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OPINIÓN: El coronavirus y los migrantes

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Nadie duda ya que estamos en medio de una tragedia mundial cuyo impacto tendrá consecuencias de una magnitud tal que aún ni siquiera imaginamos, pero sabemos que impactará todas las dimensiones de la vida, el mundo será otro en todos los sentidos. La sociedad en lo general y hasta en lo micro, en el comportamiento individual, de aquí en adelante se dividirá entre antes y después de la pandemia del coronavirus.

Mucho se ha hablado de que hay grupos más vulnerables que otros. En algunos casos, lo que conocemos del virus no alcanza a explicar por qué. Son simples constataciones estadísticas. Por ejemplo, la incidencia es mayor en los hombres que en las mujeres, la prevalencia es mayor en climas fríos que en climas tropicales. En otros casos las razones son evidentes. Por ejemplo, los mayores de sesenta años, con un sistema inmunológico menos robusto somos un grupo de riesgo mayor que el resto de la población.

Uno de los grupos de mayor vulnerabilidad son los migrantes. Particularmente los indocumentados. Las razones que explican, más no justifican, esta mayor vulnerabilidad, son diversas. Aquí algunas.

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En Estados Unidos hay cerca de 11 millones de migrantes indocumentados. Más de cinco millones de ellos son mexicanos. Aunque muchos gobernantes así lo quisieran, esos migrantes no viven aislados espacialmente en la sociedad. Están insertos en las actividades cotidianas. Desafortunadamente, no recurren o recurren muy poco a los servicios médicos.

En primer lugar, su condición migratoria les da poco o nulo acceso a los servicios a los que tiene acceso el resto de la población y aunque existen opciones, éstas son poco conocidas por los indocumentados o bien tienen temor que al acudir se expongan ellos o sus familias a una deportación. Aunque en esta crisis los voceros gubernamentales han declarado que pueden acudir libremente y no serán deportados, resulta difícil creerle a quien durante años te ha amenazado y perseguido.

El concepto de “distanciamiento social” entre los migrantes, resulta ridículo. Viven hacinados. La mayoría no tiene cómo rentar una vivienda y además tratan de ahorrar lo más posible para enviar recursos a sus lugares de origen.

Los apoyos que se anuncian nunca les llegarán. A los migrantes nadie, ningún programa gubernamental, les pagará si no van a trabajar. Pedir que se queden en casa y que practiquen el “distanciamiento social” es absurdo y no lo harán. Es tanto como pedirles que sobrevivan sin ingreso alguno.

Sin embargo son necesarios. Son junto con el personal vinculado a servicios de salud, uno de los grupos más necesarios, a quienes deberíamos aplaudir y reconocer desde nuestro confinamiento. Y lo serán aún más después de la crisis sanitaria.

Muchos hogares no recibiríamos hoy nuestros alimentos en la puerta de la casa, de no ser por los migrantes. Los hospitales y centros de salud se mantienen limpios gracias a esa mano de obra. Serán ellos quienes mayoritariamente desinfectarán los comercios, las escuelas, las empresas o el transporte público cuando por fin se empiecen a abandonar las medidas extremas.

Algunos creemos que esta crisis dará como resultado, entre otros y después del sufrimiento y la angustia, una mejor sociedad. Más incluyente. En la que por fin nos demos cuenta de que de nada sirve ver por mi bienestar y el de mi familia, si soy insensible al bienestar de todos los demás. Esperemos que en esa nueva sociedad los migrantes tengan el lugar y reconocimiento que se merecen. Un poco de responsabilidad social nos hará mucho bien.

Ojalá y por fin se entienda que lo que más le conviene a la sociedad estadounidense son migrantes sanos e incorporados con derechos plenos. Habrá quien diga que no se les debió haber dejado entrar. El argumento ni siquiera tiene caso discutirlo y está rebasado por la realidad. Hoy ya están aquí. Habrá otros que opinen que no son necesarios. Están rotundamente equivocados y justo la crisis demuestra que son útiles y necesarios. Seguirán las voces que ferozmente los rechacen y pidan construir muros y que no entre nadie. Mi esperanza es que esos discursos ya no cuenten con tantos seguidores.

Veremos qué nos deja la crisis del coronavirus para los millones de migrantes en Estados Unidos.

*Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

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