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En San Bernardino, una mesera legendaria recibe un homenaje bajo medidas de seguridad por el COVID-19… con tacos para llevar

En San Bernardino, una mesera legendaria recibe un homenaje bajo medidas de seguridad por el COVID-19… con tacos para llevar
Los dolientes lanzan globos en el servicio para Lucy Reyes, quien trabajó en el histórico restaurante mexicano Mitla Café en San Bernardino durante 68 años.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)
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Si alguna vez hubo un residente de San Bernardino que merecía una fiesta para su funeral, era Lucy Reyes.

Trabajó en Mitla Café, el restaurante mexicano más antiguo de Inland Empire, durante 68 de sus 83 años, retirándose en 2018. Sus clientes leales incluían a poderosos políticos, atletas, César Chávez - y varias generaciones de cientos de familias en el barrio de West Side de la ciudad.

También estaría el joven veterano de la Segunda Guerra Mundial que apareció casi todas las noches a principios de la década de 1950 para comer los famosos tacos dorados del Mitla.

Ese simpático chico llamado Glenn Bell, al que Reyes mencionaba a los muchos reporteros de comida que llegaban al Mitla en los últimos años: ‘seguro que tuvo éxito con su Taco Bell’.

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Reyes se quedó en San Bernardino mientras muchos otros se fueron, y lo vio transitar de una ciudad en auge en la Ruta 66 a una historia de decadencia urbana. Ella se convirtió en una piedra preciosa y tranquilizadora, era un recordatorio del pasado y lo que podría ser de nuevo.

Denise Vara trae globos y fotos de Lucy Reyes al servicio conmemorativo.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

“Mamá era como un Facebook humano”, dijo Andy, el hijo de Reyes. “Si necesitabas conocer a alguien en San Bernardino, y quién estaba relacionado con quién, ella lo sabía”.

Pero cuando Reyes murió el 13 de julio de un ataque al corazón a los 86 años, su familia y compañeros de trabajo enfrentaron un dilema.

El gobernador de California Gavin Newsom había prohibido una vez más que se abrieran lugares de culto en los condados más afectados por el coronavirus del estado. Las funerarias locales estaban reservadas por semanas. Muchos de los amigos más cercanos de Reyes eran ancianos o estaban inmunocomprometidos.

Lucy necesitaba, merecía, una despedida.

Entonces sus descendientes, dos hijos sobrevivientes, 10 nietos y demasiados bisnietos y tataranietos para que alguien pueda ofrecer un conteo definitivo, decidieron celebrar un homenaje practicando la distancia social en el estacionamiento del Mitla Café el 25 de julio. Ese día sería hubiera cumplido 87 años.

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En un abrasador sábado por la mañana, los clientes compartieron historias de Lucy en las afueras del Mitla, que actualmente solo ofrecen comida para llevar, mientras esperaban la ceremonia del mediodía y se colaban en busca de un desayuno rápido para llevar.

Mercy Aguirre ties balloons in memory of her longtime colleague Lucy Reyes.
Mercy Aguirre en el servicio conmemorativo de su colega Lucy Reyes.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Mercy Aguirre llegó temprano para dejar flores y evitar las multitudes. Ella hizo tortillas de harina junto a Reyes durante 33 años. “Lucy era buena”, dijo la mujer de 80 años. “Siempre con una sonrisa, todo el tiempo estaba ahí para ti. Sin embargo, nunca determinamos quién era la verdadera campeona de la tortilla”.

Cherie González, de 52 años, estaba a la sombra de un cactus órgano, sosteniendo un ramo de globos morados. “Mitla es, como, un camino de regreso para todos, y Lucy es la última de las originales”, dijo. “Teníamos que salir y rendir respeto”.

Rachel Clark se desempeñó como secretaria municipal de San Bernardino durante 21 años. Se desmoronó sentimentalmente pensando en Reyes mientras esperaba en su minivan una orden de chorizo y huevos del café. “Ella siempre te hacía sentir como si volvieras a casa”, dijo Clark.

Patty Martínez, quien ha trabajado en el Mitla Café durante 33 años, recordó cómo Reyes la abrazó de inmediato cuando Martínez llegó a Estados Unidos desde Michoacán en la década de 1980 con solo una bicicleta para el transporte.

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“Ella se enteró y dijo: ‘Voy a recogerte y dejarte hasta que ganes suficiente dinero para comprar un automóvil’”, relató la mujer de 54 años. “Lucy siempre me trató como a una hija y a mis hijos como sus nietos”.

Patty Martínez, quien ha trabajado en Mitla Café durante 33 años, llamó a Lucy Reyes su mejor amiga.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Después de que Reyes se retiró, Martínez le llevó tacos todas las semanas hasta solo dos semanas antes de que falleciera. Desde el surgimiento del coronavirus en marzo, Martínez dejaba la cena en los escalones de la casa de Reyes y la saludaba desde afuera. En la visita final, Reyes esperó frente a su puerta.

“Traté de alejarme de ella, pero quería verme”, dijo Martínez. “Creo que ella sabía que era la hora”.

Nieta de inmigrantes mexicanos, Reyes nació en 1933 y creció en una granja de pollos en Devore, California. Su familia finalmente se mudó a San Bernardino, y Reyes encontró trabajo en el Mitla como lavaplatos en 1950 mientras todavía estaba en la escuela preparatoria.

Ella nunca trabajó en ningún otro lugar.

Reyes hizo todo: mesera, preparar comida, capacitar a los empleados, levantar el teléfono con un agudo “¡Hola, Mitla!” que los residentes del West Side recuerdan con tanto cariño como cualquier sonido de los programas de televisión que les recuerden su infancia.

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“Lucy era la empleada soñada, fue una mentora, una amiga y realmente un miembro de la familia”, dijo el copropietario de Mitla, Michael Montaño, la tercera generación de su familia que dirigió el restaurante. “Ella encarnaba el espíritu de San Bernardino. Nunca se dio por vencida”.

Ricarda Reyes toca una foto de su madre, Lucy Reyes, en el funeral.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

“Yo no puedo decir hoy lo que pasó ayer, pero ella recordaba todo”, dijo Irene Montaño, la madre de Michael y nuera de los fundadores de Mitla. “La gente todavía no tenía la oportunidad de sentarse y Lucy ya estaba escribiendo su orden”. A ella, a Reyes y Martínez les gustaba tomar el Metrolink en sus días libres para visitar Olvera Street o la Misión de San Juan Capistrano.

Los Montaño aliviaron los deberes de Reyes a medida que pasaban las décadas. Su horario pasó de tiempo completo a un par de días a la semana y algunas horas al mes. Michael le compró un equipo de refrigeración personal e incluso abrió una ventana con persianas para que los clientes pudieran hablar con Reyes mientras ella pelaba papas y chiles.

El desfile de fanáticos, dijo Michael, nunca se detuvo.

“No me di cuenta hasta que fui mayor que ella no era mi tía real”, dijo John Robles, de 46 años, un ayudante del sheriff del condado de San Bernardino que creció en la calle cerca del Mitla y trabajó junto a Reyes desde la escuela preparatoria hasta la universidad. “Ella siempre me dijo que saliera adelante en la vida, y cuando lo hiciera ayudara a las personas necesitadas”.

Cientos asistieron a su fiesta de jubilación en 2018 celebrada en la sala de banquetes de Mitla, donde cliente tras cliente alababa a Reyes.

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“Nadie lo vio como un adiós”, dijo Michael, de 44 años. “Simplemente ya no iba a trabajar”.

Pasó sus últimos años con una nieta, Vanessa Vara, quien fue una de los primeros miembros de la familia en llegar a la ceremonia de Reyes.

“Dios, fue un privilegio poder cuidar a alguien tan respetada”, dijo su esposa, Denise. “Queremos enviarla como una leyenda”.

Patty Martinez takes an order from a customer at Mitla Cafe.
Patty Martínez, a la derecha, toma un pedido de un cliente en Mitla Café.
(Irfan Khan / Los Angeles Times)

Vanessa llevaba una de las blusas de China poblana de Reyes. Miró por encima de una cerca del estacionamiento del Mitla embellecido con globos y flores falsas y reales. Alguien compró una pequeña pancarta, en la que las personas podían escribir sus condolencias. Dos grandes fotos de Reyes se apoyaban contra latas de tomate en una mesa que incluía botellas de agua fría y desinfectante para manos.

Cerca de 55 personas finalmente se presentaron. Asistentes con mascarillas espaciados por las medidas de cuarentena, usando globos para defenderse inútilmente del sol implacable.

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“Es una bendición saber cuánto la amaban”, dijo Leonard Gómez, trabajador de mantenimiento y esposo de otra nieta de Reyes. “Es tan abrumador que se hiciera esto, pues demuestra cómo una persona podría afectar a tantos”.

Alrededor de las 12:30, Gómez gritó a todos para que se reunieran a su alrededor. Instó a la gente a acercarse, pero no demasiado.

La mujer de 47 años agradeció en nombre de la familia Reyes y llamó a Lucy “una mujer increíble”. “Incluso si no le caías bien, aún así te amaba”. Después de una rápida oración y un apresurado “Feliz cumpleaños”, todos soltaron sus globos.

Los amigos, familiares y clientes de Reyes miraron hacia el cielo, preocupados de que los globos quedaran atrapados en una espesura de líneas eléctricas y telefónicas. Pero una brisa repentina y refrescante los empujó a casi todos. La gente miró hasta que los globos fueron puntos en el gran cielo azul. Algunos lloraron y otros guardaron silencio.

Luego cruzaron la calle hacia el Mitla. ‘Hora de tacos’, para llevar, por supuesto.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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