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OPINIÓN: En la migración a Estados Unidos, México es el problema y la solución

State of Chiapas which separates Mexico from Guatemala along Mexico's southern frontier.
Muchos de los migrantes que llegan a la frontera suroeste de Estados Unidos entraron primero en México por el río Usumacinta desde Guatemala. Entre los que viajan hay numerosas mujeres y niños; muchos creen que tienen más posibilidades de entrar en EE.UU si viajan ahora con menores.
(Liliana Nieto del Rio)
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El gobierno de Joe Biden se enfrenta a lo que han denominado una crisis migratoria que no es otra cosa que el incremento considerable de migrantes que entran a Estados Unidos por su frontera con México. Él sabe que el tema se puede politizar rápidamente y acabaría pagando los costos. Muchos ya lo culpan de que su discurso suave en el tema detonó ese incremento e incluso argumentan que las estrategias de Trump eran mejores o por lo menos más funcionales, porque los migrantes no llegaban.

Y claro, esos migrantes que no llegaban porque eran detenidos por las políticas y estrategias Trump/AMLO, en realidad no estaban desistiendo de migrar. Un grupo simplemente esperaba un mejor momento (que llegó con Biden) y otros corrieron más riesgos (como los guatemaltecos que fueron calcinados en Tamaulipas). Obviamente esa no era la solución, pero muchos americanos y el gobierno mexicano pensaron que sí.

Este incremento tiene por lo menos dos componentes: la centroamericana que al mes de febrero constituye entre el 50 y el 60 por ciento de los detenidos por la patrulla fronteriza y la mexicana que ha crecido considerablemente y que son el resto. La diferenciación es importante porque se trata de dos problemas que no pueden ser abordados con las mismas estrategias.

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Para demostrar la importancia que tiene el tema, Biden nombró a su vicepresidenta Kamala Harris como coordinadora de las acciones de su gobierno y la ex embajadora de Estados Unidos en México, Roberta Jacobson, que conoce muy bien a México y a quien le tocó la llegada de AMLO al poder, jugará un papel relevante. Ambas son buenas noticias y dejan ver la seriedad del esfuerzo. Desafortunadamente, no es suficiente.

Con la perspectiva humanitaria de Biden y su equipo, vinculando el tema al desarrollo y respetando la tradición de asilo estadounidense, sin estrategias represivas, recurrir a muros o separando familias, su gobierno no puede solo resolver el problema. Necesita a los países involucrados, particularmente a México.

El problema es que los países involucrados no tienen el entramado institucional, desde ninguna perspectiva, como para abordar el tema migratorio. No lo tienen y no es fácil de construir en poco tiempo. De hecho, preguntas tan básicas como ¿Qué se quiere de esos migrantes?, ¿que se queden en el país de origen?, ¿que se vayan temporalmente?, ¿qué se queden en Estados Unidos permanentemente y manden remesas?, tienen respuestas contradictorias. Sí, pero no.

Algo de control es necesario y además es lo más rápido de instrumentar, pero si algo sabemos los mexicanos es que eso no resuelve nada. Se requiere modificar sustancialmente las condiciones de vida en los lugares de origen, poner orden en el tránsito y en la llegada.

Por más que nos moleste escucharlo, el Estado mexicano no gobierna ni administra los procesos que ocurren en buena parte de su territorio, particularmente en los territorios por donde pasan los migrantes y ya es tiempo de ir aceptando ese hecho, pero sobre todo de ir entendiendo que solos no vamos a poder recuperar ese dominio que se perdió hace ya mucho tiempo.

Cada vez que se hace evidente la necesidad de una coordinación más operativa en la que participe Estados Unidos, en México nos envolvemos en la bandera nacional y gritamos al cielo que se está violando nuestra soberanía. Como si haber destinado más de 20 mil agentes de la guardia nacional, pagados con los impuestos de los mexicanos, distrayéndolos de los enormes problemas de seguridad que tenemos en México, para cumplir las instrucciones de Trump, hubiera sido un acto de defensa de nuestra soberanía.

En cuanto a la modificación de las condiciones de vida en los lugares de origen, Biden ha propuesto destinar 4 mil millones de dólares. En primer lugar, esa cantidad está lejos de ser suficiente. No es tanto, es menos de lo que costó la cancelación del nuevo aeropuerto y menos del 10% de las remesas que envían los mexicanos desde Estados Unidos.

En segundo lugar ¿a quién se le da ese dinero? ¿Qué institución en México, Honduras, Guatemala o El Salvador es capaz de garantizar un uso correcto y focalizado? Si usted fuera contribuyente de impuestos en Estados Unidos, ¿estaría de acuerdo en que sus impuestos se entregaran así?, ¿sin ningún método de supervisión o rendición de cuentas, sabiendo que se van a destinar al tren Maya o a programas de muy dudoso impacto, sin controles?. Yo no.

* Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

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