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Op-Ed: Mi esposo me pidió el divorcio durante la pandemia, ¿estoy en el peor reality show de todos los tiempos?

An illustration shows a woman and man on a couch.
Cuando su esposo le dijo a la autora que había solicitado el divorcio, ella quiso que se marchara de la casa. Pero, ¿a dónde podía irse durante una pandemia?
(Andrew Rybalko / iStockphoto )
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Eran las nueve de la noche de un martes y mi esposo estaba acostando a nuestra hija mientras yo me dormía escuchando un podcast de asesinatos. Poco después, él asomó la cabeza al dormitorio y me dijo: “Ya está dormida. Por cierto, conseguí un abogado y presenté los papeles de divorcio en la corte el jueves pasado”.

Me costó entender el tono indiferente con el que esta persona, con la que había prometido quedarme hasta que la muerte nos separara, me decía que había presentado documentos legales para terminar nuestra relación. Habíamos tenido problemas últimamente, pero ambos nos habíamos comprometido a hacer que las cosas funcionaran. Sin embargo, él había decidido romper nuestro vínculo hace días, en el quinto cumpleaños de nuestra hija. Mientras yo decoraba un pastel de Pokémon, un secretario de la Corte probablemente estaba revisando los documentos que terminarían con mi matrimonio. El Tribunal Superior de San Diego supo que me iba a divorciar antes que yo.

Sin embargo, el pensamiento que predominó por encima del resto fue ‘¿Haces esto ahora? Estamos en medio de una pandemia’.

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Mientras los presentadores del podcast -que diseccionaban livianamente un doble homicidio- de fondo, miré a los ojos al padre de mi hija, mi futuro exmarido, y sentí a la muerte. ¿Qué derecho tenía yo a estos sentimientos, cuando gente de todo el mundo moría todos los días a causa del COVID-19?

La gente se divorcia a diario y sus vidas se separan de una manera particular y devastadora. Incluso en las mejores circunstancias -y todavía no puedo convencerme completamente de que alguna vez haya un divorcio en las mejores circunstancias- las cosas son complicadas y difíciles. Pero divorciarse durante una pandemia mundial, cuando las órdenes de quedarse en casa nos confinaron a muchos de nosotros, hizo que el dolor fuera especialmente agudo. La angustia, la ansiedad y la incertidumbre que acompañan el fin de una relación tenían que hacerle lugar a la angustia, la ansiedad y la incertidumbre que acompañaban a lo que parecía el fin del mundo.

Mi reacción instintiva fue gritarle que se fuera, que se marchara y no volviese. Pero, ¿a dónde se suponía que tenía que ir? Muchos hoteles estaban cerrados, nuestros amigos se encontraban en cuarentena, y en ese momento creo que nadie se hubiera arriesgado a acogerlo.

Decidimos hacer un viaje por carretera. Y hablamos de cómo esta relación podría ser diferente a todas las demás

Oct. 10, 2020

Pasamos un mes viviendo juntos después de que me lo dijera, un mes en el que me sentí como una participante del programa de TV más triste de todos, con episodios al estilo “Miren cómo una mujer apenada intenta llegar al baño de su garaje sin cruzarse con su futuro exmarido que se encuentra frente a la máquina de café”. Al interactuar, generalmente por el bien de nuestra hija, manteníamos nuestras mejores voces de servicio al cliente mientras le pedíamos al otro amablemente que nos pasara la leche durante el desayuno.

Justo cuando pensaba que tenía todo este asunto del aislamiento bien aceitado, las visitas virtuales a abogados y los mensajes de texto grupales para darle la noticia a mis amigos y familiares se agregaron a una larga lista de realidades pandémicas a las que ya me había adaptado, tal como la culpa de agregarle a mi hija más tiempo frente a las pantallas para mantenerla ocupada durante el día, y preguntarme si la gente pensaría que era desagradable al apagar la cámara durante las reuniones por Zoom.

¿Cómo puedes seguir adelante y construir una nueva vida cuando ni siquiera debes salir de casa? Mi familia se estaba desintegrando y no había ningún lugar donde escapar para enfurecerme o llorar; solo tenía que continuar con el concepto de hogar de espacio abierto que habíamos compartido juntos, el que solía presumir con todos mis amigos.

Los mecanismos de afrontamiento que había utilizado para calmar los brotes de ansiedad en el pasado no eran una opción durante el COVID-19 y la cuarentena. No habría salidas nocturnas con mis amigas para beber bastante tequila, no habría vacaciones de último minuto en una ciudad europea con atracones de carbohidratos y, con toda seguridad, no habría sexo para olvidar a mi ex. Mi terapeuta ni siquiera pudo darme un abrazo virtual de lástima porque su wi-fi seguía cortándose. Cada decisión parecía abrumadora, ya sea el pensar cómo decirle a nuestra hija lo que estaba sucediendo o el negociar quién se quedaba con la tostadora.

Sigo alcanzando nuevos hitos en el proceso de divorcio pandémico, como nuestra reciente primera audiencia virtual en la Corte. Fantaseo con conocer a alguien más que esté pasando por esto y pueda decirme desde el otro lado que las primeras citas por FaceTime han funcionado bien, o al menos que han ayudado un poco. Quiero compartir mi dolor con alguien que ha estado allí, pero incluso mi abuela, que se divorció tres veces, tiene problemas para comprender cómo es hacer esto durante una pandemia. Sé que debería darle una oportunidad a los grupos de apoyo, pero la idea parece agotadora después de trabajar todo el día y al mismo tiempo criar a una niña de cinco años.

Lo que realmente quiero es sentirme conectada con alguien de nuevo, de una manera que no he podido desde ese martes por la noche. Y deseo saber el final de ese podcast de asesinatos; nunca terminé de escucharlo.

Brynne MacEachern es copresentadora del podcast Filmspringa y humorista de stand-up, del condado de Orange.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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