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Los republicanos querían destituir a Trump desde el principio

Sen. Lindsey Graham (R-S.C.) speaks to reporters as he walks to the Senate chamber for the impeachment trial
¿Recordará el senador Lindsey Graham (republicano de Carolina del Sur) -en la foto caminando a la cámara del Senado el miércoles para el juicio político- cuando dijo que Donald Trump destruiría al Partido Republicano?
(Jose Luis Magana / Associated Press )

Podrían cumplir su fantasía. Pero no lo harán.

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Entre las defensas más desconcertantes del presidente Trump se encuentra este guión particular, amado por los legisladores republicanos: “Los demócratas han estado tratando de destituir a este presidente desde antes de que asumiera el cargo”. A los Trumpites les gusta repetirlo con ferocidad y pocos cambios.

Claro, no es tan vivaz como la obra maestra de Trump: “¡SÓLO ME QUIEREN DESTITUIR POR HACER UNA LLAMADA DE TELÉFONO PERFECTA!”

Pero es igualmente desesperado.

La respuesta es, como debería ser, sí, por supuesto, la impugnación ha sido una de las principales preocupaciones durante estos últimos años, ya que los estadounidenses de todas partes han rechazado en cada ocasión el comportamiento ‘auto-impugnatorio’ de Trump.

Y el vaivén del juicio político comenzó antes de que Trump asumiera el cargo, durante esa interminable migraña de otoño de 2016. Pero no necesariamente provenía de los demócratas.

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“El Partido Republicano necesita elegir a Trump y luego destituirlo”, escribió Jonathan Ashbach, escritor conservador del Federalist, una revista de derecha, en octubre de ese año.

Ashbach dijo a los republicanos que destituyeran a Trump tan pronto como hiciera su juramento presidencial. Admitió que se trataba de una “medida desesperada”, pero los tiempos, escribió, precisaban tales ‘plegarias’. Y continuó: “Si los republicanos toman la iniciativa para destituir a Trump de su cargo, el partido podría recuperar parte de su credibilidad perdida en partes del electorado que está ansioso por atraer”.

Ansioso por la recuperación, Ashbach debería haber escrito. Durante toda la primavera y el verano, los republicanos han estado distanciándose del partido. El ex congresista de Minnesota Vin Weber amenazó con renunciar al Partido Republicano si Trump fuera elegido, y el ex alcalde de Nueva York, Michael R. Bloomberg, quedó atraído por Hillary Clinton y finalmente se convirtió en demócrata (y ahora se postula para presidente). Una larga lista de veteranos del partido rechazó decididamente a Trump como candidato.

En mayo de 2016, el senador Lindsey Graham (R-S.C.) dijo: “Si nominamos a Donald Trump, seremos destruidos. Y lo mereceremos”. Norm Coleman, ex senador republicano de Minnesota, también lo rechazó: ‘No es republicano. No es conservador’”. Mitt Romney, ex candidato presidencial republicano y actual senador de Utah, declaró que Trump tenía “un carácter y un temperamento no aptos para ser el líder del mundo libre”.

Y luego apareció la cinta en “Access Hollywood”. Jason Chaffetz, un congresista de Utah y presidente del Comité de Supervisión de la Cámara en ese momento, se mostró franco. “Estoy fuera”, dijo. “Ya no puedo bajo buena conciencia respaldar a esta persona para presidente”.

En la parte superior de la jerarquía republicana, Paul D. Ryan, entonces presidente de la Cámara, le dijo a Reince Priebus, entonces jefe del Comité Nacional Republicano, “Esto es fatal”. Según un extenso informe en Nueva York magazine, Ryan continuó: “¿Cómo puedes sacarlo de la carrera electoral?”

Pero Trump se quedó y, por supuesto, obtuvo su victoria en el colegio electoral. Siguieron más ultrajes. Tantos que para la primavera de 2017, el propio fiscal general adjunto de Trump, Rod J. Rosenstein, estaba proponiendo que él mismo usara un microfono con la esperanza de exponer la mala conducta del ahora primer mandatario. También habló sobre la posibilidad de reclutar miembros del gabinete del presidente para destituir a Trump por no ser apto para el cargo.

En resumen, los republicanos han estado tratando de destituir a este presidente desde antes de que asumiera el cargo. Y ahora, por fin, podrían cumplir con la fantasía.

A medida que los senadores republicanos escuchan los argumentos iniciales en el enjuiciamiento de Trump por abuso de poder y obstrucción al Congreso, muchos de sus colegas y asesores anti-Trump se han molestado con desesperación o furia. En estos días, es imposible saber qué cálculos están haciendo los senadores de forma individual. ¿La palabra “no apto” cruza la mente de Romney? ¿Graham escucha alguna vez la profecía de “nos destruirán” en su oído?

En septiembre, el ex senador Jeff Flake dijo que 35 senadores republicanos votarían para destituir al presidente en un juicio político, si podían hacerlo al amparo de una votación secreta y así votar por principio y no por la óptica política.

Pero el Senado utiliza la votación pública, no una votación secreta. De pie con el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell (R-Ky.), quien dejó en claro que no quiere un juicio, y mucho menos una condena, parece ser la mejor opción ahora para los tímidos republicanos. Eso no hace a Trump menos que un albatros. El Partido Republicano se está retorciendo, todo para tergiversar en beneficio del hombre que muchos de ellos odian.

Y no es que no hayan sido advertidos sobre las consecuencias.

“Hice lo mismo que hacen ahora durante 10 años. Protegí al Sr. Trump”, dijo Michael Cohen, ex abogado del presidente, al Congreso en febrero pasado. “Cuantas más personas sigan al Sr. Trump, como lo hice ciegamente, sufrirán las mismas consecuencias que estoy sufriendo”.

Cohen no quiso decir prisión, aunque allí es donde pasa sus días ahora. Lo que quería decir fue mea maxima culpa. Lo que intentaba manifestar es que nada vale la pena como para seguir a Trump.

Si los republicanos angustiados absuelven al presidente, como parece probable, obtendrán la invaluable bendición del padrino (y McConnell) y, con suerte, serán reelegidos. Pero el dinamismo que mostró una vez el partido, cuando se atrevió a condenar a Trump en 2016, se ha ido. En días más valientes, los republicanos comenzaron este juicio político. Lástima que no lo vean ahora.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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