizó, de la importancia de tratar a la enfermedades de manera comprensiva y de los problemas que afectan actualmente a Latinoamérica.

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Paulina, ¿qué querías lograr con “La Memoria Infinita” y qué significó para ti involucrarte en el proyecto, tomando en cuenta que lo que se refleja en este fue tan fuerte para ti en el plano emocional?

Urrutia: Augusto fue el que tomó la decisión de hacer esto. Para sus amigos, para su familia y para mí, particularmente, fue una decisión difícil, pero él estaba tan convencido que nos fuimos sumando poco a poco. Cualquiera que vea la película completa va a comprender cabalmente las razones por las que no se negó nunca a hacerla.

Es muy importante que Augusto haya estado no solamente involucrado, sino que haya surgido de él la idea, porque eso es algo que no se sabe al ver el documental y que puede despertar interrogantes sobre la ética. Se le veía como una persona de buenos sentimientos, muy abierta, muy espontánea, muy carismática. De hecho, parece que nunca se ocultó.

Urrutia: Exactamente. Fue una persona muy honesta, que fue capaz de registrar los momentos más difíciles de nuestro país y que, en el caso de su propia vulnerabilidad, optó por no ocultarla, por no tener vergüenza ni miedo de enfrentar la enfermedad. Esta fue, sin lugar a dudas, su última causa.

¿Cómo te involucraste tú en esto, Maite?

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Alberdi: Para mí, empezó como cinco años atrás, cuando vi a Augusto y a Paulina en un contexto laboral, Me llamó mucho la atención la manera en que se portaban como pareja y el modo en que Paulina había integrado a Augusto a su trabajo. Siempre había visto a personas con Alzheimer que se encontraban aisladas socialmente, mientras que ellos habían decidido vivir el día a día de la enfermedad.

Augusto se mostró siempre completamente dispuesto a hacer la hacer la película, pero esta fue también una película que fui descubriendo. Partió como una historia de amor, y poco a poco, a medida que los conocía, me fui dando cuenta de que había que integrar otras capas.

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Ago. 17, 2023

El hecho de que ellos estuvieran sobrellevando esto de una manera tan particular era llamativo incluso en términos narrativos, porque no se trataba de la típica historia en la que hay una persona que está simplemente sufriendo. Pero me parece también súper interesante que él haya escrito mucho antes de su diagnóstico un libro llamado “La memoria prohibida”, sobre los años de la dictadura; que él mismo haya comenzado a perder luego la memoria; y que, a la vez, este trabajo haya sido hecho de algún modo en su memoria.

Alberdi: Eso es lo lindo de los documentales, que se encuentran llenos de descubrimientos. Él fue mandando señales de cómo había que contarlo, como sucede en el momento donde recuerda a un amigo que perdió en la dictadura. ¿Cómo no ir entonces a ese pasado y buscar archivos del programa que ellos hacían, donde se grabó el funeral? A partir de lo que él recordaba, y no de lo que olvidaba, yo iba haciendo asociaciones y descubriendo cuáles eran los caminos que había que tomar, lo que incluye lo del libro que mencionas.

En otros momentos, el filme rescata imágenes de los reportajes que él hacía durante la dictadura. ¿Cómo se difundía todo eso?

Urrutia: Era un sistema absolutamente inédito para la época. Los medios estaban copados por el régimen militar, por lo que estos registros mostraban lo que estaba ocurriendo realmente en nuestro país y estaban obviamente prohibidos. Se grababan en VHS y se enviaban a listados de agrupaciones, como juntas de vecinos, federaciones de estudiantes y sindicatos, para que estos se encargaran de producir copias y mandarlas a la mayor cantidad de personas que se pudiera. Hasta el día de hoy, son esenciales para saber lo que sucedió durante esos 17 años de dictadura.

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El documental muestra también la labor tremendamente esforzada que desarrollaste para cuidarlo y ser comprensiva con él. Es interesante que haya dos mujeres involucradas en esto, es decir, Paulina como “protagonista” y Maite como directora. Maite, cuando te entrevisté por “El Agente Topo”, hablaste un poco de que el “personaje” central en ese caso era igualmente un hombre.

Alberdi: Obviamente, acá hay dos protagonistas, a diferencia de ese documental. Pero si hay algo parecido en el sentido de que, en ambos casos, soy una mujer mirando a dos hombres que se encuentran muy conectados con su mundo afectivo, que son muy capaces de manifestar sus emociones, de decir qué sienten, de decir qué quieren. Son personas que yo miro y que admiro.

Un momento del rodaje, con Maite Alberdi a la derecha.
(CMPR)

Por lo que se ve aquí, incluso cuando estaba sufriendo, Augusto mantenía ese lado humano, sensible y cariñoso. Eso es también un reconocimiento a la calidad humana que tenía. Me imagino que otros que sufren lo mismo se vuelven desde el principio personas con las que no se puede casi convivir.

Alberdi: Yo creo que es un tributo a la coherencia. En el funeral de Augusto, escuchamos a un amigo suyo que hablaba de experiencias de hace 30 años, y que mencionaba la ternura que él tenía ya entonces para aproximarse a las personas cuando las entrevistaba. Él siempre fue así, y eso se mantuvo.

De todos modos, asumo que hubo momentos muy duros que se grabaron, pero que no se incluyeron en la película.

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Alberdi: No dejé fuera nada distinto de lo que se ve; quité quizás una escena parecida a la que lo muestra esa noche [en la que se encuentra sumamente desorientado], pero no hay más que eso. Se trata también de sacarle el tabú a la enfermedad, que podía llegar a ser atroz, pero que lo tenía al día siguiente bailando. No todo es puro miedo o puro horror.

Urrutia: Yo creo que esta película no es una película sobre el Alzheimer, sino una película que nos permite acercarnos de manera humana y natural a las personas que se enfrentan a una enfermedad de la que se conoce muy poco. Creo que va a ser una película que va a ayudar a despejar muchos miedos, mucha ansiedad y muchos mitos. Es una película muy luminosa, muy esperanzadora, porque cuando uno deja de pensar, aparecen las emociones.

Es bueno darse a la tarea de trabajar un equilibrio dentro de nosotros. Si pasamos todo el día enojados, con miedo o con pena, tenemos que empezar a descubrir la alegría, la calma, la ternura, sin que haya necesariamente una enfermedad de por medio. Y cuando se presentan estas enfermedades, hay que tratar de que las personas [que las sufren] estén lo mejor que se pueda.

Me gusta el balance que tiene el documental entre todo este positivismo y la huella terrible de las atrocidades cometidas por la dictadura. Eso quiere decir que no es necesario estar amargado para ser un activista. Y tú, Paulina, también has puesto de tu parte en ese sentido, porque empezaste haciendo telenovelas, pero te comprometiste poco a poco con temas sociales y políticos. Apareces incluso en el documental participando en una obra que habla sobre la gente que fue torturada durante la dictadura.

Urrutia: La verdad es que comencé haciendo teatro; lo de la televisión me servía para poder sobrevivir y seguir con el teatro.

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Hay momentos del documental en los que se muestra el modo en que incorporabas plenamente a Augusto en tus actividades, al menos en cierta etapa del proceso. ¿Fue idea tuya hacer eso? ¿Era una especie de tratamiento que se les ocurrió?

Urrutia: No; fue algo que se dio de una manera absolutamente natural, debido a una cuestión muy básica. Cuando Augusto fue diagnosticado, a los 62 años, estaba en plena actividad. Poco a poco, tuvo que ir dejando ese trabajo, y quien tuvo que seguir trabajando y mantener durante casi diez años a nuestra familia fui yo. Augusto no podía quedarse solo en la casa y, por lo tanto, tenía que acompañarme al trabajo, como hace una madre con su hijo.

Cuando él empezó la etapa de no reconocerse a sí mismo, ¿no mostró hostilidad hacia la cámara? Porque ésta se encontraba siempre presente.

Urrutia: No; y creo que eso se debe a la naturaleza de Augusto, porque él pasó su vida entera frente a una cámara. En un momento del documental, yo me acerco con la cámara y él me habla directamente, como si la cámara no estuviera. No existe conflicto alguno por ese lado.

Maite, como has dicho, ésta es una historia de amor entre dos personajes muy interesantes donde también se habla del pasado y que, sin ser un trabajo panfletario, promueve la memoria colectiva para no repetir errores históricos que son comunes a toda Latinoamérica. Actualmente, estamos viendo por allá el surgimiento de ciertas alas extremistas que podrían llegar al poder. Por ese lado, ¿qué creen que podría aportar un trabajo como éste?

Alberdi: Yo creo que todo ejercicio de memoria, especialmente cuando se trata de una memoria histórica, pretende precisamente que la ciudadanía no vuelva a cometer los mismos errores. Recordar te ayuda a ubicarte en el espacio y en el tiempo. En este documental, hay una manera de comunicar la política y de hacer política que responde a un espíritu generacional y que es lo que rescato. También comparto la forma de hacer periodismo, de manifestarse públicamente y de entender la democracia que se muestra en la película.

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¿Cómo ven la situación actual en Chile? Hace poco, llegó al poder un presidente de izquierda, pero ahora, parece que la derecha está recuperando posiciones.

Alberdi: El riesgo de caer en la ultraderecha siempre está ahí, pero cuesta mucho articularlo, porque hay una gran fluidez en la política de estos tiempos. Las imágenes del documental que muestran a Augusto haciendo sus reportajes y las que muestran el retorno a la democracia [que se dio tras la caída de la dictadura] es semejante al sentimiento de esperanza y de miedo que teníamos nosotros en 2018 con el estallido [social que se produjo en Chile]; había miedo por todo lo que estaba pasando en la calle, pero al mismo tiempo, había la esperanza de un cambio. Lo lamentable es que perdimos ese sentimiento muy rápidamente; ahora, es más como una desilusión y un tratar de entender qué va a pasar.

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