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South L.A. no ha sido afectada por los disturbios; así se han diseñado las protestas

1992 riots in South L.A.
Disturbios de 1992 en South Los Ángeles.
(Robert Gauthier / Los Angeles Times)
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En 1992, la última vez que la ira de los angelinos por la brutalidad policial se convirtió en un levantamiento, grandes franjas de South Los Ángeles se incendiaron.

Multitudes enojadas salieron a la calle. Algunas tiendas terminaron saqueadas y edificios incendiados. Las luchas estallaron en medio del caos. Más de 60 personas fueron asesinadas, ya sea por la policía, por otros agresores o en accidentes relacionados con los disturbios.

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“Parecía una zona de guerra”, recordó la residente de Inglewood, Yolanda Davidson-Carter. “Fue un verdadero motín. La gente estaba tan enojada que no podían ver con claridad”.

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La violencia que ocurrió después de que un jurado absolvió a cuatro oficiales blancos por la golpiza al automovilista negro Rodney King le tomó décadas a South L.A. para recuperarse. Los lotes vacíos todavía salpican el paisaje, un doloroso recordatorio.

Pero esta vez, South Los Ángeles se ha salvado en gran medida de las protestas que han estallado en toda la ciudad para condenar el asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis.

En cambio, los manifestantes han descendido a algunas de las zonas comerciales más exclusivas e icónicas de Los Ángeles, como Beverly Hills, Santa Mónica, Hollywood y el distrito de Fairfax. El saqueo ha ocurrido en algunos de esos lugares, ya que varios se encubrieron, bajo lo que en gran parte fueron protestas pacíficas, para robar tiendas.

Los organizadores dijeron que estas localizaciones donde se realizaron las protestas era deliberada.

“Queremos ir a lugares de riqueza blanca para que el dolor y la indignación que sentimos se les muestre frente a su cara”, dijo Melina Abdullah, una de las líderes de Black Lives Matter.

El grupo quería llevar su furia sobre el caso Floyd y tantos otros a las élites de Los Ángeles, en sus propios vecindarios. Sus líderes dijeron que su objetivo no era causar saqueos sino enviar un mensaje. El impacto de esa decisión quedó claro el sábado, cuando las imágenes de autos de la policía en llamas junto a CBS Television City y saqueos en el centro comercial Grove fueron transmitidas por televisión en vivo.

Abdullah señaló que esta estrategia de protestar en las comunidades acomodadas se adoptó desde el principio.

El grupo se creó en una noche de julio de 2013, cuando los manifestantes se reunieron en Leimert Plaza Park después de que George Zimmerman, un voluntario de vigilancia vecinal, fuera absuelto en el asesinato del adolescente negro de Florida Trayvon Martin. Agitaron carteles que decían “Toca la bocina por Trayvon”, y otros corearon: “Sin justicia, sin paz”.

Mientras salían de la plaza, un manifestante intentó llevar a la multitud hacia el sur por el bulevar Crenshaw. Abdullah gritó por su megáfono para dirigirlos hacia el norte a los barrios más blancos y ricos.

“Esa fue la lección del 92”, dijo. “La gente lo entendió. Todos sabían por qué íbamos al norte. No tenía que ser explicado”.

Los oficiales de LAPD habían formado una línea en los bulevares Martin Luther King Jr. y Crenshaw e intentaron empujar a los manifestantes hacia el sur. Para Abdullah, esto confirmó la efectividad de alterar el status quo.

A raíz de la muerte de Floyd, otras protestas en todo el país parecen seguir las mismas tácticas. Los manifestantes marcharon a través de tiendas minoristas en Nueva York, Chicago y Atlanta en nombre de Floyd, un hombre negro que murió cuando el ex oficial de policía de Minneapolis Derek Chauvin presionó su rodilla en el cuello de Floyd durante casi nueve minutos.

El viernes, Chauvin fue arrestado y acusado de asesinato en tercer grado en relación con la muerte de Floyd. Otros tres oficiales que se encontraban ahí y que en algunos momentos también intentaron contener a Floyd han sido igualmente acusados.

Millones de personas vieron el video del incidente y se convirtió en un grito de guerra, como el de King, cuya golpiza policial fue capturada por la cámara y provocó cinco días de disturbios después de la absolución de los oficiales.

Najee Ali comentó que puede identificarse con la ira y la frustración de los manifestantes que están actuando ahora. Estaba en las calles después de que se leyeran esos veredictos. Marchó a Koreatown y se unió a otros en la destrucción de negocios, en lo que describió como venganza por la muerte de Latasha Harlins, una adolescente negra que en 1991 fue asesinada por un comerciante coreano por una botella de jugo de naranja.

La muerte de Harlins, seguida de cerca después de la golpiza de King, contribuyó a desatar la furia en las comunidades negras de South Los Ángeles.

“Fui con gran orgullo y alegría”, dijo Ali. “Un niño pequeño en mi vecindario había sido ejecutado... y [el comerciante] no cumplió condena en la cárcel. Tenía la mentalidad de que al dañar su propiedad, obtenían todo lo que merecían”.

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Rompieron ventanas y pintaron negocios con aerosol. Y dijo haber visto como otros incendiaron edificios.

Los disturbios de 1992 vieron saqueos y violencia en toda la ciudad, incluido el distrito de Wilshire, Hollywood y Long Beach. Pero ningún lugar fue tan golpeado como South L.A.

Durante años, soportó el estigma de los disturbios. Algunas empresas nunca regresaron. Los desarrolladores evitaron en gran medida construir en el área hasta los últimos años. Y algunos terrenos todavía tienen las huellas. En Vermont Avenue y Manchester Boulevard, un área del tamaño de cuatro campos de fútbol permanece vacante 28 años después.

Mirando hacia atrás, Ali reveló que esas acciones han sido en su vida algunos de sus mayores arrepentimientos. Esta vez, voló a Minneapolis para participar en las marchas de paz allí y ayudar a limpiar la zona.

Earl Ofari Hutchinson vivió los disturbios de Watts en 1965 y los disturbios civiles de 1992. Señaló que las manifestaciones actuales se ven muy diferentes. Los eventos anteriores fueron en su mayoría personas negras que protestaban en las calles.

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“Los disturbios civiles actuales se parecen a las Naciones Unidas, con más blancos y otros grupos étnicos involucrados en las protestas, e incluso el saqueo y la quema”, dijo. “La nueva ecuación que existe hoy pero ausente en 1965 y 1992 es que los jóvenes blancos sienten la misma rabia y están dispuestos a hablar, protestar, demostrar y, en algunos casos desafortunados, destruir con esa rabia”.

En las redes sociales, los residentes de algunas comunidades donde las protestas se han desatado se quejan de la destrucción, el sonido de helicópteros y sirenas y el espeso humo que flota en el aire.

La escena en el distrito de Fairfax dejó decenas de tiendas destrozadas, muchas de ellas pequeñas empresas. Algunos comerciantes, que ya se estaban recuperando de los cierres de coronavirus, dijeron que apoyaban el movimiento pero que no podían entender por qué fueron atacados.

“Apenas estamos superando el virus”, comentó Ricky Flores, cuya tienda de ropa en Melrose Avenue fue saqueada.

“Duele mucho. ¿Y luego lidiar con esto?”.

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Las cuadrillas escribieron las palabras “RIP GEORGE” garabateadas con pintura en aerosol negro en la torre del Mercado de Agricultores. Se barrió el vidrio y se colocaron bardas alrededor de los edificios, en espera de reparación.

Elise Levine dijo que es copropietaria de un centro comercial en Van Nuys que resultó dañado en la ola de protestas del lunes. Le entristece que a sus inquilinos, muchos de ellos personas de color, les robaran bienes y dañaran sus propiedades.

Aún así, las cosas pueden ser reemplazadas, manifestó. Pero la vida humana no.

“Veo el racismo sistemático y la injusticia que ha estado sucediendo desde el siglo XVII”, comentó.

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Davidson-Carter, quien protestó por la brutalidad policial en 1992, dijo que su vecindario de Inglewood ha estado en silencio y que tiene que encender la televisión para ver lo que está sucediendo a pocos kilómetros de distancia.

Para ella, eso es un problema.

El Departamento de Policía de Inglewood ha enfrentado durante mucho tiempo acusaciones de hostigamiento y daño a personas negras y latinas.

Davidson-Carter planea realizar una protesta en un parque cercano. Pero cuando envió los volantes, la respuesta la sorprendió: “¿Por qué traer el caos a nuestro vecindario?”.

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