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Qué causó la explosión en Beirut parece estar claro; quién y por qué, no se sabe

VIDEO | 01:15
‘Beirut is a devastated city’: Government orders investigation into massive blast that killed more than 100
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Antes de la explosión masiva que sacudió Líbano el martes, muchos pensaron que el país ya había tocado fondo.

Beirut había comenzado a parecerse a la escena de una película distópica. Debido a la profundización de la crisis económica y monetaria que derivó en la escasez de artículos esenciales, incluido el combustible, las luces de las calles estaban apagadas.

Con electricidad -suministrada por el gobierno- a veces solo un par de horas al día, los generadores diesel funcionaban casi sin parar y cubrían la ciudad en una bruma perpetua de smog. El número de indigentes en la calle, muchos de ellos niños, se había multiplicado.

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El gobierno ordenó la prisión domiciliaria de las autoridades del puerto entre conjeturas de que una de las causas pudo ser la negligencia

Ago. 5, 2020

Lo único que podría empeorar la situación, muchos pensaron, era otra guerra.

Pero la explosión que ocurrió días atrás al final no fue, según todas las versiones oficiales, ni un ataque terrorista ni una embestida israelí. Más bien, la causó un incendio aparentemente accidental que detonó una reserva de nitrato de amonio confiscado, que había estado almacenado en un hangar en el puerto de Beirut durante años -resultado, como muchos advirtieron, de la misma negligencia de quienes ostentan el poder y que llevó al colapso económico-.

“Ahora vino esta crisis masiva, porque todo lo que sucedió antes no era suficiente. Nuestro estado está haciendo todo lo posible para matarnos”, ironizó Gisele Nader, voluntaria de la Campaña Dafa, una iniciativa que distribuía alimentos, agua, ropa y otros artículos de necesidad primaria a las familias cuyas viviendas fueron dañadas por la explosión. “Estuve aquí durante toda la guerra, pero nunca había visto el país tan dañado”, sentenció.

Y a raíz de la crisis económica preexistente, ahora puede ser mucho más difícil para el Líbano recuperarse de los efectos posteriores de la explosión, que mató a más de 100 personas, hirió a unas 5.000, dejó a alrededor de 300.000 sin hogar y causó daños estimados por $3.000 millones de dólares.

Hasta el miércoles, los voluntarios de defensa civil seguían revisando los escombros en busca de los cuerpos de los desaparecidos, mientras que los familiares recorrían desesperadamente los hospitales y publicaban fotos en una página de Instagram creada para ayudar a los beirutíes a encontrar a sus seres queridos desaparecidos.

“Si este incidente, este hecho criminal, hubiese sucedido hace muchos años, yo hubiera dicho que era algo problemático, pero que podíamos sobrevivir a él”, dijo Jad Chaaban, un economista y activista libanés. “Pero en este momento, Beirut puede convertirse en una ciudad fracasada y completamente destruida si la gente no se moviliza muy rápido y la apoya”.

El hecho de que la destrucción se sume a una crisis monetaria significa que muchos propietarios probablemente no podrán acceder a los dólares necesarios para pagar los suministros de reconstrucción, que son importados. Desde septiembre, el precio del dólar ha subido de su tasa oficialmente fija, de alrededor de 1.500 liras, al precio del mercado negro que actualmente es de alrededor de 8.000.

Como resultado, muchos residentes de Beirut ahora enfrentan la posibilidad de pasar meses durmiendo en apartamentos con ventanas rotas.

Tony Naqour, un empleado administrativo de seguros, que vive en el área de Gemmayze, un vecindario mayormente cristiano lleno de bares y restaurantes de moda, que fue una de las áreas más afectadas por la explosión, se unió a algunos hombres jóvenes de la zona para ayudar a limpiar los escombros de un club de fútbol del barrio, el miércoles.

Según Naqour, la explosión del martes -que inicialmente creyó que se trataba de una bomba lanzada por un avión de combate- hizo estallar las ventanas de su casa.

“¿Dónde conseguiremos vidrio ahora? El precio de un metro va a llegar a $300”, comentó. “¿Entonces, que vamos a hacer? ¿Dormir en la calle? Nos quedaremos en casas sin vidrios en las ventanas y oleremos el hedor de la basura por la noche”.

Pese a todo, al hogar de Naqour le fue mejor que a muchos otros. Los edificios históricos que habían sobrevivido a las guerras pasadas quedaron arruinados por la explosión, y la mayoría de sus residentes se mudaron el miércoles para quedarse con amigos y parientes, en casas en las montañas, o con extraños que publicaron ofertas de alojamiento en internet. Algunos quedaron en las calles.

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Randa Hayat, que estaba sentada en el exterior de su edificio semidemolido, junto con su esposo y con el pie atado en un yeso, relató que ella estaba fuera el martes por la noche, cuando ocurrió la explosión y, aterrorizada de entrar al edificio después, había dormido en la tienda de al lado, totalmente destruida.

“Hemos estado aquí toda la noche”, relató. “No hay palabras para explicar lo que sucedió, no hay palabras”.

Los funcionarios libaneses prometieron ayuda para los desplazados por la crisis, y responsabilizar a los culpables.

“Todos los responsables de esta catástrofe pagarán el precio”, aseguró el primer ministro Hassan Diab, en un discurso proferido el martes. “Esta es la promesa que les hago a los mártires y los heridos”.

El miércoles, el gobierno libanés declaró un estado de emergencia de dos semanas y ordenó que los funcionarios del puerto sean arrestados, mientras iniciaban una investigación sobre por qué una reserva de 2.750 toneladas de nitrato de amonio permanecía almacenada en un hangar desde que fue confiscada de un barco, en 2013, a pesar de que el jefe de aduanas advirtió sobre el peligro de dejar el compuesto químico allí.

La tragedia atrajo la atención mundial y también ofertas de ayuda internacional; Francia, Rusia y Egipto enviaron personal y equipos médicos. Otros países, incluidos Australia y Noruega, prometieron dinero para apoyo humanitario.

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Incluso Israel, que inicialmente había sido señalado por muchos en Líbano por la explosión -después de las intensas tensiones en las fronteras y los sobrevuelos cada vez más frecuentes de aviones de vigilancia en las últimas semanas- ofreció asistencia humanitaria.

Aunque la ayuda internacional servirá para compensar los costos de respuesta al desastre, comentó Chaaban, no será suficiente para que el país salga de sus problemas económicos subyacentes. El Líbano solicitó asistencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) por $10 mil millones, pero las conversaciones se estancaron y otros donantes potenciales se mostraron reacios a ofrecer ayuda sin un acuerdo con el FMI o un movimiento concreto sobre reformas económicas.

Chaaban señaló que, si bien la nueva asistencia es bienvenida, “cualquier contribución que recibamos ahora ayudará para recomponer cosas que están recién destruidas. Esto no nos ayudará a recuperar nuestra electricidad, nuestro medio ambiente, nuestra infraestructura básica, para lo cual necesitábamos apoyo al principio”.

Para muchos libaneses, es difícil ver una salida del pantano. Cuando se le preguntó cómo ve el futuro del país, Naqour puso reparos. “No puedo decir cuál es el futuro que nos espera”, expresó, volviéndose hacia los otros hombres que lo rodeaban en la tarea de retirar escombros. “¿Qué piensan, muchachos? ¿Cuál es el futuro del país? ¿Alguien tiene una respuesta?”.

Nadie dijo nada.

Sewell es corresponsal especial.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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