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OPINIÓN: AMLO insensible ante los migrantes

Agentes de migración mexicanos y fuerzas de la Guardia Nacional detienen a miembros de una caravana de migrantes centroamericanos el 23 de enero en Ciudad Hidalgo. (AFP/Getty Images)
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La semana pasada, nuevamente, el gobierno mexicano detuvo a cientos de migrantes centroamericanos que buscaban ingresar a México y transitar hacia Estados Unidos.

Más allá de las razones estructurales por las que se detonan las caravanas de migrantes, que combinan factores en los lugares de origen y en Estados Unidos como lugar de destino, llamó la atención la muy poca sensibilidad del gobierno mexicano ante el papel que la geografía le hizo jugar y que es el de país de tránsito. Más allá de un puñado de ex activistas y académicos que hasta hace poco eran defensores de los migrantes y que hoy su fanatismo pro AMLO los lleva a justificar lo injustificable; de manera creciente y notable los medios y analistas sociales fueron críticos con la actitud del gobierno mexicano. Desafortunadamente eso es moda y no detonará cambio alguno.

La actual administración federal cree que su papel es detener a como dé lugar a estos migrantes. De hecho, considera que su política es exitosa en función solamente del número de detenciones y devoluciones de migrantes. AMLO declaró orgulloso, en su tribuna máxima de cada mañana que la Guardia Nacional había estado muy bien “aguantando” los embates de los migrantes. Como si fueran unos contra otros. El ejecutivo mexicano busca que Donald Trump quede satisfecho y no se enoje con su administración.

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Hemos dicho hasta el cansancio que AMLO se equivoca y que lo que hace es profundamente contradictorio con lo que él mismo y sus porristas criticaron hasta hace muy poco. Además, representa un mal uso de los recursos que aportan los contribuyentes mexicanos al disponer de la Guardia Nacional para cazar y detener migrantes en vez de dedicarlos a perseguir delincuentes que fue para lo que se creó.

Migrar es una experiencia que tiene momentos muy tristes, muy dolorosos. Al final, en el balance, cuando ya están instalados en el lugar de destino, la mayoría de los que migran consideran que la decisión de hacerlo fue correcta, a pesar de todo lo que pasaron, por sus hijos, por su familia. Ninguno o al menos no he conocido a ninguno, se arrepiente de haber migrado, pero todos -todos- coinciden en que el momento más doloroso es el trayecto entre el lugar de origen y el de destino.

Muy pocos libran esta experiencia sin huellas que perduran toda la vida. En cientos de entrevistas que hemos aplicado a migrantes, de ese trayecto prefieren no hablar, como si no quisieran recordarla, la bloquean. Es en esta etapa en la que se requiere la intervención más cuidadosa, y torpemente es ahora donde México juega el peor papel.

Al dolor de dejar a los seres queridos, los espacios y costumbres donde crecieron, los migrantes suman en el trayecto los riesgos de enfrentar lo desconocido o peor aún, lo que tantos les han transmitido. Todos saben, claro que lo saben, que están haciendo algo no autorizado. Como en ningún otro tema aquí cabría aquella reflexión, teórica supongo, que hace el presidente mexicano según la cual lo justo -poder migrar tranquilamente-, debe pasar sobre lo legal, tener autorización para hacerlo.

Durante décadas, el mayor riesgo era la frontera entre México y Estados Unidos. Se llegaron a contar un promedio de 400 muertos por año en su intento de cruzar subrepticiamente. Con el paso del tiempo esa zona de riesgo se ha ido recorriendo hacia el sur.

La omisión de los gobiernos de Calderón y Peña Nieto dejó en manos del crimen organizado las regiones por las que en México se desplazaban los migrantes. Se abusaba de ellos, se les extorsionaba y violaban sus derechos humanos. Las autoridades, de todos los niveles, participaban, por omisión en el mejor de los casos, de esta tragedia de la que los migrantes han sido y son víctimas.

El gobierno mexicano actual, al ignorar la gravedad del momento que viven los migrantes en su trayecto hacia Estados Unidos está faltando a los principios fundamentales de solidaridad que durante tanto tiempo enarbolamos, está obligando a los migrantes a recurrir a organizaciones criminales para poder transitar por México. Se equivocan quienes creen que detenerlos resuelve el problema y que tan campantes regresan a sus lugares de origen. En el mejor de los casos, ese regreso es apenas temporal. La migración no se detiene, vaya que lo sabemos los mexicanos, con policías o con gas pimienta. Eso sólo la desvía, la distorsiona.

*Jorge Santibañez es presidente de Mexa Institute

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