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Los comerciantes de la Calle Olvera luchan por sobrevivir en medio de la pandemia de coronavirus

"Estamos hablando de que no hay negocio", dijo Guillermo García, de 61 años, sobre la cerrada Calle Olvera. García posee el restaurante La Noche Buena y la tienda Memo’s Place en el popular lugar turístico.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)

Las dificultades económicas causadas por la pandemia del coronavirus amenazan el futuro de la calle Olvera. Las órdenes de quedarse en casa impiden que la gente se reúna en la plaza.

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Era un espectáculo triste para Jorge Contreras: se cerraron hileras de puestos azules, amarillos y naranjas en la Calle Olvera. También se cerraron edificios de ladrillo del siglo XIX que albergan restaurantes, tiendas y museos. La Plaza, típicamente llena de gente, estaba vacía y tranquila.

“Este lugar no está destinado a sentirse triste”, dijo el vendedor de sombreros de 55 años. “Se supone que es un lugar de baile y celebración”.

Durante casi un siglo, los comerciantes de la Calle Olvera, muchos de ellos ahora descendientes de comerciantes originales, han vendido artículos artesanales como cerámica, velas y arte popular mexicano. Su supervivencia se entrelaza con eventos turísticos y culturales como el Día de los Muertos, Bendición de los Animales y Las Posadas, una celebración navideña de nueve días.

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Pero las dificultades económicas causadas por la pandemia de COVID-19 amenazan el futuro de la Calle Olvera. El turismo casi ha desaparecido. Las órdenes de quedarse en casa y otras restricciones evitan que las personas se reúnan en la plaza y en la calle angosta. Aunque los restaurantes pueden vender pedidos de comida para llevar, es difícil hacerlo desde un mercado que está rodeado por varias calles que requieren que la gente se estacione y camine hasta los restaurantes.

Ahora, tres meses después, más de 70 comerciantes piden ayuda a la ciudad. En una reciente reunión del Concejo Municipal de Los Ángeles, el concejal José Huizar, cuyo distrito incluye la Calle Olvera, presentó una moción que eximiría a los comerciantes de tener que pagar los alquileres de abril y mayo. El Ayuntamiento también está buscando extender el tiempo para que los inquilinos comerciales paguen la renta.

Jorge Contreras, de 55 años, ha vendido sombreros de vaquero en su puesto, ahora cerrado, durante 11 años.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)

La Calle Olvera es parte del Monumento Histórico El Pueblo de Los Ángeles, una sección de la ciudad que marca el sector más antiguo de Los Ángeles. Además del mercado de la Calle Olvera, incluye La Plaza de Cultura y Artes y varios edificios históricos.

Valerie Hanley, propietaria de Casa California y miembro de la Asociación de Comerciantes de la Calle Olvera, dijo que ambos esfuerzos propuestos por el Ayuntamiento ayudarían.

“Realmente necesitaremos que la ciudad intervenga y diga que va a subsidiar la zona para que los comerciantes no tengamos que hacerlo hasta que podamos volver a la normalidad”, expuso.

Arturo Chávez, gerente general de El Pueblo de Los Ángeles, señaló que tienen un presupuesto anual de $5.6 millones y que la mayoría de sus ingresos provienen de filmaciones, estacionamientos, eventos culturales y alquileres de comerciantes.

Añadió que debido a la pandemia, se proyecta que el distrito histórico verá una pérdida de ingresos para el año fiscal 2019-2020 de aproximadamente $1 millón.

El mercado, dijo Chávez, se encuentra en una situación difícil porque la mayoría de los comerciantes venden artículos especializados y no son negocios esenciales. El mercado también depende del turismo y las reuniones, que están prohibidas o en declive.

“Nunca hemos lidiado con una situación como esta”, manifestó. “Ya es bastante malo que no puedas abrir, y además tienes el alquiler atrasado”.

“Es por eso que quieren un alivio para la renta”, agregó.

Hanley dijo que el alquiler mensual para comerciantes oscila entre $1.000 para puestos de mercado pequeños y $10.000 para negocios más grandes. Reconoció que está preocupada por el futuro de la Calle Olvera y no está segura de cómo funcionará después de que la ciudad vuelva a abrir durante la fase final de la orden de quedarse en casa.

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“Vamos a ser uno de los últimos lugares en recuperarnos, sólo porque somos una de esas áreas que dependen en gran medida del turismo”, destacó. “Representa alrededor del 40% al 70% de nuestro negocio, y eso va a ser inexistente durante un par de años”.

Hanley dijo que esto ha llevado a temer que generaciones de familias que han ayudado a preservar la herencia mexicana de la ciudad estén a punto de desaparecer a menos que obtengan ayuda.

“Noventa años de nuestro legado desaparecieron debido a 90 días de dificultades”, enfatizó. “Tenemos familias que tienen hasta seis generaciones en esta calle. ¿Cómo recuperas eso?”.

Los lazos de Hanley con el área se remontan a 1930, más o menos cuando la Calle Olvera se estableció como mercado. Ella relató que su padre trabajaba allí limpiando zapatos.

“La única vez que salió de esta calle fue para luchar en la Segunda Guerra Mundial”, dijo Hanley, y agregó que participó en la invasión de Normandía. “Sus otros hermanos lucharon en el Pacífico. Todos volvieron vivos”.

En la década de 1960, sus padres abrieron un negocio en la Calle Olvera, que vendía cerámica, artículos religiosos, piñatas y otra mercancía. Continúan vendiendo el mismo tipo de productos.

Baltazar Ayala, cocinero de La Noche Buena, sirve una comida para llevar a un cliente el miércoles.
(Genaro Molina / Los Angeles Times)

Un cálido miércoles por la tarde, Guillermo García se sentó a la sombra de un árbol en la Calle Olvera, contemplando el futuro de su restaurante, La Noche Buena, y su tienda, Memo’s Place. También pensó en los comerciantes y empleados de los que se hizo amigo durante décadas.

El residente de Silver Lake, de 61 años, dijo que había reabierto su restaurante con comidas para llevar la semana anterior porque quería que sus empleados ganaran dinero para pagar el alquiler y las facturas. Subrayó que pasó de 10 trabajadores a sólo tres, incluido él mismo.

“Estoy intentando”, aseguró, mirando hacia el piso. “Estoy tratando de ayudar a mis trabajadores, pero no mucha gente se ha presentado”.

En un esfuerzo por impulsar los negocios, García se unió a aplicaciones de entrega de alimentos como Postmates. Incluso entonces, dijo, el negocio está lento.

Su restaurante mexicano fue uno de los primeros en abrir en la Calle Olvera. Antes del coronavirus, el pequeño restaurante a menudo estaba lleno de clientes que comían tacos y taquitos. Ahora, los taburetes de madera están apilados junto a las mesas dentro de los locales. A este ritmo, consideró García, podría continuar durante otros cinco meses antes de verse obligado a cerrar.

Detalló que necesita ganar alrededor de $40.000 cada mes para poder pagar su alquiler, empleados, facturas y otros gastos.

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Mirando a su alrededor, García reveló que ver la calle vacía lo estaba deprimiendo y lo ponía nostálgico por los días en que las multitudes pululaban por el mercado. Recordó cuando los niños en edad escolar corrían, y los eventos culturales trajeron a miles a esta zona. También echaba de menos a los trabajadores de oficina de los que dependía su negocio durante la semana.

“Miro a mi alrededor y no puedo creer lo que estoy viendo”, dijo. “Está vacío y triste”.

García era un adolescente cuando llegó a Estados Unidos desde Durango, México. Había venido a trabajar para su abuela, quien abrió el restaurante en 1929. Se hizo cargo en 1993. Y después quedó al frente de la tienda de un amigo cuatro años después.

Las dificultades financieras no son nuevas para García. Sus negocios han sobrevivido a recesiones económicas, incluida la del 11 de septiembre. A pesar de lo difícil que se puso, la gente venía a comer y comprar en la calle Olvera.

Pero ahora, por primera vez, no hay nada.

“Estoy intentando”, dijo. “No sé qué pasará”.

Cuando el sol comenzó a ponerse sobre el tranquilo mercado, Isabel Caballero, de 73 años, mordió un taquito. Sus dos amigas se sentaron a su lado. La residente de Pomona había crecido alrededor del distrito histórico. Ver el lugar tan desolado la preocupaba.

“Esta es nuestra historia”, manifestó. “No podemos perder este lugar, por el bien de nuestros nietos”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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