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“Mucho miedo, poco equipo”: La vida en los hospitales de California mientras esperan el aumento de casos por el coronavirus

A worker at Eisenberg Village nursing home in Reseda
Un trabajador de Eisenberg Village, un centro de vida asistida en Reseda, California, realiza exámenes de detección para personas con síntomas de coronavirus la semana pasada.
(Jason Armond / Los Angeles Times)

Con las salas de emergencia y las UCI llenándose rápidamente, los que se encuentran dentro de los hospitales de California están tensos, cansados y decididos a aguantar.

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Las enfermeras, los médicos y miles de trabajadores de salud dentro de los hospitales de California ya han estado luchando durante días, y viven emociones intensas, a medida que la ola de pacientes de COVID-19 pasa de ser una sombra distante a un peligro que ruge.

El gobernador Gavin Newsom dice que más de 140.000 personas en el estado podrían necesitar una cama de hospital para fines de mayo, con aproximadamente 26.000 que requieren un alto nivel de atención, un escenario que predice que en dos meses se alcance el tope. Hasta el viernes, California tenía más de 12.000 casos positivos del nuevo coronavirus, con casi 2.200 individuos hospitalizados y 900 en cuidados intensivos.

Hasta ahora, incluso cuando Los Ángeles se convierte en un punto crítico para el patógeno altamente infeccioso, el número de pacientes con coronavirus graves en la mayoría de las instalaciones en el sur de California han sido de docenas. Es una calma que deja las salas ominosamente vacías y nervios deshilachados.

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“Es como una olla a presión”, dijo una enfermera de UCLA. “Mucho miedo y poco equipo”.

La espera, dijeron muchos, raya en lo insoportable.

A medida que los que están dentro de los hospitales vacíos se preparan para lo que sigue, hay prisa por comprar suministros, reutilizar el espacio para zonas de cuidados intensivos improvisadas e incluso capacitar al personal que puede ser convocado para realizar tareas que son sólo recuerdos lejanos de sus días en la escuela.

También existe una creciente preocupación por parte de algunos trabajadores de primera línea de que no se está haciendo lo suficiente para protegerlos y sospechas de que sus instituciones pueden no decirles la verdad sobre cuán efectivas son las medidas de seguridad.

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En el Centro Médico St. Francis en Lynwood, la sala de emergencias no ha estado tan abarrotada, según una enfermera allí, pero la lucha por el equipo ya está en marcha.

“Da mucho miedo dentro del hospital”, dijo la enfermera, quien, como algunos de los entrevistados, solicitó el anonimato porque no estaba autorizada para hablar en público. “Todos se miran unos a otros, sólo estamos esperando”.

La enfermera reveló que había escuchado de amigos de la profesión en otros lugares que un aumento repentino puede producirse en cuestión de horas, y que un grupo de pacientes podría invadir el hospital en un instante.

“No sé cuál será la gota que colme el vaso cuando lleguemos a eso”, manifestó. “Cada lugar se convierte en una UCI, eso es lo que estamos esperando, es lo que todos anticipan”.

Una administradora de un hospital en el Valle de San Fernando dijo que ella comienza cada día revisando la contabilidad actualizada de lo que queda de sus recursos para el COVID (protectores faciales, camas de unidades de cuidados intensivos, batas de aislamiento, ventiladores) y luego va de departamento en departamento para animar al personal agotado y temeroso.

“Cuando caminas por los pisos de los hospitales, es la sensación más espeluznante de lo que está por venir”, señaló. “Es simplemente palpable”.

En las salas de COVID-19, las enfermeras están ocupadas y son profesionales, apuntó, pero “si tienen un momento para sentarse, tomar un café, simplemente se desmoronan”.

Ella revela que por ahora les dice que el hospital tiene lo que necesita, pero no les comenta que cree que es posible, incluso probable, que se queden sin máscaras N95 en un futuro cercano o que se preocupa “cada noche, cada día, cada hora” sobre lo que eso significará.

A los 90 años, Paula Stewart ha vivido una larga y colorida vida. Apareció en Broadway con Lucille Ball. Estuvo casada con el compositor Burt Bacharach y el comediante Jack Carter. Ahora sólo quiere que su farmacia cumpla con su cometido para no tener que arriesgar su vida por surtir sus recetas

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“Es como enviar a tus soldados a la batalla sin armas”, manifestó el administrador. “¿Cómo se prepara a la gente para algo así?”

Las enfermeras que han estado expuestas al virus solicitan hacerse la prueba, pero “simplemente no tenemos las suficientes”, subrayó la administradora.

Así que siguen trabajando, y ella teme que puedan estar infectando a otros pacientes. Dijo que había decidido que no obligaría a nadie a trabajar sin protección si se les acababa, pero que les recordaría su deber con el público.

“Explicaré lo que tenemos ante nosotros y veré quién está dispuesto a seguir”, precisó.

El Dr. James Keany, médico de la sala de emergencias del Hospital Providence Mission en Mission Viejo, dijo que sus instalaciones se encuentran en un patrón de retención similar. Tienen pacientes con COVID-19, incluidos algunos en UCI y con ventiladores, pero no muchos.

“Siento que no estamos cerca de la capacidad en este momento”, expuso. “Pero los pacientes con COVID definitivamente están en aumento e incrementará cada día”.

Algunos miembros del personal están ansiosos y quieren usar mascarillas N95 cuando tratan a pacientes con COVID-19, pero el hospital recomienda su uso sólo para situaciones de alto riesgo.

Dijo que ahora están sopesando si es mejor hacer que el personal use N95 con más frecuencia y reutilizarlas o tratar de cumplir con la política de usar una mascarilla quirúrgica con un protector facial. Prefiere lo último, guardando la codiciada mascarilla filtrada para cuando realmente sea más crítico.

“La gente no quiere escuchar eso”, señaló. “Habrá ansiedad entre el personal... Emocionalmente, creo que la mascarilla [N95] se siente mejor”.

Una enfermera del Centro Médico UC Davis en Sacramento dijo que se siente desanimada por primera vez en su carrera por la falta de equipo de protección. La enfermera, que no estaba autorizada por su institución para hablar con los medios, reveló que ha recibido de los pacientes puñetazos, patadas, rasguños y mordiscos e incluso había enfrentado armas durante sus años en el trabajo. Pero esto es peor.

“Una cosa que nunca pensé al ejercer fue traer algo a casa desde mi trabajo que pudiera matar a mi familia”, manifestó. “Los trabajadores de la salud [están] sin el [equipo de protección personal] adecuado y sus familias van a pagar el precio”.

Pamela Wu, portavoz del Centro Médico de UC Davis, dijo en un correo electrónico el viernes que la instalación “actualmente tiene suficientes suministros de equipo de protección personal (PPE)”, pero ha “revisado nuestro almacenamiento de PPE, específicamente mascarillas, después de algunos casos de robo, así que ahora se mantienen en un lugar más seguras”.

A medida que los administradores, los médicos y el personal navegan la escasez, la confianza y la paciencia también se están agotando.

La enfermera de la sala de emergencias de UCLA, Marcia Santini, dijo que ella y otro personal de enfermería recibieron recientemente un correo electrónico de UCLA diciendo que sus mascarillas N95 serán esterilizadas con radiación ultravioleta. Cada enfermera etiquetará su mascarilla, la colocará en una bolsa de papel y se pondrá en una máquina para la irradiación germicida ultravioleta, según el correo electrónico.

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“Las enfermeras están muy, muy preocupadas por eso”, enfatizó. “¿Llega a todos los rincones y grietas? ¿Se mantendrá la integridad de la mascarilla? ¿Se ajustará de la misma manera en la cara?

UCLA confirmó en un comunicado que estaba utilizando luz UV para desinfectar las mascarillas N95.

“Este es un proceso validado para matar virus”, se lee en el comunicado, y agrega que es uno de los primeros sistemas de salud en la nación en utilizar el método.

Una enfermera que trabaja en el Hospital Keck de USC dijo que su instalación está cambiando la manera en que “estamos usando nuestro EPP a diario”.

Eso, señaló, ha llevado a “bastante ansiedad, y creo que mucha ira”.

La enfermera expuso que había sido costumbre desde hace mucho tiempo deshacerse de una mascarilla N95 después de tratar a un paciente con una enfermedad infecciosa. Ahora, las reglas siguen cambiando. Primero, se les pidió a las enfermeras que la usaran durante cuatro horas, luego ocho horas. Después, el hospital comenzó a instruir a las enfermeras para que coloquen sus mascarillas N95 en una caja de luz UV y eliminen la bacteria, un proceso que toma aproximadamente 60 segundos.

“Dijimos que estaba bien, pero las mascarillas olían como si estuvieran ardiendo”, dijo.

Después de que las enfermeras cuestionaron si la luz ultravioleta estaba friendo el filtro y comprometiendo la eficacia de la mascarilla, el hospital lanzó una nueva política, señaló.

Las mascarillas se colocan en una bolsa de papel marrón después de cada uso y se recogen en la limpieza, expuso. Al día siguiente, una enfermera regresa para encontrar una bolsa de papel blanco con su nombre y la mascarilla limpia adentro.

“Se siente como si estuvieran inventando sobre la marcha”, apuntó.

En un comunicado, Keck Medicine de USC no cuestionó la historia y dijo que estaba siguiendo las pautas establecidas por el Centro Médico de la Universidad de Nebraska para extender el uso de mascarillas N95. Estas se desinfectaban con luz UV de los robots Xenex.

“Como creemos que Los Ángeles aún no ha alcanzado su punto máximo en el volumen de casos de COVID-19, por lo tanto, estamos evaluando continuamente nuestros recursos de EPP, al tiempo que garantizamos la salud y la seguridad de nuestros proveedores de atención médica”, manifestó Keck en el comunicado.

Otras enfermeras se sienten frustradas cuando se les pide que hagan trabajos con los que no se sienten cómodas. Una enfermera sin experiencia en cuidados intensivos dijo que con las cirugías electivas canceladas y su trabajo normal disminuyendo, ahora está siendo empujada a manejar casos graves de COVID-19.

“Nunca he hecho UCI”, aseguró. “Nunca he querido”.

Una enfermera en el Centro Médico Cedars-Sinai, donde hay unas pocas docenas de pacientes con COVID-19, se quejó de que los médicos allí han tenido un acceso más consistente a las mascarillas N95 y otros equipos de protección más sofisticados, mientras que a las enfermeras que atienden a estos pacientes a menudo se les dice que usen ropa simple y mascarillas quirúrgicas.

Le parecía mal, señaló, porque las enfermeras pasaban más tiempo en las habitaciones de los pacientes.

“Somos las que estamos cara a cara con estas personas”, dijo.

Expuso que a las enfermeras se les dice que limpien y reutilicen algunos protectores faciales, y que las sábanas protectoras tienen hoyos al lavarse repetidamente, dejándola con la duda de si todo esto funciona.

“Al final del día, puedo oler los medicamentos a través de la [protección]”, aseguró.

Cedars-Sinai dijo en un comunicado que ofrece “un estándar único de protección para médicos, enfermeras, terapeutas respiratorios, personal de salud ambiental, capellanes y otro personal que trabaja en áreas de pacientes” y que sus procedimientos son “consistentes con la orientación de las autoridades nacionales, estatales y locales de salud pública”.

A pesar de las dudas y la trepidante inquietud, los proveedores médicos que hablaron con el Times compartieron una resolución: permanecer en el trabajo, brindar atención, incluso cuando aumentan los riesgos.

Cuando el Dr. Amit Gohil, médico de cuidados críticos pulmonares en el Centro Médico del Valle de Santa Clara, se pone todo su equipo de protección para ingresar a la habitación de un paciente con COVID-19, está tranquilo y quieto, sólo con el sonido de un ventilador.

Su Condado ha sido uno de los más afectados hasta el momento con más de 1.000 casos positivos hasta el viernes, 245 pacientes en hospitales y 92 en cuidados intensivos.

En esas camas, Gohil encuentra calma y un propósito.

“Incluso si las personas están muriendo, realmente sientes que puedes cuidarlas”, dijo Gohil. “Toda tu vida ha llegado a este pináculo”.

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