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Editorial: Editorial: La administración Biden -y Xavier Becerra- deben manejar mejor la cuestión de los niños migrantes

Xavier Becerra testifies during a hearing on his nomination
Xavier Becerra testifica durante una audiencia del Comité de Finanzas del Senado, el 24 de febrero, sobre su nominación como secretario de Salud y Servicios Humanos.
(Greg Nash / Associated Press)
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No hay duda de que el presidente Biden heredó una pesadilla burocrática y humanitaria en la frontera entre Estados Unidos y México. Y se sabe que la forma en que su joven administración maneje esta crisis -porque es una crisis, incluso si los gerentes de imagen de la Casa Blanca se resisten a llamarla así- ayudará a definir su presidencia, aunque no sea por otra razón que por el hecho de que sus críticos republicanos se asegurarán de ello.

Xavier Becerra, ex congresista y fiscal general de California y actual secretario de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés), está justo en el medio, aunque difícilmente uno se daría cuenta de ello dado su bajo perfil público desde que asumió el cargo, hace un mes. Su agencia es responsable de cuidar a los menores no acompañados detenidos por agentes de la Patrulla Fronteriza y trasladarlos con familiares o cuidadores.

Es posible que el nuevo jefe del HHS ya esté en la mira.

Los críticos se quejan de que los menores no acompañados, cuyas filas crecen rápidamente, pasan demasiado tiempo bajo custodia federal y el HHS no los conecta lo suficientemente rápido con familiares o patrocinadores en Estados Unidos. The Washington Post informó la semana pasada que el HHS tenía a más de 20.000 menores a su cuidado y otros 2.200 estaban en centros de detención, esperando ser trasladados a los refugios de la agencia.

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Politico escribió recientemente uno de esos artículos con detalles sobre Washington, acerca de cómo el personal de la Casa Blanca “está cada vez más frustrado” con Becerra “por el lento esfuerzo de su departamento para albergar a miles de menores no acompañados” y “quejas de que ha tardado en hacerse cargo de la respuesta a la situación” desde su confirmación al puesto, el 18 de marzo.

De verdad… Después de un mes. Y su mandato comenzó casi dos meses después de la presidencia de Biden, lo cual significa que la Casa Blanca ha tenido más tiempo que Becerra para encontrar soluciones viables. Sin embargo, ahora algunos parecen dispuestos a convertir al secretario en el chivo expiatorio si el problema empeora y la política se torna más fea. No somos apologistas de Becerra -aunque apoyamos su nominación, criticamos parte de su trabajo como procurador general-, pero al menos somos lo suficientemente generosos como para darle tiempo para trabajar antes de culparle por los fracasos.

En verdad, la administración Biden hasta ahora parece estar reaccionando a los eventos en la frontera en lugar de proponer el tipo de respuestas amplias y creativas que el problema necesita. Una vez más: es pronto, pero los inconvenientes que plantean los menores no acompañados no son nuevos, e incluso si la administración Trump no cooperó significativamente en la transición, este no es el primer rodeo fronterizo de Biden. Su equipo debería haber dado mayor prioridad a la elaboración de respuestas, especialmente dada la dura politización de la frontera.

Es especialmente preocupante que Biden haya continuado con una de las prácticas más cínicas de la administración Trump. El mandatario anterior invocó los poderes del Título 42, raramente utilizados, que permiten la cuarentena de los viajeros extranjeros sospechosos de portar infecciones, para prohibir la entrada a personas de países con altas tasas de COVID-19, a pesar de la turbia autoridad legal para hacerlo (sí, hay objeciones legales).

La medida también contradijo a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), que determinaron que la cuarentena era innecesaria para proteger la salud pública. Biden suspendió el Título 42 para los niños no acompañados (dos tercios de los cuales son menores de entre 15 y 17 años), pero aún la usa para bloquear a la mayoría de las familias y los migrantes adultos, miles de los cuales han quedado varados en una peligrosa miseria justo al otro lado de la frontera.

Pocos esperaban que Biden prestara juramento y resolviera de inmediato los numerosos problemas del sistema de inmigración del país. El daño durante cuatro años de la bola de demolición de Trump fue sustancial, y algunos migrantes comentaron a periodistas que se sintieron envalentonados por un cambio en la administración, de una percibida como cruel a otra vista como más complaciente.

Pero, en realidad, la mayoría habría venido de todos modos, huyendo de territorios de origen controlados por pandillas en gran parte fuera del alcance de gobiernos corruptos, acosados por sequías generadas por el cambio climático y, más recientemente, de dos huracanes devastadores. Las personas escapan por razones válidas y, en la mayoría de los casos, llegan a la frontera de Estados Unidos con la esperanza de reunirse con familiares que ya están aquí. Biden le ha pedido a la vicepresidenta Kamala Harris que apunte la diplomacia para tratar de abordar esos factores de “empuje”, una tarea abrumadora pero necesaria que también corre el riesgo de convertir a Harris en la cara de cualquier fracaso que pueda surgir.

La responsabilidad de la aplicación de la ley en la frontera y la inmigración recae en una sopa de letras de departamentos, en su mayoría dependientes del Departamento de Seguridad Nacional. Pero los niños terminan al cuidado de Becerra. El HHS necesita mejorar y acelerar el procesamiento de los recién llegados, y conectarlos con familiares o encontrarles un hogar donde vivir mientras se procesan sus solicitudes legales para permanecer en EE.UU. Por el momento, el país no tiene la sensación de que al nuevo jefe le esté yendo mucho mejor en esto que al antiguo.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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