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Un alocado 2020 convierte la contienda presidencial en una elección como ninguna otra

The presidential election between Democratic candidate Joe Biden and President Trump is entering its final stretch.
El demócrata Joe Biden busca que la carrera presidencial sea un referéndum sobre el desempeño del presidente Trump. Mientras tanto, el actual mandatario quiere volverla una elección entre dos filosofías radicalmente diferentes.
(Associated Press)

Mientras la campaña se calienta después del Día del Trabajo, el Presidente Trump enfatiza la ley y el orden mientras que Joe Biden busca mantener el foco en el titular

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Después de meses de estabilidad, la campaña presidencial entra en la etapa final en medio de la mayor conmoción que el país ha enfrentado en más de una generación: una economía tambaleante, una pandemia y divisiones por la discriminación racial y la vigilancia que han hecho de la contienda de noviembre -y en esto ambas partes coinciden- la elección más importante que muchos votantes han vivido.

Los fundamentos no han cambiado, aunque los debates programados se avecinan. El demócrata Joe Biden se aferra a una ventaja saludable sobre el presidente Trump en las encuestas nacionales y una más estrecha en la mayoría de los estados clave, mientras que los dos compiten por un número inusualmente pequeño de votantes que aún está en juego.

Corrección:

8:37 a.m. sept. 8, 2020An earlier version of this article said Donald Trump, at age 74, is the oldest president in U.S. history. Although Trump was the oldest American sworn in as president, Ronald Reagan was 77 when he left office. Also the article incorrectly said the date of the vice presidential debate is Oct. 2. The debate is scheduled for Oct. 7.

Sin embargo, se desconoce mucho, incluida la complicada mecánica de celebrar elecciones en medio de una enfermedad mortal generalizada, la trayectoria de las crisis económicas y sanitarias del país y, posiblemente, el resultado de una interferencia encubierta como la de Rusia en las elecciones de hace cuatro años.

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Quizá la pregunta más importante a medida que la contienda avanza hacia su fase posterior al Día del Trabajo es hasta qué punto la elección sirve como referéndum sobre el titular -algo peligroso para un mandatario que nunca gozó del apoyo de la mayoría- y qué tan exitoso puede ser Trump reformulando el combate como una elección entre él y Biden como alternativa.

Si bien la tentación puede ser utilizar 2016 como guía, el clima político es muy diferente. Trump, por ejemplo, ha estado en el cargo durante tres años y medio y tiene un historial que debe defender. Biden, aunque no es tan impopular como Hillary Clinton, tiene el peso de su propio bagaje, sobre todo en lo etario: ahora con 77 años, sería el presidente de mayor edad en la historia de Estados Unidos (una distinción que actualmente tiene Trump, con 74 años).

“Me imagino que solo hay tres cosas en común entre 2016 y 2020”, afirmó Charlie Cook, un analista político no partidista que pasó décadas obstaculizando elecciones. “Ambas son carreras presidenciales. Donald Trump es el candidato republicano en las dos ocasiones. Y ambos años comienzan con 20…”

Como siempre, la votación no es una elección nacional sino una serie de enfrentamientos discretos que serán decididos por el colegio electoral.

Sin fallos ni trampas, las convenciones de Biden y Trump fueron esencialmente un empate. Pero ahora es fácil ver los contornos de la batalla que se avecina. Esto es lo que hay que tener en cuenta.

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El enfoque ahora se reduce a un conjunto de estados de campo de batalla que son cruciales para el resultado. Republicanos y demócratas están de acuerdo en que Wisconsin, Michigan y Pensilvania, tres estados que Trump ganó hace apenas cuatro años, son fundamentales.

También serán cruciales Florida, un estado cambiante cuatrienal, y Arizona, un bastión republicano tradicional que se ha vuelto altamente competitivo. Las encuestas también sugieren carreras ajustadas en Carolina del Norte, Georgia, Iowa y Ohio, todas las cuales Trump ganó en 2016.

Casi toda la campaña se lleva a cabo en territorio ganado por el presidente, aunque los republicanos tomaron la ofensiva al apuntar a Minnesota -históricamente demócrata, que Clinton dominó por poco hace cuatro años-, y New Hampshire, que el mandatario perdió por muy poco. Nevada, que votó por los demócratas en las últimas elecciones, es otro estado al cual ambos lados observan de cerca.

Durante la mayor parte de su presidencia, Trump supervisó una economía robusta y, si bien tuvo una caída libre en medio de la pandemia, se podría decir que esos buenos tiempos siguen siendo su activo más fuerte. Mantiene una ventaja, aunque estrecha, como los candidatos en los que más confían los votantes para lograr la recuperación económica. Eso, dicen los estrategas republicanos, puede superar cualquier reserva que la gente pueda tener sobre la personalidad descarada y la conducta individual provocativa del mandatario.

“Es posible que la gente no quiera poner un letrero de él en el jardín de sus casas, pero quieren a alguien que pueda impulsar la economía nuevamente”, comentó Scott Reed, estratega político sénior de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, de tendencia derechista. “A medida que salgamos de esta pandemia y la economía regrese [a una situación más normal], la gente va a votar con el bolsillo o la cartera. Por eso creo que será una lucha hasta el final”.

Con el objetivo de hacer de las elecciones una opción, en lugar de un referéndum directo, Trump se ha inclinado enérgicamente hacia un tema de “ley y orden”, poniéndose del lado de la policía en medio de las continuas protestas por las desigualdades raciales y destacando casos de destrucción de propiedad durante las manifestaciones mayoritariamente pacíficas como el trabajo de radicales alineados con Biden y sus compañeros demócratas.

Biden respondió redefiniendo la seguridad para que abarque la contención del coronavirus, la atención médica universal y la amortiguación de los golpes de una economía hundida.

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Encuestas recientes sugieren que se ha beneficiado del argumento de la seguridad, y la mayoría de los votantes ven al demócrata como más apto para manejar protestas, reducir la violencia y mantener a los estadounidenses seguros.

Hay pocas señales de que las mujeres, en particular, el bloque de votantes clave de mujeres suburbanas con educación universitaria, hayan sido influenciadas por el discurso de Trump en la lucha contra el crimen. Esas votantes ayudaron a entregar el control de la Cámara a los demócratas en las elecciones de mitad de mandato, en 2018, y siguen resentidas con el presidente. “Él ayudó a instigar lo que estamos viendo en términos de protesta y levantamiento, pero dice ‘Solo yo puedo arreglarlo’”, comentó Margie Omero, una encuestadora demócrata, que llevó adelante una extensa investigación entre mujeres votantes. “No hay evidencia de que la gente lo vea de la misma manera”.

Trump también tiene influencia entre los votantes independientes y los que se describen a sí mismos como moderados, otros dos grupos electorales vitales.

Al mismo tiempo, algunas encuestas sugieren que tiene más fuerza entre los votantes negros y latinos que en 2016. Esos sectores son cruciales para las perspectivas de Biden en noviembre, y especialmente clave en Florida, Arizona y el Medio Oeste Superior.

Adrianne Shropshire, directora ejecutiva de BlackPAC, un grupo de acción política que trabaja para movilizar a los votantes negros, destacó que las cifras de Biden parecen encaminadas en la dirección correcta y expresó su confianza en que superará los números de Clinton en 2016, citando los desafíos agravados del COVID-19, las dificultades económicas y el enfoque renovado en el racismo estructural. “Van a votar por Joe Biden, porque él es un remedio para lo que aflige a la gente en este momento”, reflexionó Shropshire.

Lo que impulsa a Trump es su base política inquebrantable, que constituye entre el 40% y el 45% del electorado, pero que los republicanos creen puede tener un crecimiento considerable, ya que el presidente posee una gran cantidad de partidarios incondicionales que no se molestaron en participar en 2016. “El desafío para [Trump]”, expresó Brad Todd, un estratega republicano, “es convencerlos de que votar es importante”.

La pandemia ha trastornado los esfuerzos de “salga y vote” de ambas partes. Los demócratas, que se adhieren a las pautas de distanciamiento social, han recurrido a las llamadas telefónicas, los mensajes de texto y las comunicaciones virtuales para reunir a sus partidarios. La campaña de Biden informó que tuvo 2.6 millones de conversaciones con los votantes, solo en agosto. El partido republicano continuó con su programa tradicional de tocar puertas, y los estrategas se animan ante la emoción que sienten en el nivel del suelo de la campaña.

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“Realmente no es un trabajo sexy... ir de puerta en puerta, hacer las llamadas telefónicas, organizar los eventos”, señaló Rick Gorka, portavoz del Comité Nacional Republicano, quien dijo que el partido se acerca a los 100 millones de contactos con votantes en este ciclo electoral. “Para hacer todo eso se necesita infraestructura, energía y entusiasmo, y lo estamos llevando a cabo a diario, en todos los estados que son nuestro objetivo”.

Los demócratas están encantados con la sólida recaudación de fondos de Biden; la campaña obtuvo un récord de $364.5 millones en agosto, lo cual ha eliminado cualquier preocupación por quedarse sin efectivo. La campaña de Biden es tan activa que Priorities USA, un comité de acción política demócrata, se ha diversificado para emprender una campaña de educación electoral sin precedentes.

“De hecho, Priorities lanzó por primera vez en nuestra historia un programa de movilización centrado específicamente en el voto por correo... para alentar a las personas a solicitar una boleta y explicarles cómo hacerlo”, indicó Guy Cecil, director ejecutivo del grupo.

Ambas partes coinciden en que los tres debates presidenciales programados, a partir del 29 de septiembre, serán fundamentales (el vicepresidente Mike Pence se enfrentará a la compañera de fórmula de Biden, la senadora de California Kamala Harris, en un único debate, el 2 de octubre).

Las sesiones ofrecerán a Biden, en particular, la oportunidad de abordar el tema principal que se cierne sobre su candidatura. “Tiene que responder una pregunta para los votantes: ‘¿Está preparado para el trabajo?’”, dijo Peter Hart, un veterano encuestador demócrata.

Aparte de los debates, muchos demócratas señalan que el sabotaje de las elecciones es lo que más les preocupa.

El Servicio Postal de EE.UU, liderado por un importante donante de Trump, el director general de correos Louis DeJoy, tomó una serie de medidas que han causado retrasos generalizados en las entregas y desató temores de que la votación por correo -que prefieren muchos demócratas- pueda verse obstaculizada antes de las elecciones del 3 de noviembre. Trump también intentó socavar la confianza de la gente en el sufragio por correo, más recientemente al sugerir que sus partidarios voten dos veces para poner a prueba el sistema.

Incluso sin esas ansiedades, quienes respaldan a Biden encontrarían motivos para estar nerviosos, comentó Bob Shrum, un estratega demócrata veterano, que ahora dirige el Centro para el Futuro Político de la USC. “Los demócratas son neuróticos”, afirmó. “Especialmente después de lo que ocurrió en 2016”.

Janet Hook, reportera de The Times en Washington, contribuyó con este artículo.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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