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La salud femenina, otra víctima de la pandemia

A portrait of Ritu Salani in front of a hospital.
A la Dra. Ritu Salani, especialista en oncología ginecológica del Centro Médico Ronald Reagan de UCLA, le preocupa que las mujeres retrasen los exámenes y tratamientos preventivos debido al COVID-19. “La detección es muy importante”, enfatizó.
(Al Seib / Los Angeles Times)
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Cuando Stephanie Fajuri, de 36 años, recibió un resultado anormal de su papanicolau, hace una década, su médico le recomendó que asistiera a exámenes anuales para vigilar su salud. Fue diligente en hacerlo con regularidad, hasta que se enfrentó a una pandemia.

Su cita, programada originalmente para el verano pasado, se pospuso para diciembre, relató Fajuri. Para cuando finalmente vio a un médico, había desarrollado más células anormales y tuvo que someterse a un procedimiento para extirparlas de su cuello uterino. “Afortunadamente, estoy atenta a mi salud”, señaló, “pero así es como se desarrolla el cáncer de cuello uterino”.

Al igual que Fajuri, las mujeres de todo el sur de California informan que sus citas se retrasan, se cancelan los exámenes y se posponen las evaluaciones debido a la pandemia. Algunas optan voluntariamente por no encontrarse con el virus, mientras que a otras le cancelaron las citas los propios proveedores de atención médica, que desvían los recursos a los pacientes con COVID-19.

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Pero con el brote ya en su segundo año, los expertos hacen sonar la alarma sobre las ramificaciones de postergar el bienestar femenino.

El problema es significativo. Un estudio publicado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) federales encontró que durante la primera orden de aislamiento en el hogar del sur de California, las pruebas de detección del cáncer de cuello uterino se desplomaron un 80% entre 1.5 millones de mujeres pertenecientes a la red regional de Kaiser Permanente.

Los hallazgos tienen “importantes implicaciones para la salud pública”, según Chun Chao, científica investigadora de Kaiser Permanente del Sur de California. “Las falta o demora en las pruebas de detección de cáncer podrían aumentar el riesgo o hacer proliferar la enfermedad al momento del diagnóstico”.

Para la Dra. Maureen Miller, oficial del servicio de inteligencia epidémica de los CDC y una de las autoras principales del estudio, las tasas de detección del cáncer de cuello uterino son generalmente las mismas año tras año, por lo que el cambio entre 2019 y 2020 marcó una “diferencia sustancial”. “No solo nos preocupa el cáncer, también el precáncer”, remarcó Miller. “Potencialmente, una enfermedad grave podría estar desarrollándose en el cuello uterino, que quizá [la paciente] no puede advertir en su cuerpo. … Es realmente importante”.

El cáncer de cuello uterino fue una de las causas más comunes de muerte por cáncer entre las mujeres estadounidenses. La tasa se redujo significativamente cuando las pruebas de detección de rutina se generalizaron y ahora se estima que hasta el 93% se pueden prevenir, según los CDC.

Dr. Ritu Salani leans against a rail on stairs outside Ronald Reagan UCLA Medical Center
“Si no lo detectamos a tiempo”, afirmó la Dra. Ritu Salani sobre el cáncer de cuello uterino, “puede presentarse en etapas más avanzadas, cuando es más difícil de tratar”.
(Al Seib / Los Angeles Times)

“La detección es muy importante”, enfatizó la Dra. Ritu Salani, obstetra-ginecóloga del Centro Médico Ronald Reagan UCLA, en Los Ángeles. “Si no lo hacemos a tiempo, puede detectarse en etapas más avanzadas, cuando es más difícil de tratar, o pueden necesitarse terapias más agresivas y con peores resultados”.

Y no se trata solo del cáncer de cuello uterino: la pandemia también retrasó las mamografías, los tratamientos de fertilidad e incluso los procedimientos de prevención del dolor, aseguraron varias mujeres. En abril, los CDC y los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid publicaron pautas recomendando el aplazamiento de procedimientos electivos y no urgentes, incluidas las pruebas de detección de “cáncer de bajo riesgo”, en medio de la primera ola de la pandemia.

A Heidi Putallaz, de 38 años, de Santa Clarita, su médico le recomendó hacerse una mamografía y una ecografía de seguimiento después de descubrir una mancha de tejido anormal el otoño pasado. No pudo encontrar una vacante para una cita hasta, al menos, finales de marzo. “Sé que probablemente no sea nada”, comentó Putallaz, “pero habiendo perdido a muchas familiares, incluida mi madre, a causa del cáncer de mama, uno se pregunta si este no es el peor de los escenarios”.

Al igual que las pruebas de papanicolaou y de VPH, las mamografías pueden ser esenciales para reducir el número de muertes por cáncer. Un estudio de 2020 publicado en la revista Lancet Oncology proyectó que los retrasos en el diagnóstico y el tratamiento durante la pandemia de COVID-19 podrían resultar en un aumento de hasta un 9.6% en los decesos en Reino Unido durante cinco años.

Sin embargo, incluso antes de la pandemia, el bienestar de las mujeres a menudo pasó a un segundo plano. Históricamente, los ensayos clínicos se han realizado con hombres, y cosas como cinturones de seguridad, equipos de seguridad e incluso el aire acondicionado de la oficina están diseñados pensando en el cuerpo de los varones. Las mujeres transgénero, en particular, han luchado durante mucho tiempo contra las barreras a la atención.

El hecho de que los procedimientos de las mujeres se clasifiquen regularmente como “electivos” puede aumentar esa carga, comentó Salani, y señaló que los hospitales suelen clasificar las admisiones como “urgentes, de emergencia o electivas”. El bienestar de las mujeres “no es ni urgente ni de emergencia, pero realmente tampoco es opcional, y así se le hace parecer”, comentó. “Es una terminología desafortunada”.

La UCLA, la USC y los hospitales de todo el país están tratando a más pacientes de hepatitis alcohólica, cirrosis y otras afecciones en medio de los internos de COVID-19.

Feb. 17, 2021

Esa falta de urgencia agravó el sufrimiento de muchas mujeres durante la pandemia. Maria Vasilchikova, residente de Inglewood, de 27 años, trató de programar una cita con el médico la primavera pasada para abordar su síndrome de ovario poliquístico. El dolor que experimenta es extremo, afirmó, y a veces debe detener su vehículo si va conduciendo o, en ocasiones, vomitar.

Después de esperar tres meses para una cita, su médico la canceló para poder atender a los pacientes con COVID-19 en el hospital. Vasilchikova lo comprendió (su madre es enfermera de una unidad de cuidados intensivos), pero estaba consternada. “Retrasaron mucho mi progreso”, comentó, y señaló que no le ofrecieron una cita de reemplazo en su lugar. “Los síntomas de mi dolor de ovario empeoraron y no hay forma segura de investigar los motivos sin ir al consultorio de un médico”.

Otras mujeres reportaron problemas similares. Jewelia, de 44 años -quien pidió no usar su apellido- comentó que una cirugía de extirpación de fibromas programada en Kaiser fue cancelada dos veces debido a la pandemia. Mientras esperaba una nueva fecha, la despidieron de su trabajo y perdió su seguro médico. Ahora no puede pagar el procedimiento. “Aquí estoy hasta el día de hoy, sin cirugía y simplemente viviendo con dolor”, comentó.

Miller, de los CDC, dijo que cuando se levantaron las primeras órdenes de quedarse en casa en el sur de California, en junio, se reanudaron algunas pruebas de detección de cáncer de cuello uterino, pero a una tasa de aproximadamente un 25% por debajo de lo normal.

En particular, el estudio en el que Miller trabajó con Chao se basó en datos recopilados hasta septiembre de 2020, antes del paralizante pico de COVID-19 durante la temporada de fin de año. Es probable que los datos del próximo año, que incluirán el pedido de permanencia en el hogar más reciente de la región, expongan un descenso de los números de exámenes.

“Cuando veamos llegar la próxima tanda de datos, no creo que sea tan baja como antes, pero anticipo que descenderá”, afirmó Lisa Richardson, directora de la División de Prevención y Control del Cáncer de los CDC. Con solo un puñado de estudios sobre el tema hasta ahora, agregó, “es muy difícil saber. El mensaje es, conozca su propia historia y hable con su proveedor sobre cuáles son sus necesidades”, afirmó. “Si tiene un mayor riesgo de contraer cáncer, no debe posponerlo. … Esta [pandemia] terminará, y todos queremos estar saludables cuando esto acabe”.

Aún así, muchas mujeres reconocen que tienen miedo de buscar atención durante la pandemia, especialmente para cuestiones que no sienten como emergencias.

Monica Gaya poses for a portrait in front of some plants
Mónica Gaya, de Sylmar, pospuso una cita médica de seguimiento porque sintió que “el riesgo de contraer COVID es mayor al ir a lugares donde hay más probabilidades de enfermarse”.
(Myung J. Chun / Los Angeles Times)

“Tengo un compañero que es de alto riesgo, así que no quiero llevarle nada a casa”, comentó Mónica Gaya, de 44 años, residente de Sylmar, quien pospuso una cita de seguimiento después de una mamografía anormal, el otoño pasado. “Siento que el riesgo de contraer COVID es mayor si voy a lugares donde las personas tienen más probabilidades de enfermarse”.

Gaya, que tiene antecedentes familiares de cáncer, se sintió “definitivamente preocupada” por la detección anormal, pero le es difícil ponerse por encima de todas las demás necesidades. “El cuidado de la mujer no es una prioridad en la sociedad, incluso cuando no hay una pandemia”, afirmó. “La pandemia simplemente lo lleva a un segundo plano”.

Otros, como Raneq Barber, de 29 años, describieron tener debates similares sobre la atención médica. Barber tiene asma y presión arterial alta, dos afecciones subyacentes que pueden aumentar su riesgo de un caso grave de COVID-19. Entonces, tomó la decisión de retrasar una cita de ginecología que había programado al comienzo de la pandemia, pensando que “serían unas semanas, o un mes”. Sin embargo, “ha pasado un año y todavía no me siento segura yendo al consultorio de un médico”, reconoció.

En enero pasado, más de 75 organizaciones, incluida la Sociedad Estadounidense del Cáncer y la Red Nacional Integral del Cáncer, firmaron una declaración en la que respaldaban el objetivo de reanudar los exámenes médicos y las pruebas de detección durante la pandemia, citando “tendencias preocupantes” que indican que muchos casos no están siendo diagnosticados ni tratados.

“Instamos a la gente de todo el país a que hablen con su proveedor de atención médica para reanudar los controles regulares de atención primaria, las pruebas de detección del cáncer recomendadas y el tratamiento basado en la evidencia para disminuir el impacto negativo que la pandemia está teniendo en la identificación y el tratamiento de las personas con dicha enfermedad”, remarca el comunicado.

Richardson es optimista de que las cifras seguirán mejorando a medida que los hospitales y las instalaciones de atención médica recuperen cierto sentido del equilibrio, y a medida que las personas se sientan más cómodas con regresar a la atención habitual.

Algunas mujeres aún no están en esa instancia. Molly Codner, de 30 años, necesita una revisión desde que recibió resultados anormales de su papanicolaou, el verano pasado, pero al igual que otras muchas personas del sur de California, el trauma del año pasado aún pesa mucho en su mente: casi una docena de gente conocida ha tenido COVID-19 . “Sé que debería hacerme otro examen pronto”, comentó, “pero la ansiedad por el COVID es más prioritaria ahora que la ansiedad por un cáncer de cuello uterino”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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