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Cuatro temas a resaltar de la carrera por una vacuna contra el COVID-19

A study volunteer receives a dose of an experimental COVID-19 vaccine
La voluntaria Melissa Harting recibe una dosis de una vacuna experimental contra el COVID-19 desarrollada por Moderna Inc. y los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
(Hans Pennink / Associated Press)
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No hay una fórmula mágica que termine rápidamente con la pandemia de COVID-19, pero una vacuna eficaz es la mejor alternativa. Y ahora hay dos candidatas que han entregado evaluaciones alentadoras.

Los resultados preliminares de las pruebas de una vacuna que están desarrollando Moderna Inc. y los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos sugieren que puede tener hasta un 95% de efectividad para prevenir la enfermedad. También se reveló que una vacuna similar creada por Pfizer y BioNTech tiene una efectividad del 95% en un análisis preliminar separado.

Tanto Moderna como Pfizer señalan que solicitarán una autorización para su uso de emergencia por la Administración de Alimentos y Medicamentos en cuestión de semanas, lo que podría despejar el camino para que decenas de miles de estadounidenses reciban sus primeras vacunas antes de fin de año. Pero teniendo en cuenta que hay aproximadamente cientos de millones de estadounidenses que necesitan vacunas, todavía queda un largo camino por recorrer antes de que puedan regresarnos a nuestra vida prepandémica.

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Dicho lo anterior, estos primeros signos de éxito aclaran algunas cuestiones. Aquí hay cuatro conclusiones de la carrera por una vacuna contra el COVID-19.

1. Ha surgido un nuevo método para fabricar vacunas.

Las vacunas de Moderna y Pfizer se crearon utilizando un nuevo método que combina ingeniería genética e inmunoterapia. Se llaman vacunas de ARNm y su objetivo es el mismo que las vacunas que las precedieron: enseñar al sistema inmunológico a reconocer y atacar a un invasor viral.

Pero lo hacen de manera distinta. Para diseñarlos y producirlos, sus creadores parten de la práctica de seleccionar, aislar y cultivar proteínas específicas para llevarlas a las células, donde pueden iniciar una respuesta inmune contra un virus.

En lugar de administrar las proteínas por sí mismas, las vacunas de ARNm ofrecen un programa genético para que la maquinaria celular del cuerpo pueda producir las proteínas in situ. Una vez producidas, dichas proteínas —llamadas antígenos— estimulan al sistema inmunológico a generar un ejército de anticuerpos, que reconocerán y atacarán al virus.

Más rápidas y fáciles de diseñar, alterar y producir que las vacunas tradicionales, una vacuna de ARNm prepara al cuerpo para atacar el coronavirus real, sin estar expuesto a él. Una vez probadas y establecidas, estas “plataformas” de vacunas de ARNm prometen acudir al rescate mucho más rápido que sus predecesoras, modificarlas fácilmente si un virus cambia repentinamente, y potencialmente también tratar una amplia gama de enfermedades no infecciosas —como el cáncer, lesiones en la médula espinal, y enfermedades neurodegenerativas, como el Parkinson.

Décadas de inversión gubernamental habían sostenido las esperanzas de los científicos de que funcionaría este enfoque para el diseño de vacunas, a pesar de muchos obstáculos encontrados en el trayecto. Ahora tenemos evidencia de que esta forma de inmunización realmente funciona en humanos —y no ha sucedido una, sino dos veces.

Aunque preliminares, los nuevos hallazgos “refuerzan el optimismo” por el nuevo método, señaló Arthur Caplan, bioético de la Universidad de Nueva York. Comentó además que eso podría suavizar un nivel de escepticismo que había llevado a cerca de la mitad de los estadounidenses a expresar sus dudas sobre si recibirían una vacuna contra el COVID-19.

Si estos resultados se mantienen y complementan con datos de seguridad, agrega, “ese nivel de eficacia realmente comenzará a desgastar el escepticismo. Le dices a alguien: ‘Tienes un 95% de posibilidades de no morir’ y eso llama tu atención”.

2. Las primeras vacunas pueden reducir el número de víctimas de la pandemia, pero es posible que no retrasen el brote.

Comúnmente se considera que una vacuna es lo suficientemente exitosa para un uso amplio, si una inyección (o dos) pueden evitar que la persona inmunizada se enferme o muera, después de la exposición a un virus. Si los ensayos clínicos están diseñados para observar más a fondo y la vacuna funciona realmente bien, se podría demostrar que alcanza una definición más exigente de éxito: podría inducir una respuesta tan decisiva, que quienes reciben la vacuna no pueden transmitir el virus a los demás.

Resulta difícil distinguir la diferencia, cuando los ensayos clínicos operan en programas comprimidos, con decenas de miles de participantes. Todos los voluntarios tendrían que someterse a pruebas de infección regularmente, si se sienten enfermos o no, y los investigadores tendrían que estudiar detenidamente una gran cantidad de datos adicionales, para determinar el impacto de la vacuna en medidas como la carga viral.

Eso se hará en su momento, pero aún estamos lejos de saber si estas vacunas alcanzarán ese estándar.

Aliviar la duración o la gravedad de la enfermedad seguramente salvará vidas. Pero eso hace que una vacuna semeje más un medicamento y menos un poderoso destructor de pandemias.

Sin duda, si la vacunación masiva reduce las muertes, pero aumenta el número de personas con infecciones de bajo nivel o asintomáticas en lugar de enfermedades graves, podría crear una situación en la que el virus se propague más fácilmente. El virus aún puede circular ampliamente, pero las vacunas lo habrán convertido en una molestia más que en un flagelo.

Las vacunas de Pfizer y Moderna fueron muy eficaces para reducir los casos de enfermedad sintomática entre las personas vacunadas. En el caso del ensayo de Moderna, también hay indicios de que la vacuna pudo prevenir la enfermedad grave: los 11 casos de COVID-19 que progresaron al estado “grave” ocurrieron en el grupo de placebo, y ninguno en el grupo que recibió la vacuna.

Pero para comprender si cualquiera de las vacunas puede ayudar a que la pandemia termine más rápido, necesitaremos saber más sobre si previenen las infecciones por coronavirus.

“Desafortunadamente, estos primeros ensayos no están diseñados para informarnos si se previene la transmisión”, señaló el Dr. William Schaffner, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Vanderbilt.

3. Las dudas sobre las vacunas se pueden contrarrestar con la distribución al por menor.

Se espera que las primeras vacunas se ofrezcan a los trabajadores del sector salud, personal de respuesta inmediata, las personas con un riesgo significativamente mayor de enfermarse gravemente si se infectan y los residentes de asilos de adultos mayores. Muchos en la lista se inocularán voluntariamente cuando se les solicite. Pero algunos no querrán ser voluntarios para recibir la vacuna.

Entre los que corren mayor riesgo de enfermedad grave y muerte por infección se encuentran los afroamericanos, muchos de los cuales desconfían del sistema de salud, gracias a una larga historia de discriminación racial y graves errores éticos. En septiembre, el Pew Research Center informó que solo el 32% de adultos negros dijeron que definitiva o probablemente recibirían la vacuna contra el COVID-19, en comparación con el 52% de adultos blancos, el 56% de hispanos y casi las tres cuartas partes (72%) de asiático-estadounidenses.

Resulta que las vacunas que probablemente estarán disponibles primero requerirán sistemas de distribución que las pongan ante los posibles receptores de vacunas de dos formas muy distintas.

La vacuna de Pfizer, de las cuales 100 millones de dosis ya han sido compradas por el gobierno de Estados Unidos, deberá almacenarse en contenedores especializados mantenidos a menos-94 grados Fahrenheit (o menos-70 grados Celsius). Como resultado, es probable que se administre en campañas de vacunación masiva y en centros médicos urbanos que puedan cumplir con las condiciones exigentes, desde el punto de vista técnico.

La vacuna de Moderna también debe mantenerse en hielo, pero solo a menos-4 grados F (o menos-20 C). Esas condiciones están más cerca de un congelador normal que de un invierno ártico. Eso significa que se puede ofrecer en consultorios médicos, sótanos de iglesias, escuelas y farmacias locales. Por lo que es probable que lo ofrezcan miembros de confianza de la comunidad, como un pastor, maestro, vecino, farmacéutico local, o médico de familia.

“Facilitará la aceptación si su proveedor de confianza puede decir: ‘La obtuve. Creo que tú también deberías’”, comentó Schaffner. “Y nos permite llevar la vacuna a la gente en lugar de reunirlos para que se vacunen”.

4. La inmunidad colectiva está un poco más cerca que hace una semana.

La eficacia de una vacuna es importante cuando se trata de poner fin a una pandemia. Para alcanzar la inmunidad colectiva —el punto en el que desaparece un brote— una vacuna debe reducir la cantidad de transmisores virales o el grupo de personas que esos transmisores pueden infectar, o ambos.

La pandemia solo puede continuar cuando una persona contagiosa entra en un lugar, como un bar o un gimnasio, y encuentra al menos otra nueva para infectar. Eliminando el abasto de posibles nuevas víctimas vacunándolas a todas, el virus no tendrá a dónde ir.

Elimina el suministro de esparcidores y se puede alentar la pandemia más sencillamente.

Conforme pasa el tiempo, estudios de seguimiento rigurosos aclararán los pros y los contras de las diversas vacunas que se aplicarán en Estados Unidos, explicó el Dr. Walter Orenstein, vacunólogo de la Universidad de Emory.

Algunas funcionarán mejor para suprimir la transmisión, y se pueden usar para trabajadores esenciales, viajeros frecuentes y personas que no pueden o no quieren utilizar un cubrebocas. Otras serán particularmente buenas para proteger a quienes corren mayor riesgo de morir si se infectan y pueden usarse en residentes de centros de atención a largo plazo, reclusos y otros individuos que no transitan tan ampliamente.

“La inmunidad colectiva requiere muchas vacunas”, y pasará un tiempo antes de que tengamos eso, señaló Orenstein. Es fundamental que los científicos y los formuladores de políticas utilicen los primeros días de escasez para trazar sus próximos pasos y compilar mejores datos sobre lo que estas nuevas vacunas pueden hacer para terminar con la pandemia.

Mientras tanto, reducir el número de muertes y enfermedades causadas por la pandemia es un objetivo que se adapta bien al suministro limitado de vacunas, y al conocimiento limitado de los científicos sobre lo que hacen más eficazmente, subrayó Orenstein.

Y eso es un comienzo.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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