Republicanos en manos del Partido del Té

El presidente del Congreso, John Boehner, nunca fue de mi agrado. Siempre me pareció demasiado conservador. Nunca le perdoné que no hubiera permitido la votación del proyecto de reforma migratoria. Tampoco que en el 2013, el Partido Republicano hubiera cerrado el gobierno para obligarlo a no financiar la ley de salud mejor conocida como “Obamacare”.

Por eso, cuando presentó su renuncia a partir del 30 de octubre, sentí una pequeña alegría. Sin embargo, esa sensación desapareció cuando vi a sus propios colegas del Partido del Té aplaudiendo a rabiar, felices de su renuncia. No lo querían, porque en su opinión, era muy liberal.

La pelea ya estaba cantada. El enfrentamiento principal entre las facciones republicanas en las últimas semanas fue en torno a cerrar nuevamente el gobierno, ahora para intentar bloquear fondos para Planned Parenthood, una clínica a nivel nacional enfocada en el cuidado de la mujer.

Boehner consideraba que paralizar el gobierno provocaría un daño irreparable a la imagen del partido. Al final, la presión fue tan grande que el funcionario, a pesar de su enorme poder, tuvo que renunciar. Hoy no cabe duda de que ese partido está secuestrado por los radicales de derecha.