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Cartas al editor: La política de EE.UU en Centroamérica generó la crisis fronteriza

Deportees walk across the U.S.-Mexico border bridge from Brownsville, Texas to Matamoros, Mexico, on Feb. 23.
Deportados cruzan el puente fronterizo entre Estados Unidos y México desde Brownsville, Texas hasta Matamoros, México, el 23 de febrero.
(Getty Images)
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Al editor: Ni la crueldad ni la bondad en la frontera sur aliviarán la desesperación en las tierras de origen de los jóvenes que intentan ingresar a Estados Unidos [en referencia al artículo A renewed influx of migrant children across the border tests Biden administration, o Una nueva afluencia de niños migrantes en la frontera pone a prueba a la administración Biden, del 10 de marzo pasado).

The Times propone que las soluciones incluyen “iniciativas para reducir la inestabilidad en los países centroamericanos” y señala que tales esfuerzos “se topan con el viento en contra de una corrupción profundamente arraigada en algunos de esos sitios”.

Comencemos con la corrupción en las políticas estadounidenses que apoyan la deshonestidad y la desesperación en esas tierras.

Un ejemplo de ello es Honduras. Estados Unidos reconoció la legitimidad de las elecciones que resultaron del golpe que derrocó al presidente electo hondureño en 2009. Desde entonces, el flujo de migrantes aumentó, junto con una creciente represión en esa tierra. Otras historias de manipulación e intervención abundan a lo largo de las décadas.

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¿Qué mejor ilustración de la “corrupción” que la cultura política de Estados Unidos, que debate cómo tratar a las víctimas pero ignora su papel en generarlas?

Joseph Maizlish, Los Ángeles

Al editor: Podemos construir una cerca alta a lo largo de nuestra frontera sur y fortificarla colocando cientos de miles de guardias allí. Sin embargo, el problema persistirá dentro de un siglo si todavía tenemos una dramática brecha de oportunidades.

La única forma de eliminar el drama de la inmigración es suprimir la disparidad de posibilidades, y esto se puede hacer en una generación.

Después de la Segunda Guerra Mundial, había diferencias tremendas entre Estados Unidos y Japón. Yo estuve ahí; vi la pobreza extrema. Gran parte de Europa también estaba en ruinas.

Sin embargo, Washington previó que Estados Unidos tenía mucho que ganar si ayudaba a elevar la posición económica de algunos países de Europa occidental y Asia. En una generación, esa drástica brecha fue eliminada. Con nuestra ayuda, estas naciones pasaron de la crisis de posguerra a ser competidores amistosos.

Podemos lograr el mismo resultado con América Latina, y no necesitamos intentar que sean como nosotros.

Don Payne, Santa Ana.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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