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Todas las mujeres que mienten para el presidente - Hicks, Sanders y Conway - hacen noticia

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La Casa Blanca de Trump es como un campamento de verano escrito por Shakespeare, donde no hay suficientes cosas importantes para las mujeres. Los papeles femeninos en 1600 Pennsylvania Ave. son para damas de honor a las que se les asigna muy poca calidad moral, y mucho menos oportunidades de crecer. Someten sus ambiciones a las de su señor; y en resumen, mienten por y para él.

Sí, hay una Lady Macbeth, representada en ‘MundoTrump’ como una sonámbula rubia de cera, una fantasmal hija-esposa cuyas venas están certificadamente libres de la leche de la bondad humana. (La suplente de Ivanka, la espeluznante Melania, ha sido descartada).

Una sagaz e impía trinidad se ha conformado con papeles menores: las doncellas mentirosas Hope Hicks, Sarah Huckabee Sanders y Kellyanne Conway.

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Al presidente, según el último libro de Michael Wolff, “Siege”, le gusta ver a estas tres mujeres en una “pelea de gatas”, donde cada una socava a las demás mientras compite por mentir más enérgicamente en su nombre.

La melancólica ex directora de comunicaciones de la Casa Blanca, Hicks, la colérica consejera Conway y la espléndida secretaria de prensa Sanders, no sólo son cómplices de la depravación del presidente. Se las han arreglado para hacer avanzar esa depravación.

Pero la ventaja que este trío tiene sobre Lady Ivanka es que pueden irse.

De hecho, Hicks salió de la Casa Blanca el año pasado poco después de admitir ante el Comité de Inteligencia del Senado que mintió por Trump. Wolff escribe que Hicks sigue siendo una fuente anónima habitual para los reporteros.

La partida de Hicks también se produjo poco después de que el presidente, según se informa, la culpara de haber estropeado el encubrimiento de la grave inelegibilidad de Rob Porter para su puesto de ayudante presidencial. Porter, usted recordará, había sido cuestionado después de que sus jefes vieron evidencia fotográfica de que él era un abusador doméstico.

En ese caso, Hicks no le dio la vuelta a la verdad lo suficientemente bien para el gusto de Trump. Fue un error inusual. En su informe, Mueller quedó muy impresionado por su habilidad para obstruir la justicia, citando su intento de enterrar graves fechorías de Donald J. Trump Jr.

La obstruccionista ha accedido a testificar de nuevo, esta vez en una sesión a puerta cerrada ante el Comité Judicial de la Cámara de Representantes la próxima semana. Es difícil imaginar algo que la presidenta de esta Cámara, Nancy Pelosi (demócrata de San Francisco), llegue a saber por medio del testimonio de Hicks que la convenza de iniciar una muy necesaria investigación de acusación contra el presidente.

Sanders es conocida por su hábito de mentir y por la devoción casi religiosa hacia Trump, quien, según Wolff, la llama la “Huckabee Girl”.

De hecho, Trump a menudo ha tratado a Sanders como si fuera la posesión de su padre, Mike Huckabee, quien le prestó como criada de fregadero. Este servicio hacia Trump incluye, sobre todo, el mentir. Sanders aparece en el informe Mueller por su “lapsus linguae” (error involuntario)- la afirmación de que “innumerables” agentes del FBI no le gustaban al ex director del FBI, James B. Comey.

Esta invención no sólo fue parte del incansable esfuerzo de Sanders para que pareciera que Trump es un republicano normal y fiel seguidor de la ley y el orden (y no un matón de carnaval con un bien documentado desprecio por todo el FBI), sino que también fue un impulso para ocultar la razón por la que Trump despidió a Comey. Todos sabemos que fue para acabar con la investigación de Rusia.

Sanders parece haber visto dos opciones para trabajar a favor del presidente. Ella podría mentir afirmativamente por él o negarse rotundamente a contestar preguntas, lo que violaría los primeros principios de Estados Unidos. Decir mentiras, incluso cuando es tu trabajo, conlleva riesgos. Así que hace casi 100 días, Sanders cerró las reuniones de prensa diarias de la Casa Blanca. Desde entonces ha pasado su tiempo programando en Japón e Inglaterra, apareciendo en Fox News y disputando con reporteros en su camino hacia y desde la Casa Blanca.

Conway, consejera del presidente, aún no se ha ido, pero la Oficina del Asesor Especial (no el grupo Mueller; un asesor especial diferente) desea fervientemente que se vaya. Sus flagrantes violaciones de la Ley Hatch, que limita la actividad política de los trabajadores del gobierno, finalmente llamaron la atención del FBI, que recomendó a Trump que despidiera a Conway por delincuente reincidente.

Pero así como Trump despidió al director del FBI por “incorrecto” al exigir que informara sobre intentos de interferencia en las elecciones extranjeras el miércoles, insiste en que el asesor especial de Estados Unidos, su designado, se equivoca sobre Conway. Y por lo tanto se quedará.

Tal vez Trump no puede soportar la idea de dejar ir a la última de las damas que están dispuestas a perderlo todo por él. (Hay una gran lista de los que ya no están dispuestos a hacerlo que incluye a la consejera adjunta de seguridad nacional K.T. McFarland, la embajadora de la ONU Nikki Haley, la jefa de la Administración de Pequeñas Empresas Linda McMahon, la secretaria de Seguridad Nacional Kirstjen Nielsen y la funcionaria de comunicaciones Omarosa Manigault Newman).

Por qué Conway no da el salto por su cuenta es un misterio. Según el libro de Wolff, ella y su marido, George T. Conway III, “están de acuerdo en algo relacionado a Trump... lo odian”. El abierto desprecio de George por el presidente, según Wolff, permite que Kellyanne sobreviva en su acaudalado vecindario anti-Trump de Washington, donde se le ve, a pesar de sus declaraciones en la Casa Blanca, más como un topo de la administración que como una leal seguidora.

Ciertamente también viene de “Othello” la parte femenina que más necesita un giro en Washington - Emilia, la criada de Desdémona, porque ella tiene esta línea: “¡Dijiste una mentira, una odiosa y maldita mentira! ¡Contra mi alma, una mentira, una mentira malvada!”.

Por el amor de Dios, Nancy Pelosi, este es el momento.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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