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El show de Beyoncé en Coachella fue increíble, y la artista lo supo

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Realmente no hay otra manera de decirlo: la presentación de Beyoncé, el sábado 14 de abril por la noche, en el Coachella Valley Music and Arts Festival, fue una de las cosas más impresionantes que he visto en 20 años de asistir a conciertos de manera profesional.

La escala, el alcance, el detalle -y la sensación- simplemente la colocaron en un nivel superior al que se manejan la mayoría de los otros artistas.

“Tenía previsto actuar en Coachella antes”, afirmó con una sonrisa, cerca del final del espectáculo, en referencia a la edición 2017 del megafestival anual que se realiza en el Empire Polo Club de Indio. “Pero terminé embarazada”. Eso le concedió tiempo, continuó la madre de gemelos de 10 meses, “para soñar” algo grande, “con dos almas en mi vientre”.

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¿Pasó realmente un año planeando el concierto de este sábado? Probablemente no. Aunque quizás…

Descrito por la intensa voz de presentación como “Beyoncé Homecoming 2018” (el regreso de Beyoncé, 2018), el concierto fue un homenaje cálido y vívido a los colegios y universidades históricamente negros de los Estados Unidos, un concepto que la artista vinculó claramente a su rol -como ella misma señaló felizmente desde el escenario- de ser la primera mujer negra en liderar Coachella (“¿No es algo?”, agregó como comentario al margen).

La estrella estuvo acompañada por aproximadamente 100 bailarines y músicos, incluidos instrumentistas de vientos y cuerdas, una línea de tambores y un bastonero. En varios momentos, Beyoncé desapareció del tablado para cambiar de vestuario y fue reemplazada en escena por un animado pelotón de baile.

La minuciosidad de la presentación, con sátiras, largas rutinas de danza y cambios radicales a algunos de sus temas más conocidos, fue asombrosa; millas más allá de lo que incluso otros de los más ambiciosos artistas de Coachella llevaron al desierto.

“Freedom”, con un ritmo denso tocado en sousafón, de repente se transformó en una versión de “Lift Every Voice and Sing”, a menudo apodado el himno nacional negro. “Sorry” agitó un divertido y picante coro -que no se puede reproducir aquí-. “Drunk in Love”, que Beyoncé cantó desde lo alto de una plataforma giratoria, sonó tan mareadamente festiva como la música funeraria de Nueva Orleans.

Una forma de entender cuánto esfuerzo pusieron Beyoncé y su equipo en el espectáculo fue mediante las imágenes -compuestas con precisión- que alimentaron las enormes pantallas a los lados del escenario (y el canal de YouTube, que transmitió la actuación en directo).

Normalmente, ese tipo de trabajo de cámara es bastante sencillo. Pero en el show fue diseñado como una película, que captaba la atención del espectador hacia elementos granulares -como la expresión facial de una baterista mientras hacía tronar paradiddles militares- a quien no se podía ver ni siquiera desde la ubicación más cercana en el campo de polo.

Sin embargo, más allá de la cuidadosa integración de la acción en el escenario, Beyoncé fue sin lugar a dudas el centro de atención, apoyada en canciones de todo su catálogo: éxitos tempranos, como la triunfante “Crazy in Love” y “Me, Myself and I”; material de mitad de carrera como la apasionada “I Care” y una versión de “Get Me Bodied” delirantemente funky (para la cual convocó a su hermana Solange a bailar con ella); y temas de “Lemonade”, de 2016, como “Formation” y “Don’t Hurt Yourself”, que cobró el estilo de un tema de James Bond gracias a los vientos.

Solange no fue la única invitada de Beyoncé. El esposo de la cantante, Jay-Z, se presentó para hacer su verso en “Déjà Vu”. Y, como se rumoreaba de antemano, la cantante organizó una breve reunión de Destiny’s Child, en medio de gritos de excitación de la audiencia. El influyente grupo femenino reversionó su clásico “Say My Name” como un lustroso soul jam que dejó al público con ganas de escuchar qué tipo de música nueva harían ahora Beyoncé, Kelly Rowland y Michelle Williams, juntas, como treintañeras.

Una vez más, Beyoncé fue el centro obvio en estos momentos de colaboración; nadie olvidaba que fue ella la fuerza gravitatoria que puso en órbita a estas otras estrellas.

Sin embargo, la presencia de la familia reforzó la valiosa sensación de comunidad que quiso impregnar al show con la vibra inteligente y sincera de las universidades históricamente negras. Pareció decir que todo su duro trabajo no es solo para ella; es algo para ser compartido.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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