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Editorial: ¿Cubrebocas en la escuela? Los niños están bien. Son los padres los que actúan como cretinos

Let Them Breathe, un grupo anticubrebocas, se reúne para protestar en el edificio del Distrito Escolar Unificado
Let Them Breathe, un grupo anticubrebocas, se reúne para protestar en el edificio del Distrito Escolar Unificado de Redondo Beach en julio.
(Jason Armond / Los Angeles Times)
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Durante un viaje reciente llevando a mi nieta de 6 años al Acuario del Pacífico en Long Beach, nosotros y otros visitantes no solo necesitábamos reservaciones, sino también cubrebocas. Todos los usuarios excepto los menores de 2 años. Dentro y fuera. Sin excepciones.

Todos obedecían. No se anduvieron quitando a escondidas sus mascarillas sanitarias una vez que estaban en pasillos oscuros o alimentando a los loros. Tampoco estaban poniendo los cubrebocas por debajo de la nariz. Mientras nosotros y otras más familias acariciamos a las medusas, nos sonreímos con los ojos. ¿Ha notado que la gente está mejorado mucho últimamente al sonreír con los ojos? Nos enternece verlo. No perdamos eso cuando podamos quitarnos los tapabocas para siempre.

Ningún niño se quejaba del cubrebocas a pesar del calor y la humedad del día. No hubo lamentos de que no pudieran oír o respirar. Cuando las reglas eran claras, comportarse era simplemente un hecho.

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Cuando regresamos al auto, le comenté a mi nieta que ya podía quitarse el cubrebocas. “¡Oh!”, respondió. “Olvidé que todavía lo estaba usando”.

Escucho historias como esta de los padres todo el tiempo, incluidos aquellos cuyos hijos han estado en las aulas con sus mascarillas todo el día. Incluso cuando se suben al carro y sus padres les recuerdan que pueden quitarse los cubrebocas, a menudo se encogen de hombros y se los dejan puestos. Están acostumbrados.

No pretendo que las anécdotas personales sean una realidad para todos. Y, por supuesto, las familias optan por ir al acuario, mientras que la escuela es obligatoria. Pero los niños han estado yendo a todo tipo de lugares donde usan mascarillas y se las han arreglado. Nadie debería fingir que esto es normal a largo plazo. Aun así, les damos muy poco crédito a los niños. Por lo general, son adaptables y pueden comprender bien las limitaciones; a veces, mucho mejor que sus padres.

Entonces, cuando el gobernador Gavin Newsom ordenó el uso de cubrebocas dentro de las escuelas este año, y de manera opcional al aire libre, no estaba haciendo nada que los niños de California no pudieran manejar. Sin embargo, las respuestas fueron demandas, porque ¿qué es una política contra el COVID-19 sin una demanda en estos días? Pero estos desafíos judiciales revelan más que una falta de conocimiento sobre la variante Delta del coronavirus. También muestran una actitud algo histérica, cada vez más frecuente entre los padres privilegiados en muchos ámbitos, que pretenden que sus hijos no sufran ninguna molestia.

Las demandas incluyen a dos grupos de padres y, aunque parezca extraño, al Departamento de Educación del Condado de Orange, que en realidad no tiene autoridad sobre la mayoría de las escuelas públicas. Tal vez sea la falta de algo constructivo lo que lo ha llevado a apoyar causas conservadoras últimamente, sin embargo en la reunión la agenda principal parecía tergiversar, la teoría crítica sobre la raza y la decisión de demandar a Newsom, desafiando su autoridad para requerir cubrebocas. La Corte Suprema del estado ya rechazó esa demanda.

Tim Shaw, miembro de la junta del condado, señaló que la misma no estaba demandando por el uso de cubrebocas, sino solo por los poderes del gobernador. Aunque en una declaración en el sitio web de la junta deja en claro su posición:

“Desafortunadamente, con la acción más reciente del gobernador para obligar a los niños del Condado de Orange, incluso a los de 5 y 6 años, a soportar un año académico cubriéndose la cara durante horas y horas, ha llegado el momento de luchar”.

Los niños de 5 y 6 años no conocen otra realidad. Y están bien con eso, siempre que sus padres y los demás adultos hiperactivos se calmen.

Es un escenario familiar para mí. Solía ser voluntaria en las pozas de marea, brindando información sobre las criaturas allí, pero también tratando de evitar que la gente arrancara estrellas de mar de las rocas y se fuera a casa con un balde lleno de conchas. Les mostraba cómo las anémonas de mar usaban trozos de concha rota para protegerse del sol y la sequedad, además les explicaba a las familias que, aunque tomar una sola concha parecía inofensivo, esta poza de marea atrae a cientos de miles de visitantes cada año. Si cada persona tomara una concha, eso diezmaría las pozas de marea.

Los niños, acostumbrados a la idea de que el mundo es un lugar abarrotado con recursos finitos, siempre estuvieron bien con las restricciones. Cuando había un problema, inevitablemente eran los padres. ¿Cómo me atrevía a decirles que sus hijos no podían coleccionar conchas y estrellas de mar como lo hacían cuando eran pequeños? Los niños se retorcían de vergüenza por el comportamiento público indecoroso de sus padres.

Si estábamos preocupados por convertirnos en una sociedad que piensa que las normas están destinadas solo para otras personas, ciertamente lo estamos viviendo, ya que los padres se quejan de todas las reglas que podrían incomodar levemente a sus hijos, incluso si es por el bien de todos ellos. Es más que solo el cubrebocas o el COVID-19; los niños captan el modelo de sus padres. ¿Cómo tendrán la capacidad de recuperación para evitar que el cambio climático diezme el planeta, lo que exige un sacrificio colectivo urgente, si todo lo que ven es el egoísmo de los adultos?

Piénselo de esta manera: En la mayoría de las escuelas, los niños deben usar zapatos cerrados por seguridad. Es posible que prefieran las chanclas y se sientan más cómodos moviendo los dedos de los pies al aire libre, pero no es así como funcionan las cosas. Los cubrebocas son solo otra parte del código de vestimenta de la escuela por ahora.

Jonathan Zachreson de Reopen California Schools, que desafió la orden de las mascarillas sanitarias, quiso llamar la atención con este mensaje: “El regreso a un año escolar normal es crucial para la recuperación de la salud mental y física de los estudiantes de California que han soportado meses de aislamiento”.

Absolutamente. El último año y medio ha sido devastador para muchos niños de California. Se han perdido social, académica y físicamente. Necesitan la normalidad de volver a la escuela. Entonces, ¿qué tal si hacemos la vida lo más cercana posible a eso, dejamos que el estado haga su trabajo y dejamos de quejarnos por pequeños trozos de tela?

No me malinterprete. Ojalá fuera igual de seguro prescindir de los cubrebocas. Hablando con mi nieta un par de horas después de que conoció a su docente de primer grado, estaba tratando de sacar algo más que respuestas monosilábicas.

“¿Qué tipo de sonrisa tiene?”, pregunté.

“No lo sé”, respondió. “No pude verla”.

¡Ah! Por supuesto. Pero ya está recibiendo muchas señales de socialización amable de su maestra y el énfasis es desarrollar las habilidades sociales, así como la confianza entre los niños que comenzaron su educación formal en casa.

Donde Reopen California Schools y otros demandantes se equivocan es en la ciencia. Se apegan a la vieja historia de que los niños parecen bastante inmunes al virus, es poco probable que se enfermen y que lo transmitan. La Academia Estadounidense de Pediatría, uno de los primeros partidarios de la reapertura de las escuelas, no tiene ninguno de esos argumentos. Los niños de 2 años o más deben llevar cubrebocas, excepto, por supuesto, entre estudiantes con ciertos problemas médicos o de desarrollo graves.

California fue uno de los últimos estados en reabrir escuelas a gran escala, a pesar de que las cosas estaban funcionando con bastante seguridad en otros lugares. Cuando aparecían casos en las escuelas, la infección casi siempre provenía de las comunidades circundantes, no de la propagación dentro del aula.

Eso fue entonces, unos buenos meses cuando parecía que habíamos avanzando hacia superar el COVID-19. Comenzamos el verano disfrutando de una nueva libertad y luego la variante Delta empezó a tomar medidas drásticas contra nosotros. No parece más mortal que el auge original del coronavirus, pero debido a la mayor carga viral en las personas infectadas, ya sea que tengan síntomas o no, el virus es altamente contagioso. Los niños no son inmunes a los casos graves y, por supuesto, una infección que se propague más fácilmente entre ellos significará un mayor número de hospitalizaciones en la población, incluido el personal escolar, los familiares así como los vecinos mayores que son particularmente vulnerables.

Si vamos a equivocarnos, elijamos el lado de la protección que incrementa las posibilidades de que podamos mantener abiertas las escuelas. Nadie está seguro contra qué nos estamos enfrentando. Afortunadamente, debido a que tenemos vacunas que reducen la probabilidad de enfermedades graves, no seguimos encerrados y ya no estamos vaciando la comida que pedimos para llevar en recipientes caseros. Pero lo normal, lo que todos queremos considerar como usual, sigue eludiéndonos.

Hay mucho que aprender del COVID-19. Estamos mejor informados sobre cómo los científicos realizan su trabajo. Todos conocemos la palabra comorbilidad en estos días, eso es seguro. Aprendimos que “equidad en la salud”, que alguna vez fue solo una frase para muchos, en realidad significa vida o muerte para un gran número de personas.

Lo que tenemos que hacer a continuación, no solo por los niños, si no también por nuestro bienestar, es dejar de quejarnos y de pelear por cada detalle.

Por supuesto, la vida no es justa. No está bien que nuestros hijos no tengan una infancia tan libre y fácil como antes. Pero ellos aprenden conductas de nosotros. Si podemos tomar todo esto de manera directa, sus posibilidades de emerger resilientes son mucho mayores.

Padres: Supervisaron la educación de sus hijos en casa durante muchos meses difíciles. Tuvieron a sus hijos a salvo, inventaron juegos y trataron de explicarles el miedo en términos que no los hicieran temerosos. Mantuvieron a sus familias y a ustedes mismos unidos. Ahora no es el momento de perder la cordura.

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